Santa Águeda, la abogada de las mujeres

Grupo arratiano el día de Santa Águeda en Jardines de Albia de Bilbao.

Iñaki Irigoien

NACIÓ en Sicilia, se dice que en Catania, aunque Palermo también reclama su origen, y según las actas de su martirio, de una veracidad histórica relativa, sufrió dicho martirio hacia el año 250. Se cuenta que era hija de padres de buena posición y de una belleza singular. Cristiana que quiso guardar su virginidad, ofrecida a Jesucristo, negándose a las proposiciones matrimoniales de Quinciano, procónsul romano en Sicilia.

Siendo Decio emperador en Roma y deseando retomar la religión estatal tradicional, se enfrentó a los cristianos. En el 250 ordenó su persecución, castigando a aquellos que no se prestasen a adorar a los dioses oficiales. Estas circunstancias fueron aprovechadas por Quinciano para detener a la cristiana Águeda e intentar que renegase de sus creencias y forzarla a que se prestase a sus deseos. Después de reiterados y variados intentos y ante las constantes negativas de esta, ordenó finalmente su tormento. Lo que ha quedado como más destacado de este tormento es que le fueron cortados los pechos.

Hay una tradición que cuenta su milagrosa curación posterior, aunque finalmente falleció a cuenta de los tormentos. Precisamente, el hecho de que le fueron cortados los pechos, ha motivado que a esta virgen y mártir se le haya tenido una gran devoción en el ámbito cristiano. Añadamos, para entender esta devoción, que figuras de época prehistórica, en las que destacan exageradamente estos rasgos femeninos, fuentes de vida, son consideradas parte de un antiguo culto a la fecundidad.

No es de extrañar, por tanto, que Santa Águeda sea abogada de las mujeres. Tanto en sus problemas de parto, en males de pechos o insuficiencia de leche. Entre otras cosas, también es abogada en dolores de cabeza, como cefaleas y migrañas. En muchas zonas, sobre todo de Castilla, destacan las fiestas dedicadas a las mujeres. Son fiestas que, de algún modo, se asemejan a las llamadas Matronalias de época romana.

Cuestaciones

Actualmente no conocemos en nuestro país, el día de Santa Águeda, fiestas de mujeres de este tipo, sí, en cambio, en las que son muchachos jóvenes los que celebran el día. Son los quintos, los que hace unos años habían de entrar en el ejército y hoy en día los que cumplen 18 años, de Alsasua, Aretxabaleta o Eskoriatza, los que celebran su fiesta con cuestaciones por los caseríos y el pueblo, finalizando con danzas Sigue leyendo Santa Águeda, la abogada de las mujeres

Eliodoro de la Torre, deustoarra de Barakaldo

Eliodoro de la Torre

Asier Madarieta Juaristi

Eliodoro de la Torre Larrinaga nació en Barakaldo pero era un deustoarra de los pies a la cabeza. Así lo pensaba él y así lo demostraba en cuanto tenía ocasión. Seudónimos como Ibarrekolanda o la calificación de Papa de Deusto que le dedica Agustín Alberro, uno de sus principales colaboradores, así nos lo demuestran. Los párrafos siguientes pretenden ser una aproximación a la persona y a la actividad de Eliodoro de la Torre, consejero de Hacienda del primer Gobierno vasco y hombre clave en la historia de este país durante la guerra y el exilio. De ello se hacía eco el padre Iñaki Azpiazu, quien en carta enviada a Eliodoro de la Torre le ponía sobre aviso de un informe de la Gendarmería francesa en el que se destacaba que en la Francia del exilio vasco «si bien Jesús [Leizaola] es el titular, Ud. es el activo y el orientador». Eliodoro, así sin h, como a él le gustaba.

La persona: Eliodoro Eliodoro de la Torre nació un 6 de mayo de 1889 en la todavía no tan industriosa pero sí muy pujante Barakaldo. Tras pasar sus primeros años en Barakaldo, finalizó estudios de comercio y orientó su vida laboral hacia la banca, en concreto, el banco Smith & Horn y Compañía y el London County Bank. En 1922 le nombraron gerente de la Sociedad Minera de Villaodrid, cargo que al parecer ostentó hasta el año 1936.

Era irónico y socarrón pero dotado de una gran humanidad. Ya en el exilio, en sus numerosas cartas, una y otra vez se hacía eco de las desventuras de la población emigrada y las dificultades que encontraba para socorrerles como desearía. Él mismo vivió desde el momento de acceder al exilio en la más pura de las modestias, e incluso en algún caso intento empeñar bienes propios para hacer frente a la factura que suponía una intervención quirúrgica a la que se vio sometido en la clínica Longchamp-Esperandieu de Marsella.

El humanismo: La Cooperativa Profundamente católico, imbuido en toda su labor de los preceptos de la Doctrina Social Cristiana, Eliodoro de la Torre puso todo su empeño en intentar propulsar la labor asistencial y de reparto de beneficios entre los trabajadores. La respuesta fueron las cooperativas de consumo.

Desarrolló su labor principal en la Cooperativa de Deusto de la que fue presidente durante cerca de cuatro años. Allí, se centró sobre todo, en el apartado de la asistencia médica. Así el 23 de julio de 1933 se inauguraban los locales de la clínica para los socios de la cooperativa. Todo un lujo para la época y una eficaz forma de resolver uno de los mayores problemas de los obreros que dedicaban gran parte de su exiguo sueldo a la atención médica de la familia. El éxito de la cooperativa fue tal que al iniciarse la guerra estaba ya en proyecto la creación de una red de asistencia médica para todos los territorios del sur de Euskadi.

El sindicalismo: SEV y ELA Durante la década de los años 20, se fundó el Sindicato de Empleados Vascos (SEV) uno de cuyos fundadores, junto a Jesús María Leizaola y Manu Robles Arangiz, fue el propio Eliodoro, elegido además presidente del mismo.

SEV tuvo desde su nacimiento unas estrechas relaciones con el sindicato ELA y en 1933, en el congreso que la sindical organizó en Vitoria, se decidió la integración de SEV en el sindicato nacionalista, y Eliodoro fue elegido vicepresidente. Fue realmente importante la aportación cualitativa y cuantitativa que el sindicato SEV hizo a ELA.

Su compromiso con la clase trabajadora le llevó también a participar en la elaboración de un Estatuto de los Trabajadores donde se garantizaran los deberes pero sobre todo los derechos de los trabajadores.

El nacionalismo vasco: PNV Eliodoro de la Torre era un nacionalista convencido. Su labor política comenzó en la organización del PNV en Deusto de la que llego a ser uno de sus principales líderes, si bien su nombre presentaba igualmente filias y fobias, algo constante por cierto en toda su experiencia vital. Finalmente, fue elegido diputado en las elecciones generales celebradas el 19 de noviembre de 1933, cargo que revalidó el 16 de febrero de 1936.

El sueño: Consejero de Hacienda Tras la consecución el 1 de octubre del Estatuto de Autonomía, el 7 del mismo mes se constituyó el Gobierno vasco presidido por José Antonio Aguirre. En este Gobierno, Sigue leyendo Eliodoro de la Torre, deustoarra de Barakaldo

¿De qué murió el general Zumalacárregi?

Portada del libro

IBAN GORRITI

Una novela de la historiadora bilbaina Ascensión Badiola recupera y actualiza la figura del militar guipuzcoano

ES citar a Zumalacárregui o a los carlistas y a todos los lectores les vendrá a la mente parte de la memoria que, paradójicamente, pocos conocemos bien. El nombre de una calle de nuestros pueblos, la imagen romántica de aquel general, también los sentimientos contrarios hacia sus ideas. Sin embargo, una vez más, para mal y para bien, hablamos… sabiendo muy poco.

Durante estos días, los escaparates muestran una nueva y esclarecedora referencia literaria. No es un ensayo. Lleva por título La bala que mató al General y hace referencia a aquel militar llamado Tomás de Zumalacárregui, nacido en Ormaiztegi y fallecido en Zegama tras haber sido herido de muerte en la toma de Bilbao. La autora de esta novela, Ascensión Badiola Ariztimuño (Bilbao, 1961), remonta al apasionado lector a los siglos XVIII y XIX a través de una trama en la que hurde espionaje, intriga y alta política de la primera Guerra Carlista.

La bala que mató al General, la segunda novela de Badiola, es una historia de ficción alrededor del general guipuzcoano, «un héroe a caballo entre la leyenda y el romanticismo de una guerra completamente olvidada en nuestros días», enfatiza la prolífica escritora vizcaina, que en 2011 publicó tres libros.

En esta novela, Badiola ha buscado, sobre todo, entretener con una historia impactante y también resucitar la figura de «uno de los generales más respetados por sus propios enemigos, por su rectitud y honradez y por la forma que tuvo de poner en jaque a los soldados de la reina con apenas un grupo de campesinos que no estaban preparados para la guerra», expone la también escritora de La ría de los franceses. Zumalacárregui reunió a los partidarios carlistas y organizó un ejército que utilizó la guerra de guerrillas como táctica para intentar otorgar la sucesión al trono a Carlos María Isidro de Borbón, tras la muerte de Fernando VII.

La novela publicada por De Librum Tremens narra, además, la forma en que ocurrieron los sucesos alrededor de este hombre, que no es, sin embargo, el personaje central de la novela. No obstante, la autora se ha documentado debidamente con abundante bibliografía, entre la que ella destaca la obra de Karl Friedrich Henningsen, el oficial inglés que luchó junto a Zumalacárregui. Aquí han tenido Sigue leyendo ¿De qué murió el general Zumalacárregi?

La muerte negra

Navarra sufrió en 1348 la primera epidemia de peste que, desde entonces y hasta el siglo XVII, asolaría de forma periódica los territorios vascos

Peio J. Monteano. VILLABA-ATARRABIA.

HOY en día, apenas algunas expresiones coloquiales dan una borrosa idea de la peste: «echar pestes», «temer algo más que a la peste», «apestar», etc. Y es que el paso del tiempo ha hecho olvidar el extraordinario papel que esa enfermedad ha tenido en nuestra historia.

La peste no es sino una infección producida por un bacilo pequeño y redondeado aislado por primera vez en 1894. Propia de los roedores como la rata doméstica, puede pasar a los humanos a través de sus pulgas o incluso por vía respiratoria. Una vez contagiada, se presenta en tres formas. La más frecuente es la bubónica, caracterizada por la aparición de bultos en ingles y axilas y de manchas oscuras. La facilidad de su contagio y la elevada mortalidad justifica el pánico que siempre despertó entre la gente.

En los últimos años han aparecido varios estudios sobre el impacto de esa enfermedad en el País Vasco, pero sigue siendo Navarra el territorio que cuenta con una información más antigua y completa gracias a sus extraordinarios fondos documentales. De ahí que lo utilicemos como guía para extraer unas conclusiones que, en lo fundamental, son extensibles al resto del país.

Aunque existen testimonios de pestes durante los llamados siglos oscuros, todo comenzó a mediados del siglo XIV. Sin duda, aquel viajero -poco importa ahora que fuera peregrino, mercader o simple campesino- que allá por la primavera de 1348 recorría los caminos navarros llevando en su cuerpo el mortal bacilo de la peste no podía ni imaginar que estaba a punto de abrir una nueva y terrible edad en la historia de nuestra tierra. Porque es forzoso reconocer que la plaga y la lucha contra ella condicionó la vida de los navarros y del resto de los vascos y europeos durante casi cuatro siglos. Todo habitante de este país que alcanzase los veinticinco años -una duración de vida bastante habitual- pasaría al menos una vez por la traumática experiencia de convivir con la amenaza de la epidemia.

La Era de la Peste

Como decimos, la caja de los truenos se abrió en 1348. Tras varios siglos de crecimiento, Navarra era por entonces un mundo lleno y hambriento. Sus campos no volverían a estar tan poblados hasta el siglo XIX. Desde sus cuarteles asiáticos y siguiendo la ruta del norte de los Pirineos, la enfermedad llegó Sigue leyendo La muerte negra