Con denominación de origen Bilbao

Bilbao es hoy internacionalmente conocido gracias a la regeneración y modernización urbanística experimentada en las dos últimas décadas, una imagen vanguardista considerada como un activo en el presente pero muy diferente de aquellas otras que la ciudad ha proyectado a lo largo de sus 713 años de historia como Villa. Bilbao es, desde su fundación, el motor productivo y económico del País y, como tal, ha demostrado tener la capacidad y fortaleza de progresar y crecer de acuerdo con los tiempos, posicionado primero en enclave mercantil y después en una gran metrópoli industrial, cuyo drástico declive económico y social en los 80, desembocó en el denominado Efecto Bilbao, que es hoy portada de revistas y guías turísticas. Esa fuerza de trabajo y dinamismo ha sido su tarjeta de visita, generando en cada periodo histórico una imagen de ciudad que sus contemporáneos han promocionado, e incluso explotado como marca comercial de productos, identificándolos con la patria urbana que los fabricó o hizo suyos al comerciar con ellos.

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Productos BILBO-A El Bilbao de la Baja Edad Media y Moderna, conocido en el mercado anglosajón con su actual denominación oficial en euskera Bilbo, fue una próspera ciudad mercantil del eje atlántico que cimentó su mercado con la exportación de hierro del Señorío, la lana castellana y la importación de tejidos del norte europeo, a resultas de lo cual el término Bilbo-a pasó a identificar productos que eran originarios o distribuidos por la plaza bilbaina. Utilizado como sinónimo del hierro vizcaino se extendió rápidamente a manufacturas como los estoques Bilbo, del siglo XVI, apreciados por su flexible hoja de doble filo y aguzada punta; las espadas fabricadas un siglo después e identificadas como de empuñadura Bilbo type o los Bilboes, unos grilletes corredizos dispuestos sobre largas barras o con los que se encadenaban a los presidiarios. Objetos, repetidamente mencionados por los literatos ingleses, tal y como lo recoge Miguel de Unamuno en su poema Bilbao:

«Bilbao, el barco dice adiós a silbo/la mena roja llevase el Nervión/antaño, a Sheskpir (sic) al cantarle el bilbo,/el arte le cantaba del ferrón».

Con posterioridad, el término siguió vigente como apelativo de los espejos neoclásicos del siglo XVIII, Bilboa Mirror o Bilboa glass. No se conoce el taller de origen pero sí que salieron de Bilbao con destino al mercado americano, coincidiendo en el tiempo con la estancia diplomática en Filadelfia y Nueva York del comerciante bilbaino Diego María de Gardoqui, lo que explicaría la existencia de numerosos ejemplares en Estados Unidos además de los que ya se conocen en Bilbao. En tiempos más recientes Bilbo, en su acepción euskerika, fue utilizado por un grupo de farmacéuticos bilbainos asociados como Laboratorios Bilbo para comercializar sus fórmulas siendo el más famoso de todos, el regulador estomacal Elixir Bilbo, a base de azúcar y vino rancio con pequeñas cantidades de pepsina, tinturas de boldo, cuasia y condurango.

Productos BILBAO En el último cuarto del siglo XIX, a la plaza comercial se le une la mitad inferior de la ría convertida en puerto exportador de mineral de hierro (explotado por el sistema Bilbao, de perforación superior), y en la cuna de la industria siderúrgica vasca, configurando una imagen que Pío Baroja describió «como los catorce o quince kilómetros de vía fluvial que mayor impresión de fuerza, de trabajo y de energía dan en la Península». Una ciudad, cuyo nombre seguía siendo sinónimo de su producto estrella, el hierro, cotizando la mena, en el mercado regulador de materias primas londinense, como Buen Bilbao Rubio. En sintonía con ello los talleres de fundición local comercializaron sus productos de igual modo. Es el caso de las cocinas económicas Bilbao que, fabricadas entre otros por Julián de Abando o Sagarduy, ofertaban una decena de modelos que variaban en tamaño y prestaciones y eran reconocibles por llevar en el frente una placa con el nombre de la fundición y número de modelo Tipo Bilbao. En los 40, adecuándose a la generalización del agua corriente en las viviendas, acoplaron un calderín para surtir de agua caliente a los grifos de fregaderos y cuartos de baño, formato que se sigue comercializando en la actualidad. Más recientemente Aurrera de Sestao fabricó el balaustre Bilbao o el barrote Bilbao repitiendo antiguos modelos de forja, como los del palacio Gortazar de la calle Correo.

Esta efervescencia económica hizo despuntar la prensa escrita incorporando el nombre de la ciudad a la cabecera. Entre los de carácter profesional, Bilbao Marítimo y Comercial, órgano de la Cámara de Comercio Industria y Navegación, sustituido en 1895 por el Semanario Bilbao que, tras la muerte de su mentor Mario de Basterra, amplía su nombre con Mercantil, Minera, Industrial y Marítima y, otros de parecido título y contenido, como Bilbao Bursátil, Bilbao Industrial; financiero y comercial y, el boletín Bilbao Marítimo de 1969 con datos sobre el tráfico de la ría. La prensa socio-cultural con Bilbao Chismoso (1875), Bilbao ilustrado (1888), Bilbao Taurino (1897), Bilbao Deportivo (1927), Bilbao Champa (1951), Bilbao, Ciencia, Arte y Letras o el lujoso Bilbao Contemporáneo (1907) de Fermín Herrán, cuyo nombre obedecía a que Bilbao «es, de lo nuestro, lo que más suena en el mundo; punto de donde nuestros barcos van a todas partes y los de todas partes vienen a nuestro Pueblo; y, así, el nombre de Bilbao es universal y participa de un carácter cosmopolita». Las revistas tuvieron Bilbao Gráfico que, en 1922 bajo la dirección de Román Bonet-Bon se convierte en ilustrada con portadas en cuatricromía y secciones fijas de novedades, feminidades, humor, deportes y toros. Por último mencionar el periódico municipal Bilbao, que desde que salió el 1 de noviembre de 1987 por iniciativa de Ángel Ortiz Alfau es de obligada lectura para todos los bilbainos.

Si el comercio ha sido importante no lo han sido menos los barcos que, a ritmo de las mareas han entrado y salido de la ría, unos para cruzar los mares con sus mercaderías y otros inmersos en la preservación del tráfico fluvial. De entre ellos, algunos bautizados Bilbao, un nombre que pintado a proa ha ido saltando de un casco a otro, desde los de vela, la fragata Bilbao cargada con 2.600 quintales de bacalao que naufragó al entrar en El Abra en 1799, hasta el gasero de última generación construido en la Naval de Sestao en 2004 con el nombre de Bilbao Knutsen. Por el camino quedan los vapores Bilbao, al menos tres, de construcción inglesa, utilizados en el transporte de mineral; los sucesivos mercantes Bilbao, de bandera alemana como el de la Hanse Line que, en los 50 atracaba en el muelle de Uribitarte o, el petrolero Bilbao de la Naviera Vizcaína que considerado, junto con su homónimo el Guernica, los más grandes de la flota-tanque española de los 60, tuvo el privilegio de que José María de Ucelay pintara un mural para su sala de oficiales con una alegoría histórica sobre el comercio y la navegación bilbaina. Una magnífica obra que podemos disfrutar en las salas del Consulado del Museo Vasco de Bilbao. Paralelamente, la flota portuaria tuvo su primer remolcador Bilbao en el vapor que los comerciantes bilbainos trajeron en 1854, para auxiliar a los buques en las maniobras de entrada y salida por la peligrosa barra de Portugalete y cuyo reglamento fue editado por el impresor del Señorío Juan E. Delmas. A este le sucedieron otros, tal que el Bilbao de la Compañía de Remolcadores del Cantábrico, al que uno de sus dueños, Eduardo Aznar, convirtió en yate, siguiendo la moda burguesa de 1900 que propiciaba excursiones a las playas de moda entre Zarautz y Biarritz. En el transporte de viajeros la ría tuvo la gabarra Bilbao, popularmente conocida como la Zapatilla, que comunicaba El Arenal con Portugalete, travesía que, a tenor de las mareas, podía terminar en Olabeaga, recorriendo el resto del trayecto en la diligencia La Paloma. Justamente en aras de solucionar los churros de esta zona el ingeniero Evaristo de Churruca utilizó la draga de succión Bilbao.

En los 20 hubo intentos de crear una industria del automóvil en Bizkaia, entre los que se encuentra el auto Bilbao, un coche pequeño con motor de dos cilindros de la empresa de accesorios y motores Bilbao, Calvo y Compañía de Amorebieta. Más tarde, La Naval construyó en Sestao el autoblindado Bilbao 1932 con chasis de camiones americanos y una ametralladora, destinado a la guardia de asalto y la unidad de caballería del Gobierno de la República. En 1936 quedaban en fábrica algunas unidades, siendo utilizadas por el Ejército vasco a pesar de su escaso poder ofensivo. Otro coche, pero en este caso de niños, fue el modelo Bilbao que comercializó la marca inglesa Silver Cross, sobre chasis de acero plegable y cuatro grandes ruedas de llanta blanca que, sin ser tan exclusivo como el Balmoral utilizado por la familia real inglesa, tuvo un gran éxito de ventas en el establecimiento de la Gran Vía.

ICONOS BILBAO Si hay un icono identificado con la ciudad ésta es la baldosa Bilbao. Fabricada a partir del modelo Roseta que la firma catalana Escofet y Compañía creó en 1916 para Barcelona, fue rediseñada por las fábricas y el Ayuntamiento de la Villa para adecuarse a Bilbao y su sirimiri. Para ello, además de reducir su tamaño de 20 a 15 centímetros, añadió al dibujo original de una flor de cuatro pétalos, dos surcos paralelos en cruz para desaguar mejor y, a la masa de cemento y arena, virutas de hierro, salferricite, consiguiendo una mayor consistencia y una superficie rugosa. Una composición que con los tiempos ha cambiado hasta el más moderno de geosílex, que absorbe el dióxido de carbono, y un diseño trasladado al mobiliario urbano en alcorques y jardineras por Mobil-Arte y BilbaoArte.

El color de Bilbao no podía ser otro que el azul Bilbao, una tonalidad un tanto más luminosa que el ultramar de la industria textil. Tradicionalmente utilizado por los bilbainos elegantes para distinguir el correcto tono de azul de su boina, era usado por unos para diferenciarse de los de la boina, refiriéndose a la gente sencilla que lo llevaba como parte de su ropa de trabajo, y otros como signo de coquetería, por ser más favorecedor al peinar canas que la clásica negra. Lo que no cabe duda es que a partir de 1978 forma parte de la simbología festiva de la Villa, año en el que la primera Comisión de Fiestas propuso la pañoleta azul Bilbao como distintivo oficial de la indumentaria de la Aste Nagusia.

Otro icono es el clásico vaso de txikito de las tabernas de las Siete Calles que fabricantes de vidrio como Cifuentes y Pola de Gijón, a finales del XIX, comercializaron como vaso Bilbao, por ser el Botxo la ciudad a la que estaba destinada. Estos vasos macizos, de vidrio basto y grueso, culo gordo y un cuarto de cuartillo de capacidad estaban perfectamente diseñados tanto para el servicio como el poteo. Los taberneros, con sus jarras esmaltadas regaban de vino los vasos colocados en hilera en el borde interior del mostrador para seguidamente lanzarlos por la mojada barra hasta toparse con la mano del parroquiano que siguiendo el dicho popular: «Dos de culanda (por el culo del vaso), dos de faltanda (al servir, se desparrama) y dos de dejanda (sin apurar el contenido) total nadanda» (es decir, nada) permitía que terminaran la ronda sin perder la compostura.

Por último señalar que el actual alcance mediático del efecto Bilbao ha generado un boom de productos Bilbao. Los menos, Made in Bilbao como la tarta baldosa de Bilbao o los polos Bilbao, el resto foráneos, sin ningún tipo de vínculo con la ciudad y, carentes incluso, de la apariencia o características que se asocian a la imagen que dicen emular. Una amplia gama de artículos que incluye desde objetos comunes, pasando por prendas de ropa y complementos hasta productos de diseño que, para desdicha de los bilbainos, pululan en la red (listado en www.aboutbc.info) desvirtuando lo que es Bilbao y las cualidades de calidad, fuerza y trabajo que le han sido históricamente inherentes a la capital vizcaina.

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