Tras la estela de ‘El Negus’

El Negus’ fue un avión fabricado en Estados Unidos para el emperador de Etiopía que acabó desguazado en un depósito de la Luftwaffe en Francia tras servir al Gobierno de Euzkadi

Un reportaje de Aitor Miñambres Amezaga

Aquel día soleado de agosto de 1937, desde cabo Mayor pudo observarse la silueta de un avión civil con apariencia de caza, agrandándose en el horizonte sobre el mar mientras se acercaba. La ofensiva franquista sobre Santander se había iniciado hacía algunas horas y la aviación rebelde se empeñaba en destruir los aeródromos republicanos. Pronto el avión se vio interceptado por aparatos enemigos. Su piloto, con nervios de acero y gran destreza, consiguió aterrizar en La Albericia minutos antes de que las bombas contrarias castigaran duramente el campo. Afortunadamente, los pasajeros encontraron refugio a tiempo. Se trataba del lehendakari Aguirre; su secretario, Pedro Basaldua, y el consejero de Hacienda del Gobierno de Euzkadi, Eliodoro de la Torre, que llegaban de Francia tras arduas gestiones diplomáticas para la evacuación del Ejército Vasco. Del avión, que milagrosamente no sufrió desperfectos, se decía que había sido propiedad del emperador de Etiopía. Así, en palabras del propio Aguirre, “el pueblo lo bautizó con el nombre de El Negus, y como El Negus lo conocimos todos”.

Ras Tafari Makonnen, noble etíope, había accedido al trono en 1928 como negus (rey) consorte y, tras la muerte de su esposa, en 1930 fue coronado emperador de Etiopía con el nombre de Haile Selassie I. Considerado descendiente del rey Salomón y de la reina de Saba, Tafari, como otros monarcas cristianos etíopes, gobernó bajo el símbolo del León de Judá, propio de su dinastía. Paralelamente, en la Italia fascista se excitaba el afán imperialista del dictador Benito Mussolini en el Cuerno de África. Así, en octubre de 1935, el expansionismo italiano se abrió paso en Etiopía sin previa declaración de guerra. El país, con escaso nivel de desarrollo, era sin embargo el único lugar de África no colonizado por potencias europeas y miembro de la Sociedad de Naciones, lo que no impidió que con la pasividad de las democracias occidentales su defensa militar fuera difícil. Las fuerzas armadas etíopes disponían de una aviación escasa y deficiente. Así, el negus encargó a su consejero aeronáutico, el aviador francés René Drouillet, la compra de varios aviones de combate y de uno civil para su uso particular. René adquirió en Estados Unidos un biplano Beechcraft B.17 R para este último cometido. El aparato, de un solo motor, fabricado en la factoría de Wichita (Kansas), tenía capacidad para el piloto y tres pasajeros. Listo para su entrega en febrero de 1936, fue matriculado como NC-15811. Dada la prohibición estadounidense de exportar aeronaves a Etiopía, Drouillet trasladó el avión a Francia, con la esperanza de hallar el modo de burlar el embargo. No obstante, el piloto se encontró en su país con las mismas trabas y el aparato fue precintado. Tras un intento furtivo de volar a Etiopía, con aterrizaje en Roma debido a un fallo técnico, sobrevino el final del conflicto, con la ocupación de Adís Abeba por las tropas italianas y la salida del emperador hacia el exilio en mayo de ese año.

fortuna PARA los audaces Así las cosas, el 4 de noviembre, el avión fue matriculado en Francia como F-APFD. René Drouillet, saldadas sus deudas con la justicia, continuó realizando diversos servicios, tales como repatriar a ciudadanos franceses atrapados en el Madrid sitiado, hasta el verano de 1937. Siguiendo la costumbre de la época, rotuló el fuselaje de su avión con referencias a sus aventuras: el León de Judá, la loba Lupa de Roma y la Cruz de Assouan, entre otras. Tanto en el timón de cola como sobre su ala superior de babor, lucía el trébol de la baraja francesa, el símbolo de la suerte.

Paralelamente, en abril de ese año, se desarrollaba la ofensiva rebelde del general Mola en toda su crudeza sobre territorio vasco. El Gobierno de Euzkadi veía la necesidad de hacerse con aviones civiles para mantener abierta la comunicación hacia el exterior por vía aérea, lo que dio lugar a la creación de la línea Air Pyrénées, con cobertura legal francesa.

Tras la caída de Bilbao, el 19 de junio de 1937, y la pérdida de aparatos, la necesidad de nuevas adquisiciones llevó a la compra de este pequeño avión. Ello se produjo el 3 de julio de 1937, figurando en ese momento Fernand Lefebvre como propietario. El traspaso se hizo a nombre de Auguste Amestoy, en calidad de testaferro de Air Pyrénées, dado que por impedimento del Comité de No Intervención, no podía figurar el Gobierno de Euzkadi, quien declaró más tarde haber pagado 5.000 libras por el aparato, ahora en las manos del experto piloto Georges Lebeau, veterano de la Gran Guerra.

De esta manera y a lo largo de las siguientes semanas, El Negus, ahora rotulado con el escudo del Gobierno vasco, realizó innumerables viajes para las autoridades vascas, principalmente entre Francia y Santander, sobre todo a partir de mediados de agosto de 1937, cuando con la ofensiva franquista el frente cántabro se desmoronó en pocos días. Así, el día 23, Juan de Ajuriaguerra voló desde Biarritz a Santander en El Negus, aterrizando sobre un campo totalmente accidentado a causa de los bombardeos franquistas, pero sin contratiempos, gracias a la profesionalidad de Lebeau y a la naturaleza técnica del avión. De allí se trasladó a Santoña a reclamar, sin éxito, el cumplimiento del pacto tratado con el contingente italiano que, entre otras cosas, debía permitir la evacuación de numerosas personas desarmadas.

Al día siguiente, las horas transcurrían con verdadera angustia en Santander y los franquistas ya anunciaban la inminente caída de la ciudad cercada, donde la propia policía daba muestras de adhesión al enemigo. Así, anteponiendo el deber al enorme peligro, Lebeau aterrizó por última vez en Santander y evacuó al lehendakari Aguirre y a los consejeros Monzón y De la Torre poco después del mediodía, cuando las balas ya silbaban cerca. Una vez más el trébol había conseguido escapar del as de picas.

En las sucesivas horas el infatigable Lebeau consiguió rescatar a más vascos atrapados en Santoña, aterrizando en la playa de Laredo, hasta que el día 26 la presencia italiana lo hizo imposible. Juan Ajuriaguerra escogió quedarse con los gudaris prisioneros y seguir su misma suerte.

Guerra en Europa Tras la caída de Santander, sucedió la de Asturias y, a la larga, la de todo el territorio republicano, terminando la guerra en 1939. En septiembre de ese mismo año comenzó la Segunda Guerra Mundial, entrando Francia en litigio contra la Alemania nazi. En palabras de Pedro Basaldua, El Negus “fue requisado por las autoridades militares francesas” en los primeros momentos, aunque cabe suponer que si no fue exactamente así, al menos sería reclamado por estas al tratarse de un elemento útil en tiempo de guerra. Con la movilización, Lebeau pasó a realizar servicios “de enlace entre la metrópoli y Siria”, según Basaldua, o de piloto de pruebas a Marruecos, según otras fuentes. El 25 de junio de 1940 Francia era derrotada y firmaba un armisticio que le supondría la ocupación de una gran parte de su territorio por los alemanes, incluida París. Disconforme, Lebeau despegó de Toulouse abandonando el continente y encontró la muerte al llegar al norte de África, durante el aterrizaje.

En esta tesitura, Amestoy escondió el avión en su domicilio de Briscous (Beskoitze, Lapurdi), zona ocupada por los alemanes. Estos, tras un registro, encontraron el aparato y lo incautaron el 15 de febrero de 1942, sin alas ni hélice que le habrían sido desmontadas con anterioridad. Según algunas fuentes, el avión habría sido trasladado a Mérignac (Burdeos) quedando afectado por un bombardeo de la aviación británica. No obstante, la liberación de Francia le sorprendió en Nanterre, almacenado en el parque número 5 de capturas de la Luftwaffe, junto con otros aviones similares en mal estado listos para ser desguazados. Posiblemente este parque se encontrase ubicado en el Museo de la Escuela de Mecánica del Ejército del Aire francés, donde llamó la atención de un periodista vasco en abril de 1945, un mes antes de terminar la guerra en Europa.

Expolios y reembolsos Llegada la paz a una Europa totalmente destruida, tendrían que pasar unos años para que el Gobierno de Euzkadi se planteara la reclamación pertinente sobre su biplano Beechcraft, el querido Negus. Así, en enero de 1951 Auguste Amestoy solicitó y obtuvo de la Secretaría General de Aviación Civil y Comercial un certificado de propiedad del aparato a su nombre, a fin de “permitirle obtener el reembolso de daños de guerra”.

La oportunidad llegó años más tarde: la ley de 19 de julio de 1957 de la República Federal Alemana, reconocía los derechos a indemnización por los expolios de objetos, bienes y valores efectuados en el territorio francés durante la ocupación y estaban disponibles para ello 150 millones de marcos. Las reclamaciones habían de realizarse antes del 31 de marzo de 1958 (después prorrogado hasta el 30 de diciembre) y se adjuntaban las condiciones para ello. Así, en enero de 1958, Agustín de Alberro, secretario general de Hacienda de la Delegación del Gobierno vasco en París, escribía a Amestoy a propósito de este asunto, de cara a recopilar la documentación necesaria para la solicitud y se interesaba por saber si los alemanes habían hecho entrega de algún recibo al incautar El Negus, pues sí le habían ofrecido a Amestoy la posibilidad de presentar una demanda de indemnización, evaluada el 2 de julio de 1942 en 800.000 francos, cantidad que nunca había cobrado.

Así mismo, el 12 de febrero de 1958, Amestoy obtuvo de la Dirección de Servicios de la Gironde, un certificado de cómo hasta la fecha no se había beneficiado de ninguna indemnización francesa por daños de guerra. Entre tanto el tiempo corría y el 26 de abril se dotaba a la reclamación de 30.000 francos en concepto de provisión exigida, así como los servicios del abogado, doctor en Derecho, Albert Tomasi.

Finalmente, tras seguir los cauces legales, el 29 de diciembre de 1958 Amestoy presentaba su demanda en la Oficina de Restituciones de Berlín. Casi un año después, el 9 de diciembre de 1959, este organismo de la República Federal de Alemania estimaba que: No existe una sustracción por motivos discriminatorios -que es la condición requerida para que se produzca el reembolso-. Se trata más bien de una medida de seguridad condicionada por la guerra, la cual no se contempla en el procedimiento de reembolso. Esto obedece, en particular, a lo que se establece en la fotocopia del documento escrito, enviado por la comandancia de Biarritz el 16.04.1942 al solicitante. En ella se estipula, que el avión permanece confiscado por las fuerzas armadas alemanas durante el tiempo que dure la guerra. Por lo tanto, no se precisa mayor aclaración al respecto.

Recibido el fallo, tanto Amestoy como el Gobierno de Euzkadi renunciaron a presentar recurso contra el mismo. La estela de El Negus se había perdido para siempre en el torbellino de su tiempo.

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