El 15 de octubre de 1937 catorce hombres fueron fusilados en El Dueso, dos por cada grupo que luchó contra el fascismo. El Gobierno vasco en el exilio instauró esta fecha para homenajear a los que dieron la vida por la libertad de Euzkadi
Un reportaje de Iñaki Anasagasti
Grupo de presos vascos en el penal de El Dueso, en la localidad cántabra de Santoña, en el año 1942. Fotos: Sabino Arana Fundazioa
SI hay algo que me llama la atención en Euzkadi es cómo, a 42 años de la muerte del dictador, sigamos careciendo de un espectacular Monumento al Gudari, al Miliciano, al Soldado Desconocido o como se le quiera llamar. Es cierto que hay algunos en Artxanda, en el Parque, en Zalla, en Gipuzkoa, en placas, pero no algo que llame la atención y que concite cada año el respeto y un acto institucional colectivo. Y es curioso que esto ocurra en nuestra pequeña Nación, pues somos un pueblo celoso de su identidad y, seguramente, nunca vamos a volver a tener un ejército dependiendo de un Gobierno vasco. Ha habido amagos en el pasado y miqueletes y miñones pero no un ejército regular sino partidas carlistas o milicias dependiendo de reyes, o han sido actos de resistencia pero nunca se dará un caso parecido al de 1936-1937, pues ya está Macron diciendo que Europa debe tener una sola fuerza armada y no 26 ejércitos bonsai.
En su día hicimos un intento de que este gran monumento estuviera en Gernika, con su llama votiva, el nombre esculpido de todos los batallones, la figura del soldado vasco dibujada por Nik, que ilustraba la revista Gudari, y la solemnidad de un monumento, como los puede haber en Rusia o en la Francia que recibió el desembarco de las tropas aliadas en Normandia con aquellos interminables y emotivos cementerios bajo la luna, pero la cortedad de miras de algunos se llevó el proyecto por delante.
Y seguimos careciendo de un recuerdo a aquella gesta para que las siguientes generaciones capten lo que fue toda una epopeya que tuvo todo lo que tiene que tener el ejército de un país independiente: barcos, aviones, infantería, inteligencia, canje de prisioneros y hasta balas, pero todo en pequeñas proporciones contrastando esto con el valor de sus soldados, que fue mucho y, desgraciadamente, tiñó de rojo casi toda la geografía vasca. Pero los distintos gobiernos de Euzkadi nunca se han tomado en serio esta asignatura pendiente y seguimos como estamos viendo pasivamente a los supervivientes de aquella historia falleciendo de uno en uno, quedando ya muy pocos, pues estamos hablando de algo que ocurrió hace ochenta años. Afortunadamente, el Instituto Gogora poco a poco está tratando de paliar estas lagunas.
Por eso es bueno hacer honor al Gobierno vasco en el exilio, que eligió como fecha especial todo 15 de octubre para recordar con ella a todos los gudaris y milicianos muertos defendiendo Euzkadi. El Día del Gudari es el del que hablo aquí y no el que organiza la I.A. Los gudaris fueron los del 36 y no los miembros de ETA.
Aprovechando esta efemérides, con Txomin Saratxaga y los herederos de Ramón de Galarza Ruidos, presentamos hace algunos años la reedición del libro de aquel capitán del ejército vasco, Diario de un Gudari condenado a Muerte. En él se relata lo ocurrido hace 80 años que va en el ADN de un partido humanista como el del PNV, que tiene sus referencias en gentes que murieron defendiendo Euzkadi, como en aquella guerra desigual, criminal e injusta que destrozó no solo a un país, sino a dos generaciones a las que condenó al hambre, a la persecución, a la ruptura familiar, a la injusticia y al expolio. Y eso, aunque se quiera olvidar o tapar, ocurrió y sigue pesando en nuestro diario acontecer. Todo esto lo basaban en los valores que marcaron una generación de jóvenes jelkides: entrega política, moral cristiana, patriotismo respetuoso, disciplina y religiosidad.
Es el secreto del libro de Ramón de Galarza. Hechos, situaciones límite, heroísmo, ternura, odio, persecución, abyección, entrega, resignación, humor, nobleza, abertzalismo, religión, liderazgo, futuro. Todo esto y más lo hemos leído en esta publicación tan singular y tan importante como fotografía en sepia de una generación de la que él fue uno de sus paradigmas.
Azkue: “Aquí estamos” Ramón Galarza salvó su vida de chiripa. No así Ramón Azkue, jefe de Euzko Gudarostea, que eran las milicias del PNV. Había nacido en La Habana, aunque de hondas raíces en Arrankudiaga como el burukide Jesús Solaun o el gudari Urrutikoetxea y varios más. Azkue fue hermano de Dña. Teresa Azkue, presidenta de Emakume Abertzale Batza. Al proclamarse la República el 14 de abril de 1931 junto a Jesús de Solaun, colocó la ikurriña en el balcón del Ayuntamiento de Arrankudiaga. Burukide del Bizkai Buru Batzar entre 1933 y 1935, era el enlace con la que entonces la llamaban Soli en temas agrícolas, sin dejar de ocuparse de asuntos internos como adaptar los estatutos del partido a la nueva realidad. Estallada la guerra y dada su capacidad de organización le encargaron formar las milicias del PNV que en agosto de 1936 y en Artxanda organizaron una demostración de fuerza ante el gobernador Echeverría Novoa. Diez mil jóvenes vestidos de mendigoizales con Azkue y Lauaxeta al frente dijeron con su gesto: “Aquí estamos para defender Euzkadi”.
Un compañero de Azkue me entregó en 1977 su semblanza. Aquella generación tenía dos certezas en su vida por las que vivir y luchar: Euzkadi y Jaungoikoa. Y estas dos certezas daban sentido a su existencia. Sus cartas de despedida, son impresionantes. “Azkue era de un carácter sosegado y apacible -me contaba-. Todo en él irradiaba bondad y simpatía de arriba a abajo. Ramón era risueño y jovial, y en los momentos difíciles, que fueron muchos los que tuvimos que soportar, jamás parecía irritado y descompuesto. Era admirable, pues es muy difícil en algunos trances guardar la compostura. En una palabra, sus cualidades personales no parecían las más adecuadas para un cargo cuya misión era hacer la guerra. Por eso no era de extrañar que dentro de las filas de los batallones de Euzko Gudarostea le quisieran todos: gudaris y oficiales. Pero lo más sorprendente era que al mismo tiempo se le respetase y obedeciese sin reservas.
“Caído Bilbao, estábamos ya cercados en Laredo y Santoña y nuestra situación militar era insostenible. El fin se preveía inminente y oneroso para nuestras fuerzas si no tenían éxitos nuestros intentos para salvar por mar nuestro ejército.
“Era el 15 de Agosto de 1937, festividad de la Virgen de Begoña. Con este motivo se celebró una Misa en Gudarostea en Laredo, oficiada por un capellán de nuestros batallones. A la salida y según íbamos a desayunar, charlando entre bromas y veras, me pregunta: ‘¿Qué has pedido hoy en la Comunión?’ Le miro sonriendo unos instantes y le devuelvo la pregunta. ‘¿Y tú?’ Entonces él, poniéndose serio y perdiéndose su mirada en la lejanía, me responde: ‘Mira, hoy he pedido a Dios que cuando me vayan a fusilar no me tiemblen las piernas; que pueda gritar con voz vibrante ¡Gora Euzkadi Azkatuta!, y dar la voz de ¡Fuego!’.
“Quedé impresionado por la sencillez y naturalidad con que lo dijo. Caminamos en silencio… ¡Quién habría pensado en aquel momento que estaba descubriendo exactamente cómo iba a desarrollarse el dramático fin de su vida! ¿Era presentimiento intuitivo?”.
Selección para el fusilamiento Ramón de Galarza lo cuenta en su libro. Sucedió hace ahora ochenta años:
15 octubre 1937:
Han tocado diana media hora más tarde de lo corriente. Se olfatea algo anormal. Más seriedad en los guardianes, más disciplina. ¿Qué ocurre?
¡Dios mío! Han fusilado a 14 hombres. Se ve, además, que han sido bien buscados: ¡Qué selección han hecho!: Azkue, López Otamendi, Markiegi, Ibarbia, Markaida y Zabala.
Dos miembros del Consejo del Partido Nacionalista Vasco
Dos miembros del Ejército Vasco pertenecientes al PNV.
Dos miembros de Solidaridad de Trabajadores Vascos.
Dos miembros del Partido Republicano.
Dos miembros del Partido Socialista.
Dos miembros del Partido Comunista.
Dos miembros de la CNT.
Un mazazo en pleno cuello no produce más efecto. Nos deja anonadados. Parecemos una banda de sonámbulos. Comentamos.
Hay en esto, además, una sombra, una nube negra de tragedia. ¡Dos de cada grupo, de cada partido! Es una forma de cebarse, de sadismo, de inquisición. Parece que nos dicen:
¡Esto es una advertencia, podéis prepararos!
Han muerto como héroes. Azkue, organizador jefe de Eusko Gudarostea (Ejército vasco) ha dicho en los últimos momentos: ¡Ahora nos veremos ante el verdadero juez!
Los catorce murieron con valentía. ¿Quién les condenó? Un juez cómodamente sentado en un sillón y probablemente haciendo una buena digestión, que ni siquiera se fijó en ellos a la hora de dictar la sentencia y que se quedó tan campante después de haber jugado con vidas humanas.
Crisis de la caridad, que diría nuestro gran Lehendakari, José Antonio de Aguirre. La Religión de Cristo es una Religión de Amor. Por lo mismo esos no son cristianos… los cristianos somos nosotros, nuestra postura es la postura cristiana, que diría Ajuriaguerra acompañando en capilla al doctor Arenillas, autoridad de Sanidad en el Gobierno de Euzkadi.
Como buen cristiano, aquella misma noche el juez no dejaría de hacer sus oraciones, de rezar una Salve a la Virgen del Pilar y entre los brazos de su esposa roncaría plácidamente.
Al día siguiente, en Deba, recibiría Maritxu, la esposa de Markiegi, el alcalde, la carta que comienza:
Dentro de pocas horas voy al cielo con la absoluta seguridad de que Dios me recibirá…
Y mientras el juez dormía junto a su esposa, ella, Maritxu, para siempre quedaría sola.
¡Que Dios les perdone!… dijo Markiegi.
Mataron a Azkue, al alcalde de Deba, Markiegi, y a una doble representación de cada sindicato y de cada partido. Con buen criterio el 15 de octubre de 1964 el PNV lo instituyó internamente como su Gudari Eguna para ser luego asumido por el Gobierno vasco en el exilio presidido por el lehendakari Leizaola. Este 15 de octubre, los socialistas, ELA, UGT, comunistas, aunque no fuera más que por los dos milicianos socialistas que fusilaron junto a republicanos, nacionalistas y sindicalistas, deberían guardar aunque sea un minuto de silencio o poner unas flores en el monumento al Gudari o recordar en un comunicado que hace 80 años, un ejército sublevado asesinó a un ramillete de jóvenes vascos elegidos cuidadosamente como escarmiento. Sé que el Instituto Gogora organizará un acto de recuerdo y eso está muy bien y ojalá se instituya de verdad.
Imagínense si un hecho así hubiera ocurrido con catorce ingleses. Sabríamos sus nombres, conoceríamos sus biografías, habríamos visto diez películas, se abrirían los informativos, los ayuntamientos donde nacieron inaugurarían una calle o una plaza, en las escuelas se explicaría lo que fue aquel asesinato colectivo y hasta la reina Isabel bajaría la cabeza en la ceremonia oficial y el obispo de Canterbury, en Westminster, pediría que una barbaridad de esa dimensión no volviera a ocurrir. Pero nada de esto se hará aquí, siendo como es parte de la identidad de un pueblo. Sin duda, aquellos golpistas quisieron dar a nuestros gudaris un escarmiento. No lo lograron, pero sus herederos quizás no hemos estado a la altura de su recuerdo, tallando en piedra lo que debe quedar para la historia vasca. ¡Qué pena!