Nacionalismo y Derecho vasco

En las difíciles condiciones marcadas por la actividad política de la Segunda República, la Guerra Civil y el posterior exilio, una generación de juristas vascos conformó una ‘escuela vasca del derecho’ desde la que impulsó el estudio del Derecho civil foral vasco.

Un reportaje de Andrés Urrutia

Existe en la historia vasca toda una generación de juristas que fueron educados en el nacionalismo vasco posterior a Sabino Arana, y que tuvieron una concepción clave en cuanto al Derecho civil foral vasco. Los nombres de Jesús María de Leizaola, Manuel de Irujo, Federico de Zabala y Allende, Francisco Javier de Landaburu y/o Jesús de Galíndez, son lo suficientemente significativos de un esfuerzo intelectual que alguna vez se ha definido como el de una escuela vasca del derecho, no tanto entendida en el sentido universitario actual, sino en el de una corriente coherente de pensamiento en el ámbito del derecho vasco.

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El propio Sabino Arana intervino en la formación de la Comisión Especial de Codificación de Vizcaya, a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, y en el proyecto de reglamento para la constitución de un Centro Jurídico (1896), formado por juristas y que tenía por objeto el estudio tanto del Derecho público como privado de Bizkaia y, especialmente, lo relativo a la troncalidad, la comunicación de bienes, la libertad de testar, el poder testatorio y otros, así como la dualidad legislativa existente en Bizkaia.

Con fecha 1 de julio de 1914, desde el diario Euzkadi se le dirige una carta a Luis Arana, a los efectos de reunir a los abogados nacionalistas para tratar del tema de la extensión territorial del Fuero de Vizcaya, en la que se cita a Aureliano Galarza como especialista en la materia. El propio Aureliano Galarza, presidente de la Comisión, había escrito en 1917 en el diario Euzkadi un texto sobre el Apéndice Foral de Vizcaya y había resumido la historia del Proyecto de Apéndice en dicho artículo.

Federico de Zabala continúa interesándose por el tema y en relación con las fincas de naturaleza indivisible, durante 1926, dirige una carta al propio Jesús María de Leizaola para intentar en la línea del Congreso de Oñate conciliar la troncalidad vizcaina con la indivisibilidad de la finca y la constitución de un patrimonio familiar agrario, todo ello con unas características que acaba formulando Chalbaud en un informe dirigido al Ministerio de Trabajo del Gobierno de España que había iniciado una serie de informaciones públicas sobre la materia.

Todas estas iniciativas convergen en la época de la Segunda República en la intervención de Jesús María de Leizaola, diputado del Partido Nacionalista Vasco en las Cortes republicanas, que se preguntó en dichas Cortes el año 1932 por la relación entre el Código civil español y los derechos civiles forales o especiales y ratificó así una línea de trabajo que había iniciado con sus publicaciones Sobre la libertad absoluta de testar en Euskadi u Ondasunak, jabeak hil ondoren (1923) y que culminó en 1935 con su ensayo La contribución de los vascos a la formación y a la ciencia del derecho.

Ciertamente, esa generación se vio cortada en su esfuerzo por sus responsabilidades en el Gobierno vasco (1936-1937) que les llevaron al exilio, tras la Guerra Civil, pero no a la pérdida de interés por el tema de Derecho civil foral vasco. Dentro de esa generación, son tres los juristas que en el exilio republicano reflexionaron sobre el Derecho civil vasco en ese duro período, tanto vital como profesionalmente hablando, que supusieron los años cuarenta y cincuenta del exilio vasco.

Esos tres nombres son Jesús de Leizaola, Manuel de Irujo y Jesús de Galíndez. Los tres son el contrapunto al proceso compilatorio que tuvo lugar en la posguerra española.

Fijada así la posición del nacionalismo vasco sobre los derechos civiles forales o especiales, el siguiente punto de inflexión es el que se refiere a Manuel de Irujo, ministro de Justicia del Gobierno de la República, cuya actuación al frente de dicho Ministerio favoreció la supervivencia de estas ideas a través de un trabajo publicado en 1944 bajo el título Instituciones Jurídicas Vascas, hoy un clásico en esta materia.

congreso de biarritz (1948) La Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza celebró en 1948, ya en el exilio y en Biarritz, el VII Congreso de Estudios Vascos. En aquel Congreso, Manuel de Irujo presentó un trabajo que recogía su visión sobre el estado de las legislaciones civiles en España en 1948. Tras una descripción del estado en la cuestión, Irujo aborda la convocatoria del Congreso Nacional de Derecho Civil de Zaragoza de 1946 con un tinte muy crítico a pesar de que los resultados sean del agrado de Irujo.

Esa línea se extiende a los acontecimientos posteriores, especialmente las protestas en Cataluña, y desciende al tema del País Vasco, en el que engloba a Bizkaia, Araba y Nafarroa, únicos territorios vascos que en aquel momento tenían redactado un proyecto de Apéndice foral al Código Civil español. Su conclusión es agridulce, ya que, según él, es necesaria «una garantía de que al hacerlo no se aprovechará la ocasión por los centralistas para entrar a saco en los derechos civiles forales y reducirlos a unos cuantos artículos visados en el Código civil».

comisión de baiona (1947) Lo cierto es que el tema del Derecho civil vasco ya había preocupado a los juristas vascos en el exilio y al Gobierno vasco de forma continua y el Secretariado del Partido Nacionalista Vasco en el exilio convocó el 24 de abril de 1947, en Baiona, a un grupo de juristas vascos para constituir la Co- misión de Estudios político-jurídicos. Fue precisamente esta Comisión, que celebró su primera reunión el 30 de abril de 1947, la que se le indicó como destinataria, según se le comunica a Jesús de Galíndez, por carta de fecha 18 de marzo de 1948, de su Proyecto de bases para un Fuero Civil Vasco.

Congreso de Roma (1950) Un hito importante dentro del exilio vasco será la celebración en Roma los días 8 a 16 de julio de 1950, del Congreso Internacional del Derecho privado, auspiciado por el Instituto Internacional para la Unificación del Derecho privado. Irujo y Leizaola preparan una serie de trabajos sobre la unificación del Derecho privado y de forma más específica sobre la mujer en el Derecho vasco, según un texto del siglo XII (Leizaola), y actúan a requerimiento de Estanislao de Aranzadi, que desde Pamplona informa de la asistencia al Congreso de una delegación española encabezada por Federico de Castro, defensor de la unidad del Derecho privado español, quien ve en cualquier atisbo de Derecho foral trazos separatistas. Propone el envío de una comisión vasca, frente a la comisión española, y narra como no ha sido posible que la Diputación de Navarra mande su delegación.

COMPILACIÓN DE DERECHO NAVARRO Fue precisamente Nafarroa, la que en 1973 aprobó la última de las Compilaciones que tenían su origen en el Congreso Nacional de Derecho Civil de Zaragoza. No debió ser del agrado de Irujo, que remitió a la Diputación de Navarra un telegrama en términos poco dudosos de su protesta.

EL PROYECTO DE GALÍNDEZ El tercer jurista en liza en el tema de la legislación civil foral vasca es Jesús de Galíndez. Sus trabajos en materia de Derecho civil foral vasco son los más extensos en el campo del Derecho civil vasco. Pueden citarse, entre otros, El Derecho vasco (1947) y La tierra de Ayala y su fuero (1957). Pero el más destacado en cuanto a las iniciativas en el campo legislativo en materia de Derecho civil foral vasco es el Proyecto de bases para la redacción de un Derecho Civil Vasco (1945-1948), redactado por encargo del Gobierno vasco, trabajo que sirve de contrapunto al proceso que en paralelo sigue la Compilación de Derecho Civil Foral de Vizcaya y Álava en el País Vasco, bajo el régimen de Franco. Galíndez se plantea en primer lugar el encaje entre un proyecto como este, unitario para toda Euskal Herria, y la supervivencia del Derecho civil vasco, escrito y consuetudinario, de los territorios forales. Es un proyecto de bases, no articulado, por las razones que expone Galíndez y a realizar en dos fases, recogiendo tanto el Derecho tradicional vasco como las nuevas instituciones, y se orienta por el Derecho sajón y no por el Derecho latino. Se usa la denominación tradicional de Fuero en lugar de Código, en consonancia con el ámbito de aplicación que se predica.

Galíndez se encuentra aquí con un tema fundamental, todavía no resuelto por el Derecho civil vasco. Donde hoy hablamos de vecindad civil vasca, Galíndez habla de ciudadanía, pero no se empecina en las palabras. Para decirlo en sus términos: «Importa más el contenido que el nombre».

Respecto al testamento, la regulación del testamento recoge el Derecho histórico vasco, con el testamento por comisario, aunque no el mancomunado. En materia de sucesiones, se hace una defensa valiente de la libertad de testar absoluta e introduce una serie de reformas importantes, que el propio Galíndez enumera, sabiendo que no son temas fáciles, tales como el papel activo de los jueces, la forma civil y religiosa del matrimonio, la admisión del divorcio, el régimen de los hijos naturales, la función social de la propiedad, el reflejo en la sucesión intestada de la testamentaría…

En suma, toda una concepción nueva e innovadora, una visión del Derecho civil que rompe moldes (probablemente por ser de lege ferenda) y que permite vislumbrar otra perspectiva para el Derecho civil vasco en los años cuarenta del siglo pasado. Para muchos, simples deseos. Para otros, toda una enseñanza, especialmente para los que sentimos una preocupación por el Derecho civil vasco y por el alumbramiento de soluciones de futuro que ya estuvieron dibujadas hace más de medio siglo.

Los vascos en el movimiento europeo

A principios del siglo XX los vascos acogieron positivamente los proyectos paneuropeístas y federalistas, ya que apreciaron en ellos un camino para hermanar pueblos -conservando sus identidades- y superar los conflictos mediante bloques federales en todos los continentes, especialmente para llegar a una unión europea

Telesforo Monzón, Manuel Campomanes, Jesús Mª de Leizaola y Gonzalo Nardiz; sentados: Ambrosio Garbizu, José Antonio Agirre y Paulino Gómez. Varios de ellos participaron en las actividades federalistas.

En la II Guerra Mundial los movimientos de las resistencias coincidieron en la defensa de valores como la cooperación internacional, el europeísmo y federalismo. Los vascos, desde el exilio, respaldaron tales propuestas participando en la Unión Cultural de los Países de la Europa Occidental (1942) y Federal Union (1944), con la esperanza de que una Europa federal se convirtiera en realidad. Percibiendo que el mundo se orientaba hacia la interdependencia, trataron de contribuir a que en el nuevo orden internacional se considerase una integración política de carácter federalista, pues esta sería garante de la paz y del pleno desarrollo de los pueblos pequeños en todos los ámbitos.

En la postguerra la orientación europeísta y federalista vasca se puso de manifiesto con la intervención en la Unión Europea de Federalistas y en el Congreso Federalista de Luxemburgo (1946). En París, en marzo de 1947, se constituyó el Movimiento Federalista Vasco. Su fin era reunir a los vascos de «ideas federalistas» y promover la «realización de las doctrinas federalistas en todos los niveles de la escala de valores, comenzando en el individuo y pasando por el Municipio, la Nación, el Estado, para llegar a una Federación Europea como elemento constitutivo de una Confederación Mundial». Fue apoyado por el PNV, ANV, PSOE e IR, siendo la primera organización federalista vasca de carácter plural, origen del actual Eurobask.

Fue decisivo en el proceso federalista europeo la formación en 1947 del Comité Internacional de Coordinación de los Movimientos por la Unidad Europea, que propició la celebración del Congreso de Europa (La Haya, 1948). Las resoluciones adoptadas tuvieron como consecuencia la constitución del Movimiento Europeo (1948), Consejo de Europa (1949) y la elaboración de la Declaración Schuman (1950).

A La Haya (mayo de 1948) asistieron varias personalidades vascas: José Antonio Aguirre (lehendakari del Gobierno vasco en el exilio), Indalecio Prieto (PSOE), Francisco Javier de Landaburu (PNV), Juan Carlos Basterra (ANV) y Lezo de Urreztieta (sector jagi-jagi). Acudieron como observadores pero, tras una laboriosa acción diplomática y la colaboración de varios movimientos federalistas, se elevó su categoría a la de delegados de pleno derecho, convirtiéndose en cofundadores del Movimiento Europeo, constituido el 25 de octubre de 1948 en Bruselas. Sus presidentes de honor fueron Winston Churchill, Léon Blum, Paul-Henri Spaak y Alcide De Gasperi, distinguiéndose posteriormente con idéntico rango a Robert Schuman, Konrad Adenauer, Richard Coudenhove-Kalergi y Harold MacMillan.

Por razones estatutarias del Movimiento Europeo, José Antonio Aguirre y Salvador de Madariaga acordaron crear un organismo de índole estatal para adherirse al mismo. Así se fundó el Consejo Federal Español del Movimiento Europeo el 7 y 8 de febrero de 1949 en la Delegación del Gobierno vasco en París. Quedó formado por el grupo español del Movimiento Socialista por los Estados Unidos de Europa, grupo español de la Unión Liberal Europea, Consejo Catalán y Consejo Vasco. La Comisión Ejecutiva contó con cuatro vicepresidentes: Rodolfo Llopis por los socialistas, Julio Just por los liberales, Carles Pi i Sunyer por los catalanes y Manuel Irujo por los vascos. De secretario general ejerció José María Lasarte, que combinó esta tarea con su cargo de consejero del Gobierno vasco. En el primer listado de miembros del Consejo Federal remitido al Movimiento Europeo aparecen veinticuatro personas, de ellas nueve vascas: Manuel de Irujo, José María Lasarte, Francisco Javier de Landaburu, José Ramón Basterra, Julián Arrien, Jesús María Leizaola, Julio Jauregui, Iñaki Aguirre y Ramón María Aldasoro. En sus memorias Madariaga reconoció la generosa contribución vasca a la creación del Consejo Federal, valorando la actuación de los vocales y personas que asumieron cargos, así como la cesión del local por parte de la Delegación vasca en París.

Consejo Vasco El 1 de febrero de 1951 se constituyó en París el Consejo Vasco por la Federación Europea, también en la Delegación vasca, con el objetivo de articular definitivamente el organismo. Fue gestado entre 1949 y 1950, siendo formalizado a principios de 1951. Podrían pertenecer al mismo todos los «ciudadanos vascos demócratas» que lo solicitaran y cuya admisión fuera aceptada.

Se estructuró con nueve grupos: Movimiento Federalista Vasco, Nuevos Equipos Internacionales, Movimiento Socialista Vasco por la Federación Europea, Unión Europea de Federalistas, Consejo Federal de Minorías y Regiones Europeas, Unión Liberal Internacional, Juventudes Federalistas, Sección de Jóvenes de los NEI y Trabajadores Cristianos por la Europa Unida. El presidente fue Gonzalo Nardiz (ANV, consejero del Gobierno vasco) y los tres vicepresidentes Jesús María Leizaola (PNV, consejero del Gobierno vasco, por el Equipo Vasco de los NEI), Laureano Lasa (PSOE, secretario del Movimiento Socialista Vasco por la Federación Europea) y José María Lasarte (PNV, consejero del Gobierno vasco, por la Unión Europea de Federalistas). De secretario ejerció Francisco Javier de Landaburu (PNV, por el Consejo Federal de Minorías y Regiones Europeas) y de delegado en el Consejo Federal Español Ramón María de Aldasoro (IR, consejero del Gobierno vasco, por la Unión Liberal Internacional). De la propaganda fue responsabilizado Manuel Irujo (PNV, por el Movimiento Federalista Vasco). Completaban la Junta cinco vocales: Iñaki Renteria (PNV, por las Juventudes Federalistas), Ramón Agesta (central sindical ELA-STV, por los Trabajadores Cristianos por la Europa Unida), Iñaki Aguirre (PNV, por la Sección de Jóvenes de los NEI), Víctor Gómez (PSOE, por el Movimiento Socialista Vasco por la Federación Europea) y Julio Jauregui (PNV).

En los años cincuenta se dinamizaron varios grupos europeístas en España alentados desde el exilio. Los vascos colaboraron en su constitución en diversas ciudades del Estado. En 1952 el Consejo Vasco decidió: «La creación de dos Consejos, uno público y oficial (…), y otro secreto y confidencial». Aunque su actividad fuera limitada, el Consejo Vasco en su sección del interior fue impulsado a partir de 1953.

La confluencia de esfuerzos entre el exterior e interior se plasmó en una reunión aprovechando el IV Congreso del Movimiento Europeo Internacional convocado en Munich (7 y 8 de junio de 1962). Se quería responder a la solicitud de ingreso en las Comunidades Europeas presentada en febrero de ese año por la España franquista. Con los buenos oficios del secretario general Robert Van Schendel y otros dirigentes del Movimiento Europeo, se llamó a un encuentro previo los días 5 y 6 de junio. Los invitados llegaron del exilio y del Estado español, representando a diferentes sensibilidades opositoras, lo que conllevó que Franco lo denominara el Contubernio de Munich. Asistieron en torno a ciento veinte delegados, de ellos unos ochenta del interior. Por parte vasca el grupo se compuso de 34 personas, catorce exiliados y veinte procedentes del interior. El texto aprobado fue respaldado por el Movimiento Europeo en su Congreso. Se exigía que la admisión de España en las Comunidades Europeas estuviera condicionada al establecimiento de «instituciones democráticas» y, entre otros puntos, al «reconocimiento de la personalidad de las diversas comunidades naturales». Estaba en línea con el Informe Birkelbach, presentado en enero de 1962 en la Asamblea Parlamentaria Europea, que advertía que para ingresar en las Comunidades Europeas, además de otros requisitos, era necesario cumplir unos mínimos criterios democráticos.

El Congreso de Munich supuso un espaldarazo para la oposición antifranquista. Como afirmaba Javier Tusell, «el acontecimiento quizá más relevante y, desde luego, más público en la vida de la oposición democrática, desde mediados de la década de los cincuenta, y el que producirá tal conmoción que se le puede considerar como determinante de una nueva fase en su historia». El régimen intentó dificultar el evento y reaccionó duramente en el terreno político y represivo. La repercusión internacional de lo acontecido fue notable.

Durante los años sesenta y setenta, con altibajos, siguieron las actividades. Entre 1973 y 1976 Manuel Irujo asumió la presidencia del Consejo Federal. Éste fue reestructurado en las tendencias socialista, liberal y demócrata-cristiana y los Comités Vasco, Catalán y Gallego. El organismo fue trasladado desde París a Madrid y comenzaron las acciones públicas. Con la llegada de la democracia se siguió participando en el movimiento europeo, pero en el caso vasco se advirtió la necesidad de crear una nueva estructura en Euskadi que retomara los trabajos llevados a cabo desde el exilio.

Relanzamiento En los noventa se reimpulsó el Consejo Vasco. El 18 de abril de 1994 en un acto en el Parlamento Vasco en Vitoria-Gasteiz con representantes de los partidos políticos EAJ/PNV, PSE-EE, EA, PP, EUE y UA se produjo el relanzamiento del ahora denominado Consejo Vasco del Movimiento Europeo. Se definía como «una asociación voluntaria, pluralista, multipartidista e independiente de organizaciones y personas, con personalidad jurídica propia, reflejo de la diversidad profesional, ideológica y política de la sociedad vasca». Sería miembro, como lo había sido en décadas anteriores, del Movimiento Europeo Internacional (MEI) y del Consejo Federal Español del Movimiento Europeo (CFEME). Entre sus fines se fijaron: potenciar las relaciones de Euskadi con otros pueblos, regiones y nacionalidades; difundir en la sociedad la necesidad de una Europa unida y respetuosa con su diversidad; mantener los ideales democráticos y la dinamización social y política de la construcción de la Unión Europea; y potenciar la participación de los ciudadanos en las elecciones e instituciones europeas. Quedó formada una comisión, integrada por representantes de los partidos políticos, haciéndose un llamamiento a colaborar en el proyecto a todo tipo de entidades y a la ciudadanía vasca. La I Asamblea General se celebró en octubre de 1997. A partir de 2006 el Consejo Vasco del Movimiento Europeo pasó a denominarse Eurobask.

En 2010, se cumplen casi 60 años desde su constitución oficial y dieciséis desde su relanzamiento. El balance no puede ser más positivo. En estos últimos años, Eurobask ha conseguido reunir en su Asamblea a más de 100 miembros y ha trabajado a favor de la unidad europea mediante la organización de más de 120 congresos, jornadas, debates y conferencias, y la convocatoria de decenas de premios dirigidos a los sectores educativo, universitario, instituciones, medios de comunicación y sociedad vasca en general. En cada una de sus iniciativas Eurobask ha prestado especial atención a los temas con mayor incidencia para Euskadi. Todo ello ha contribuido a que los vascos mantengan su firme compromiso europeo y su activa participación en el Movimiento Europeo Internacional durante los últimos 60 años.

Comenzado el siglo XXI los vascos, un pueblo milenario presente en la construcción europea desde sus inicios, deseamos renovar el compromiso con la construcción de una Europa unida desde la paz, la libertad, la democracia, la diversidad y la solidaridad. Frente a los nuevos desafíos y dificultades políticas, económicas, culturales, sociales y ecológicas que conlleva la globalización, demandamos más Europa.

Los nobles ideales que hicieron posible la reconciliación europea deben transmitirse a las nuevas generaciones, ya que sólo conociendo los sacrificios, inteligencia y humanismo de aquellos vascos pioneros en el europeísmo, serán los jóvenes conscientes tanto del valor de una Unión Europea capaz de haber superado el sufrimiento de las guerras fratricidas y los regímenes no democráticos, como de la necesidad de tomar el testigo en la defensa de la democracia, libertad, justicia social, diversidad y respeto a los derechos humanos de todas las personas. El europeísmo, esa formidable utopía de paz, reconciliación y libertad, es un lugar de encuentro que ha unido, une y unirá a todos los vascos. Por ello, desde Eurobask, homenajeamos a todos los que han hecho posible que un pueblo pequeño haya estado presente en el desarrollo de uno de los proyectos más fascinantes de la historia de la humanidad: la Europa Unida.

El viaje clandestino de un lehendakari a Gernika

Se cumplen cuarenta años de la audaz visita que realizó a Gernika el lehendakari Jesús María de Leizaola, tras pasar 37 años de exilio, para tomar parte en la celebración del Aberri Eguna de 1974

Un reportaje de Luis de Guezala

Volver,
con la frente marchita,
las nieves del tiempo
platearon mi sien.
Sentir, que es un soplo la vida,
que veinte años no es nada,
que febril la mirada
errante en las sombras
te busca y te nombra.
Vivir,
con el alma aferrada
a un dulce recuerdo,
que lloro otra vez.

Es muy posible que a Jesús María de Leizaola le viniera a la cabeza la melodía y la letra de este tango, que cantara Carlos Gardel, mientras miraba por las ventanillas del coche que le llevaba a Bilbao. Conducido el vehículo por Primi Abad, tras haber cruzado clandestinamente la muga, Leizaola veía de nuevo el paisaje de Gipuzkoa y Bizkaia tras, no ya veinte años, sino, casi el doble, nada menos que 37.

Jesús María de Leizaola es un personaje histórico muy singular. Recordado como miembro del Gobierno vasco presidido por José Antonio Agirre y luego como sucesor suyo y segundo lehendakari durante dos décadas hasta el final del franquismo, su imagen como político y erudito es quizás la que más ha trascendido. Pero fue también, en mi opinión, aunque pueda parecer contradictorio, un hombre de acción.

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En 1922 su protesta ante una visita del rey de España, Alfonso XIII, con una pancarta en la que reivindicaba la creación de una Universidad Vasca, le supondría ser apresado y conducido por la Guardia Civil, ¡a pie y esposado! nada menos que desde Gernika hasta Amorebieta.

Quince años después, como recordara recientemente en esta misma sección Xabier Irujo, fue el último miembro del primer Gobierno vasco en abandonar Bilbao momentos antes de su ocupación por el ejército franquista. Consiguiendo, al arriesgar de esta manera su vida, que fueran respetadas las de los centenares de prisioneros fascistas y de derechas que fueron liberados, así como que Bilbao no fuera incendiada ni destruida. Como dijera de él George Steer: «Sería difícil exagerar el valor y la sangre fría de Leizaola aquella noche».

Y, cuatro décadas después, volvía a protagonizar un acto insólito, de resistencia a la dictadura del general Franco, siendo ya casi octogenario. Arriesgándose de nuevo para poder rendir homenaje al Árbol de Gernika como lehendakari, burlando a su vieja enemiga, la Policía española. La idea parece ser que fue de Iñaki Durañona, transmitida a Martín Ugalde y Mikel Isasi, y este último se la comunicó a Fede Bergaretxe, responsable de la Resistencia vasca y miembro del Euzkadi Buru Batzar de EAJ/PNV. Cuando éste transmitió la idea al resto del EBB, al principio fue general la opinión de que era una ocurrencia descabellada, pero Fede Bergaretxe y Txomin Saratxaga fueron convenciendo al resto hasta lograr la aprobación por parte de Juan de Ajuriaguerra, con la condición de que se asegurara que no hubiera ningún riesgo en los pasos de la frontera.

Algunos años después, Imanol de Aberasturi recordaba y podía hacer pública, tras la muerte del dictador, en la revista Euzkadi, la sorpresa que a él y a otros abertzales convocados para aquel día en Gernika, les había supuesto ver aparecer allí al lehendakari Leizaola.

De Bera a Getxo Tres antiguos gudaris, Primi Abad, Deunoro Totorika e Hilario Zubizarreta habían acompañado el día anterior a Jesús María de Leizaola en su paso clandestino de la muga por Bera, tras un intento fallido por Behobia, y en su viaje hasta Bilbao. Allí Fede Bergaretxe aparcó en la puerta de la basílica de Begoña junto al coche en el que había venido Leizaola. El lehendakari pasó discretamente de un coche a otro sin que nadie se percatara de su identidad, siendo las nueve de la noche y coincidiendo con el final de la misa del sábado de Gloria.

De allí se dirigieron, por el puente de la Salve, hasta Deusto. Pasaron por donde se hallaba el antiguo astillero Euskalduna llamando la atención de Leizaola los numerosos barcos de gran tonelaje allí atracados. Al llegar a la altura de Altos Hornos, pidió parar el coche para contemplar toda la zona de la margen izquierda y el complejo industrial («nuestra gran fuente de riqueza» -dijo-) que su actuación decidida al final de la guerra había conseguido salvar.

El vehículo llegó finalmente hasta la casa en Algorta de Sabin Zubiri, que le esperaba en el garaje con la puerta abierta para cerrarla en cuanto entrara en él. En la casa le esperaban, junto a la familia Zubiri, Juan de Ajuriaguerra y Luis Mari Retolaza, así como varios periodistas extranjeros, entre ellos el redactor de Le Monde Dominique Puchin, reunidos para que la noticia de su presencia tuviera, posteriormente, reflejo internacional.

Al día siguiente, domingo de Resurrección y Aberri Eguna, Leizaola se dirigió a Gernika, pasando por Larrabetzu y Amorebieta. Llegó a la villa veinte minutos antes de lo previsto, lo que le permitió visitar en Sukarrieta la tumba donde en su día habían reposado los restos de Sabino de Arana. Al volver a Gernika, a las doce del mediodía, la Casa de Juntas se encontraba cerrada, pero los miembros de la Resistencia lograron convencer al bedel de la misma para que la abriera, argumentando que venía una persona ausente muchos años que quería ver el Árbol.

Imanol de Aberasturi recordaba el gran impacto que le produjo ver allí al lehendakari. «Solo ante el Árbol, erguido, aquel anciano de 80 años, representaba para todos los asistentes la prueba fehaciente de que Euzkadi vivía, que nuestro Gobierno estaba en la lucha y que no cedería hasta ser reconocida su personalidad».

Sin llamar la atención Para evitar llamar la atención se había extendido la consigna de que no se profiriera ningún grito. Un coche estaba preparado para, en caso de necesidad, emprender la huida, pero al final no hizo falta. Con solo diez minutos de retraso sobre el horario programado, Fede Bergaretxe volvió a arrancar su coche para llevar al lehendakari hasta el grupo que volvería a ayudarle a pasar la muga.

Al poco de salir de Gernika tuvieron lo que Bergaretxe definió como un «contratiempo», pero que era en realidad el tiempo o la Historia que les salía al camino por el que iban. Al atravesar el cruce de Zugaztieta que lleva a Montecalvo y al Balcón de Bizkaia, el anciano lehendakari recordó su detención y conducción por la Guardia Civil por aquella misma carretera, a pie y esposado, cuando era joven. Pidió parar junto a una pequeña ermita y, para desesperación de su chófer, se dirigió a ella.

Tengo miedo del encuentro
con el pasado que vuelve
a enfrentarse con mi vida.
Tengo miedo de las noches
que, pobladas de recuerdos,
encadenen mi soñar.

Al final llegaron a Autzagane, donde Leizaola volvió a reunirse con el grupo de sus antiguos gudaris, con media hora de retraso. En esta ocasión volvieron a Iparralde por el paso fronterizo de Behobia. De allí fueron a Donibane Lohizune, al frontón Jai-Alai de esta localidad donde se había organizado una comida para celebrar el Aberri Eguna. Las primeras palabras al dirigirse a los que le esperaban causaron sorpresa y entusiasmo: «¡Vengo de Gernika!». El plan había salido perfectamente. La Policía española se excusaría diciendo que Leizaola no había estado realmente en Gernika y que todo había sido un montaje. Desde la izquierda abertzale se argumentaría que el viaje se había realizado en connivencia con la Policía española. Aun así, Telesforo Monzón enviaría un mensaje de felicitación a su antiguo compañero de Gobierno.

El periodista francés, que le había acompañado en su regreso a Iparralde, le preguntó, al despedirse, lo que había sentido al regresar ante el Árbol de Gernika y Leizaola respondió: «Que había venido a Gernika para explicar a los jóvenes que hacía casi 37 años que se había constituido el primer Gobierno de Euzkadi, que este Gobierno creó el Ejército vasco, a base de las milicias populares, que creó la Universidad vasca, empezando por la de Medicina y oficializó la bandera vasca. Que el Gobierno había cumplido su misión y que ahora correspondía a los jóvenes el seguirla, mejorándola y perfeccionándola». Cinco años después Leizaola regresaría a Hegoalde, pero ya no de forma clandestina. Recibido multitudinariamente en el campo de fútbol de San Mamés, regresó para pasar el testigo a otro nacionalista vasco mucho más joven, Carlos Garaikoetxea, que presidiría el primer Gobierno vasco elegido tras la dictadura franquista.

Pero el viajero que huye,
tarde o temprano detiene su andar.
Y aunque el olvido que todo destruye, haya matado mi vieja ilusión,
guarda escondida una esperanza humilde,
que es toda la fortuna de mi corazón.

Monika Lekunberri: andereño de varias generaciones en Galdakao

Varias generaciones de galdakoztarras dieron sus primeros pasos educativos de la mano de la andereño Monika Lekunberri, impulsora de la ikastola de este pueblo en tiempos muy difíciles para el euskera y la cultura vasca.

Un reportaje de Gregorio Arrien

EL próximo día 4 de mayo se cumplen cien años del nacimiento de la ilustre pedagoga de Galdakao Monika Lekunberri, y con ocasión de este aniversario queremos dedicarle un especial escrito de recuerdo y gratitud, basado en gran parte en el libro recientemente elaborado sobre la ikastola de Plazakoetxe, Leizaola’tar Karmel Euzko Ikastola, un centro muy querido para ella ya que en el mismo se dio a conocer como una destacada educadora.

Nuestra protagonista era hija de Genaro Lekunberri Castillo y de Romana Uriona Hormaechea. En realidad, la familia Lekunberri constaba de cuatro hijos, dos chicos (Juan e Hilario) y dos chicas (Monika y Gloria). Su padre se desempeñaba como correo entre las oficinas de la Cantábrica y la Dinamita. En otra parte, concretamente en un documento de 1946 -relativo a la Declaración Jurada sobre Plus de Cargas Familiares-, se dice, simplemente, que su padre era empleado de la empresa Pólvoras y Artificios S.A., con el cargo o categoría de subalterno-diversos.

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Monika terminó la carrera de Magisterio en la Escuela Normal de Maestras de Bilbao. Tras obtener una plaza de irakasle con 20 años, tuvo la oportunidad de compartir una innovadora experiencia educativa en la nueva Escuela vasca, y este hecho influyó de manera favorable en el futuro de su vida. En los años de la II República, pese a las dificultades existentes en la educación religiosa y otros aspectos, existían también en el país oportunidades e iniciativas nuevas en materia de enseñanza y euskera; y así en Galdakao, los amigos de la cultura vasca aprovecharon el momento para impulsar el estudio y difusión de la lengua vasca, creando en 1931 la asociación Euzkerearen Adiskideak, precursora de la primera ikastola.

En la nueva Ikastola Tras abrirse este centro de Galdakao en abril de 1934 con las suscripciones de abertzales del lugar, los finales de curso se clausuraban con gran concurrencia de público, misa por el descanso de los socios fallecidos de la ikastola, reparto de premios, discursos, cánticos vascos, premios, dulces, etc. En la clausura del curso, a principios de agosto de 1935, a la que asistieron los niños de la escuela acompañados de sus profesoras, así como de los miembros de la Junta de Gobierno de la ikastola, amén de los padres, parientes y amigos de los escolares, el presidente de la Junta de Gobierno de la Escuela vasca, Melchor Ugarte, aprovechó la ocasión para poner de relieve la obra realizada durante el curso por los alumnos, los evidentes progresos académicos y la gran labor instructiva y educativa alcanzada. Se refirió en concreto a la labor realizada por la irakasle Monika Lekunberri, quien con su saber, su esfuerzo y su entusiasmo, se había hecho acreedora a los elogios de todos.

Por lo demás, en la vida de Monika Lekunberri hay otras facetas de cierta relevancia, además de sus actividades estrictamente escolares. Paralelamente a su labor docente y bastante relacionada con la misma, tuvo un par de actuaciones dignas de ser mencionadas. De una parte, ejerció como secretaria de Emakume Abertzale Batza (EAB) de la localidad, una entidad que llegó a contar con 198 afiliadas en 1933. Y de otra, se dedicó a escribir en los periódicos, si bien su producción en este campo es muy limitada. Según algunos autores, publicó unos pocos escritos tanto en euskera como en castellano. En castellano, escribió en Euzkadi (4-5-1935) sobre el Nacimiento y función de la Escuela Vasca, artículo en el que se repiten muchas de las ideas difundidas por Euzko-Ikastola-Batza (Federación de Escuelas Vascas), de la que formaba parte el centro que estamos comentando.

Para atender al creciente número de alumnos en la Escuela vasca -en 1936 frecuentaban sus aulas 64 niños y niñas-, trabajaban junto con Monika su hermana Gloria y la andereño Rosa Lekerika, natural de Morga. Los sacerdotes Romualdo Garibi y Tomás Larrinaga, ambos coadjutores de la parroquia de Santa María, impartían las clases de Religión. Larrinaga, que era un destacado músico y organista de la parroquia, se encargaba también de la dirección de cantos de la ikastola. Es conveniente saber que en los centros organizados por Euzko-Ikastola-Batza se impartían todas las materias de la enseñanza primaria de entonces, pero adecuándolas a las características vascas de los niños y con unos horarios y materiales adaptados a las exigencias de la institución, todo con el objeto de lograr una mayor eficacia docente y educativa.

En el barrio de Plazakoetxe La decisión de ubicar la escuela en este barrio fue tomada por el Comité Pro Escuela Vasca, de la que formaban parte Karmelo Leizaola (presidente) y Jenaro Egileor (secretario), además de los representantes de las entidades locales de Emakume Abertzale Batza, Juventud Vasca y el PNV. Plazakoetxe, que no contaba con un centro escolar, era una de las zonas más populosas de la localidad, y con un fácil acceso desde los cercanos barrios de Iberluze, Tximelarre, Lasao y otros.

Karmelo Leizaola, químico de profesión y hermano del futuro lehendakari Jesús M. Leizaola, falleció en un viaje por Sudamérica en 1935. Jenaro Egileor, por su parte, era un notable escritor y periodista, que tras la Guerra Civil se exilió primero en Francia y después en Venezuela, donde murió en 1963. Ambos fueron los principales promotores de la conocida asociación cultural Euzkerearen Adiskideak y promotores también de la ikastola del lugar.

En cuanto a su nombre, el centro escolar se llamaba inicialmente Escuela vasca; pero tras la prematura muerte de Karmelo Leizaola, en su memoria y homenaje se colocó sobre la puerta de entrada una placa de mármol con la inscripción Leizaola´tar Karmel Euzko Ikastola. Este acto tuvo lugar a principios de 1936.

Impedimentos para la docencia En julio de 1936, gracias a una beca del Ayuntamiento, Monika asistió, en Donostia, a los cursos de verano organizados por la Sociedad de Estudios Vascos-Eusko Ikaskuntza, acompañando al periodista galdakoztarra Jenaro Egileor. En aquel año se trató mayormente sobre lenguas minoritarias. Tras una difícil vuelta a su casa, por la escasez de servicio de trenes por la guerra, Monika no quiso huir al extranjero y prefirió quedarse en su pueblo natal, en espera de que pasaran los tiempos adversos.

Al igual que en otras poblaciones vizcainas, el conflicto bélico produjo en Galdakao las consabidas muertes, destrucción y ruina, además de una enorme dispersión de la gente. Mientras algunos niños de la ikastola huyeron a Francia e Inglaterra, formando parte de las grandes expediciones infantiles de 1937, otros se dirigieron a muy variados destinos y se quedaron a vivir en diferentes poblaciones. Hubo, incluso, familias que emigraron a Venezuela y no volvieron.

En cuanto a Monika, le sucedió lo que a otras muchas andereños de su tiempo: le denegaron la autorización para enseñar, bajo la acusación de haber ejercido antes «en una escuela antipatriótica» y «trabajar las elecciones en contra de las derechas». Tuvo que dar clases en clandestinidad, porque tenía prohibido hacerlo de forma pública y legal. Pero pasado un cierto tiempo, apoyada en sus propias capacidades y valía personal, pudo dedicarse por fin a lo que mejor sabía hacer: la instrucción y educación de las numerosas personas que acudían a su academia particular.

El éxito pedagógico posterior No es fácil saber cuándo la perdonaron, ni el momento exacto en que Monika pudo montar su academia particular. Lo cierto es que ésta se abrió en su propio domicilio, situado en la calle Juan Bautista Uriarte, nº 60- 2º, a unos pocos metros del Ayuntamiento. Ella y su hermana Gloria -ésta le ayudó en la enseñanza casi hasta el fallecimiento-, residían en el segundo piso de la casa, donde se podía disponer de un amplio espacio o sala, con capacidad para recibir a unas 20 personas a la vez.

Su programa de enseñanza era muy amplio y variado, pues podía atender tanto a niños pequeños como a personas de más edad, según las exigencias y necesidades de quienes solicitaban sus servicios. En diversos momentos y horarios del día, atendía a los niños en periodo preparatorio a la escuela, y a los que necesitaban un refuerzo para mejorar los resultados académicos o prepararse para el ingreso al Bachillerato.

En su academia estudiaban igualmente los jóvenes que deseaban prepararse a las oposiciones o trabajos de oficina. Al decir de su sobrino, Koldo Lekunberri, su casa era bastante grande «(…) Bere eskolan hogeita piku ikasle sar zitezkeen, oso zaila da esatea zenbat baina hogei baino gehiago bai». A lo que parece, al cumplir los 70 años de edad, fue dejando poco a poco las labores escolares, con miras a su definitiva jubilación.

La continuidad de su obra Fue una verdadera pena que la muerte le sorprendiera en la forma en que lo hizo, como fruto de un inesperado y doloroso accidente producido en su propio hogar. Según el Registro Civil de Galdakao, Datos de Identidad del Difunto, falleció el día 6 de abril de 1987 a causa de una insuficiencia cardio-respiratoria.

Afortunadamente, su obra no terminó con su fallecimiento, ya que se logró su continuidad, en alguna medida, con el establecimiento de la nueva ikastola de Zabalea, que inició sus actividades académicas en 1967 con el nombre de Parvulario Juan Bautista Uriarte.

En su constitución participaron padres de familia que, en su día, habían sido alumnos en la ikastola de Plazakoetxe. Más tarde, se abriría la ikastola Eguzkibegi tal como la conocemos en la actualidad, instalada en un hermoso edificio de nueva planta.

A la vista de su desinteresada y exitosa actuación, la celebración del centenario ha animado a los antiguos alumnos y amigos de Galdakao en general a mostrarle el merecido agradecimiento y cariño, sabiendo que tanto Monika como los promotores de la ikastola se han hecho acreedores a un reconocimiento social de parte de todos.

Jean Ibarnegaray vasco y francés entre la patria ‘grande’ y la ‘chica’

Jean Ybarnegaray, político de Iparralde apodado ‘El león de Uhart-Cize’, no deja indiferente a nadie. Hoy, más de cincuenta años después de su muerte, aunque ninguna placa ni calle lleva su nombre, el personaje suscita todavía una viva emoción, particularmente en su feudo, Donibane Garazi.

Un reportaje de Isabelle Bilbao

Jean Y barnegaray jugó un papel político considerable en el País: fue alcalde de Uhart-Cize, presidente del Sindicato de Cize, consejero general, diputado -elegido por primera vez en 1914 y reelegido repetidamente desde entonces-, ministro o secretario de Estado en tres ocasiones en 1940.

Toda su vida estuvo marcada por la ambivalencia. Orgulloso de su identidad vasca, él era francés por encima de todo. Vascoparlante, fue un gran orador en la Asamblea Nacional como portavoz de Croix-de-Feu (Cruz de Fuego), reconocido tanto por sus partidarios como por sus detractores.

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Sus intervenciones eran recogidas ampliamente por la prensa, contribuyendo así a forjar su reputación entre los vascos. Apodado El León de Uhart-Cize, él prefería el diminutivo de Ybar con el que le conocían sus administrados. Verdadero señor en sus tierras del País Vasco interior, era temido al tiempo que respetado. Sin embargo, los servicios que él rindió a sus vascos, le hicieron beneficiario de la bondad de la población para con su gran notable.

Los orígenes Jean Ybarnegaray nació el 16 de octubre de 1883 en Uhart-Cize. Su padre era un antiguo comisario de marina que navegó a bordo de los buques que hacían el trayecto a Sudamérica y que fue varias veces concejal e incluso alcalde de Uhart-Cize entre 1892 y 1896. Se casó en 1882 con Marie Estrugamou, cuya familia había emigrado a Uruguay y después a Argentina y donde hicieron fortuna; la riqueza de la familia Estrugamou permitió dotar de belleza a Argava, pasando a ser denominado Castillo Ybarnegaray por la población local.

Jean Ybarnegaray comenzó su educación en el Seminario pequeño de Larressore, colegio de los hijos de la burguesía y de la pequeña aristocracia vasca de la época. Finalizó sus estudios secundarios en 1901 en el prestigioso colegio Stanislas de París y en las facultades de Derecho de París y de Burdeos, de 1902 a 1904. A partir de ahí, Jean Ybarnegaray pasó a otra esfera: la de la élite intelectual y política del país. Se convirtió en abogado pero no ejercería mucho. En 1912, con 29 años, fue elegido alcalde de su pueblo, Uhart-Cize.

En el centro de las redes políticas, religiosas, militares y deportivas, no admitía oposición alguna y representaba la figura del gran notable tradicional. La etiqueta de notable, se reservaba normalmente a personas ligadas por su pertenencia familiar a figuras relacionadas con el orden político, social y cultural tradicional.

La notabilidad es entendida aquí como construcción social, producto de un juego de representaciones: el notable está dotado de una cierta visibilidad y de respetabilidad. Se es influyente porque se es heredero, hijo, sobrino o yerno de un hombre que cuenta. Además, los vascos, pequeños propietarios, son católicos. Confían las responsabilidades políticas a estos notables, siempre grandes propietarios, que se valen de la Iglesia y son sostenidos por ella.

Ybarnegaray fue elegido diputado por primera vez en las elecciones legislativas de abril de 1914 por la circunscripción de Mauleon (correspondiente a la Baja Navarra y a Soule). Esta elección es la más interesante por ser la más apasionada. Su adversario, el consejero general de Saint-Palais, Blaise Guéraçague, era el candidato de la Administración, próximo a los radicales-socialistas y antirreligiosos. El periódico Eskualduna -muy leído en aquella época- presentaba así a Jean Ybarnegaray: «Gizon gazte, jakintsun, biphil, bihotz bero, uskaldun odoleko da» (Un hombre joven, sabio, decidido, de corazón caliente, de sangre vasca).

Esta primera elección fue contestada ya que el clero local intervino abiertamente en la campaña electoral ejerciendo presiones intolerables. Sin embargo, la elección se da por válida.

El 2 de agosto de 1914, Jean Ybarnegaray ingresó en el 249 Regimiento de Infantería. Ybarnegaray tomó parte como voluntario. Fue citado tres veces a las órdenes de la armada. Testigo de la ofensiva desastrosa del Camino de las Damas (30.000 muertos en 3 días) ejerció en la cámara de diputados una violenta acusación contra la acción del general Nivelle: fue su primer golpe de efecto, un episodio que reveló a toda Francia sus cualidades como orador y que construyó su reputación a nivel nacional.

Al final de la guerra, en cada una de las elecciones -1919, 1924, 1932, 1936- fue elegido a mano alzada convirtiéndose en el diputado inamovible de Mauleon.

Llevaba un gran tren de vida (caza, deporte, Bugatti, fiestas en mansiones), seductor, brillante, tribuno apasionado (dominaba perfectamente el francés y el euskera), los vascos le admiraban y estaban orgullosos de él. Personalizó la asociación del frontón y de la iglesia y supo guardar un estrecho contacto con sus electores, que le daban un apoyo superior al 80%.

Jugador de pelota, creó en 1921 en Baiona la FFPB (Federación Francesa de Pelota Vasca). Fue el primer presidente de la FIPB (Federación Internacional de Pelota Vasca) en 1929.

Su posicionamiento político A nivel de la gran patria, Ybar representaba (según la expresión de Jean-Claude Larronde) una derecha dura, más una derecha extrema que una extrema derecha, ya que estaba muy unido a los valores conservadores. Defendía las ideas católicas, el apego a la familia, la denuncia de los escándalos político-financieros (por ejemplo, el caso Stavisky) y era intratable con sus bestias negras: los comunistas, sinónimo de desorden, y los franco-masones, que perseguiría toda su vida con un odio feroz.

Con sus cualidades de tribuno, se convirtió en portavoz de los Croix-de-Feu (Cruz de Fuego) del Coronel de la Rocque: liga de extrema derecha que rechaza el antisemitismo y el fascismo. En junio de 1936, los Croix-de-Feu se transforman en partido político: el Partido Social Francés, del que Ybar fue vicepresidente.

Ybarnegaray fue, en primer lugar, un hombre de acción. Las contradicciones no le daban miedo. Por ejemplo, este patriota salvajemente anti-alemán, votó los acuerdos de Munich en 1938. No era un bonapartista ya que su antiparlamentarismo lo ejercía sobre todo contra los parlamentarios y no contra el Parlamento que le aseguraba su popularidad.

Esas contradicciones acabaron por aparecer también en la vecina España y en particular en el sur del País Vasco. Ybarnegaray pretendió favorecer los lazos económicos entre los dos países aunque no dudó en hacer respetar el lugar de Francia siempre que estuviera amenazada.

Además, Ybarnegaray era francés por encima de todo y, por tanto, estaba en contra de cualquier tipo de independencia del País Vasco. Al estallar la guerra civil en España, Jean Ybarnegaray deploró la lucha fratricida entre vascos.

En un primer momento, fue favorable a acoger a refugiados franceses que venían de España y, en caso necesario, a nacionalistas vascos que tuvieran que buscar asilo en Francia. Pero, ante la afluencia de refugiados, Ybarnegaray cambió radicalmente su posición. El 23 de enero de 1937, tras una reunión pública en Donibane Garazi, Ybarnegaray declaró: «Deseo ardientemente la victoria del general Franco; apoyar al Frente Popular español es trabajar en favor de la guerra».

1940, punto culminante En mayo de 1940 Ybarnegaray fue nombrado ministro sin cartera. Después, del 16 de junio al 10 de julio de 1940, fue nombrado ministro de Antiguos Combatientes y de la Familia Francesa. Por último, del 10 de julio al 6 de septiembre de 1940 fue secretario de Estado para la Familia y la Juventud durante el gobierno Laval. El 6 de septiembre de 1940, sale del gobierno junto con otros siete miembros.

El 22 de septiembre de 1943, detenido por la Gestapo, es deportado a Plansee, en el Tirol. Al regresar a Francia es detenido como todos los miembros de los gobiernos de Vichy. El Jurado de Honor del 31 de diciembre de 1945 decidió que Ybarnegaray no pudiera ser elegido durante 10 años, igual que los parlamentarios que hubieran otorgado plenos poderes al mariscal Pétain. El proceso tuvo lugar en el Tribunal Supremo de Justicia el 18 de marzo de 1946.

El fallo del alto tribunal decía así: «Declara a Jean Ybarnegaray culpable del crimen de indignidad nacional. Por mayoría, declara no condenarle por este cargo por razones de la ayuda aportada a los elementos de la Resistencia y por su deportación durante 16 meses debida a la expresión de sus sentimientos anti alemanes; condena a Ybarnegaray a pagar las costas».

El declive Tras la guerra, el tiempo de Ybarnegaray acabó. Su ineligibilidad le impedía presentarse a las elecciones hasta 1953. Fue derrotado en las elecciones municipales de abril de 1953 por la lista de Pierre Mendy. Después, tuvo dos fracasos más: en las elecciones legislativas de abril de 1955 y en las de enero de 1956. Jean Ybarnegaray falleció el 25 de abril de 1956 en una clínica parisina.

A modo de resumen, podemos decir que en su discurso ha habido tres elementos recurrentes: su fe, que defendía con fogosidad, su país, al que servía, y por último, la pelota vasca.

Si bien hoy su imagen está deteriorada, incluso totalmente olvidada, debido a dos campos en los que él no se conformó con hablar sino que ejerció una acción represiva excesiva, que le permitió ejercer el poder en 1940: por una parte, su combate contra la franco-masonería le granjeó el odio de los intelectuales y de las fuerzas de izquierda; por otra parte, sus posiciones pro-franquistas y contra los nacionalistas vascos del lehendakari Agirre. Pero, más que todo eso, evocar a Ybarnegaray es evocar su elección pro Vichy y su participación como ministro del Estado francés. Sin minimizar su papel durante este período, hay que recordar que su acción ministerial fue casi nula, al igual que su acción en la Resistencia.