Investigadores de la UPV/EHU sacan a la luz un suceso de abril de 1937 que evidencia la participación de la Legión Cóndor en la guerra en Euskadi
Un reportaje de Iban Gorriti
UNA metedura de pata de los pilotos alemanes llevó a que los republicanos tuvieran una evidencia más de que la Legión Cóndor apoyó el golpe de Estado que una parte de los militares españoles protagonizó en julio de 1936. El investigador Josu Santamarina resume aquel error geográfico como “una excursión que salió mal, fallida, con final sorprendente”, sonríe quien ha estudiado sucesos como este junto a otro colega de la UPV/EHU, Xabi Herrero.
El suceso ocurrió el 5 de abril de 1937. Tan solo cinco días después del bombardeo de Durango y tres semanas antes del de Gernika. La ofensiva con la que amenazó el general Mola echaba fuego. El encontronazo inesperado entre los aviadores germanos y milicianos podría ser una secuencia de cine. “Sí, tiene aire de película”, asiente Santamarina. “La foto ya muestra a un jeep con gerifaltes nazis que se topan con milicianos y hay un tiroteo. Esto lo hemos visto en películas de la Segunda Guerra Mundial, como hace poco Malditos bastardos o históricas como Doce en el patíbulo. Lo que pasa es que siempre lo hemos visto en Alemania, pero también ocurrió aquí, en Urkiola”, enfatiza el de Urrunaga.
El suceso ocurrió el 5 de abril de 1937. Tan solo cinco días después del bombardeo de Durango y tres semanas antes del de Gernika. La ofensiva con la que amenazó el general Mola echaba fuego. El encontronazo inesperado entre los aviadores germanos y milicianos podría ser una secuencia de cine. “Sí, tiene aire de película”, asiente Santamarina. “La foto ya muestra a un jeep con gerifaltes nazis que se topan con milicianos y hay un tiroteo. Esto lo hemos visto en películas de la Segunda Guerra Mundial, como hace poco Malditos bastardos o históricas como Doce en el patíbulo. Lo que pasa es que siempre lo hemos visto en Alemania, pero también ocurrió aquí, en Urkiola”, enfatiza el de Urrunaga.
Según relatan Herrero y Santamarina, un automóvil con cuatro miembros del grupo de caza 4.J/88 pasó a las líneas leales en misión de reconocimiento de un aeródromo republicano pensando que este ya estaba en poder de los golpistas. Sin embargo, al llegar a las proximidades de Otxandio, fue sorprendido en la carretera de Urkiola por la guardia republicana.
“Algunas informaciones apuntaban que, al percibir la guardia en el vehículo una bandera monárquica, comenzó a tirotear el coche con fuego de ametralladora y fusil, mientras el conductor nazi, al darse cuenta de su error y que probablemente sería capturado, o alcanzado por las balas, empezó a dar marcha atrás a toda velocidad para terminar cayendo por un pequeño barranco al ser herido por una bala”, agregan.
Cada cual sacó su pistola y el tiroteo duró minutos. Los republicanos no registraron bajas y sí los teutones, que acabaron apresados. “Sin embargo -enfatizan los investigadores-, otro relato de los hechos señaló que, mientras la guardia los apuntaba con sus fusiles, el conductor intentó virar en redondo dando la vuelta al coche. Los milicianos les hicieron levantar los brazos a los ocupantes, accediendo solamente tres de ellos, mientras que el conductor, Carsten Woolf Harling, se atrevió a disparar su pistola para defenderse, siendo alcanzado por un tiro certero que le causó la muerte”.
Los investigadores universitarios, que están concluyendo sus tesis, valoran que a los nazis en las fotos se les ve “pinta de juerguistas, de tener todo controlado, pero acabaron yendo a donde no debían”, e ilustran que entonces cada bando solía quitar las señales de las carreteras para que el enemigo se equivocara. “Este es un caso”, defienden.
Cuatro días después del incidente, el cadáver de Harling fue encontrado en la carretera de Otxandio a Mañaria tras ser abandonado por los gubernamentales. El chófer era el citado teniente primero de aviación Carsten Woolf Harling, que desempeñaba el cargo de inspector en el aeródromo de Gasteiz. Otro ocupante era el intérprete con graduación de capitán Paul Freese -llevaba 25 años residiendo en Zarautz, donde tenía una industria o era viajante de maquinaria-, que estaba conmocionado y herido grave en un brazo, falleciendo en el Hospital Militar de Bilbao donde quedó instalado. “Es curiosa la foto en la que le están dado agua. Se le ve con un shock postraumático. Siendo un traductor, se ve envuelto en un tiroteo con muertes. Es más, en un momento en el que los milicianos les tenían ganas”, manifiesta Santamarina.
Los otros dos ocupantes del vehículo eran los tenientes de Aviación de escuadrilla de caza Walther Kienzle y Godofredo Schulze Blanck. En la Comandancia de Durango prestaron declaración los detenidos sin mostrar inquietud alguna, de los que solamente Paul Freese conocía el castellano.
vivos Los dos supervivientes del suceso, Kienzle y Schulze, fueron conducidos a la cárcel de Larrinaga, donde el periodista sudafricano George Lowther Steer llegó a conversar con ellos. Entre los documentos y materiales capturados a los germanos, estaban el diario del joven Schulze, publicado de forma incompleta por la prensa internacional en un intento de cambiar la postura política francesa e inglesa respecto a la “no intervención” en España.
Este piloto había llegado a Euskadi en marzo de 1937. Su diario tras participar en la ofensiva contra Bizkaia dejaba opiniones sobre el territorio: “Fantástica belleza del paisaje, sobre todo en los alrededores de Vitoria. Salida para San Sebastián. Impresión enorme, maravillosamente situada a la orilla de un mar nimbado de montañas. Altas y bonitas casas, largas calles bien conservadas, buenos cafés, parques y plazas. Poca gente, como abandonada”.