Hilario, el miliciano que regresó de la nada

Entregan a sus familiares los restos óseos y objetos del ugetista hilario BLANCO Reguero, exhumado en Lemoatx

lemoatx
La hermana de Hilario Blanco y una hija de esta, junto a la directora de Derechos Humanos del Gobierno vasco y la alcaldesa de Lemoa. Foto: I. G.

Yo ya estaba segura de que ya no lo encontraríamos nunca”. Son las palabras emocionadas de Milagros, hermana del miliciano que murió en Peña Lemona durante la Guerra Civil y cuyos restos se entregaron ayer a la familia de Hilario Blanco Reguero. Ocurrió a mediodía en el Ayuntamiento de Lemoa durante un acto de recuerdo y reconocimiento a la lucha de este soldado antifascista en el bando republicano del Euzko Gudarostea del lehendakari José Antonio Aguirre.

Dar con su identidad y el proceso de hallazgo del cuerpo del miliciano del Batallón Baracaldo de la UGT ha sido toda una odisea con inmejorable llegada a puerto. Han sido incontables personas las que han arrimado hombro con hombro en la trinchera que exige verdad, justicia y reparación. Desde el grupo de detectores de metales Prospección Bizkaia a técnicos de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, el grupo memorialista Lemoatx 1937 y el Ayuntamiento de Lemoa, entre otros.

El primer paso y el más importante lo dio Alberto J. Sampedro, Ixile, que estaba pasando detectores de metales por Peña Lemona y el instrumento que portaba se chivó de que allí había algo. Y así fue: pronto apareció una hebilla del Gobierno Provisional de Euskadi, al que pertenecía el soldado enterrado y unas cartucheras.

RESTOS ÓSEOS Y OBJETOS Este miembro de la agrupación Prospección Bizkaia cubrió su descubrimiento e informó a Aranzadi del hallazgo. Cuando el equipo de Paco Etxeberria procedió a la exhumación fueron apareciendo los restos óseos y también objetos personales del miliciano que, según en la forma en la que se le encontró, se cree que posiblemente murió a consecuencia de la explosión de una granada y quedó sepultado de manera improvisada. “Era posiblemente un fusilero”, afirma la arqueóloga del departamento de antropología física de Aranzadi, Lourdes Herrasti.

El soldado portaba en una especie de zurrón o bolsa varios objetos personales: dos maquinillas de afeitar -“no una, sino dos, debía ser presumido”, destaca Herrasti-, dos cartucheras, una navaja, una hebilla del Euzko Gudarostea y otra propia con un elemento decorativo, y una pluma estilográfica, que ayer se entregaron a la familia presente. El esqueleto tenía en la muñeca izquierda atada la chapa de identificación: el número 72.865.

El equipo de investigación se puso en marcha para buscar la identidad de aquel cuerpo. Así, Iñaki Rodríguez Rebolledo dio con su nombre y apellidos gracias a la aparición de los números de la placa encontrados en unas nóminas del Gobierno de Euzkadi. Ya tenían el nombre y apellido: Hilario Blanco Reguero, del batallón número 28, Baracaldo. “Creemos que murió entre el 3 y el 5 de junio de 1937. Sabemos que la última nómina que cobró fue del 15 de mayo”, agrega Herrasti. La labor de exhumar detalles que concordaran fue obra entre otros de Alfredo Irusta, los hermanos Alberto y Eduardo Sardón, Jon Etxezarraga, Mikel García y Jimi Jiménez.

El salón consistorial de Lemoa se quedó pequeño ayer para acoger a familiares, miembros de los colectivos citados, medios de comunicación y representación del PSE y de UGT que acudieron al acto de entrega de los restos que descansaban en una caja de plástico duro en la que se leía Lemoatx 2014. “Yo ya estaba segura de que ya no lo encontraríamos nunca”, expresó como pudo su hermana, Milagros, cuya hija tomó el relevo: “Estamos muy agradecidos, muy contentos y emocionados”, manifestó.

A continuación posaron junto a las autoridades políticas presentes, la alcaldesa de Lemoa, Saioa Elejabarrieta, de Bildu, y Monika Hernando, directora de Víctimas y Derechos Humanos del Gobierno vasco.

otro hilario El técnico de Aranzadi Jimi Jiménez confirmó a este periódico que en la Guerra Civil existió otro miliciano que se llamaba y apellidaba igual que Hilario Blanco Reguero. “Sí, el otro era comunista, del Batallón Karl Liebknecht A-L. Nos desorientaron ambas identidades, pero comprobamos que eran diferentes”, explica Jiménez, comisario de la interesante exposición Larrinaga, la memoria cautiva que hasta el 26 de febrero permanece abierta al público en la sala Ondare de Bilbao y da a conocer la historia de la histórica prisión bilbaina, edificio inexistente en la actualidad.

La reconstrucción de lo sucedido con el miliciano ugetista dio comienzo en otoño de 2014 -coincidiendo con los trabajos para la recuperación y puesta en valor de las líneas de trincheras de Lemoatx donde tuvieron lugar importantes enfrentamientos en junio de 1937- cuando se localizó en la ladera norte un objeto metálico a escasa profundidad que resultó ser la hebilla del cinturón del Euzko Gudarostea. Junto a dicha placa se hallaban, asimismo, dos cartucheras, y los restos óseos de una persona.

El 26 de octubre de 2014 se efectuaron las tareas de exhumación, recuperación arqueológica y posterior identificación los restos. La chapa de identificación hallada fue consultada en el Archivo Histórico de Euskadi para dar con la identidad de Hilario Blanco Reguero.

Los trabajos han sido efectuados por la Sociedad de Ciencias Aranzadi -en el marco del convenio de colaboración que mantiene con el Gobierno Vasco- con la colaboración de la asociación Lemoatx 1937 y con el impulso institucional del Gobierno vasco y el Ayuntamiento de Lemoa.

Un reportaje de I. Gorriti

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