Se cumplen 72 años del Acuerdo de Buenos Aires, uno de los hitos de Galeuzca

Xosé Estévez – Oiartzun

EL 18 de enero se cumplen el 72 aniversario de un acuerdo galeuzcano que sería un referente más de una larga serie precedente y subsiguiente, cuyo último hito, de momento, ha sido el Galeuscat de 2005.

En Europa sonaban con estridencia en 1941 los tambores de la guerra, y el fragor del combate amilanaba cuerpos y almas. Entregado y posteriormente fusilado Companys, y Aguirre en paradero desconocido, Londres se constituía en el eje y espejo de la política vasca y catalana. En la capital de la pérfida Albión se fundaba el Consejo Nacional Vasco, presidido por Manuel de Irujo, el 11 de julio de 1940, y el 11 de septiembre del mismo año el Consell Nacional Catalá, liderado por Carles Pi Sunyer. Ambos ejecutarían una política conjunta, con apoyo de las colonias gallega, vasca y catalana de Buenos Aires y de México. Precisamente el 18 de enero ambos organismos signaban un convenio de cuatro puntos, firmado por Carles Pi Sunyer, Batista i Roca, Manuel de Irujo y José Ignacio Lizaso. En él se comprometían a luchar conjuntamente por la recuperación de la identidad nacional de sus respectivas naciones peninsulares y a decantarse claramente por la causa aliada en la guerra contra los regímenes fascistas. El acuerdo obtendría el apoyo de las comunidades galaico-vasco-catalanas ubicadas en Argentina y México.

En la capital de Argentina se celebraban reuniones de Galeuzca en el Casal Catalá, con elaboración de propuestas y anteproyectos, que culminarían en la firma de un pacto Galeuzca el 9 de mayo de 1941 a cargo de los vascos Aldasoro, Cunchillos y Llodio, los catalanes Josep Escolá, Serra Moret y Mas Perera y los gallegos Castelao, Rodolfo Prada y Rivadulla. Constaba también de cuatro apartados, entre los que destacaban la proclamación de la soberanía y el derecho de autodeterminación de las tres naciones integrantes y la apuesta por un compromiso de lucha contra el franquismo para lograr un régimen republicano y democrático. Pero ambos pactos formaban parte de un movimiento conocido como Galeuzca, que hundía sus raíces en 1923 y sus frondosas ramas se esparcirían hasta el año 2005.

La invención de las siglas GALEUZCA, que restringen las sílabas iniciales de Galiza (Ga), Euzkadi (Euz) y Catalunya (Ca), fue una feliz iniciativa de la dirección del Gipuzko Buru Batzar (GBB) en 1933, a la sazón presidido por Telesforo de Monzón, en combinación con el catalán Batista i Roca, dirigente de la entidad cultural Palestra. El nombre de Galeuzca aparece por primera vez el 13 de mayo de 1933 en el diario nacionalista Euzkadi. Con los años, la palabra ha adquirido solera, se ha adueñado del vocabulario popular al referirse a las relaciones trinacionales periféricas y ha promovido fecundas actividades.

Contra el centralismo

El movimiento Galeuzca de las tres naciones periféricas integrantes partió de la acuciante necesidad de articular un bloque trinacional unitario frente al tradicional y férreo centralismo del Estado español, y puede definirse como la búsqueda constante, concretada en pactos cíclicamente sellados, de una entente de partidos nacionalistas gallegos, vascos y catalanes para conseguir cotas crecientes de autogobierno, que para unos se detenían en una autonomía más o menos integral, para otros llegaban el federalismo y confederalismo, y para algunos concluían directamente en la independencia.

Hasta 1923, las relaciones se redujeron a contactos esporádicos, puntuales, coyunturales y bilaterales entre regionalistas y/o nacionalistas catalanes y gallegos o catalanes y vascos. Pero a partir de la citada fecha, las vinculaciones se encarnarían en pactos trinacionales, más consistentes, aunque de una operatividad alternante.

Desde el referente inicial de la Triple Alianza de 1923, los hitos fundamentales de este largo proceso serían los siguientes: los convenios de 1924-25, el Pacto de Compostela de 1933, los acuerdos londinense y bonaerense de 1941, los proyectos galeuzcanos de 1944-46, el pacto Galeuzca en Buenos Aires y Venezuela de 1958-59, los intentos pactistas de 1966-70 en París, la Declaración de Barcelona con las complementarias de Vitoria-Gasteiz y Santiago de 1998 y el Galeuscat de 2005.

Todos estos mojones pactistas, enmarcados en diferentes secuencias cronológicas, se hallan vinculados a coyunturas críticas de la historia de España por acción u omisión y cada uno posee unos rasgos específicos.

La Triple Alianza, sellada en Barcelona el 11 de septiembre de 1923, tiene un carácter netamente independentista e incluye dos alusiones a la lucha armada en el caso de que el Estado español no atendiese las peticiones periféricas. Firmaron el acuerdo las siguientes fuerzas políticas: PNV, Acció Catalana, Estat Catalá, Unió Catalanistas, Irmandades da Fala e Irmandade Nazonalista Galega. La CNV pospuso su firma a la celebración de una asamblea posterior, que no se pudo celebrar. La Triple se encuadra en una tesitura sumamente crítica que asoló al Estado español entre 1917 y 1923 y culminó con el golpe de Estado primorriverista el 13 de septiembre, uno de los factores primordiales en la inviabilidad pragmática del acuerdo trialiancista.

Los convenios constituidos en el exilio francés en 1924, Anteproyecto de Liga de Naciones Oprimidas, y en 1925, Comité de la Libre Alianza, incluyen no sólo a los nacionalistas gallegos, vascos y catalanes sino también a fuerzas políticas españolas y extraespañolas. Ejerció en estos pactos un fuerte protagonismo el catalán Frances Macià, y su intención última era el derrocamiento de la dictadura de Primo de Rivera y la monarquía borbónica con el fin de organizar posteriormente un sistema confederativo en España.

El tercer hito se sitúa en 1933, durante el bienio reformista de la II República española, concretándose en la firma el 25 de julio del Pacto de Compostela, más conocido como Galeuzca, durante la realización del viaje triangular. Sellaron el acuerdo prácticamente todas las fuerzas políticas nacionalistas: PG y Ultreya, PNV y ANV, UDC, Acció Catalana, ERC, la LLIGA y Palestra. Con anterioridad ya se había sentado un prolegómeno con la firma del acuerdo de Gernika el 2 de abril. La coyuntura de paralización de los Estatutos de Autonomía y el torpedeamiento en la tramitación de las transferencias a la Generalitat catalana impulsaron los prolegómenos de este acuerdo. Era un convenio, redactado en gallego por Alexandre Bóveda, de cariz puramente organizativo y cultural, pero en las conversaciones y acuerdos derivados durante el subsiguiente viaje triangular en Barcelona derivó en firmes compromisos de lucha a favor de una instauración en la República de un régimen federal. Divisiones internas, incumplimientos varios y el cambio de escenario político con el triunfo de las derechas en noviembre de 1933 imposibilitaron la materialización de este pacto.

La guerra incivil

Durante el corto período que transcurre entre el 18 de febrero y el 18 de julio de 1936 se estaba gestando la concreción pragmática del Galeuzca, pero el levantamiento fascista cercenó esta pretensión. Sin embargo, la Guerra incivil proporcionó una coyuntura donde se hizo efectiva la solidaridad galeuzcana, pues el Gobierno catalán, presidido por Companys, acogió con hospitalidad digna del máximo encomio a los vascos y gallegos leales a la República.

La coyuntura anterior y coincidente con la terminación de la II Guerra Mundial, 1944-46, supone el espejo en que se mira este mojón trialiancista. Abundaron los anteproyectos galeuzcanos, que no culminarán en acuerdo explícito y firmado. La previsión de que los aliados vencedores derribasen el régimen franquista y restaurasen la III República en España empujaba a la creación de este bloque unido galeuzcano con el fin de que el régimen republicano restaurado fuese de tipo confederal.

En 1958-59 nuevamente en las comunidades gallega, vasca y catalana asentadas en Buenos Aires y Venezuela, surgieron pactos galeuzcanos. El régimen franquista estaba consolidado tras la firma del convenio con EE.UU. y el del Concordato con El Vaticano en 1953, pero el aguijón que espoleó estos acuerdos fue un memorándum del Gobierno republicano en el exilio, que silenciaba los Estatutos de Autonomía tramitados durante la II República. El convenio sellado en Buenos Aires apostaba por el derecho de autodeterminación y el régimen confederal, mientras que el de Venezuela proclamaba directamente la necesidad de la independencia de las tres naciones. Entre 1966 y 1970, promovidas por Batista i Roca en París se efectuaron algunas reuniones para sellar de nuevo pactos galeuzcanos, que no prosperaron.

La Declaración de Barcelona y las subsidiarias de Gasteiz y Santiago de Compostela de 1998 suscitaron una eufórica esperanza al coincidir con una tregua de ETA y la subscripción del acuerdo de Lizarra. Se inclinaba claramente por la difusión de una nueva cultura política, que reconociese el carácter plurinacional, pluricultural y prurilingüístico del Estado español, y por la implantación de un régimen confederal. El Galeuscat de 2005 se inscribe en estos mismos parámetros.

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