La parroquia de Arratia oficia hoy una misa de recuerdo a los vecinos asesinados por el bando franquista y el republicano en una misma jornada, el 7 de abril de 1937
Un reportaje de Iban Gorriti
SI me asesinan, antes llegaré al cielo”. Esta frase forjada en euskera por el párroco de Zeanuri en 1937, Benito Atutxa, fue profética. Él fue uno de los ocho asesinados en diferentes localizaciones del municipio el sangriento 7 de abril de 1937. Fueron muertes causadas por los dos bandos que protagonizaron la Guerra Civil derivada del intento de golpe de Estado de julio de 1936.
Por un lado, milicianos del Eusko Gudarostea acabaron con la vida de dos pastores, del párroco de la localidad, de un concejal del PNV y de un franciscano cuyo cuerpo no ha sido encontrado. Por el otro, en un bombardeo fascista sufrido esa jornada, murieron el joven carpintero de 18 años Jesús Urutxurtu, y un miliciano del batallón comunista de Perezagua, Cristóbal González, según detalla el registro civil consultado gracias a la Sociedad Aranzadi.
Con motivo de los 80 años que se cumplieron el viernes de esta tragedia, hoy, Domingo de Ramos, la parroquia de Zeanuri oficiará una misa a las 11.30 horas. “Como fueron muertos causados por los dos bandos, vamos a hacer un ejercicio de memoria inclusiva”, valora el párroco José Mari Kortazar.
La lista de muertos aquel día es la siguiente: las balas de milicianos mataron a los pastores de Beretxikorta Florencio Etxebarria y Ramón Etxebarria, el párroco Benito Atutxa, el edil jeltzale León Zuluaga, y el franciscano Bizente Ozerinjauregi. En el bombardeo fascista perdieron la vida, al menos, el joven carpintero Jesús Urutxurtu, el labrador Esteban Astondoa, y el miliciano Cristóbal González.
La Causa General redactada en 1941 por el Ayuntamiento de Zeanuri informa cómo fueron algunos de los ocho asesinatos. Así, por ejemplo, asegura que el cura párroco de Santa María tenía 55 años y murió a tiros de pistola cerca de la iglesia de San Isidro, apareciendo su cadáver a la mañana siguiente en la margen del río anexo a este templo. Fue levantado a las cuatro de la tarde del mismo día siendo conducido en un automóvil al cementerio del vecino pueblo de Areatza “donde está sepultado”, detallaba.
Según su información, Atutxa fue asesinado por dos milicianos del Batallón Perezagua del Eusko Gudarostea. Estas mismas personas, aducen, acabaron con la vida de León Zuluaga Beldarrain, de 36 años, labrador y “nacionalista vasco que desempeñó el cargo de concejal durante la dominación roja”, valoraban los franquistas.
En el caso de Bizente Ozerinjauregi Uria, religioso franciscano, el informe comunica que fue detenido por soldados “del Batallón Durruti de CNT, según unos, y del Perezagua, según otros”. Fue conducido desde su caserío al centro del pueblo ignorando cuál sería su suerte. “Se puede suponer que fue asesinado en algún lugar apartado. Se dice también que fue enterrado en el barrio de Undurraga, pero sin prueba alguna de valor”.
Ozerinjauregi, detallan, “desempeñaba el cargo de Superior del Colegio Seráfico de San Pantaleón de Arras. Sus familiares son del partido de derechas españolas”.
Ramón Etxebarria Beitia tenía 71 años, según la Causa General. Era labrador y de ideología nacionalista vasca. Su cadáver fue encontrado en el barrio de Altzusta a la salida de un refugio. Presentaba un tiro de pistola en la cabeza. “Según declaración de su esposa, fue asesinado por dos jefes del batallón Perezagua, sin precisar graduación, únicamente sabe que tenía estrellas”, imprimen.
Del caso de Florencio Etxebarria Gallarta, labrador de 48 años, registraron que su filiación política era nacionalista vasca. El lugar del hallazgo y razón de la muerte fueron los mismos que el de Ramón Echevarria, del caserío contiguo al suyo.
El régimen franquista entrevistó a principios de los años 40 a familiares de las personas asesinadas para obtener estas informaciones. En el caso de Benito Atutxa, a las hermanas Simona y Margarita Atutxa; en el de León Zuluaga Beldarrain, a su viuda Florencia Zuluaga Atucha; en el de Ramón Echevarria Beitia, a su viuda Francisca Arteche Mugaguren, y en el de Florencio Echevarria Gallarta, su viuda Marta Gorostiaga Egaña.
Hasta la fecha, el legado oral había señalado como autores de estas muertes a “milicianos asturianos comunistas”. Sin embargo, la información aportada por Aranzadi cita a los batallones vascos Perezagua, comunista, y Durruti, anarquista. Además, la creencia popular era que en el bombardeo fascista del 7 de abril de 1937 había muerto una sola persona y que era “el niño” Jesús Urutxurtu. El registro civil informa de que este zeanuriarra tenía 18 años cuando murió en el raid y detalla que de oficio era carpintero.
El sacerdote Martín Orbe, en su introducción al libro Consejos de guerra contra el Clero vasco. La Iglesia vasca vencida, ya hablaba de seis muertos en aquella negra jornada. A su lista hay que agregar al franciscano Ozerinjauregi y al miliciano González. El prólogo de Orbe informaba de que aquel 7 de abril el bando golpista llevó a cabo un bombardeo sobre Zeanuri en el que murió el joven Jesús Urutxurtu. “El bombardeo realizado por los -autocalificados- nacionales el mismo día tuvo por objetivo destruir la batería tanto de artillería ligera como pesada situada en el barrio Zulaibar. Además de los destrozos en edificios e instalaciones, fueron bastantes los civiles heridos; e incluso, dos muertos, Esteban Astondoa en el citado barrio Zulaibar y Jesús Urutxurtu en la plaza del pueblo”.
gritos de angustia En Zeanuri conservan un diario de Elena Rotaeche en el que se recoge el dolor picassiano de una madre, la viuda Rosario Fernández de Larrinoa, que vio cómo una bomba mataba en la plaza a su hijo Jesús Urutxurtu. “Vamos al refugio de debajo del puente, a donde nos trasladamos todos hasta que anochece y ya no hay temor al bombardeo. Allí se dan escenas trágicas como la de una viuda a la que avisan de que una bomba acaba de sepultar a su hijo. Aquella mujer pierde la razón y es horrible oírle los gritos de angustia”. El caso del franciscano Bizente Ozerinjauregi Uria, nacido en el caserío Goikiri el 1 de octubre de 1899, sigue siendo un misterio. “Estando en un caserío del barrio de Altzua, unos milicianos lo sacaron de casa y nunca más se encontró su cuerpo”. Ocho décadas después, un familiar de aquel religioso ha dado a conocer un dato más sobre aquella muerte. “Luis, un hermano del fraile, siguió a los milicianos. Uno de ellos se volvió y le amenazó: “Si nos sigues, vas a acabar como él”, narra emocionado.