Iñaki Goiogana
En el cambio de siglo del XIX al XX si algún lugar de peregrinación católico y mariano destacaba a nivel internacional este era, con permiso de Roma, Lourdes. Desde que en 1858 se le apareciera la Virgen en una gruta de la localidad bearnesa a Bernardette Soubirous, Lourdes se transformó en un punto de peregrinaje que atrajo a miles de católicos del mundo entero. En la laica y liberal Francia, donde el catolicismo añoraba tiempos pasados más gloriosos, Lourdes se convirtió en un punto donde las apariciones marianas reforzaban la moral de las masas católicas. Lourdes, localizado muy cerca de Euskadi, atrajo desde muy pronto a peregrinos vascos, viajes que no han dejado de realizarse hasta la actualidad. Pero hoy trataremos de dos peregrinaciones muy especiales, las que el nacionalismo vasco organizó los años 1910 y 1911, y de un estandarte, verdadera obra de arte textil, que se confeccionó para ser entregada a la Virgen y que, finalmente, no pudo ser depositado en el Santuario mariano.
A finales de la primera década del siglo XX, el PNV había demostrado que era un partido que congregaba miles de votos en las elecciones. Era una fuerza política en franca expansión cada vez más seguida por los electores vascos. El Partido Nacionalista Vasco era una fuerza política confesional. Su fundador, Sabino de Arana, había resumido su ideario con el lema Jaingoikua eta Lege Zarra. Esto significa que el PNV estaba en situación de hacer sombra a las fuerzas autodefinidas como católicas españolistas.
Por estas fechas, la política general de la Iglesia católica apoyaba lo que denominaba Unión Católica; esto es, que las fuerzas políticas católicas no se hicieran competencia en las elecciones y concurrieran en coalición. Esto, en Euskadi, dio origen a diferentes interpretaciones de la política papal, siendo aprovechado por las fuerzas integristas, carlistas y conservadoras españolas para solicitar del nacionalismo su apoyo, pero sin ofrecer una contrapartida acorde a la aportación realizada. En este escenario, las fuerzas españolistas contaron con el soporte incondicional del obispo de Vitoria, Monseñor José Cadena y Eleta. Los desencuentros entre el prelado vitoriano y el nacionalismo vasco comenzaron en 1909.
En las elecciones de aquel año, el PNV se negó a formar coalición electoral con las fuerzas católicas españolas en las municipales de Bilbao, a pesar de lo cual, logró un rotundo éxito. Ello demostró que para que las fuerzas católicas vencieran en una ciudad como Bilbao no era necesario que el nacionalismo renunciara a un principio estatutario propio que le impedía coaligarse con fuerzas contrarias a la nación vasca.
Nombres euskéricos
Otro punto de fricción con monseñor Cadena fue la prohibición por parte del prelado de inscribir nombres euskéricos en los registros bautismales. El Obispado aducía que la lengua oficial de la Iglesia era el latín y la administrativa de la Diócesis, el castellano. Los nacionalistas, por su parte, admitían que el rito se celebrara en la lengua latina, pero no que se impidiera la inscripción en euskera del nombre elegido por la familia.
El enfrentamiento entre el nacionalismo y monseñor Cadena y Eleta llegó a su punto culminante en febrero de 1910. En esa fecha, el obispo vitoriano publicó una carta pastoral en contra del nacionalismo vasco tildando a los jeltzales de «hijos extraviados», entre otros apelativos. El documento episcopal cayó «como una bomba» en el PNV, un partido confesional, que por ello mismo debía acatar las opiniones doctrinales eclesiásticas. El PNV se encontraba entre la disyuntiva de obedecer al obispo y traicionar su ideología, o viceversa. Y ninguna de las dos opciones era aceptable.
En esta tesitura, en un artículo de opinión aparecido en el Gipuzkoarra se propuso la idea de organizar una peregrinación nacional a Lourdes, que fue acogida con entusiasmo por todos los nacionalistas vascos. Esta primera peregrinación se fijó para los días 23, 24 y 25 de julio de 1910. Para ella, se recabó la bendición del obispo vitoriano, que accedió no de muy buena gana y justo en el último momento. La peregrinación fue un éxito y miles de vascos pudieron orar ante la gruta de la Virgen de Lourdes a pesar de que el obispo de Tarbes, advertido por su homólogo vitoriano, puso todos los obstáculos posibles a los católicos vascos. Esta demostración de fuerza nacionalista, sin salirse de la ortodoxia católica, no gustó en la sede vitoriana, pero fue muy bien recibida por la masa nacionalista. Obviamente, las tiranteces entre el PNV y monseñor Cadena no desaparecieron y al año siguiente el PNV volvió a organizar una segunda peregrinación a la gruta. Para este segundo viaje se volvió a recabar la bendición del ordinario vitoriano, pero éste se negó a concederla aduciendo que la expedición partía de Iruñea y que correspondía al obispo pamplonés otorgarla. Los peregrinos lograron el beneplácito de monseñor José López Mendoza, además de otros obispos, lo que no evitó que en Lourdes se produjeran numerosos incidentes.
Separatistas Esta segunda peregrinación volvió a ser un gran éxito de participación popular, empañada por la gran cantidad de desaires de las autoridades eclesiásticas francesas, presionadas, de nuevo, por el clero español, que tachó a la expedición vasca de separatista y de utilizar manifestaciones católicas para hacer política. Entre las innumerables trabas que monseñor François-Xavier Schoepfer, obispo de Tarbes, les puso se encontraba, de nuevo y al igual que el año anterior, la prohibición de realizar una ofrenda a la Virgen con un artístico estandarte a la manera que otras expediciones nacionales (alsacianos, polacos, etc.) habían realizado en ocasiones anteriores.
Se trataba de una pieza textil realizada en seda y raso en rojo, blanco y verde, de 265 centímetros de alto por 115 centímetros de ancho, de doble capa no reversible, en cuyo anverso lleva una cruz blanca central preferente con seis rayas rojas y seis rayas verdes que recorren el campo verticalmente. Las rojas son el doble de ancho que las verdes en donde se destaca el escudo de Euskadi, enlazado con la inicial de María, bajo la augusta corona de la Reina del cielo.
Las bandas verdes sobrepasan el borde inferior. Las rayas verdes y la banda blanca vertical están rematadas con amplios flecos. Colgado sobre «trabillas» realizadas por la continuidad de las bandas rojas. Antes, rematando el borde superior, una banda azul con inscripción, en el centro bordados sobrepuestos donde se puede leer: Zure egapian artu gagixuz. Pequeñas aspas verdes sobre cenefa de plateado campo, significando libertad en Dios rodean el escudo y en lo alto, una cruz, también de plata, nos habla de redención. El reverso es de color escarlata, lleva tejido liso con inscripción bordada en la parte baja y en letras verdes aparece esta inscripción Lenengo Euzkotar ozterea Lourdesera. 1910’go Garilla’ko 23-24-25etan.
Este estandarte, realizado en el convento de las Madres Adoratrices de Begoña en Bilbao, se realizó siguiendo el diseño de Luis de Arana para la bandera de la Confederación Euskadiana, siendo el dibujo obra de Luis de Lertxundi, quien también supervisó su confección. Durante su exposición, en el establecimiento de Don Hipólito de Urrejola, sito en la calle de la Estación, esquina a la plaza Circular, numerosas personas desfilaron para contemplarla.
Tanto en la primera peregrinación con Luis de Arana como abanderado, como en la segunda, el estandarte utilizado fue el mismo. Durante el franquismo, fue entregado a la familia Torner de Zarautz, quien lo conservó hasta depositarlo en Goaz Museum-Museo del Nacionalismo Vasco, donde se conserva hoy, siendo una de las piezas seleccionadas por el ICOM-Europa como pieza relevante para la comprensión de la diversidad europea, sus relaciones transnacionales, sus experiencias comunes y sus perspectivas futuras.
Su imagen formará parte de la publicación Reflecting Europe in its Museum Objetcs, que reflejará la heterogeneidad y extraordinaria riqueza y diversidad de los museos europeos. Esta pieza es una de las 49 seleccionadas de entre un total de 116 propuestas de 24 países diferentes.