Clara Agirregabiria fue una de las tripulantes del último viaje del histórico barco hacia la libertad el 13 de junio de 1937. El próximo 30 de noviembre cumplirá 89 años
Un reportaje de Iban Gorriti
LA última salida del histórico vapor Habana fue el 13 de junio de 1937. A él auparon a la pequeña Clara Agirregabiria, natural de Ortuella. A la postre sería la madre de Chechu Biriukov Agirregabiria, mítico jugador de baloncesto internacional por la URSS y España. Ambos siguen siendo a día de hoy uña y carne. Habla el recordado escolta del Real Madrid: “Rusia nos lo ha dado todo; Euskadi es la patria de mi madre, y España nos recibió muy bien. ¡No podemos estar más agradecidos!”, enfatiza a DEIA José Alexandervich.
Pero no pivotemos antes de tiempo. Retornemos a aquel tristísimo episodio de guerra y momento de despedida familiar hacia un país en paz. El Habana partió de Santurtzi con 4.500 niños y niñas. Su primera parada fue el puerto de Paullac (Burdeos). De este contingente, un grupo de 1.610 niños protagonizó la única expedición que soltó amarras con destino a Rusia.
El libro de Jesús Alonso Carballés, 1937. Los niños vascos evacuados a Francia y Bélgica, editado en Bilbao en 1998 por la Asociación de niños evacuados el 37, mantiene que en Paullac los menores destinados a Rusia “transbordaron directamente al vapor francés Sontay, y sin tocar tierra, se dirigieron a Leningrado -hoy San Petersburgo- donde llegaron varios días después. Desde allí fueron trasladados a Crimea, Odessa y Moscú”.
Junto a Clara y sus hermanos Consuelo y Pedro -ingeniero de caminos que acabó en Cuba- también iba a bordo la más adelante madre del jugador de hockey Valeri Borísovich Jarlámov, es decir, Carmen Oribe, conocida como Begoñita la de Las Cortes de Bilbao. Jarlámov es el Pelé del hockey, según valoración del comentarista deportivo y exfutbolista Michael Robinson (Leicester, Inglaterra, 1958).
Clara Agirregabiria nació en 1927. El 30 de noviembre cumplirá 89 años. Recuerda aquella partida a lo desconocido. “Yo no dejaba de llorar. No me quería ir. Lloraba tanto que me pusieron en el Habana a una persona a mi cargo porque si yo empezaba a llorar de nuevo contagiaba al resto que hacía lo mismo”, relata. Hija de un empleado en el ferrocarril y de una tendera, llegó junto a sus hermanos a un centro de acogida en Samara. “Nos trataban muy bien”, testimonia Clara, y va más allá: “Las familias rusas eran capaces de quitar el pan a sus hijos para dárnoslo a nosotros”. Chechu agrega un dato más: “Los rusos vivían un momento malo al comenzar la guerra contra los nazis y les podía faltar de todo, pero a los niños del País Vasco no les faltaba de nada”.
Clara contrajo matrimonio con Alexander Biriukov, chófer de Moscú que fallecería en 1991. Se conocieron en la fábrica en la que trabajaba ella, en Telman, de cuero. Primero vivieron en la Avenida de Lenin en una casa habitada por diferentes familias con baño y cocina compartidos. Más adelante, el Gobierno les dio una casa para la familia de 28 metros cuadrados. De allí se mudaron a la avenida Lomonosov, pero no fue su último destino. Años antes de viajar a Madrid consiguieron “una casa de 42 metros cuadrados y un pequeño balcón”, sonríe el nacido en aquella metrópoli el 3 de febrero de 1963 y quien guarda una relación especial con la tierra de su madre.
“Yo me considero vasco y así lo digo cuando voy a Rusia. Tengo en Santurtzi a mis tías Consuelo y Araceli, a mi tío Leo, a mis primos. Voy a verles en verano, pero es que me hinchan a comer, es una barbaridad”, valora quien precisamente regenta el restaurante Biriukov Bistró en el barrio Las Tablas de Madrid y quien tras sus 22 años de gloria en el baloncesto internacional fue representante de caras conocidas como Antonio Molero, el Fiti de la serie Los Serrano.
Antes de llegar al Estado español, la familia visitaba a sus parientes que residen en Santurtzi. En el momento en el que se permitió a los niños de la guerra civil volver, muchos lo hicieron. “Cuando íbamos en verano a pasar dos meses en Euskadi, la entrada era por Irun. En tren, íbamos de Moscú a París. Nos daban un día de descanso. Y de allí a Irun adonde nos iba a buscar un tío mío”, trasmite Chechu. El jugador internacional recuerda “perfectamente” sus visitas a la localidad costera: “El viejo puerto, el olor a sardinas, pan y vino. ¡Joder! En la plaza vivía el marido de mi tía y sigue viviendo, Leo Mayor”.
Clara, por su parte, aunque mezcla en sus conversaciones el castellano con el ruso, asegura que “siempre me dicen que tengo acento vasco, no lo he perdido”. A partir de octubre de 1983 residen en Madrid. “Desde la distancia, estamos muy agradecidos a Euskadi. Nos sentimos parte de vosotros”, concluyen.