Una zona verde no tocada en 80 años puede acoger la fosa común con más esqueletos por un único suceso en la CAV
Un reportaje de Iban Gorriti
Jimi Jiménez, en el lugar donde estaría la fosa común; a la derecha, el libro de enterramientos con páginas arrancadas y la capilla en 1939. Foto: Iban Gorriti/Archivo Municipal de Durango
DURANGO guarda en su cementerio municipal una incógnita aún sin despejar desde hace 80 años, desde el 31 de marzo de 1937. Aquel día de la Guerra Civil, la villa vizcaina fue bombardeada por la aviación legionaria italiana en un ataque aéreo planificado por la Legión Cóndor nazi y con el beneplácito de los militares golpistas Mola, Vigón y Franco, que llegaron a firmar un documento en el que escribían “sin contemplación con la población civil”.
El próximo viernes, por lo tanto, se cumplirán ocho décadas de aquel genocidio en el que las bombas facciosas acabaron con la vida de al menos 336 víctimas sin distinciones, de todas las ideologías, el 5% de la población del municipio. Por este motivo, ese día un acto del Ayuntamiento de Durango en el camposanto conmemorará la tragedia y recordará a los fallecidos. A escasos metros del homenaje, en el corazón del cementerio, existe, de pronto, entre tumbas, nichos y panteones, una zona verde de las dimensiones de un campo de fútbol sala que permanece sin tocar desde hace 80 años. El lugar es un espacio vacío sin sepulturas en propiedad y que es cuidado por el enterrador con mimo.
DEIA consulta el misterioso hecho al antropólogo de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Jimi Jiménez. “Si no se ha tocado en este tiempo ha sido por algo. Habría que ver si es un cuadrante destinado a los enterramientos infantiles, porque en la parte alta hay algunas tumbas de niños, pero todo lleva a pensar que aquí abajo puedan estar las dos zanjas comunes que se estima que se hicieron para enterrar aquellos cuerpos no identificados en el bombardeo y los que no fueron reclamados por nadie”, valora.
Recuerda además que los franquistas arrancaron del libro de enterramiento las páginas con los muertos en el bombardeo, como ha verificado este periódico en el Archivo Municipal. Los facciosos dejaron impresos los nombres de los derechistas fusilados por los republicanos el 26 de julio de 1936 en Durango y no volvieron a dejar rastro hasta el 28 de abril de 1937, día en que dicho bando tomó el pueblo de Durango.
El técnico sopesa que pueda haber inhumadas más de un centenar de personas, lo que la convertiría en la fosa común de la CAV con mayor número de víctimas resultante de un solo acontecimiento. “El historiador Jon Irazabal hizo una lista de víctimas que pasa de 300 y muchas de ellas podrían estar en estas zanjas”, agrega.
El Ayuntamiento de Durango tiene constancia del enigma y en varias ocasiones ha consultado a Aranzadi sobre esta curiosidad. “La intervención en el cementerio sería muy fácil. No hay que remover ni conciencias ni a personas inhumadas. Hay mucho sitio para que pueda entrar una excavadora”, analiza Jiménez. Resume que, en caso de que alguna familia lo solicitara o alguna institución lo impulsara, se comenzaría delimitando la zona y haciendo catas y prospecciones para saber si era una sola fosa o dos zanjas, por ejemplo.
Mapa de fosas En la actualidad no existe un trabajo exhaustivo sobre la presencia de fosas en cada pueblo de la CAV. Hay un mapa de zanjas del Gobierno vasco que Aranzadi va actualizando. Son alrededor de 54 las intervenciones realizadas por esta sociedad en la CAV y Nafarroa, en las que han recuperado 350 esqueletos. “Durango sigue siendo un interrogante. ¿Dónde se enterraron esas filas de muertos resultantes del bombardeo matinal y del vespertino del 31 de marzo?”, lanza la pregunta el experto consultado. En caso de que se solicitara el estudio de ese prado de la nada en el corazón del populoso cementerio municipal, lo primero sería “recabar información oral y documentarla sobre el terreno”.
Hasta la fecha, la Sociedad de Ciencias Aranzadi ha llegado a exhumar una treintena de cuerpos en una misma fosa. De ser verdad que en el camposanto de Durango hay un centenar de personas enterradas en una fosa común triplicaría ese dato, dejando constancia de la magnitud del hallazgo.