Archivo del Nacionalismo Vasco: veinte años de alma y memoria

Eduardo Jauregi

EL presente año, 2013, es clave para Sabino Arana Fundazioa. En el mes de octubre se cumplirá el 25 aniversario de su constitución y este 26 de enero -aniversario del nacimiento de Sabino Arana- 20 años desde que se inauguró en Artea el Archivo del Nacionalismo Vasco.

Hay que retroceder cinco años, a 1988, para ver los primeros pasos que se dieron por conseguir este ansiado sueño. Fue en aquel año cuando la dirección de EAJ/PNV hizo un llamamiento a sus bases con el fin de que depositaran en sus oficinas la documentación histórica relacionada con la organización nacionalista, sus dirigentes y actividades, que pudieran tener guardada en casa. Se quería romper así con la dispersión e inaccesibilidad a los archivos del nacionalismo vasco, ocultos durante décadas, así como garantizar su conservación. Las respuestas no se hicieron esperar. Las donaciones de Primitivo Abad, Jesús Insausti Uzturre, las familias de Manu Egileor, Federico Zabala o Julio Jauregi, los fondos históricos del ABB o Emakume Abertzale Batza, entre otros muchos, fueron las primeras aportaciones para el futuro archivo que albergaría nuestra memoria histórica.

Cuando en el mes de octubre del aquel mismo año nació Sabino Arana Fundazioa, uno de sus objetivos fundacionales fue la creación del Archivo y para ello dedicó sus mayores esfuerzos: erigir un centro donde se reuniera lo recibido más el gran volumen de documentación que se sabía existía desde hacía varios lustros en Villa Izarra, la última sede del EBB en el exilio, en el barrio de Beyris (Baiona).

Efectivamente, Villa Izarra fue, desde 1957, el germen de lo que es hoy el Archivo del Nacionalismo Vasco. Fue la heredera de todo lo conservado en residencias anteriores, desde la Sabin Etxea de los años de la República y la guerra, pasando por Villa Endara y Villa Antoinette, en Iparralde, o las sedes de Avenue Marceau o Rue Singer en París, para convertirse en el destino (Archivo histórico todavía sin saberlo) de lo generado por otras instituciones y delegaciones vascas diseminadas por medio mundo. Muchos particulares, en el exilio, en sus idas y venidas de América, también dejaron a buen recaudo sus documentos, sus pertenencias, en la casa del Partido. Aquel almacén de recuerdos, de pruebas documentales y de testimonios de toda una época fue adquiriendo lentamente el alma que aún desprenden sus papeles.

Por todo ello, el trabajo para organizar un archivo que conservara, reuniera, describiera y ordenara, para después difundir el patrimonio cultural del nacionalismo vasco, empezaba indiscutiblemente en Villa Izarra. La Fundación Sabino Arana, siempre contando con la colaboración del Partido Nacionalista Vasco, rehabilitó a principios de los 90 un edificio en la localidad vizcaina de Artea para que fuera la sede del futuro archivo.

El edificio Meñaka, construcción singular de finales del siglo XIX, que pasó por distintas manos y funciones (residencia familiar, sede de la orden Gabrielista, hotel, colegio, etc.), a mediados de julio de 1992 ya se encontraba preparado para acoger los primeros fondos documentales procedentes de Iparralde.

Los papeles del exilio

Varios fines de semana antes un equipo de la Fundación con la ayuda de buenos amigos nos dedicamos a recoger en cajas y describir mínimamente toda la documentación que se almacenaba en los cuatro pisos de Villa Izarra. Teníamos que organizar y preparar el traslado de los archivos históricos, cuyo contenido se desconocía en gran medida. Para ello, cuadriculamos todas las habitaciones de cada piso con el fin de asignar letras y números a las carpetas, clasificadores o paquetes de documentación que sacábamos de estanterías, mesas, aparadores, etc. e íbamos introduciendo en nuevas cajas. De esta manera, queríamos saber y poder recuperar la posición y el orden que los documentos habían tenido originariamente por si esa determinada ubicación pudiera ayudarnos luego en las labores de reconocimiento y descripción de los documentos.

Recuerdo que por aquellos días el matrimonio Barrutia -Ander y Mari- celosos guardianes de todo lo reunido en Villa Izarra durante lustros sentían con cierto pesar cómo la casa se iba quedando vacía, como si se les despojara de una parte de sus vidas. Pocos meses después, el mismo matrimonio descubría en Artea la placa del nuevo Archivo del Nacionalismo Vasco, quedando inaugurado oficialmente.

Jesús Insausti Uzturre, entonces presidente de la Fundación Sabino Arana y máximo impulsor para la creación del Archivo, aquel 26 de enero de 1993 ya preconizó que todos, de alguna manera, acabaríamos entre estos viejos papeles, con nuestras grandezas y miserias, pero conservados en el nuevo centro para el futuro.

El Archivo empezó a rodar con 40 toneladas de materiales, entre lo traído de Iparralde en ocho contenedores, lo reunido en Bilbao más las donaciones de particulares que se sucedían continuamente.

Miles de documentos y objetos que había que clasificar, describir e instalar en las recién creadas secciones de Archivo, Biblioteca, Hemeroteca y Depósito de Ambiente (el embrión del futuro Museo del Nacionalismo Vasco creado en el 2000).

La gran actividad de los primeros años tuvo, sin embargo un handicap. Fue difícil simultanear la organización y difusión de lo que acabábamos de conseguir con el servicio que nos reclamaban los investigadores. Y teníamos muy claro que no queríamos actuar como otros centros que permanecen cerrados a cal y canto hasta no tener sus fondos totalmente inventariados.

Se realizaron exposiciones -tanto permanentes como itinerantes- con objetos y documentos significativos de nuestro pasado más reciente para mostrar algunas de las joyas del nuevo Archivo; se recibían sin cesar consultas de particulares e investigadores que querían saber de sus familiares en la guerra o en el exilio, o tener acceso a los documentos históricos inéditos hasta entonces para sus investigaciones académicas y tesis doctorales. Y en la medida de nuestras posibilidades dimos respuesta a todas las peticiones. Pero hasta no tener un mínimo de medios de seguridad, de documentación organizada y descrita, y controlados someramente todos los fondos documentales reunidos en el edificio Meñaka, no se abrió la puerta a la investigación ni al público en general. Pasados cuatro años ya estuvimos en condiciones de atender a los diferentes usuarios que nos visitaban.

En todos estos años, junto al trabajo diario con la documentación (registro y descripción para su conservación y difusión) lo más satisfactorio -por lo menos a nivel personal- sigue siendo la atención y el servicio al usuario, individual o colectivo, sea investigador profesional o un particular que solicita una información determinada.

Entre nuestros fondos se ha localizado documentación desconocida que ha sido editada en publicaciones científicas y trabajos de investigación académicos, libros de historia, etc. Pero también se han encontrado nombres, datos o testimonios de muchas personas, la mayoría anónimas y desconocidas, que han servido para compensar las búsquedas de muchas familias satisfechas al adquirir -emocionadas- una simple fotocopia como un verdadero tesoro, por contener alguna referencia de sus seres queridos.

Desde que se abrieron las puertas a la investigación por la sala de consulta del archivo han pasado casi medio millar de usuarios. La mayoría, como es natural, vascos, y en menor medida, del resto del Estado. Franceses, ingleses e italianos les siguen en porcentaje. Las notas de lejanía las han puesto investigadores de Uruguay, USA, Australia o Japón; el investigador nipón, por ejemplo, estuvo interesado en las relaciones entre el nacionalismo vasco y el irlandés y, años más tarde, en la documentación de los vascos en la Argentina de los años 20.

Para acceder a nuestros fondos no hace falta un permiso especial; a nadie se le ha pedido ningún carné, siendo pioneros en la apertura de los fondos de un partido político a la sociedad vasca. El interés por investigar y encontrar información relacionada con nuestra historia en los distintos ámbitos de la cultura, la política o lo social, en cualquier época o coyuntura, es más que suficiente para acceder a nuestro Archivo.

Me arriesgaría a afirmar que casi la totalidad de nuestros usuarios han salido muy satisfechos por la documentación que les hemos ofrecido, la información obtenida y el trato recibido. Incluso, aquel suboficial del Ejército español que -gratamente sorprendido por encontrar algo que no creía que pudiera estar en el Archivo del Nacionalismo Vasco- no pudo llevarse a su cuartel la colección completa de la revista militar Garellano, procedente de una donación particular. Ni amenazándonos amigablemente con un asalto nocturno al Archivo con sus hombres.

Fondos documentales

En general, el grueso de los contenidos del Archivo se compone por los archivos del Partido Nacionalista Vasco a lo largo de sus más de 100 años de existencia; de asociaciones políticas (Emakume Abertzale Batza), culturales (Sabindiar Batza); empresas (Naviera Sota, Compañía Minera de Setares); archivos personales (dirigentes políticos, particulares anónimos, antiguos combatientes del ejército vasco), otros fondos generados durante la guerra tanto en el interior como en el exilio, y centenares de donaciones de particulares.

Pero el valor y la importancia de la institución que hoy cumple 20 años radica en que ha unificado y centralizado la documentación nacionalista vasca, ha recuperado fondos procedentes del exilio y de la diáspora, ha sido salvaguarda de un importante patrimonio cultural clandestino y perseguido durante décadas y, en definitiva, representa la conservación de nuestra memoria histórica.

Memoria que aumenta gracias a las aportaciones de muchos particulares que nos depositan sus recuerdos. Donaciones muy variadas y de contenidos distintos, pero todas ellas meritorias: desde el fondo Sota (la mayor recibida hasta el momento, con miles de libros, láminas y decenas de cajas de instalación), hasta el recordatorio de José Antonio Agirre o el billete de 1937 de un particular que viene expresamente a darnos algo que lleva guardando toda la vida. En las últimas semanas hemos recibido -por ejemplo- el fondo histórico de la Junta Municipal de EAJ/PNV de Sodupe, la primera organizada después del franquismo, o la correspondencia cruzada de un gudari preso en distintas cárceles con su mujer. Más de un centenar de cartas manuscritas, entre 1937 y 1939, que contienen muchas de ellas dibujos y cuentos que enviaba el recluso a su hija recién nacida.

Desde la Fundación hacemos un llamamiento para concienciar a las personas e instituciones de la importancia de conservar sus documentos para el futuro. Cualquier tipo de información, independientemente del soporte en la que esté: cartas, postales, fotografías, actas, revistas, libros, cintas de casete, películas, etc. El Archivo del Nacionalismo, desde hace ya un par de años en Goaz Museum, la nueva sede de Sabino Arana Fundazioa en la calle Mandobide de Bilbao, sigue ilusionado y deseoso por reunir y engrandecer el alma de nuestro acervo cultural y la memoria de nuestro pasado.

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