La consulesa de ‘Vasconia’

La irunesa Felipa Domínguez Taguada pudo ser la única mujer miembro de las Milicias Vascas Antifascistas (MVA)

Un reportaje de Iban Gorriti

‘Domi’, en la entrevista que publicó ‘Estampa’. Foto: Benítez Casaux (’Estampa’)
‘Domi’, en la entrevista que publicó ‘Estampa’. Foto: Benítez Casaux (’Estampa’)

el papel de la mujer aún es motivo de investigación en aquella guerra del 36 que no fue ni civil ni únicamente española, sino incivil y de aliados internacionales. Felipa Domínguez Taguada pudo ser la única muchacha integrante de las Milicias Vascas Antifascistas (MVA) que se gestaron en Madrid y Barcelona. Sin embargo, también pudiera ser que junto a ella hubiera más. El estudio para conocer más datos, como el tiempo, no se detiene.

La asociación Sancho de Beurko ha sido quien ha puesto el foco en la existencia de esta enfermera de Irun que fue entrevistada por la publicación de la época Estampa bajo el apelativo de Domi y que en el reportaje posaba sonriendo con una pistola. “Nuestra Domi no puede sino ser Felipa Domínguez Taguada, la única chica que responde a ese diminutivo de las siete que formaban parte del comité de milicias de Irun. Las otras seis eran Gabriela Zuazo del Tuero, Francisca Estomba Ayesta, María Luisa García Berrio, las hermanas María y Juana Arregui Urteaga y Benita Sánchez Laso”, detalla Guillermo Tabernilla, miembro de Sancho de Beurko, quien va más allá en su reflexión: “Es la única mujer de las Milicias Vascas Antifascistas, por el momento”.

Y es que, ¿quién dice que entre aquellos grupos de personas que evacuaron de Irun por la frontera y que regresaron en tren, vía Francia, a la España Republicana y entraron por Catalunya no había más mujeres? “Recordemos que en las milicias de Irun había las siete citadas”, enfatiza Tabernilla.

Partiendo de su relato, es muy probable que el paso del tiempo, y quedar relegadas al anonimato, “salvo a Domi, las ha invisibilizado a todas”. El periodista que hizo la entrevista fue Eduardo de Ontañon. El texto comienza descriptivo: “La vasca rubia. La rubia de la Cruz Roja. La consulesa de Irun…”. Tras el golpe de Estado, el 20 de julio de 1936 Felipa ya se presentó voluntaria para curar de urgencia a heridos en el frente. Entre las primeras vendas y bombonas de oxígeno un hombre se extrañó al verla allí. “¿Qué haces aquí sola? ¿No tienes miedo?”, le espetó. Ella, “ingenua”, detalla la divulgación, les respondió: “No he tenido tiempo…”.

Y no quiso perder tiempo en el hospital. Supo que un miliciano estaba herido y acudió monte arriba junto a dos soldados. Entre zarzas consiguió llegar al “exangüe”. Estampa aseguraba que durante los 54 días de asedio, la guipuzcoana no cesó en su entrega. “El médico que me habían mandado al botiquín se me volvió loco”, valoró al cronista.

Sabedora de que la ocupación facciosa era inminente, Domi buscó una pequeña lancha para pasar a Iparralde. Una vez, en tierra en paz, en el Estado francés no hizo caso a su familia, vecinos y compañeros que le pedían que se quedara allí. “Mientras haya un trozo de tierra nuestra donde se pueda luchar, allí estaré”. De ese modo, pasó a Barcelona, donde estaban sus paisanos formados en columna vasco-catalana, “también conocida como Ramón Casanellas en homenaje al comunista catalán fallecido en 1933”, ilustra Tabernilla. Y de allí a Madrid. Según Ontañón, “aquí, sus episodios de heroína de la independencia se repiten. Aseguran que consiguió ella sola dar una segunda vida a medio centenar de heridos y ante un fascista que le denunció”.

Su periplo continuó, según Estampa, en Brunete. “La actividad de Domi lo abarca todo. Sus vascos parece que andan quejosos, sin una dirección firme, sin una voz conciliadora. Domi la adquiere. Les habla, alienta. Lo necesario es luchar. Ella se encarga de resolver lo demás”.

Felipa llega al Madrid sitiado de 1936-1937. Habla con Manuel Irujo y con el militar Ortega, con quien va a Sevilla, a un hospital de sangre. “Se presentó voluntaria para la transfusión de sangre a un herido”. “Me ofrezco esa vez y cincuenta que hiciera falta”, aseguró.

El periodista le cuestiona lo siguiente: “¿Y por qué es eso de concretar en tu título consulesa de Irun? ¿Por qué? Si eres consulesa de toda Vasconia…”. El reportaje continúa: “Domi ríe, un poco avergonzada”.

La curiosa respuesta no se hace esperar: “¡No, hombre, no! Me llaman la consulesa de Irun porque todo vasco, sobre todo de allí que se presentaba en Madrid, solía tener la atención de venir a saludarme. Y claro, si no tiene recursos o le hace falta dirección, yo le atiendo siempre”.

El encuentro entre Eduardo de Ontañon, Felipa y el fotógrafo Benítez Casaux pone fin con declaración de intenciones ideológicas: “Yo era de Izquierda Republicana antes del 19 de julio, pero ahora soy comunista; por menos no lucho”.

A este respecto, Tabernilla hace un inciso. “Sobre la cuestión de las mujeres y los diferentes roles que los partidos de la España republicana les asignaban ya han corrido ríos de tinta. Solo añadir que el PCE, donde terminaron muchas, incluida ella, al producirse una ascenso tremendo de este partido, promulgaba que fuesen retiradas del frente y relegada a un papel secundario. Desde luego no parece el caso de Domi”.

Hoy vuelve a ser una realidad aquella enfermera por vocación que sirvió con el doctor Gayano en el hospital de Txarodi, desde donde se desplazaba al frente siempre que se le requería y quien acabaría vistiendo el uniforme de la Sanidad Militar del Ejército de la República, como aparece en las fotografías. En cuanto a la que se le ve de civil con una pistola en sus manos , la revista puntualiza la imagen con un pie de foto que enuncia: “El entusiasmo de Domi son las armas, pero no sabe más que curar”.

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