La familia de Antonio Ibáñez Laporta insta al Gobierno vasco a que medie para repatriar los restos del vizcaino que falleció en la II guerra Mundial
Iban Gorriti
SOLO tres años. Desde hace tan solo tres años, una familia vizcaina tiene constancia de que un pariente de Orduña que fue exiliado a la URSS en 1937 acabó luchando en la Segunda Guerra Mundial y murió como consecuencia del conflicto bélico en un hospital de Finlandia. Esta familia sueña con que los restos de Antonio Ibáñez Laporta puedan descansar por fin en su ciudad natal.
Con este objetivo, en este trienio uno de sus sobrinos, el getxotarra José Ignacio Ibáñez, ha tratado de tocar todas las puertas. Tras dar palos de ciego, desea poder ser escuchado y ayudado por el secretario general para la paz y convivencia del Gobierno vasco, Jonan Fernández, o por la directora del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, Gogora, Aintzane Ezenarro. “A ver si gracias a ellos podemos traer sus restos a Euskadi. Por ahora, el Ayuntamiento de Orduña y la Sociedad de Ciencias Aranzadi son los que más nos han ayudado. He contactado con consulados, embajadas… pero silencio”, lamenta el familiar de aquel niño que se subió a un barco el 13 de junio de 1937, sin la compañía de ningún miembro de su familia, y que nunca regresó.
Esa fecha fue la tercera y última en que el histórico barco Habana zarpó hacia Rusia. En él también partió Clara Agirregabiria, madre del a la postre famoso jugador de baloncesto internacional Chechu Biriukov por Rusia y España. El Habana salió de Santurtzi con 4.500 niños y niñas. Su primera parada fue el puerto de Paullac (Burdeos). De este contingente, un grupo de 1.610 niños protagonizó la única expedición que soltó amarras con destino a Rusia.
El libro de Jesús Alonso Carballés 1937. Los niños vascos evacuados a Francia y Bélgica, editado en 1998 por la Asociación de niños evacuados el 37, mantiene que en Paullac los menores destinados a Rusia “transbordaron directamente al vapor francés Sontay, y sin tocar tierra, se dirigieron a Leningrado -hoy San Petersburgo- donde llegaron varios días después. Desde allí fueron trasladados a Crimea, Odessa y Moscú”.
La familia Ibáñez Laporta, como la guerra, estalló en pedazos en 1936. Aquel matrimonio compuesto por un carpintero y una ama de casa de Orduña tenía ocho hijos. Tres de ellos partieron a luchar por las libertades y derechos humanos contra los impulsores del golpe de Estado militar. Se alistaron en batallones de la CNT del Euzkadiko Gudarostea como el Malatesta, Durruti, y Sacco y Vanzetti. Según avanzaba el conflicto, la madre tuvo que exiliarse a Catalunya, como antes lo había hecho su hijo Antonio en dirección a la URSS. El deseo de aquellos generales españoles de querer instaurar una dictadura quebró sus felices sueños.
Lo curioso es que la familia calló ante los suyos. Según José Ignacio Ibáñez “fue un tema escabroso. Nunca quisieron decirnos nada. Pero nada de nada. Ni siquiera conocíamos el nombre de Antonio. ¿Qué puede tener de malo? Solo nos dijeron en su día que el tío, de niño, fue exiliado a Rusia y que allí murió de tristeza, como se decía entonces”.
Campo de prisioneros Y no fue de ese modo. Antonio Ibáñez Laporta murió por luchar contra el imperio nazi de Hitler, como sus tíos anarquistas contra los Mola o Franco. “Fue en 2015 cuando nos llamaron de la policía de Indautxu y nos dijeron que el cuerpo de mi tío estaba en Finlandia. Desde aquel país nos mandaron una información de la Cruz Roja. Dicen que está en una fosa común con otros 500 muertos, pero no concuerda si al mismo tiempo nos dicen que murió en un hospital militar”, afirma José Ignacio en referencia a un listado oficial ruso de prisioneros de guerra, muertos y personas que lucharon en Finlandia entre 1939 y 1955.
Antonio Eliseo Ibáñez Laporta, nacido el 2 de diciembre de 1924 y exiliado a San Petersburgo en 1937, es uno de ellos. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Finlandia informa de que fue soldado en el ejército de la Unión Soviética, de la unidad de infantería JVR 3, del batallón P3 y de la octava compañía. Fue capturado el 10 octubre de 1941, hace 77 años, en el lago Syväri. Su placa de prisionero era la número 05946/5.
Fue enviado a un campo de concentración de prisioneros de guerra sin identificar y después a otro campo en Jarjestelyleiri (Nastola). De allí le trasladaron a un tercero en Sotasairaala y al hospital militar del mismo enclave en Utti. Falleció el 29 de abril de 1942 por “hambre, debilidad, debilidad general e infección en el intestino. Astenia. Enteritis”, según el informe de la Cruz Roja finesa.
El enterramiento de Antonio, según estas mismas fuentes, se produjo en Hautauspaikka, en la región de Kymi, Valkeala, zona del campo de Utti. “¿Si muere en el hospital, para qué van a meterle en una fosa común?”, se pregunta José Ignacio, mientras anhela tener más apoyos institucionales para repatriar a su tío.
La familia de Antonio, gracias a la Sociedad de Ciencias Aranzadi, cuenta con la ficha del Gobierno vasco de 1937 en la que se da a conocer que Ibáñez Laporta iba a ser exiliado a la URSS. La credencial que muestra su joven rostro detalla su nacimiento y que su madre se llamaba Josefa Laporta, así como una dirección de residencia en Bilbao, en la calle Iparragirre. El Departamento de Asistencia Social le dio este primer pasaporte. La familia, ahora, sueña con que el Gobierno vasco actual le consiga otro: devolverle a su tierra.