HACE 70 AÑOS, LA SEDE DEL GOBIERNO VASCO EN LA PARISINA AVENUE MARCEAU ACOGIÓ LAS I JORNADAS DE ESTUDIOS EUROPEOS, NO EXENTAS DE POLÉMICA EN EL SENO DEL PNV
LEYRE ARRIETA ALBERDI
Este sábado celebramos el Día de Europa. Se cumplen 70 años desde aquel 9 de mayo en el que el ministro de Asuntos Exteriores francés, Robert Schuman, pronunciara su famoso discurso, en el que propuso la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero. Y se acaban de cumplir también 70 años de un acontecimiento relacionado con el proceso de construcción europea y el exilio vasco. Del 28 al 30 de abril de 1950 se celebraron, en la sede del Gobierno vasco en París, las I Jornadas de Estudios Europeos organizadas por el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME), unas jornadas que provocaron un intenso debate en el seno del PNV.
Desde que, en noviembre de 1936, una delegación del Gobierno vasco se instalara en el número 11 de la Avenue Marceau parisina, el ejecutivo liderado por José Antonio Agirre había llevado a cabo una intensa actividad en foros europeos, que se intensificó tras el final de la II Guerra Mundial. La victoria de los aliados despertó enormes esperanzas entre los vascos exiliados, que vieron en la nueva Europa democrática que se proyectaba de entre las cenizas, un escenario ideal para conseguir dos importantes objetivos: el derrocamiento de la dictadura franquista y la reivindicación de una Euskadi independiente en esa nueva Europa. No obstante, con el inicio de la Guerra Fría, el contexto internacional cambió sustancialmente y en el propio Congreso de La Haya, celebrado en mayo de 1948, quedó patente que la Europa unida no se sustentaría sobre naciones sino sobre estados.
Aun así, el Gobierno vasco decidió seguir apostando por Europa, aunque ello significara que su representación en entidades europeístas tuviera que ser en el seno de organismos españoles. Uno de los frutos de La Haya había sido la creación del Movimiento Europeo. Los representantes vascos se percataron bien pronto de que el elemento básico de esta organización lo constituían sus consejos nacionales, correspondientes a los estados. El dilema era perder el tren europeo o subirse a él, a pesar de que el viaje lo hicieran en un vagón compartido. No solo eligieron la segunda opción, sino que se implicaron activamente en la constitución de un organismo europeísta de ámbito estatal. Muestra de ello es que el nacimiento oficial del CFEME, en febrero de 1949, tuvo lugar precisamente en el hermoso palacete parisino de la Avenue Marceau, sede del gobierno autónomo en el exilio.
Las personas que más decididamente participaron en el CFEME fueron Manuel Irujo, José María Lasarte, Francisco Javier Landaburu y Julio Jáuregui. Eran quienes configuraban el núcleo del equipo de París (salvo Irujo, que vivía en Inglaterra) y quienes se encargaron de la acción exterior del Gobierno vasco. La destacada intervención de estos afiliados del PNV en la constitución del Consejo español despertó las suspicacias de algunos miembros de dicho partido. El propio Juan Ajuriaguerra, principal líder del mismo y presidente del EBB del interior, mostró rápidamente su disconformidad. A su juicio, no les interesaba entrar en el Movimiento Europeo a través del CFEME y consideraba negativo «que el PNV haya sido patrocinador del nacimiento del Consejo». El bilbaino creía que, al margen de esa vía, existían otros modos de participar, sin tener que hacerlo dentro de un organismo en el cual «se diluyan nuestras personalidades y se subordinen no sólo prácticamente, sino también teórica e ideológicamente, a lo español».
Los hombres del equipo de París, sin embargo, consideraban el CFEME un importante instrumento antifranquista, que coadyuvaría a la difusión de los ideales federalistas entre las distintas fuerzas españolas y al reconocimiento de los pueblos del Estado español. La política del PNV, además, no quedaba hipotecada porque la presencia de los vascos en el Consejo se realizaba a título personal.
Finalmente, el EBB accedió a la participación de esos nacionalistas vascos en el organismo, pero el debate siguió abierto y continuaron perviviendo posturas encontradas sobre este tema. De hecho, las discrepancias volvieron a surgir con fuerza en 1950, a raíz de la celebración de las Jornadas de estudio organizadas por el CFEME. Dichas jornadas se celebraron del 28 al 30 de abril en la sede del Gobierno vasco, que, una vez más, se convertía en lugar de reunión de políticos e intelectuales europeos favorables a la creación de una Europa unida.
INTEGRACIÓN
Siguiendo las directrices del Movimiento Europeo, el objetivo de las jornadas fue analizar los problemas referentes a la integración de España en Europa. Participaron en las sesiones personalidades europeas como Henri Brugmans (presidente de la Unión Europea de Federalistas, UEF), Robert Bichet (secretario general de los democristianos Nouvelles Equipes Internationales, NEI), André Philip (delegado general del Movimiento Europeo y fundador del Movimiento Socialista para los Estados Unidos de Europa, MSEUE) y Józef Retinger (secretario general del Movimiento Europeo). Intervinieron, asimismo, destacadas personalidades de la oposición al franquismo, como Salvador de Madariaga (presidente del CFEME y de la Comisión de Cultura del Movimiento Europeo), Rodolfo Llopis (secretario general del PSOE y presidente del Comité Ejecutivo del CFEME), Fernando Valera (dirigente de Unión Republicana y vicepresidente del Gobierno republicano español), Carles Pi i Sunyer (dirigente catalán y exministro de la República), Juan Antonio Ansaldo (representante monárquico), Rafael Sánchez Guerra (exministro, demócrata cristiano), Enric Adroher Gironella (secretario general del MSEUE) y José María Lasarte (consejero de Gobernación del Gobierno vasco y secretario del CFEME). Los asistentes se reunieron en distintas comisiones para el análisis de la integración de España desde diferentes perspectivas. Landaburu fue nombrado ponente de la comisión cultural y Leizaola de la económica. Irujo intervino en el acto de clausura.
El boletín OPE calificó de «evidente éxito» la celebración de las jornadas que habían logrado reunir a más de un centenar de elementos destacados de los diversos sectores de opinión antifranquistas. No obstante, no lo vieron así muchos afiliados nacionalistas. Las quejas no tardaron en llegar a la dirección del partido. Se inició entonces un caluroso debate, el cual generó una brecha entre posturas que tardó mucho tiempo en cicatrizar e incluso provocó dimisiones. Los más críticos fueron los afiliados encabezados por Ceferino Jemein (Keperin), quien representaba, sin duda, la posición más extrema de la vertiente crítica. En su afán de salvaguardar las esencias sabinianas, fue quien más reprobó la forma en la que se estaba desarrollando la labor europeísta. El blanco de sus ataques lo constituyó desde el principio el equipo de París. No acusaba al partido porque, en su opinión, si bien había errado al autorizar la participación en las jornadas, no podía imaginar lo que ello conllevaría. En todo caso, el PNV había pecado de negligencia o exceso de confianza. En opinión de Jemein, si el PNV deseaba asistir a las reuniones del Movimiento Europeo o de organizaciones federalistas de carácter mundial, podía hacerlo o bien con representación propia y directa o bien a través de cualquier otro organismo que lo admitiera, una vez reconocidas su personalidad y aspiraciones.
Ante esa situación de malestar creciente, el EBB decidió investigar lo sucedido. Se dirigió a los afiliados que actuaban en el CFEME y que estuvieron presentes en las jornadas, así como a la junta local del partido en París, solicitándoles información detallada a fin de estudiar el problema con conocimiento de causa y dictar en consecuencia. Era consciente de que el detonante habían sido las jornadas, pero sabía que el conflicto de fondo y esencial seguía siendo la participación de miembros del partido en el CFEME y la actividad de esos miembros en el organismo, considerada no suficientemente representativa de la política del PNV.
ANTIFRANQUISTA Y AUTONOMISTA
Lasarte, en representación del equipo de París, manifestó que las jornadas habían sido un éxito de organización y coordinación de fuerzas, aunque reconocía que el no haber mencionado Euskadi y Cataluña en las resoluciones de la ponencia de cultura, hecho que mayor crispación había suscitado, se podía haber resuelto favorablemente si hubiese existido preparación previa. Aseguraba que en el Consejo español «hacemos una política antifranquista y autonomista». Admitía que la presencia en el organismo estatal iba «contra muchos de nuestros sentimientos», pero las difíciles circunstancias que estaban atravesando en el exilio les empujaban a ser particularmente prácticos. En su opinión, el Consejo era una pieza válida en el engranaje antifranquista, un elemento de coordinación de las fuerzas de oposición al régimen. Él estaba absolutamente convencido de que, si los nacionalistas no actuaban en ese terreno, no se lograría la unión de fuerzas democráticas.
En la misma dirección, Irujo añadió que, sin la participación vasca, ni las jornadas se habrían celebrado ni el propio Consejo habría nacido. Las jornadas se habían realizado porque los vascos habían aportado «la casa, la bolsa, la organización y el máximo concurso de todos los grupos emigrados» y un verdadero clima de tolerancia y cordialidad. Por su parte, Juan Ajuriaguerra sospechaba que en las jornadas había primado el «tono español» y que ese tono español había contado con el visto bueno de los nacionalistas vascos presentes. Pero, a pesar de las reservas, lo cierto es que las quejas no pesaron lo suficiente en los dirigentes del EBB como para decretar la salida del organismo estatal y se dio luz verde para que los miembros de CFEME pudieran seguir en sus cargos. Eso sí, para evitar que se repitieran situaciones como la vivida, el EBB estableció una condición: que la entidad tuviera una estructura federal y que la adscripción de los grupos vascos se hiciera a través de un movimiento conjunto vasco, el Consejo Vasco por la Federación Europea (CVFE). Este nuevo organismo (posteriormente Consejo Vasco del Movimiento Europeo y actual EuroBasque), fue oficialmente constituido el 1 de febrero de 1951, también en la sede la Avenue Marceau. De esta manera, el problema quedaba solucionado, puesto que los afiliados que formaban parte del organismo director del CFEME, lo podrían hacer en adelante como miembros de dicho Consejo vasco y no como particulares ni miembros del partido. Para calmar totalmente a los críticos y compensarles por la «desazón» sufrida por la «postura españolista» de los dirigentes parisinos, el EBB creó el Instituto Sabiniano (Sabindiar Batza), como organismo custodio de los principios dictados por el fundador del PNV.