Un gudari atípico que rompe su silencio

El exsoldado del ejército vasco Jesús Uriarte recuerda a sus 99 años de edad cómo fue hecho esclavo de Franco

Un reportaje de Iban Gorriti

HISTORIAS DE LOS VASCOS
Jesús Uriarte Barrutia recuerda sus vivencias durante la guerra civil. Foto: I. Gorriti

 

Jesús Uriarte Barrutia (Dima, 1916) es un gudari atípico. Y él, vestido con una sonrisa cariñosa, lo sabe. Es inusual hasta el punto de que su familia, la que convive con él a diario en el caserío Basterretxe de Izurtza, no tenía constancia de que había sido soldado del Eusko Gudarostea del lehendakari José Antonio Aguirre; aunque sí sabían que había estado en la guerra. Tampoco conocían que dos de sus hermanos, Anastasio y Andrés, lucharon igualmente contra los aliados golpistas, primero, y contra el franquismo, después. Resume todo este argumento una frase de su nieta Aroa González, concejala del PNV en el consistorio de la anteiglesia. “¡Mi aitite! ¡Qué callado se lo tenía!”, compartía tras la entrevista por Facebook.

Jesús es un casta. En septiembre cumplirá cien años y su mente funciona como la de un estratega. Se le percibe listo. Atento. Denunciante. De hecho, dice que no le gusta que le llamen gudari, porque “a mí me llevaron; yo no quería ir”, agita las manos y justifica que lo pasó tan mal que ha preferido no hablar de ello.

Sin embargo, diferentes búsquedas han dado fruto y, por suerte, su testimonio queda hoy escrito. La duda principal y capital necesario para reconstruir su paso por los frentes de la guerra es saber a qué batallón del Ejército vasco perteneció. Uriarte asegura que no lo sabe, y ríe. Como dato, es el único de los hasta hoy entrevistados que dice no recordarlo, a pesar de que su mente funciona como un reloj suizo.

Gracias a la Sociedad de Ciencias Aranzadi y a la Sabino Arana Fundazioa, podemos tener algunos datos al respecto que arrojan algo, no mucha, luz. Su caso es enigmático. Es decir, de sus hermanos Anastasio y de Andrés Uriarte Barrutia, con los dos apellidos, hay datos que los sitúan en el batallón Azkatasuna, el número tres de ANV. Y con un solo apellido, hay registrado un Andrés Uriarte del batallón Martiartu y un Anastasio Uriarte en el Gordexola. De nuestro protagonista, no hemos hallado dato alguno, lo que no significa que no haya. Aparece un Jesús Uriarte en el batallón Lenago il.

dificultades Por los destinos que el dimatarra narra, pudo formar parte como sus hermanos del Azkatasuna, que era unidad de zapadores de ANV y que estuvo en algunos de los lugares que más adelante cita. “Yo tenía 20 años, era zapador, me mandaban a hacer zanjas, trincheras… Al primer sitio que me llevaron fue a Mekoleta, Otxandio”, evoca y descorcha su corazón: “¡Cada día de la guerra fue terrible! ¡Lo pasé muy mal! Viví el bombardeo de Dima y Saibigain, que no es limpio como ahora, estaba lleno de zarzas, también creía que nos mataban. ¿Aguirre, decías antes? Aguirre y Franco vivirían muy bien; nosotros con la muerte al lado”, mueve la cabeza en horizontal quien ya con 12 años fue enviado a trabajar de criado a San Miguel, hoy suelo de Amorebieta-Etxano. “Hablando mal y pronto, las pasamos putas. De noche avanzábamos y por el día nos ganaban los que se llamaban nacionales”, subraya.

Y de allí, a la resistencia histórica de los Intxorta, en Elgeta, y al barrio zornotzarra de San Antonio que conocía bien por su tiempo en San Miguel. “Desde allí vimos cómo los aviones pasaban por encima de Gernika de tres en tres el día del bombardeo. Esa noche nos llevaron a Gernika, que estaba hecha ascos, de pena, a ayudar. Lloros, miseria…”.

Uriarte también estuvo presente en Sollube, donde sufrió un accidente y tuvo que ser hospitalizado en Sondika. “Haciendo una zanja, un compañero me dio sin querer con el picachón en la espalda”. Días después fue apresado por los fascistas “por Galdakao”, sitúa.

Le trasladaron a Santander, a la plaza de toros. “Me tuvieron tres días sin darme de comer”. Entonces comenzó su paso por diferentes batallones de trabajadores, es decir, como esclavo de los fascistas. “Me metieron al fuerte de Santoña, pero no recuerdo si había presos famosos. Solo sé que no nos dejaban ni asomarnos a la ventana porque te pegaban un tiro. Pena que no hice un diario, como un tal Isaias de Galdakao que lo apuntaba todo”, lamenta.

Su próximo rumbo fue Aranda de Duero, Burgos. “Allí te mandaban a hacer cosas e íbamos uno con solo una alpargata, otro descalzo… Y nos dijeron que nos iban a llevar a Bilbao, como decían, “a levantar Bilbao”, pero acabé en Miranda de Ebro”. De allí, a Zaragoza, de donde recuerda una anécdota: “Tuvimos un capitán franquista que en realidad era republicano y nos trataba muy bien. Por la calle, los niños nos decían dónde teníamos los cuernos y el rabo de diablos… por ser rojos, como nos decían. ¡Yo no era de nada! Nunca me ha interesado la política”, levanta el dedo índice derecho. “A mí me gusta estar tranquilo”, se ríe y lamenta que en televisión los jóvenes de 17 años ya no sepan quién fue el dictador Franco: “Mal vamos, pero que no se repita más, que no haya más guerras”.

A continuación, explica que le iban a destinar a Canarias, pero acabó regresando a casa, a Dima. Más adelante llegaron sus dos hermanos también. El servicio militar lo tuvo que cumplir en Burgos. El hijo de Eusebia y Antonio, de Oba, y hermano también de Martina, Florencia y José Mari, contrajo matrimonio con Juana Arroitajauregi del caserío Basterretxe, de Izurtza, donde vive. El 12 de septiembre cumplirá cien años.

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