María Carolina Zagala: una mujer de tres sangres nacionalistas y cuatro patrias

Quien fuera secretaria de Manuel Irujo y esposa del delegado del Gobierno vasco Fernando Carranza retorna del exilio de Venezuela a Catalunya a la edad de 103 años

Un reportaje de Iban Gorriti

por su cuerpo de 103 años bombean tres sangres nacionalistas: la alsaciana de su padre, la vasca de nacimiento, y la catalana de origen materno, así como enclave de residencia desde el pasado 19 de octubre. A ellas hay que sumar una cuarta patria: la venezolana, exilio que motivó la Guerra Civil. Todas ellas son su hogar identitario. Se llama María Carolina Zagala Mut y en Caracas ha sido conocida durante siete décadas como Mari Carranza, apellido de su marido fallecido en 2003.

María Carolina Zagala, junto a Leizaola, en una imagen de los tiempos de la guerra. DEIA
María Carolina Zagala, junto a Leizaola, en una imagen de los tiempos de la guerra. DEIA

 

El matrimonio fue amigo de los lehendakaris Aguirre, Leizaola, Garaikoetxea y Ardanza, así como de Jesús Galíndez, Manuel Irujo y otras personalidades jeltzales desde la diáspora de Euskadi. Mari reside a día de hoy junto a su hija Maite Carranza Zagala en Canet de Mar, Barcelona, tras una plena vida en Caracas, donde deja un nieto y el hogar familiar.

Ella, hija de padre alsaciano “antialemán” -califica la familia- y de madre catalana, nació en Tolosa el 16 de mayo de 1913. Fue la benjamina de un total de cinco hermanos. Al mayor de ellos, Esteban, le fusilaron “por venganzas personales” en el mismo pueblo donde su padre trabajaba en la empresa papelera.

Mari fue secretaria de Manuel Irujo (Lizarra, 1891-Bilbao 1981) cuando el navarro era ministro de Justicia de la Segunda República y cumplía con la labor del proceso de canje de presos. Él era natural de Portugalete, municipio del que su padre fue diputado de Bizkaia y en el que llegó al mundo en 1911. Fernando Carranza Iza fue el último delegado del Gobierno de Euzkadi en el exilio de Venezuela.

La pareja contrajo matrimonio en días de guerra en Barcelona el 19 de diciembre de 1937. Ella trabajó en la Delegación del Gobierno vasco en la Ciudad Condal como secretaria del ministro Manuel Irujo. Al perder la contienda el bando republicano y tras sufrir el campo de concentración de Gurs, el soldado del “Batallón vasco navarro” -según recuerda su hija- Fernando Carranza llegó a Venezuela en 1939 habiendo salido de Burdeos y tras pasar por Santo Domingo.

Su mujer llegaría a destino dos años después tras residir en Bilbao junto con Maite, hija nacida en Bidart (Lapurdi). Afincaron su residencia en la capital de la república bolivariana en la que más tarde nació Mirentxu (Miren Jesus). Mari en el Centro Vasco de Caracas fue presidenta de Emakume Abertzale Batza y compañera de su marido Fernando en las labores de la Delegación que el letrado Carranza tomó al fallecer Lucio Aretxabaleta en 1967.

Por el Centro Vasco (Eusko Etxea de Caracas) y su hogar pasaron personalidades históricas vascas. Lo recuerda la hija mayor del matrimonio a DEIA. “Al lehendakari Aguirre lo traté como espectadora, desde la distancia de una niña de 12 años. Sí tuve mucho trato con el lehendakari Leizaola y toda su familia. También nos visitarían con el tiempo los lehendakaris Garaikoetxea y Ardanza. No llegaron a hacerlo ni Ibarretxe ni el socialista (por Patxi López)”, estima.

A Jesús Galíndez la pequeña Maitetxu le llamaba tío Jesús. “Cuando Aguirre vino a visitar el centro vasco de Caracas, Jesús se alojó en nuestra casa, era muy amigo de mi padre. Con él hizo el viaje del exilio, aunque Galíndez se quedó en Santo Domingo y aita continuó a Venezuela. Recuerdo al tío Jesús era un hombre muy cariñoso que conocía a mi padre desde la Universidad”.

Fernando Carranza pasó por numerosos puestos de trabajos en su vida en el país americano. “Nunca ejerció de abogado, que es lo que había estudiado en Madrid. Trabajó desde camarero a gerente de una fábrica de textiles en Cumaná, donde conocería a los Anasagasti. También fue corredor de Bolsa y acabó empleado en Napolca, compañía del navarro Manuel Goñi”, valora Maite quien también aporta palabras de reconocimiento a la memoria de Manuel Irujo. “Yo destacaría que fue una muy buena persona que ayudó mucho a curas y monjas de Navarra en tiempos muy difíciles para la religión. A ellas les hacía vestir de civil y les pedía que tuvieran cuidado con lo que hablaban para que no les descubrieran. Guardo una anécdota cuando estando con él, una monja dijo a otra “madre, ¿qué digo ahora?” Siempre hemos dicho que mi padre ni sé con cuántas de ellas se casó para protegerlas junto con Irujo”, bromea esta mujer que estudió inglés en Londres y en la Universidad Católica de Caracas.

Tanto la madre de 103 años como la hija dejan Venezuela atrás, un país que les recibió con los brazos abiertos. “Venezuela está muy mal. Hay mucha crisis económica, alimenticia y de medicinas. Chaves era malo, pero su heredero es peor”, concluye quien fue encargada de las misas en la Eusko Etxea capitalina. Allí, Maite deja un hijo y su casa, el hogar de una familia de cuatro patrias.

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