Dos personas fallecieron en el ataque de la aviación italiana el 14 de junio de 1937 contra Ugao-Miraballes, la última incorporación al mapa foral de poblaciones bombardeadas
Un reportaje de Iban Gorriti
EL famoso Cinturón de Bilbao, fortificación vasca formada por sistemas de defensa durante la Guerra Civil, forma una U si se ve desde el cielo. Esa U es la de Ugao porque va girando 180 grados. Un total de 33 pueblos forman los 80 kilómetros del perímetro de la infraestructura. Vecinos de Ugao-Miraballes fueron los primeros en constituir una asociación memorialista de cara a posibilitar su conservación y puesta en valor. Corría el año 2011 y la motivación de la entidad sin ánimo de lucro fue saber que el 14 de junio de 1937 dos vecinos del pueblo habían sido asesinados en el bombardeo que la Aviazione Legionaria escupió sobre la localidad. Además, importantes edificios como el hospital del municipio sufrieron la deflagración de los artefactos fascistas de Mussolini, que daban apoyo al bando franquista.
Ocurrió solo cinco días antes de la ocupación de Bilbao por parte de los militares golpistas españoles y afectos. Aquel 14 de junio fue el último con vida de Félix Urrutikoetxea y Simón Agirre, ambos convecinos de Ugao-Miraballes. Aconteció en Santilaurenti, en las cercanías del cruce de Zollo.
Urrutikoetxea, baserritarra, labraba sus tierras. Tenía junto a él a su burro, atado a un poste. En ese momento se cruzó con Agirre, de profesión caminero. Ambos miraron al cielo y divisaron al avión de reconocimiento, por todos conocido como el alcahuete. El etnógrafo de Ugao-Miraballes Iñaki García Uribe revive con pasión ese momento: «Como ya hubo más bombardeos, la población civil estaba avisada. Félix y Simón buscaron refugio a una treintena de metros, en una alcantarilla. La abrieron y se metieron dentro. Una bomba cayó sobre ellos. El burro no murió y de los vecinos no se supo más», lamenta este miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Enfatiza que «ellos son el sentido y el sentir de la asociación Cinturón de Hierro de Ugao. Para nosotros, ese es el Día D y la Hora H, el 14 de junio a las 11.30 horas. Cada año oficiamos en su recuerdo cinco minutos de silencio con familiares, alcaldes de la zona y con únicamente dos rosas en el suelo de la plaza. Este año cae en domingo».
La agrupación memorialista cuenta con el acta de defunción que quedó impreso en Durango. El documento da fe de que el 15 de junio de 1937, Félix Urrutikoetxea Intxaurraga, de 70 años, labrador con cuatro hijos, viudo, murió por una «fractura de cráneo».
Durante aquella jornada, el bombardeo fascista también derrumbó dos casas, la de Joaquín Larreategi y la de la familia Landaluze. En el recuerdo queda también el hospital que se hallaba en el actual polígono industrial de Usila y que quedó en estado de semirruina tras ser alcanzado en el raid. «Lo partió por la mitad. Me acuerdo que de niños pasábamos en bici y ¡zas!, veías paredes colgando, techos… Había sido lugar de acogida para centenares de refugiados guipuzcoanos», aporta García Uribe.
Socializar la memoria Dos curiosidades más se suman a estos hechos históricos: El jeltzale José Isasi Arbide, aún con vida, relató en los años 80 que un miliciano asturiano derribó un caza italiano desde el fortín ferroviario del cinturón, único de carretera que queda en Euskadi. «Fue el primero que excavó Aranzadi. Isasi nos contó que desde allí, el miliciano, hoy aún anónimo, le alcanzó el depósito con una ráfaga. Que el piloto bajaba con chulería y haciendo acrobacias», completa el presidente de Cinturón de Hierro Ugao.
La otra curiosidad hace referencia a los históricos Talleres de Miraballes del siglo XIX, aquellos que multiplicaron por diez la demografía del municipio. La fábrica fue siempre fiel a la República y al Gobierno vasco. «Tenían un silbato grande que al ver a los aviones aproximarse lo hacían sonar desde el barrio alto de Udiarraga para avisar a la villa y seguido hacían sonar las sirenas», detalla el portavoz de este colectivo que investigó en archivos y recopiló testimonios del Cinturón de Hierro. Asimismo, fueron precursores en la excavación de esta gran infraestructura. «Para ello contamos -apunta Iñaki- con la arqueóloga Mari Jose Sagarduy, del pueblo. Y nos gusta difundir lo que trabajamos con el objeto de socializar la memoria».
García Uribe recuerda por este proyecto a una persona en especial, el fallecido Juan Goikoetxea Eskuza. «Él fue quien se fijó en que Miraballes no aparecía en el mapa de 36 pueblos bombardeados que publicó la Diputación en 2012. Acudió al ayuntamiento gobernado entonces por Izaskun Landaida, hoy directora de Emakunde, y gracias a él aparecemos y somos 37 pueblos de 1937», concluye.