Varias generaciones de galdakoztarras dieron sus primeros pasos educativos de la mano de la andereño Monika Lekunberri, impulsora de la ikastola de este pueblo en tiempos muy difíciles para el euskera y la cultura vasca.
Un reportaje de Gregorio Arrien
EL próximo día 4 de mayo se cumplen cien años del nacimiento de la ilustre pedagoga de Galdakao Monika Lekunberri, y con ocasión de este aniversario queremos dedicarle un especial escrito de recuerdo y gratitud, basado en gran parte en el libro recientemente elaborado sobre la ikastola de Plazakoetxe, Leizaola’tar Karmel Euzko Ikastola, un centro muy querido para ella ya que en el mismo se dio a conocer como una destacada educadora.
Nuestra protagonista era hija de Genaro Lekunberri Castillo y de Romana Uriona Hormaechea. En realidad, la familia Lekunberri constaba de cuatro hijos, dos chicos (Juan e Hilario) y dos chicas (Monika y Gloria). Su padre se desempeñaba como correo entre las oficinas de la Cantábrica y la Dinamita. En otra parte, concretamente en un documento de 1946 -relativo a la Declaración Jurada sobre Plus de Cargas Familiares-, se dice, simplemente, que su padre era empleado de la empresa Pólvoras y Artificios S.A., con el cargo o categoría de subalterno-diversos.
Monika terminó la carrera de Magisterio en la Escuela Normal de Maestras de Bilbao. Tras obtener una plaza de irakasle con 20 años, tuvo la oportunidad de compartir una innovadora experiencia educativa en la nueva Escuela vasca, y este hecho influyó de manera favorable en el futuro de su vida. En los años de la II República, pese a las dificultades existentes en la educación religiosa y otros aspectos, existían también en el país oportunidades e iniciativas nuevas en materia de enseñanza y euskera; y así en Galdakao, los amigos de la cultura vasca aprovecharon el momento para impulsar el estudio y difusión de la lengua vasca, creando en 1931 la asociación Euzkerearen Adiskideak, precursora de la primera ikastola.
En la nueva Ikastola Tras abrirse este centro de Galdakao en abril de 1934 con las suscripciones de abertzales del lugar, los finales de curso se clausuraban con gran concurrencia de público, misa por el descanso de los socios fallecidos de la ikastola, reparto de premios, discursos, cánticos vascos, premios, dulces, etc. En la clausura del curso, a principios de agosto de 1935, a la que asistieron los niños de la escuela acompañados de sus profesoras, así como de los miembros de la Junta de Gobierno de la ikastola, amén de los padres, parientes y amigos de los escolares, el presidente de la Junta de Gobierno de la Escuela vasca, Melchor Ugarte, aprovechó la ocasión para poner de relieve la obra realizada durante el curso por los alumnos, los evidentes progresos académicos y la gran labor instructiva y educativa alcanzada. Se refirió en concreto a la labor realizada por la irakasle Monika Lekunberri, quien con su saber, su esfuerzo y su entusiasmo, se había hecho acreedora a los elogios de todos.
Por lo demás, en la vida de Monika Lekunberri hay otras facetas de cierta relevancia, además de sus actividades estrictamente escolares. Paralelamente a su labor docente y bastante relacionada con la misma, tuvo un par de actuaciones dignas de ser mencionadas. De una parte, ejerció como secretaria de Emakume Abertzale Batza (EAB) de la localidad, una entidad que llegó a contar con 198 afiliadas en 1933. Y de otra, se dedicó a escribir en los periódicos, si bien su producción en este campo es muy limitada. Según algunos autores, publicó unos pocos escritos tanto en euskera como en castellano. En castellano, escribió en Euzkadi (4-5-1935) sobre el Nacimiento y función de la Escuela Vasca, artículo en el que se repiten muchas de las ideas difundidas por Euzko-Ikastola-Batza (Federación de Escuelas Vascas), de la que formaba parte el centro que estamos comentando.
Para atender al creciente número de alumnos en la Escuela vasca -en 1936 frecuentaban sus aulas 64 niños y niñas-, trabajaban junto con Monika su hermana Gloria y la andereño Rosa Lekerika, natural de Morga. Los sacerdotes Romualdo Garibi y Tomás Larrinaga, ambos coadjutores de la parroquia de Santa María, impartían las clases de Religión. Larrinaga, que era un destacado músico y organista de la parroquia, se encargaba también de la dirección de cantos de la ikastola. Es conveniente saber que en los centros organizados por Euzko-Ikastola-Batza se impartían todas las materias de la enseñanza primaria de entonces, pero adecuándolas a las características vascas de los niños y con unos horarios y materiales adaptados a las exigencias de la institución, todo con el objeto de lograr una mayor eficacia docente y educativa.
En el barrio de Plazakoetxe La decisión de ubicar la escuela en este barrio fue tomada por el Comité Pro Escuela Vasca, de la que formaban parte Karmelo Leizaola (presidente) y Jenaro Egileor (secretario), además de los representantes de las entidades locales de Emakume Abertzale Batza, Juventud Vasca y el PNV. Plazakoetxe, que no contaba con un centro escolar, era una de las zonas más populosas de la localidad, y con un fácil acceso desde los cercanos barrios de Iberluze, Tximelarre, Lasao y otros.
Karmelo Leizaola, químico de profesión y hermano del futuro lehendakari Jesús M. Leizaola, falleció en un viaje por Sudamérica en 1935. Jenaro Egileor, por su parte, era un notable escritor y periodista, que tras la Guerra Civil se exilió primero en Francia y después en Venezuela, donde murió en 1963. Ambos fueron los principales promotores de la conocida asociación cultural Euzkerearen Adiskideak y promotores también de la ikastola del lugar.
En cuanto a su nombre, el centro escolar se llamaba inicialmente Escuela vasca; pero tras la prematura muerte de Karmelo Leizaola, en su memoria y homenaje se colocó sobre la puerta de entrada una placa de mármol con la inscripción Leizaola´tar Karmel Euzko Ikastola. Este acto tuvo lugar a principios de 1936.
Impedimentos para la docencia En julio de 1936, gracias a una beca del Ayuntamiento, Monika asistió, en Donostia, a los cursos de verano organizados por la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, acompañando al periodista galdakoztarra Jenaro Egileor. En aquel año se trató mayormente sobre lenguas minoritarias. Tras una difícil vuelta a su casa, por la escasez de servicio de trenes por la guerra, Monika no quiso huir al extranjero y prefirió quedarse en su pueblo natal, en espera de que pasaran los tiempos adversos.
Al igual que en otras poblaciones vizcainas, el conflicto bélico produjo en Galdakao las consabidas muertes, destrucción y ruina, además de una enorme dispersión de la gente. Mientras algunos niños de la ikastola huyeron a Francia e Inglaterra, formando parte de las grandes expediciones infantiles de 1937, otros se dirigieron a muy variados destinos y se quedaron a vivir en diferentes poblaciones. Hubo, incluso, familias que emigraron a Venezuela y no volvieron.
En cuanto a Monika, le sucedió lo que a otras muchas andereños de su tiempo: le denegaron la autorización para enseñar, bajo la acusación de haber ejercido antes «en una escuela antipatriótica» y «trabajar las elecciones en contra de las derechas». Tuvo que dar clases en clandestinidad, porque tenía prohibido hacerlo de forma pública y legal. Pero pasado un cierto tiempo, apoyada en sus propias capacidades y valía personal, pudo dedicarse por fin a lo que mejor sabía hacer: la instrucción y educación de las numerosas personas que acudían a su academia particular.
El éxito pedagógico posterior No es fácil saber cuándo la perdonaron, ni el momento exacto en que Monika pudo montar su academia particular. Lo cierto es que ésta se abrió en su propio domicilio, situado en la calle Juan Bautista Uriarte, nº 60- 2º, a unos pocos metros del Ayuntamiento. Ella y su hermana Gloria -ésta le ayudó en la enseñanza casi hasta el fallecimiento-, residían en el segundo piso de la casa, donde se podía disponer de un amplio espacio o sala, con capacidad para recibir a unas 20 personas a la vez.
Su programa de enseñanza era muy amplio y variado, pues podía atender tanto a niños pequeños como a personas de más edad, según las exigencias y necesidades de quienes solicitaban sus servicios. En diversos momentos y horarios del día, atendía a los niños en periodo preparatorio a la escuela, y a los que necesitaban un refuerzo para mejorar los resultados académicos o prepararse para el ingreso al Bachillerato.
En su academia estudiaban igualmente los jóvenes que deseaban prepararse a las oposiciones o trabajos de oficina. Al decir de su sobrino, Koldo Lekunberri, su casa era bastante grande «(…) Bere eskolan hogeita piku ikasle sar zitezkeen, oso zaila da esatea zenbat baina hogei baino gehiago bai». A lo que parece, al cumplir los 70 años de edad, fue dejando poco a poco las labores escolares, con miras a su definitiva jubilación.
La continuidad de su obra Fue una verdadera pena que la muerte le sorprendiera en la forma en que lo hizo, como fruto de un inesperado y doloroso accidente producido en su propio hogar. Según el Registro Civil de Galdakao, Datos de Identidad del Difunto, falleció el día 6 de abril de 1987 a causa de una insuficiencia cardio-respiratoria.
Afortunadamente, su obra no terminó con su fallecimiento, ya que se logró su continuidad, en alguna medida, con el establecimiento de la nueva ikastola de Zabalea, que inició sus actividades académicas en 1967 con el nombre de Parvulario Juan Bautista Uriarte.
En su constitución participaron padres de familia que, en su día, habían sido alumnos en la ikastola de Plazakoetxe. Más tarde, se abriría la ikastola Eguzkibegi tal como la conocemos en la actualidad, instalada en un hermoso edificio de nueva planta.
A la vista de su desinteresada y exitosa actuación, la celebración del centenario ha animado a los antiguos alumnos y amigos de Galdakao en general a mostrarle el merecido agradecimiento y cariño, sabiendo que tanto Monika como los promotores de la ikastola se han hecho acreedores a un reconocimiento social de parte de todos.