Viaje al mundo clandestino de Agirre en la Alemania nazi

La Euskal Etxea de Berlín recrea la peripecia del lehendakari que vivió unos meses en la capital alemana bajo una identidad falsa y con gafas de bigote

Un reportaje de Iban Gorriti

ESTE año se cumplen 80 años de la investidura del lehendakari José Antonio Agirre, ocho décadas desde la constitución del Gobierno Provisional de Euskadi. A esta efemérides se suma una segunda: el 75 aniversario del paso del presidente por Berlín. Y una tercera: los 60 años de su vuelta de la capital alemana para participar junto a Robert Schuman -uno de los considerados padres de Europa– y otros políticos de la época en un congreso de los Nouvelles Équipes Internationales. Fueron los precursores de la Democracia Cristiana Europea, germen de la actual Unión Europea.

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Para que datos como estos no caigan en el olvido, la euskal etxea de Berlín, la Gernika Deutsch-Baskischer Kulturverein e.V., ha organizado un ciclo de actividades esta semana y una web en la que se abunda sobre los meses que vivió José Antonio Agirre de Lekube en la clandestinidad en la ciudad europea bajo la identidad de “Doctor Álvarez Lastra, natural de Panamá”.

Así, uno de los objetivos es difundir en Alemania y en alemán los escritos originales de Agirre, dar a conocer el estado actual de la investigación en los distintos ámbitos que se entrecruzan en relación con la figura del primer lehendakari y presentar de la manera más amena posible su odisea durante su estancia en Alemania. Agirre era un hacendado doctor en leyes que respondía al nombre de José Andrés Álvarez Lastra en aquel año 1941, y trataba de esconder su fisonomía con unas gafas que contaba le costaron 10 francos, que estaban sin graduar. A ello sumaba un bigote.

Regresó en 1956 ya como líder del Gobierno vasco y miembro activo de la democracia cristiana europea. Vivió camuflado. Y esta semana están presentando un mapa con aquellos lugares que él citaba en un diario. El callejero berlinés se basa en los escritos del propio Agirre. Plasma los lugares y personas más significativos que conoció entre enero y mayo de 1941 en Berlín. El lehendakari fue un exiliado que se movía bajo identidad falsa en la capital del Tercer Reich, pero esto no supuso inconveniente para que plasmara en sus escritos el ambiente social y político que se respiraba en aquella ciudad en plena guerra, ni para dejar de describir el centro político de sus enemigos políticos.

Para completar este mapa los autores se han basado en la edición crítica de sus diarios y en la obra De Guernica a Nueva York pasando por Berlín, escrito por el propio Agirre. Dirigido por la Euskal Etxea de Berlín, el historiador Ingo Niebel ha sido el asesor y autor de los textos.

El mapa muestra lugares como Charlottenburg, donde residió con identidad falsa en una pensión y mantuvo amistad con diplomáticos latinoamericanos. A este lugar hay constancia de que llegó su esposa Mari Zabala -con pasaporte venezolano, también falso, de María Arrigorriaga-, junto a sus dos niños Aintzane y Joseba. El matrimonio se había casado en 1933. Agirre se movía por la legación de Panamá y de la República Dominicana, el Hotel Victoria, la cancillería de Venezuela, el restaurante Tusculum y el hotel Villa Majestic, donde se instaló su mujer con los hijos. “Hitler se mostraba al público desde el balcón de la cancillería del Reich y Agirre asistió como espectador de calle a la recepción oficial del ministro de exteriores japonés en marzo de 1941”, narran desde la euskal etxea y agregan que también acudió de incógnito a las exequías del ex rey Afonso XIII en la catedral de St. Hedwigs, un 13 de marzo de 1941.

También anduvo por Wilhelmtrasse para conocer el centro político del régimen nazi y solicitar la documentación necesaria parar huir a Suecia. Estas visitas las hizo con diplomáticos amigos. En la capital germana recuerdan estos días que Agirre fue el primer lehendakari del Gobierno vasco democráticamente elegido en plena Guerra Civil española.

LUCHADOR ANTIFASCISTA Investigadores como Iñaki Goiogana y Xabier Irujo reivindican estos días en Berlín a un personaje político de primer orden, reconocido unánimemente como “presidente de todos los vascos”, su trayectoria, tanto política como personal que vertebra los años más convulsos del siglo XX. “A día de hoy, la persona del lehendakari Agirre sigue despertando un enorme interés y es una de las pocas figuras políticas de aquella época que concita consenso. Siempre incluyó su proyecto político de Euzkadi dentro de una Europa democrática y ese sigue siendo hoy en día su legado principal”, valoran los impulsores del proyecto.

Desde 1936 fue un firme luchador contra el fascismo internacional, primero en el País Vasco y más tarde en su exilio en Catalunya, Francia y Bélgica. En 1940, cuando la Alemania nazi invadió el occidente europeo, Agirre pasó a la clandestinidad y recaló en Berlín. Desde la capital del imperio nazi, vía Goteburgo, consiguió huir a Sudamérica para, desde allí, llegar a EE.UU.

Una vez afincado en Nueva York, siguió liderando la lucha contra el fascismo y, a partir de 1945, trabajó por la democratización del viejo continente. Tras el final de la II Guerra Mundial volvió a Europa para impulsar la creación de la democracia cristiana europea y falleció de forma repentina en 1960 en París.

Mateo Balbuena, el republicano centenario que todavía publica libros

El comunista Mateo Balbuena, teniente en la Guerra civil, presentó el pasado viernes a sus 102 años su decimoquinto ensayo: ‘La sumisión de las masas’

Un reportaje de Iban Gorriti

SOBREHUMANO”. Con solo una palabra le califica el periodista Aitor Azurki, autor del libro de gudaris y milicianos Maizales bajo la lluvia, a Mateo Balbuena Iglesias, quien llegara a teniente republicano y que el pasado viernes a sus activos 102 años presentó su decimoquinto libro.

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Aconteció en la casa de cultura Ignacio Aldekoa de Gasteiz. El ensayo La sumisión de las masas es una crítica implícita al adocenamiento. “No me he quedado conforme ni esta vez ni hace tres semana en un museo. Me cortan, no me conceden el tiempo necesario para hablar”, denuncia a DEIA quien detecta “deficiencias en la compresión histórica, incluso, por parte de historiadores”.

En tan inusual acto -contados autores centenarios continúan cultivando el pensamiento- estuvo acompañado, entre otros, por José María del Palacio. “Mateo Balbuena es un veterano comunista, crítico con la sacralización de esa ideología, pero al fin y al cabo fiel ese espíritu”, valoraba e iba más allá: “Hace gala de una inquietud y rebeldía por la emancipación social que son el secreto de su envidiable salud a los 102 años”.

Pronto cumplirá 103. “El secreto es pasar hambre: levantarme de desayunar con hambre, lo mismo de comer y cenar. A eso sumo ejercicios físicos y mentales”, explica quien cada viernes baja andando del caserío a Amurrio, a seis kilómetros, para ir a comprar. Regresa en autobús. “Suelo comprar cuatro puros Farias. Los deshago y los fumo en pipa el viernes por la noche, el sábado y el domingo. Entre semana, nada”.

Y continúa cultivando su huerto y escribiendo. Ya prepara el libro número 16. “Me estoy documentando y ambientando en un estudio sobre la sociedad y el Estado. El origen del Estado”, avanza.

el primer libro con 16 años Mateo Balbuena Iglesias nació el 21 de septiembre de 1913 en Villamartín de Don Sancho, León. Fue teniente del Batallón Leandro Carro (PC) y de Carabineros en el Ejército Republicano. Con 16 años publicó en Madrid el relato Nosotros y casi ocho décadas después, ahora, el libro que ha venido escribiendo en diferentes tardes en San Martín de Lezama, concejo que pertenece a Amurrio (Araba). Su caserío perteneció a la famosa familia de músicos Arriaga.

Mateo, quien también residió en Barakaldo y Basauri, fue finalista del Premio Planeta en 1964. Es el mayor de diez hermanos. Por ello le enviaron a servir al comercio de unos amigos. “¿Por qué he tenido que abandonar mi casa?”, se preguntaba. En aquellos días una frase le caló: “Lo que está ocurriendo en Rusia es muy importante”. Comenzó a leer cuanto caía en sus manos y a frecuentar el Ateneo Obrero de Gijón.

En 1932, ingresó en las Juventudes Comunistas y le nombraron Secretario de Agitación y Propaganda. Participó en la huelga del 34 en Oviedo y se trasladó a Cruces. En Barakaldo, participó en la fusión de las JSU de Euskadi y fue secretario local. El 17 de julio de 1936 convocó reunión urgente de la JSU para requisar armas en Olabeaga, Lutxana… “El 22 julio, una docena de milicianos salimos de Bilbao a San Sebastián a rendir a los rebeldes en el Hotel María Cristina. El 24 participamos en el acoso a los cuarteles de Loiola”, evoca.

Amenazada Orduña, se movilizó un centenar de milicianos comunistas, anarquistas y socialistas, en seis camiones, a las órdenes del capitán Espías, y ya encuadrado en el Batallón Leandro Carro, le nombran teniente. “Nos abandonan o traicionan los altos oficiales, pero mi sección se mantuvo dispuesta a resistir”. Tras evacuar Bilbao, es herido en la mano izquierda y le retiran a Santander y a Gijón. Al perderse Gijón, abandona el hospital y en un pesquero llega al El Havre (Francia). Pero retorna al Estado por Figueres. Le nombran instructor de la 65º Brigada. Ante la derrota republicana arenga a su tropa para huir a Francia y continuar la lucha.

Tras 28 días de travesía vestido de civil es apresado en Broto (Huesca), juzgado en Jaca y encarcelado. Queda libre. Logra empleo en una mina ubicada “sobre Bilbao” por las mañanas y por las tardes imparte clase. Retomó la lucha clandestina con el EPK-PCE y en 1942 fue detenido y encarcelado en Larrinaga.

Nuevamente en libertad vigilada, en 1944 se casa con Consuelo Lopetegui, maestra. Tuvieron dos hijas. Abren una academia en Basauri y le reclama el alcalde: “¿Cómo es que yo le he firmado esta licencia si le tenemos vigilado?” Le dan permiso para ser empresario, pero no para ser profesor. “Franqui -por Franco- fue quien nos la quitó y nos dedicamos a vivir de ahorros, de la huerta y a escribir, liberados del capitalismo. Lo digo en este libro: con el capitalismo la clase trabajadora queda aislada, de ahí el lloriqueo. El trabajador sigue por la necesidad de la burguesía de desarrollar sus propios valores. Los artesanos sí son conscientes de su trabajo”.

«Hijo, no digas que eres republicano»

LA BIOGRAFÍA DE TERESA MUÑOZ ES UNA SUCESIÓN DE AVATARES QUE HA LOGRADO SUPERAR, CON LA GUERRA CIVIL COMO TELÓN DE FONDO

Un reportaje de Iban Gorriti

LAS microhistorias de la Guerra Civil en Euskadi son infinitas. La vida puede doler hasta el punto de querer olvidar décadas pasadas, de no hablar de ellas, e incluso peor, en supuesta democracia, tener aún miedo a verbalizarlas por lo mal que se ha pasado y las heridas que ha dejado abiertas. Un consejo de una madre a su hijo: “Manuel, hijo, ten cuidado, no digas que eres republicano. Que nadie sepa lo que piensas”.

Teresa, en brazos de sus padres, en Altza.Foto: Familia Muñoz Minchero
Teresa, en brazos de sus padres, en Altza.Foto: Familia Muñoz Minchero

 

La recomendación es de Teresa Muñoz Minchero, que reside en Las Landas (Francia). A sus 80 años quiere proteger a su hijo ya adulto, como si de una suerte de síndrome de Estocolmo le afectara. Ella las ha visto de todos los colores: es superviviente del bombardeo de Durango, ataque fascista en el que perdió a una hermana y otra, un brazo; su padre falleció en el frente de Elorrio; se evacuó en Bretaña; su marido desapareció en París -donde vivía el matrimonio- y sus dos hijos aún hoy se preguntan cuál era la verdadera identidad de aquel señor, torturado de guerra… La ternura se hizo persona en Teresa el 5 de septiembre de 1935 cuando nació en Altza, hoy municipio anexionado a Donostia. Su padre Manuel y su madre Victorina pertenecían a una familia muy orgullosa de la Segunda República que se había casado únicamente por lo civil.

Pero, un año después, el golpe de Estado de militares españoles truncó toda una vida de progreso. En cuanto los fascistas entraron por Gipuzkoa, la familia se replegó y fue a Durango. Mientras tanto, el padre, Manuel (Villanueva de Tapia, Málaga, 1902), se alistó como miliciano al Batallón Karl Liebnecht del PCE en el que militaban guipuzcoanos, vizcaínos, burgaleses, internacionalistas, navarros, asturianos…

Perdió la vida en combate en Elorrio, el 23 de abril de 1937. “Le apodaban El Niño cuando era quizás el mayor de todos a sus 34 años. “No sabemos dónde está su cuerpo”, lamenta la familia. El comandante del Karl Liebnecht, Modesto Lacuesta Isasi, días antes, perdió la vida en el bombardeo de Elorrio del 31 de marzo. Ese día trágico en Elorrio también lo fue en Otxandio y en Durango. La aviación legionaria italiana, impulsada por Mola, asesinó a más de 336 civiles.

Allí estaba Teresa con tan solo dos años, en brazos de la abuela Victorina, quien hasta que falleció recordaba cómo pasaban los aviones “con cruces negras de San Andrés” y cómo se tiraron al monte pensando estar a salvo y, sin embargo, los cazas les perseguían ametrallando. “Nos contaba que volaban tan bajo que les veían las caras”, enfatiza la familia.

Una hermana de Victorina también llamada Teresa falleció a su lado, por una bomba, y otra que se llama Milagros perdió en ese momento un brazo. La bebé Teresa “tuvo la suerte” -matiza la familia- de que su madre cayó sobre ella al suelo salvándole. “Yo tenía dos años y no recuerdo nada de aquello”, confirma quien reside hoy en una casa entre dos municipios: Tosse y Saubion. “Hay documentos en los que pone que mi hermana murió en Durango fusilada, pero murió por una bomba a mi lado”, corrobora Teresa.

Curada Milagros en un hospital de campaña, todas viajaron en un barco carbonero inglés a la Bretaña francesa. Estando allí, a pesar de la paz, murió otro bebé de Victorina “por una insolación”. Aquella mujer, acabada la guerra no quería volver porque “los alemanes son asesinos, bandidos” y los autodenominados nacionales “decían que los rojos habían quemado Durango y es mentira”, repetía.

En su regreso, los franquistas les dejaron en Irun. Victorina se afincó con los suyos en Hernani. Teresa buscó trabajo en París limpiando casas. Conoció a un español refugiado y tuvieron dos hijos: Manu y Eva. El primero nació en Hernani. La segunda en la capital francesa.

La alegría volvió a tornarse tristeza. El padre desapareció. “Casi no le conocimos. Mi madre no tiene claro cómo se llamaba. Dice que Javier, pero sus amigos le llamaban Mario y también aparece como Gabino. Es triste, pero sé poquísimo de mi padre”, lamenta Manu, el hijo republicano de Teresa. “Tengo el recuerdo -apostilla- de estar comiendo todos en la mesa en Hernani junto a un señor que era mi padre, un torturado en la guerra al que le habían arrancado las uñas de los pies”.

“A veces me paro a pensar cómo hubiera sido nuestra vida sin las guerras: normal, y, sin embargo, nos ha roto todo”, reflexiona Manu. Y además está la no reparación porque “mientras que en Francia los combatientes son héroes; aquí son personas totalmente olvidadas”.

Un antes y un después en el Valle de los Caídos

Varios expertos valoran si la posible exhumación de dos cuerpos en la cripta de El Escorial puede tener continuidad

Un reportaje de Iban Gorriti

EXISTE un antes y un después en el Valle de los Caídos tras conocerse que cabe la posibilidad de que se exhumen los cuerpos de dos hermanos anarquistas de Calatayud allí ubicados? ¿Hay esperanza de que algo cambie en el mayor cementerio del Estado, donde se cifran en alrededor de 33.850 los muertos custodiados junto a las tumbas de los dictadores Franco y Primo de Rivera? Se estima que un millar de ellos fueron trasladados desde la CAV y Nafarroa, lo que no significa que todos fueran vascos. Ahora bien, diez familias de Euskadi han solicitado a la Dirección de Derechos Humanos del Gobierno vasco la recuperación de los restos de parientes, una reivindicación que se remonta a 2003.

VALLE DE LOS CAIDOS

Francisco Etxeberria, Queralt Solé, Francisco Ferrándiz e Hilari Raguer, todos ellos eminencias en lo referente al Valle de los Caídos, siguen de cerca la noticia de que un magistrado ha ordenado que se exhumen los cuerpos de los hermanos fusilados Manuel y Antonio Lapeña. ¿Pero creen que esta decisión insólita abre una puerta a la esperanza? ¿Con esa exhumación se darán nuevos pasos en favor de otras intervenciones en dicho mausoleo del terror?

El más tajante es Etxeberria, antropólogo forense de la UPV/EHU y presidente de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, profesional al que la familia Lapeña ha requerido para exhumar los restos de los ácratas aragoneses. Patrimonio decidirá ese extremo. “¿Esperanzador? No lo creo en absoluto. La sentencia se ha producido en la jurisdicción civil, no en la penal. El juez dice que los familiares tienen derecho a rescatar esos cuerpos y eso no tiene nada que ver con juzgar los crímenes franquistas”, analiza el experto.

El de Beasain asegura que son bastantes las exhumaciones que él y su equipo han realizado con conocimiento judicial, “pero otra cosa es abrir diligencias y sentar una verdad judicial respecto de unos hechos injustos sobre los que nunca ha existido una investigación oficial”, subraya. Va más allá al trasmitir que el reto para los próximos años es hacer oficial esa verdad en la que trabajan a diario, “y para eso también deben servir otras estructuras institucionales además de las judiciales”.

El historiador y religioso catalán Hilari Raguer formó parte a título personal -“ni de la Iglesia ni de nadie”- de la Comisión de expertos sobre el futuro del Valle de los Caídos. “Es esperanzador desde el punto de vista jurídico y judicial”, valora, y matiza que “la dificultad es más técnica que jurídica y política, a pesar de la resistencia que haya podido haber”.

Como Raguer, Paco Ferrándiz, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) también formó parte activa de la comisión de asesores. “La exhumación de los dos hermanos es muy esperanzadora, pero debemos tomarlo con cautela”, previene tras conocer que Patrimonio Nacional tiene 45 días para responder al fallo del juez: “Si no lo hacen -ilustra Ferrandiz-, la demanda irá a la Sala número 3 del Tribunal Supremo. En ese caso se demoraría todo un año más. Pero si Patrimonio colabora…”. Insiste en que “es esperanzador con todas las cautelas por los procesos judiciales complejos”.

Este exdocente de la Universidad de Deusto recuerda que la conciencia pública en materia del Valle de los Caídos como fosa común con tantos miles de cuerpos “es muy reciente” y por ello lo considera “un monumento surrealista”. A juicio de Ferrándiz se desconoce, además, qué consecuencias tendría la apertura de las criptas en las que están documentadas 12.800 personas. “No se ha dado nada por sentado, son muchas las suposiciones y hay un informe de Bedate de 2010. Es evidente el escaso interés y la enorme complejidad”, concluye el autor del libro El pasado bajo tierra, primer estudio en castellano que trata la apertura de fosas comunes de la Guerra Civil desde un prisma antropológico-social.

Centenares de vascos La profesora de Historia de la Universidad de Barcelona Queralt Solé confirma como “un antes y un después” el caso de los dos sindicalistas de la CNT a exhumar en el Valle de los Caídos. “Lo es desde el momento en que la Justicia reconoce un derecho a una familia, a dos personas inhumadas en la mayor fosa común de España”, esgrime. “¿Será factible?”, se pregunta y vuelve al origen: “¿Esperanzador? Que lo reconozca un juez ya es significativo”.

Como los hermanos de Calatayud, hay centenares de vascos en aquel enclave. El arqueólogo Jimi Jiménez asegura que la cifra de “mil vascos” asimilada como oficial no es tal. “Sí, se llevaron a Madrid restos de unas mil personas muertas en el País Vasco y Nafarroa, pero muchos, por ejemplo, eran gallegos”, diferencia este miembro de Aranzadi.

Su compañero de trabajo, Francisco Etxeberria, camina por la misma senda. “En efecto, los más de mil restos trasladados desde el País Vasco proceden en su mayoría de combatientes en esta zona cuyas identidades se desconocen. Y de los que no eran combatientes, la inmensa mayoría se llevaron al Valle de los Caídos con el permiso de sus familiares”, asevera.

Sangre, niebla y crimen de Estado

Tras la muerte de Franco, Montejurra acogía la celebración anual de los carlistas. Como se temía, la fiesta acabó en tragedia en lo que se llamó el “primer paso de la ‘guerra sucia’ de los GAL”

Un reportaje de Fermín Pérez-Nievas

como en Crónica de una muerte anunciada, todo en aquel Montejurra del 9 de mayo de 1976 invitaba a pensar que algo grave iba a suceder. Los numerosos llamamientos de los periódicos de derechas a “reconquistar Montejurra” preparaban el terreno para que el Gobierno provisional, que ocupaba el poder tras la muerte del dictador, dibujara una de las páginas más oscuras de la Transición. La espesa niebla que todo lo cubría y empapaba, en aquella fría mañana, se convertía en el aliado perfecto para la acción armada organizada por la ultraderecha española con el beneplácito de Manuel Fraga y altos cargos del Estado. Medios franceses, holandeses y españoles habían llegado hasta la ciudad del Ega centro de las reivindicaciones contra los estertores de la dictadura y donde Carlos Hugo pensaba decir en su discurso en la cumbre que “el carlismo busca alcanzar la libertad por caminos de paz y diálogo para llegar sin traumas ni violencias al establecimiento de la Democracia y de la justicia en España. A pesar de eso al carlismo se le somete a un proceso represivo muy peligroso”. Los días previos a los sucesos de Montejurra, el dirigente carlista José Ángel Pérez-Nievas había recibido un recorte de prensa en el que bajo el título “Montejurra o las virtudes de una raza” habían escrito a mano “lea usted, mamarracho jefe regional rojo-carlista. Unos tudelanos del 18 de julio”.

Fotografía Prensa de 1976 y Sumario de Montejurra
Fotografía Prensa de 1976 y Sumario de Montejurra

 

Desde tres semanas antes del 9 de mayo, en las páginas de El Alcázar y El Pensamiento Navarro se hacían llamamientos para recuperar Montejurra “para el tradicionalismo y el verdadero carlismo” y alejarlo de la “profanación marxista y separatista” que, a su juicio “había profanado el monte sagrado”. Además el ministro de Asuntos Exteriores, José María de Areilza, entregó un mensaje verbal al embajador de los Países Bajos en Madrid, para que comunicara al gobierno holandés que si Carlos Hugo y su mujer, la princesa, Irene (líderes entonces del Partido Carlista) asistían al acto de Montejurra, no respondían de su seguridad personal. Las pintadas, en Iruñea, de Montejurra rojo, no o Moriréis, EKA, no eran un buen presagio.

Hasta veinte habitaciones fueron reservadas y pagadas por el que era Gobierno Civil de Navarra, en el hotel Irache, donde se reunieron un complejo entramado de ultraderechistas compuesto por militares descontentos por la reforma democrática, militantes de Fuerza Nueva, miembros de Comunión Tradicionalista, activistas violentos de la Triple A, Batallón Vasco Español, Guerrilleros de Cristo Rey, mercenarios argentinos, italianos y franceses y miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado que, por su ideología, no encajaban las reformas hacia las que caminaba el país. Semejante cóctel contaba además con la presencia del hermano de Carlos Hugo, Sixto, que abanderaba todo el entramado gestado para la Reconquista de Montejurra.

A los sones de tambores y cornetas, y con uniformes paramilitares, alrededor de 250 hombres marcharon en formación militar desde el hotel en dirección al Monasterio de Irache, desde donde partía el Vía Crucis que, tradicionalmente, recorría Montejurra en dirección a la cima. Muchos de ellos portaban no solo unas porras amarillas sino, varios de ellos, incluso pistolas. Al llegar a las inmediaciones del monasterio comenzaron a oírse gritos e insultos. Como en una operación militar sonó un silbato y dos columnas se abrieron en los laterales, al tiempo que las del centro arremetían. Las piedras volaban y las agresiones cuerpo a cuerpo se produjeron en un primer ataque de los ultraderechistas que golpeaban con sus porras de hierro, de las que los carlistas se defendían con sus makilas (bastones). Tras un primer envite se recuperó cierta calma, que precedió a la tempestad.

El carlista Josep Aluja se encaró a un hombre vestido con una gabardina, una boina roja y las letras RS, como muchos agresores, en su brazo. Era José Luis Marín García Verde (el hombre de la gabardina) que le aseguró que venía a “limpiar Montejurra de comunistas”, a la vez que extraía una pistola. A la izquierda de Aluja se destacó Aniano Jiménez Santos, militante carlista de Santander que alzó el bastón y le gritó “cobarde”. Sin mediar palabra, Marín se giró 45 grados y, sin pestañear, le disparó un tiro en el vientre. Aniano se dobló y cayó. Semiinconsciente, dijo que no podía dar su nombre porque estaba fichado por la policía por repartir propaganda. Tres días más tarde falleció en el Hospital de Navarra. Temiendo una matanza, varios carlistas sacaron de su Land Rover a los guardias civiles que, inmóviles, asistían desde el coche al enfrentamiento.

Hacia la cumbre

Tras los disturbios, el Vía Crucis se inició y se dirigió hacia la campa de Montejurra, donde se unió a todos los que subían a la misa en la cima. A la comitiva se unió Carlos Hugo que siguió los pasos de su mujer, la princesa Irene. En la cumbre, entre la niebla, un grupo de unos 20 hombres se habían hecho fuertes, después de haber pasado la noche. La Guardia Civil hizo caso omiso a dos jóvenes carlistas que lo denunciaron la noche anterior y los mantuvo detenidos todo el 9 de mayo.

Cuando los primeros carlistas llegaron a cincuenta metros de la ermita increparon a Sixto que se disponía a dirigir unas palabras. Entonces Márquez de Prado, empuñando una pistola ordenó, “¡haced fuego raso!”. Primero se oyó una ráfaga del arma automática, seguida de disparos sueltos, y una nueva ráfaga. Entre la muchedumbre, alguien gritó, “¡un médico, por favor, un médico¡”. Un joven sostenía entre sus brazos a un muchacho pálido. Pese a que le practicaron la respiración artificial no se pudo hacer nada. Ricardo García Pellejero, obrero de Lizarra de 19 años, descendió de Montejurra ya cadáver, con un disparo en el costado y otro en el corazón.

El presidente del Consejo de Estado, Antonio María de Oriol y Urquijo, acudió al hostal Irache para telefonear al general Campano, director general de la Guardia Civil, y decirle que la operación había sido un fracaso total y que lo conveniente era que Sixto desapareciera. A pocas horas de los hechos, la fuerzas de seguridad del Estado llevaron a Sixto de Borbón hasta la frontera sin hacer que prestara declaración y a los pocos días concedió una entrevista.