Francisco Pérez, uno de los últimos gudaris del Batallón Gernika que luchó contra los nazis en la II Guerra Mundial, sufrió en 1943 una semana y media de suplicio al que le sometió el policía torturador
Iban Gorriti
EL 1 de agosto cumplirá 96 años. Francisco Pérez, Paco, es uno de los últimos gudaris vivos de aquel especial Batallón Gernika que creado por el Gobierno Provisional de Euzkadi luchó en el exilio -una vez concluida la Guerra del 36- contra el nazismo en Francia en la II Guerra Mundial.
La edad no le amilana. “¡No! ¡Yo tengo muchas cartas que jugar aún!”, enfatiza quien día a día vive anónimo y sonriente a dos fotos en blanco y negro que conserva con especial cariño. Una, caminando junto a su esposa; la segunda junto a compañeros del Batallón Gernika y su perro. “Mi mujer falleció hace seis meses”, lamenta este hombre que sufrió los interrogatorios del temido Melitón Manzanas, policía donostiarra durante la dictadura de Franco y colaborador de la Gestapo nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Este jefe franquista de la Brigada-Político Social de Gipuzkoa acabaría asesinado por ETA en el que se considera primer atentado premeditado de la organización armada el 2 de agosto de 1968.
“A mí Manzanas me hizo un interrogatorio que duró semana y media. No me dejaba en paz. Era acoso constante. De mí querían que dijera quiénes pasaban armas por la frontera”, explica y aporta que “junto a él, vino otro policía especial de San Sebastián”.
Corría el año “1943 o 1944”, rememora. Eran días en los que se prohibió, por ejemplo, la fiesta de Carnaval y el considerado primer franquismo proseguía el proceso de fascistización iniciado en la guerra para asemejarse a la Alemania nazi y, sobre todo, a la Italia fascista, abortado en 1945 por la derrota de las potencias del Eje: Alemania, Japón, Italia y otros apoyos.
Ante Melitón Manzanas, Pérez, no soltó información alguna. “Por eso, me dijo que yo era el tipo más cínico que había pasado por allí. Es que yo nunca me he acojonado por nada”, subraya con voz firme. Cuando Manzanas acabó con sus interminables sesiones de interrogatorio en una villa de Irun le intentó chantajear. “Me dijo que diría a los republicanos que allí él no había tocado un pelo a nadie, pero ya le dije que cuando el río suena…” Acabó en la cárcel de Ondarreta donde pasó tres meses.
Y es que Paco no pasaba armas, pasaba personas al otro lado del Pirineo. Era mugalari. “Pasé a ocho o diez, todos de mi cuerda, es decir, de ANV. Lo hacía por el río Bidasoa que lo conocía mejor que nadie. Para mí era un juego de niños y nunca cobré a nadie por ello; yo ya tenía mi dinerito de trabajar en la Fábrica de Armas de Hendaia”.
Francisco llegó al mundo en el Roncal, en Jaurrieta, Nafarroa, cosecha de 1922. Era hijo de la ama de casa Manuela, y de Marcelino, militar republicano guarda de fronteras. Tuvieron cinco hijos. Paco fue el benjamín. Al estallar la guerra del 36 y con el avance de los fascistas, la madre con algunos hijos pasó la frontera y se exiliaron en Poitiers. El padre y su hermano Eladio son enviados a campos de trabajadores y África.
El resto de la familia viaja de Francia a Barcelona. “Al acabar la guerra fuimos a Irun. Pero fuimos recibidos como apestados”, denuncia. Con su padre y hermano libres, le tocó a Paco la mili del Ejército de Franco. “Me suscribí a Aviación, en Zaragoza, donde Sanjurjo… Siempre he sido rebeldillo y al destinarme a Tudela me ingresaron en un hospital por una afección a la columna vertebral y al sentirme tan vigilado y viendo que a la mínima torturaban, me las arreglé para escapar e irme a Pau”, rememora.
En la ciudad se encontró con el comandante Ordoki, que “era de ANV como yo y con un grupo de vascos que estaban formando una unidad para luchar contra los nazis e intentar recuperar la República. ¿Cómo lo íbamos a conseguir?”, se pregunta quien participó en batallas históricas.
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“El Batallón Gernika participó en la liberación de la comarca de la Pointe de Grave, en el Médoc, cerca de Burdeos. Durante los combates que tuvieron lugar en abril de 1945, pocos días antes del armisticio, cinco gudaris murieron y una veintena resultaron heridos”, resume el periodista Franck Dolosor, coautor de un documental sobre esta unidad.
“Me siento muy orgulloso -enfatiza Pérez a DEIA- por haber participado en aquellas batallas, por ejemplo, en la ocupación de un pueblo. Es un orgullo terrible. Y te voy a decir más: Moriré sintiéndome un héroe; el resto que me vea como quiera. Quizás soy el último del batallón vivo, pero nunca me he escondido. Cuando te escondes es más fácil que te den un tiro”, apostilla.
La inédita de integrantes de la brigada Gernika es una maravilla. “Entre otros están el capitán Intxausti y nuestro perro, mi perro Asta. Él siempre iba en cabeza de nuestros desfiles. La miro y pienso en reconocimientos. Me han hecho tres homenajes, pero las esferas superiores de la política nos acaban dejando tirados…”
Solo también se ha quedado hace medio año. Por ello, guarda con tanto calor la otra foto, en la que pasea junto a María Agirre, de Deusto, por las calles de Irun. Hoy, vive en una residencia en Bera y es visitado por destacados fotógrafos como Mauro Saravia. “Nosotros -concluye Paco- fuimos aquellos hombres que nos dejamos la piel, que hemos sido buenos y participamos en la eliminación de aquellos que trataron de hacerse con todo el mundo, un imperio. Podemos decir orgullosos, que conseguimos que la cosa no fuera a más”.