El profesor riojano de Franco que fue fusilado

El republicano Azcárate escribió en la cárcel de Larrinaga una carta a Ajuriaguerra en la que incluia otra misiva para su mujer antes de ser fusilado por orden de su discípulo en la Academia, francisco Franco

Un reportaje de Iban Gorriti

Los internos se solazan en el patio de la cárcel de Larrinaga. Fotos: Sabino Arana Fundazioa
Los internos se solazan en el patio de la cárcel de Larrinaga. Fotos: Sabino Arana Fundazioa

el lunes habrán transcurrido 80 años del fusilamiento de un teniente coronel riojano que formó parte del gabinete militar del presidente Azaña y que fue inspector del Cuerpo del Ejército Vasco. Se llamaba Gumersindo Azcárate Gómez y fue ejecutado a los 59 años por los golpistas el 18 de noviembre de 1937 en Derio.

Ejemplo de espíritu republicano demócrata hasta el momento de su muerte, ya se veía carne de cañón de los sublevados por un hecho curioso que merece la pena conocer. El nacido en Ezcarai el 28 de febrero de 1878 fue Jefe del Regimiento Ciclista de Alcalá de Henares. Al estallar la guerra española-italo-alemana del 36 fue ascendido a coronel y enviado a Bilbao, como militar profesional, para instruir a las milicias vascas. Azcárate conocía bien a Franco, golpista del que había sido profesor en la Academia Militar. “Conozco a Franco. Fue discípulo mío en la Academia. No me perdonará que le haya traicionado y me fusilará”, dejó impreso para la posteridad. Su premonición se acabó cumpliendo.

Aunque de La Rioja, sus antecesores procedían de Azkarate, pueblo hoy perteneciente al municipio de Araiz, Merindad de Iruñea, en la comarca de Aralar. El mismo día que le fusilaron escribió diferentes cartas en la cárcel bilbaina de Larrinaga, minutos antes de que los sublevados contra la Segunda República le asesinaran. Dos de ellas son las que más han trascendido. Una destinada a Juan de Ajuriaguerra para que le hiciera saber a su madre que iba a morir, y la otra a un amigo, Pedro Alás, agradecido por lo bien que le recibieron en un pueblo que no cita y que le nombró hijo adoptivo. Según una información de Iñaki Gorostidi, de la Asociación Laminiturri, a Sabino Arana Fundazioa, Azcárate también estuvo preso en El Dueso de Santoña, donde ingresó el 28 de noviembre de 1937.

Esta fundación bilbaina custodia la emotiva primera misiva. Azcárate saluda a un “querido Ajuriaguerra” y lamenta que “llegó lo que tenía que llegar. Dios lo ha querido. Bendito sea Dios. Ya sabe usted cómo muero; bien preparado: eso es lo esencial. No he dejado de ser leal un momento, y leal muero. Viva la República”, le remite al portavoz del PNV.

El militar le incluyó a continuación una carta dirigida a su mujer y le explica que debe enviarla a una dirección de Biarritz: a 39, Rue Peyroboubill. Antes, se despide de Ajuriaguerra y de “los cuatro que con usted están en la celda. Un abrazo fuerte también; mándeselo por escrito, para quien usted sabe. Muero queriéndole mucho; él bien lo sabe. Que no se olvide de mi mujer y mis nenas. Que los vascos tengan lo que se merecen. Un abrazo cordial, fuerte, fuerte, noble y leal de su buen amigo”.

Gumersindo le solicita que la epístola escrita a su esposa se la envíe con delicadeza por el fatal desenlace. “Mándesela a mi mujer, escribiéndola usted con cierta precaución, para que no reciba la noticia de repente”. El coronel de infantería se confiesa a su mujer. “Queridísima Presen de mi alma: Ten valor y serenidad. Yo te aseguro que estoy completamente tranquilo, satisfecho. He ganado la batalla definitiva; la salvación de mi alma. Dios me llama. Voy a él gozoso. Desde el cielo velaré por ti y por esas dos hijitas de nuestro corazón. Sabes que no he hecho más que bien en este mundo, quizás sea esto el premio a mi manera de ser… Besos, infinitos besos a nuestros dos tesoros, nuestras hijitas del alma. Que recen mucho por su padre y sed felices las tres. Yo lo soy al morir leal”, concluye.

Son diferentes las personas que han investigado y trabajado la figura de este importante personaje histórico. Alguno, incluso, ha llegado a confundir en fotografía su figura con la de Joaquín Vidal Muñarriz, en una imagen en la que este coronel muerto en 1939 comparte instantánea con el lehendakari Aguirre y Tatxo Amilibia, socialista que pasó a ser comunista. “El de esa foto no es Azcárate, es Vidal Muñarriz”, confirman especialistas a este periódico.

Reírse de la muerte La descripción que Rafael de Garate hacía de él en Diario de un gudari condenado a muerte comenzaba así: “Gumersindo Azcárate podría tener 55 años. Aparentaba 70. Canijo, senil, arrugado. Cuando hablaba se frotaba las manos, como pintan a los judíos”, quedó impreso. Garate aplaudía la lealtad de aquel militar a la República. “En contra de las órdenes del Capitán general de Madrid, se sostuvo y se salió con la suya”, enfatizaba.

Sin embargo, no era de su gusto y no se callaba: “El Gobierno Provisional y el Ejército de Euzkadi necesitaban de asesores profesionales. Madrid nos mandó algo, poco, y entre ellos el recién ascendido Coronel Azcárate. O el golpe al caer prisionero fue fuerte y se derrumbó, o su valía era muy pequeña. Fue Jefe Militar de la Casa del Gobierno de Euzkadi. Quizá me equivoque y machito fuera bueno, pero ahora, caído, con la cuerda al cuello, me daba la impresión de que aquel hombre era mucho menos que cualquiera de nosotros”.

El testimonio continúa. “Estoy harto de decirle: Camarada Coronel, que su amigo Franco no mata más que a asesinos. Usted nunca ha matado un pollo con todas las estrellas que tiene, ¿verdad? Pues, hala, a dormir tranquilo”, y los exabruptos sobre su persona se sucedían, como también recoge el portal Errioxa.com.

Meses más tarde acabó fusilado. Tal y como destaca Vicente Talón en un cuaderno de Memoria de la Guerra de Euskadi, Ajuriaguerra informó al lehendakari Aguirre, desde la cárcel de Larrinaga el 19 de diciembre de 1937, del siguiente modo: “Prometí a los coroneles Azcárate e Irezabal y a los comandantes Lafuente y Bolaños, a quienes pude visitar en capilla, que te escribiría comunicándote su fusilamiento. Con ellos fue fusilado también Arenillas”. Agregó que “fue verdaderamente emocionante ver lo firmes, serenos y tranquilos que estaban todos; más parecía que iban a una fiesta que a su ejecución, aquí es formidable ver a los chicos que bromean y se ríen de la muerte”.

Leal a la República El periódico jeltzale Euskadi dio la noticia del fusilamiento de Azcárate, “un militar que supo honrar el uniforme”. El tabloide imprimió que un requeté de “juventud salvaje e instintos cavernarios rugió: Que salga el teniente coronel Gumersindo Azcárate. Y el aludido con gran energía le contestó: ¿Cómo decís teniente coronel? Yo soy un coronel legítimo y leal al único Gobierno. Al de la República”. Entonces, según el rotativo, se ató los cordones de una de sus botas, mientras que con “extraña serenidad” fue despidiéndose de sus compañeros. Cuando hubo abrazado a todos les gritó con energía: “¡Viva la República!”.

Azcárate firmó su propia sentencia de muerte “con gran tranquilidad y preguntó al fascista: ¿Quién lo ha ordenado? El generalísimo Franco. Con un gran desprecio y al mismo tiempo con lástima, dijo: Decidle que le perdono. Confesó y comulgó y ante un grupo de fascistas manifestó una vez más su fe en la República”, informa Euskadi.

Frente a los sargentos de requetés que constituían el piquete encargado de fusilarles como honor fascista, el coronel Azcárate dijo: “En estos momentos es para mí un orgullo ser elegido de Dios”. Y cuando ya faltaban unos segundos gritó a los del piquete: “Rezad por mí como yo rezaré por vosotros ante el Juez Supremo”.

 

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