Puentes de Bilbao

La historia de Bilbao se ha escrito en torno al Ibaizabal y a los puentes que han unido su pasado con su presente

Un reportaje de Jabier Aspuru

CADA ciudad tiene su evolución que depende de muchas circunstancias, algunas impredecibles. En el caso de Bilbao se puede asegurar que su transformación ha girado en torno a la vía fluvial que se introduce desde el mar hasta San Antón, la ría de Bilbao. Es sorprendente la extraordinaria transformación que ha sufrido Bilbao en los últimos años, pasando de ser una decadente ciudad industrial gris y oscura a una flamante y moderna ciudad multifuncional y de servicios. La imagen de la transformación ha girado una vez más en torno a la ría en un tramo que va hasta la futura isla de Zorrotzaurre que dará continuidad y evolución al cambio. Entretanto, se ha desmantelado la actividad industrial y portuaria que se realizaba en dicho tramo.

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La transformación de este tramo tiene su reflejo en el surgimiento de varios puentes y pasarelas que se han construido en los últimos 50 años: la pasarela peatonal de Uribitarte Zubi Zuri, el puente viaducto de La Salve, la pasarela peatonal de la Universidad de Deusto, el puente viaducto-peatonal de Euskalduna, y el último de Frank Ghery que comunicará con la isla de Zorrotzaurre una vez abierto el canal de Deusto. A estos puentes elevados habría que añadir los puentes subterráneos de tráfico de pasajeros que ha supuesto la implantación del Metro de Bilbao y que atraviesa la Ría en dos tramos, uno en el Arenal y el otro en Deusto. Durante esta transformación de la ciudad han tomado parte alguno de los arquitectos más vanguardistas del mundo.

Esta transformación de Bilbao no es nueva y durante el siglo XIX la ciudad también se transformó pivotando sobre la ría, lo que se vio reflejado en la construcción y remodelación de numerosos puentes en el tramo cabecero de esta.

Bilbao siempre ha sido una ciudad vanguardista y sus arquitectos, extraordinarios. Además, durante el siglo XIX la mayoría de los puentes los diseñaron ingenieros-arquitectos vascos, que siempre tuvieron una notabilísima reputación. En Bizkaia se construyeron dos de los primeros puentes colgantes que se realizaron en Europa de manos del arquitecto bermeano Antonio de Goikoetxea. El primero, el de Burtzeña, de 65 metros de luz, siguiendo la técnica americana e inglesa de los cables de cadenas, se terminó en 1822, dos años después del Union Bridge de Samuel Brown entre Inglaterra y Escocia de 137 metros, que fue el primero de Europa.

La popular canción del puente colgante se refiere a un segundo puente colgante construido por el mismo Antonio Goikoetxea en 1828 para comunicar la plaza Vieja o del Mercado con el desaparecido convento de San Francisco. El autor de la canción fue el alcalde de Vitoria, señor Ciórraga, canción en principio burlesca que los gasteiztarras endilgaban a los bilbotarras cuando venían a las fiestas de la villa. Este puente colgante de San Francisco se construyó con cadenas y en 1852 se cambió su sujeción por cables con la colaboración del ingeniero Félix Uhagón. Otro ingeniero hijo del anterior Sabino Goikoetxea llegó a construir otro puente colgante en 1869 a la altura de la calle Bailén, el puente de Los Fueros, construido por la anteiglesia de Abando para esquivar los peajes que la villa de Bilbao, cobraba por el uso del de El Arenal. Este puente es uno de los pocos desaparecidos y no reconstruidos de los que han existido en Bilbao.

LAS GUERRAS DEL XIX El siglo XIX fue muy convulso y abundaron los conflictos bélicos. Empezó con la guerra con los franceses y siguió con las sucesivas guerras carlistas en la que Bilbao era un bastión imprescindible para todos los contendientes, además se mezclaban los conflictos internos de las sucesivas anexiones de las anteiglesias de Abando, Begoña y Deusto por parte de la villa de Bilbao que vivía encorsetada entre los viejos muelles de San Antón, el Arenal y el actual casco histórico. Incluso hubo un proyecto de construcción de un puerto alternativo de La Paz por parte de la anteiglesia de Abando que dio lugar a la rebelión llamada Zamacolada. Durante estos conflictos dos emblemáticos y sobresalientes edificios religiosos fueron destruidos, entre otros, en Bilbao, una pérdida de patrimonio histórico irreparable. Uno, el templo de San Francisco, único de estilo gótico y arabesco que existía en Bilbao y que llegó a poseer la torre más esbelta y alta de la villa, además de la bóveda con mayor capacidad de todas las de Bizkaia. El templo fue ocupado por la tropas napoleónicas en 1808 y convertido en cuartel. También durante la primera guerra carlista se utilizó como cuartel y su deterioro y estado ruinoso llevó a un decreto de derribo en 1856. Sobre sus ruinas y con los materiales del derribo se construyó un cuartel militar que posteriormente fue bombardeado durante el sitio de Bilbao de 1874.

El otro templo que se destruyó durante la primera contienda carlista de 1836 fue el de San Agustín situado en terreno común a la anteiglesia de Begoña y a la villa de Bilbao. Justo al lado se encontraba la torre de Quintana que también se utilizó como guarnición militar. Esta torre se derribó en el año 1895 por orden del arquitecto Basterra, una vez que el nuevo Ayuntamiento ya se había construido sobre las ruinas del convento desaparecido. En aquella época no existía allí ningún puente. Con la construcción del nuevo Ayuntamiento además del edificio de la Aduana llegó la necesidad de un puente en principio reservado sólo a peatones y en esto también se fue innovador, construyendo un puente giratorio obra del arquitecto Antonio Ruiz de Velasco en 1891. En la concesión se permitió el cobro de una tarifa máxima de 50 céntimos por lo que se le conoció popularmente como del perro chico.

Los editores más importantes de la época y que pugnaban por ser los del Señorío de Bizkaia, J. Eustaquio Delmas y Adolfo Depont, añoraban estos edificios desaparecidos en dos magníficas obras que rivalizaron con sus excelentes grabados. Julio Lambla, un francés alsaciano que se afincó en Bilbao, realizó una serie de excelentes grabados sobre el País Vasco que se publicaron en La Revista pintoresca de las provincias Bascongadas de Adolfo Péan en 1844. El proyecto fracasó económicamente en parte por la competencia que le planteó Juan Eustaquio Delmas con El viaje pintoresco por las provincias Vascongadas en 1846.

‘LA CAPILLA’ DE PORTUGALETE Otro extraordinario ingeniero y personaje polifacético fue el donostiarra Pablo de Alzola que llegó a ser alcalde de Bilbao y presidente de la Diputación Provincial, hombre culto y controvertido que construyó una vanguardista estación de tren a Portugalete a la que se apodó la capilla por su similitud en el diseño y que desgraciadamente desapareció por su deterioro durante la guerra civil. Alzola en 1879 diseñó y construyó el Puente de Hierro que sustituyó a los anteriores de cadenas y de cables de acceso al convento de San Francisco que sufrieron los avatares bélicos y los aguaduchos de la ría. Alzola, un hombre adelantado a su tiempo, dejó escritas varias obras sobre arquitectura y construcción de las que se han hecho sucesivas y recientes ediciones. Colaboró con otro ingeniero municipal, Ernesto Hoffmeyer, en la construcción del nuevo puente de San Antón en 1878, que puso fin al viejo puente situado unos metros más abajo, el más antiguo de la villa y que aparece en el escudo de Bilbao. Este puente sufrió infinidad de inundaciones y reconstrucciones desde la Edad Media y durante varios siglos fue el único puente de Bilbao.

Entre el puente de San Antón y de San Francisco estaba la Plaza Vieja o del Mercado, centro neurálgico de la villa durante varios siglos, lugar donde se ubicaba el viejo Ayuntamiento de la villa y la Casa de Contratación asociada a la actividad comercial del puerto allí ubicado. Hoffmeyer también fue el encargado de construir el puente de la Merced en 1886 en sustitución del viejo puente de madera. Desgraciadamente la última guerra civil lo destruyó sustituyéndolo por otro de muy inferior nivel y calidad.

Pablo de Alzola, Ernesto Hoffmeyer y Severino Achúcarro fueron los ingenieros- arquitectos que diseñaron el ensanche de Bilbao una vez que la villa se expandió, fundamentalmen te, con la llegada del ferrocarril a Abando en 1863. Otro arquitecto extraordinario y de proyección internacional fue Alberto de Palacio de Elissagüe nacido en Sara aunque afincado en Gordexola, autor del famoso puente Bizkaia de Portugalete, actualmente declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, un visionario y en alguna medida utópico merced a su formación entre Barcelona y París donde coincidió con Eiffel.

Autor dual que tan pronto muestra su compromiso con la tecnología en el empleo del hierro y el cristal en el Palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid, como muestra su lado más academicista en un proyecto que presentó a las autoridades vizcainas y que de haberse llevado a cabo hubiera cambiado el corazón de Bilbao. Se trataba de un descomunal edificio de galerías que cubría toda la ría en un tramo de 200 metros a la altura del teatro Arriaga. Se desechó por motivos económicos y de difícil gestión contra las inundaciones así como porque las respectivas autoridades ya habían construido sus edificios emblemáticos, el nuevo Ayuntamiento y el nuevo palacio de la Diputación.

Por último, el puente del Arenal supuso la unión práctica con la anteiglesia de Abando ya que su funcionalidad se convirtió en imprescindible debido al trasiego creciente de personas y mercancías. Los primeros proyectos en los que estuvo implicado Antonio Goikoetxea datan de 1848. En su origen el puente bautizado de Isabel II tenía unos arcos centrales levadizos para el tráfico fluvial habida cuenta que los muelles llegaban hasta San Antón. Con la llegada del ferrocarril a Abando el tráfico de mercancías y de carruajes se multiplicó, lo que llevó a la necesidad de suprimir el tramo levadizo y la construcción de altuun puente más sólido proyecto que realizó en 1875 Adolfo Ibarreta. No tardó mucho tiempo en quedarse pequeño e insuficiente ya que se convirtió en el puente de mayor tráfico de toda la ciudad debido a la ubicación de las estaciones de Portugalete, Santander y Abando además del tráfico de mercancías hacia los muelles de Uribitarte y alhóndiga municipal lo que llevó a las autoridades a solicitar un proyecto de ampliación en 1894, aprobándose la propuesta del arquitecto municipal Enrique Epalza en 1901.

Entretanto algunos puentes posteriores como el de Deusto y del Ayuntamiento han perdido parte de su encanto y funcionalidad al permanecer siempre cerrados. Con el tiempo y en la medida en que la ciudad se transforma y evoluciona surgirán y se remodelarán nuevos puentes en una ciudad que ha escrito así su historia sobre las aguas de su ría.

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