El programa del padre Lafitte. El movimiento eskualerrista.

Por Jean-Claude Larronde. Baiona.

Esta ideología y su periódico ‘Aintzina’ son dos grandes desconocidos que tuvieron unas interesantes posiciones políticas en Iparralde en los años que corresponden a la Segunda República en Hegoalde

LAS primeras reuniones privadas de los que iban a ser los fundadores del movimiento eskualerrista tuvieron lugar en agosto de 1932; se celebraron en el ‘Gure Etchea’, teatro parroquial de Donibane Lohizune.

La filiación política e ideológica no da lugar a dudas. El Padre Lafitte -alma y motor del movimiento- lo reconoció en una entrevista celebrada en 1976 de una manera explícita; lo que ocurría en Hegoalde a partir de abril de 1931, fue determinante para él: «Aquella juventud, aquel entusiasmo eran realmente sensacionales. Recorrí el país de batzoki en batzoki. Parecía inminente el nacimiento de Euskadi… Indudablemente, lo que veía en mis visitas al sur me enardeció. Constituí un equipo…»

¿Quienes eran los que asistían a estas reuniones?

-El Padre Pierre Lafitte; 31 años en 1932; era profesor en el Seminario Menor de Uztaritze; era ya un vascólogo muy famoso. Se puede decir que todos los otros miembros del movimiento eran sus discípulos.

-Eugène Goyheneche; nacido en Uztaritze, tenía 17 años en 1932; su padre era médico y consejero general del cantón de Uztaritze.

-Pierra Amoçain; nacido en Uharte-Hiri, tenía también 17 años en 1932; había sido criado por su tía en Uztaritze; militante muy activo; en diciembre de 1934, vigilado por la policía y bajo la presión de su tía, emigró para Chile a trabajar.

-Jean Duboscq; nacido en Uztaritze, tenía 27 años en 1932; panadero, llegaría a ser gerente de Aintzina.

-Jean de Jauréguiberry; zuberrotarra; tenía 50 años en 1932; médico, ejerció en Donibane Lohizune hasta su vuelta a Zuberoa en 1934 (era el hermano mayor de Madeleine de Jauréguiberry, presidenta de ‘Begiraleak’, la organización de mujeres del movimiento eskualerrista).

-Michel Diharce, ‘Pinchin’; nacido en Donibane Lohizune, tenía 19 años en 1932 (era el hermano mayor del futuro monje de Belloc y poeta ‘Iratzeder’).

-Jacques Mestelan, de Lehuntze, militante a partir de 1933 (¡tenía entonces 15 años!), el lugarteniente más fiel y más entregado del Padre Lafitte; fundador en 1935 de los ‘Menditarrak’ (a partir del modelo de los ‘Mendigoizaleak’).

En noviembre de 1933, salió a la luz un folleto (con una edición en euskara y otra en francés), obra del Padre Lafitte, titulado Euskal-herriaren alde. Corto comentario del programa eskualerrista dedicado a sus militantes; la tirada fue de 2.000 ejemplares; en la cubierta figuraban muy claramente las siglas JEL adaptadas al laburdino: Jainkoa eta Lege Zarra. Con este folleto, los jóvenes militantes tenían una doctrina política, redactada en el estilo claro del Padre Lafitte.

El programa

El primer punto del programa afirmaba: «Servir primero a Dios». El programa se confirmaba después siguiendo el espíritu de las viejas constituciones vascas, a favor de una amplia descentralización política y administrativa, de un reconocimiento del euskara y su oficialización en las administraciones, los tribunales y las escuelas y a favor de la defensa y de la promoción de la cultura y de las costumbres y tradiciones vascas.

La familia y el caserío serían protegidas; se quería luchar en contra de las leyes de sucesión en vigor, en contra del divorcio y, al contrario, apoyar las iniciativas a favor de la familia (la libertad de enseñanza, el voto familiar, el subsidio familiar).

El progresismo aparecía en dos puntos, el primero hablaba de un «prudente feminismo» y el segundo, del sindicalismo, ambos inscribiéndose en la tradición vasca de la etcheco andere y de la corporación. El programa se dirigía prioritariamente a los campesinos, al mundo agrícola vasco. Otros puntos trataban de las relaciones con los vascos peninsulares, con los grupos regionalistas de otras provincias de Francia y con partidos políticos franceses considerados como próximos en el plano ideológico.

El primer número de Aintzina salió a la luz en octubre de 1934 con una tirada de 1.000 ejemplares. El último número (n° 33) lleva la fecha de septiembre de 1937. Una nueva palabra apareció en el ideario eskualerrista, que sería el fundamento de toda su construcción ideológica: «persona».

Su ideología puede ser definida como «personalista», como la del grupo Esprit del filosofo francés Emmanuel Mounier. El personalismo del Padre Lafitte se vinculaba también directamente con los movimientos franceses no conformistas de los años 30. Emmanuel Mounier había definido así el personalismo en 1936: «Nosotros llamamos personalista a cualquier civilización que afirme el primado de la persona humana sobre las necesidades materiales y sobre los aparatos colectivos que apoyan su desarrollo.»

Aintzina permanecerá en la memoria colectiva. Había servido y seguirá sirviendo para designar a los militantes eskualerristas: se les llamaba ‘los Aintzina’, al igual que se había llamado ‘los Bizkaitarras’ a los primeros nacionalistas vascos.

Las relaciones con Hegoalde El programa formulaba dos proposiciones:

-1. El País Vasco continental está económicamente unido a Francia.

-2. «No queremos reñir con los vascos peninsulares». Aquí tenemos, con el estilo y el humor del Padre Lafitte, una hábil pirueta para decir: «Queremos desarrollar vínculos de todo tipo y en todos los niveles con los vascos peninsulares».

Esta posición ambigua, esta reserva no podía ser aceptada por un militante como Eugène Goyheneche, quien a partir de la primavera de 1932 se declararía partidario de la ideología del PNV, escribiendo en sus periódicos e intervieniendo en sus mítines. Se convertiría en el amigo de numerosos miembros del PNV entre los cuales se encuentran Teodoro Hernandorena, Pío Montoya, Antonio María Labayen, Ixaka López Mendizabal y entre los más jóvenes Casimiro de Egiarte, Pedro María de Mitxelena (Oiartzun), Bruno de Mendiguren (Mungia) y Néstor de Goikoetxea (Bilbao).

Hay que destacar que en los años 1933 y 1934, Juventud Vasca de Bilbao organizó giras en autobús por todas las provincias vascas (11 autobuses en 1933); en cada ocasión se dedicaron dos jornadas para visitar Iparralde (paradas en 1933 en Uztaritze, Donibane Lohizune y Donibane Garazi; paradas en 1934 en Atharratze y Kanbo). Estos dos viajes fueron la ocasión para que algunos vascos continentales declararan que estaban completamente de acuerdo con el espíritu de sus compatriotas: así se manifestaron por ejemplo Madeleine de Jauréguiberry y el Padre Jules Moulier ‘Oxobi’.

Prudencia táctica Para el Padre Lafitte, convenía ser prudentes; por motivos tácticos, se quería mostrar una apariencia moderada para evitar ser blanco de las acusaciones de separatismo; por otra parte, el estado de la opinión pública hacía que fuera necesario reexaminar a la baja algunos impulsos del corazón y ciertas marcas de generosa fraternidad.

En efecto, durante los años treinta del siglo pasado, Iparralde se presentaba como un bastión conservador y como refugio de la derecha; predominaba la ideología nacionalista francesa con una mentalidad de antiguos combatientes de la guerra de 1914 y un clero tradicionalista muy vinculado a las ideas de Charles Maurras.

Estos valores de la derecha tradicionalista, católica y nacionalista francesa estaban encarnados por Jean Ybarnégaray, de Uharte Garazi, diputado desde el año 1914 y líder incontestable de la época . Ybarnégaray detestaba al Padre Lafitte, al que llamaba «el pez rojo en la pila de agua bendita».

El Padre Lafitte se encontraba a diario con este tipo de vascos tradicionalistas; tenía que vivir con ellos principalmente en las redacciones de la revista cultural Gure Herria y del periódico en euskara Eskualduna. Debía procurar no herir frontalmente sus susceptibilidades.

Aintzina y la guerra civil Hubiera podido creerse, teniendo en cuenta la proximidad ideológica que existía entre las ideas del movimiento eskualerrista y las del PNV y las relaciones existentes entre los militantes de estos dos movimientos, que Aintzina iba sin equívocos y sin reservas a tomar partido por el PNV desde el inicio de las hostilidades. Pero, al contrario, Aintzina adoptó una actitud ambigua, sin querer tomar partido por ninguno de los campos en contienda y trató de mantener la balanza equilibrada entre los carlistas navarros y los nacionalistas vascos.

Esta posición, que resultaba sorprendente a priori, tenía una explicación por la acción personal del Padre Lafitte: éste habló con el diputado navarro franquista Rafael Aizpun y también se entrevistó con los nacionalistas vascos de Gipuzkoa y Bizkaia; parece ser que el Padre Lafitte creyó sinceramente la posibilidad de una mediación. ¡Pero a fines de 1936, ya era demasiado tarde! Ya no era posible la obtención de un acuerdo.

Para explicar esta posición aparentemente curiosa de Aintzina, conviene subrayar que frente a la actitud resueltamente profranquista y antinacionalista vasca de la derecha (ampliamente mayoritaria) y del clero de Iparralde, esta posición que no quería decantarse -o simulaba no quererlo- de una manera clara por uno de los campos, resultaba ya heterodoxa.

Balance del movimiento

La debilidad de la organización militante, la imposibilidad de oponerse a los bloqueos de la sociedad de Iparralde, sociedad totalmente en manos de los dirigentes políticos inmovilistas y de un clero ultraconservador, hicieron que la respuesta de Aintzina fuera poco satisfactoria para los graves acontecimientos exteriores que requerían su atención durante el año 1936: alineamiento poco afortunado con la derecha vasca en las elecciones legislativas del mes de abril; búsqueda de un compromiso ilusorio entre los carlistas navarros y los nacionalistas vascos en los primeros meses de la guerra civil.

A pesar de estos errores estratégicos, los logros esenciales conseguidos por el movimiento eskualerrista fueron incuestionables: por primera vez en la historia de Iparralde, unos jóvenes vascos se reunieron y agruparon para romper los viejos clichés y reflexionar sobre una comunidad con los vascos del otro lado del Bidasoa. Estos jóvenes vascos fueron activos y dinámicos, entusiastas y emprendedores; fueron, en palabras de ‘Iratzeder’: «un movimiento de vida y de fe, de audacia y de vanguardia».

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