El Ayuntamiento de Ereño ha decidido honrar la memoria de José Agustín Arrizabalaga Ardanza, a quien va a nombrar hijo predilecto del pueblo, al cumplirse 120 años de su asesinato a manos de sicarios pagados por oligarcas
Un reportaje de Luis de Guezala.
josé Agustín Arrizabalaga Ardanza fue bautizado en la parroquia de San Miguel Arcángel de Ereño el 3 de octubre de 1852. Había nacido en la casa de Mendibil de esta localidad, en el seno de una familia de campesinos, siendo su padre Ambrosio Arrizabalaga Garaietxebarria y su madre Josefa Antonia Ardanza Ondaro, ambos también naturales de Ereño.
Al año siguiente al final de la última guerra carlista, que asoló el país, se casó, el 14 el marzo de 1877, con María Carmen Sesma Ortuzar, también nacida, como él, el mismo año en Ereño, con quien tendría tres hijos: Juan Silvestre, que nació el 31 de diciembre de 1877, y las hermanas gemelas María Carmen y María Concepción, que nacieron el 14 de enero de 1880.
El 23 de noviembre de 1884 falleció su mujer y, el 20 de febrero de 1887, José Agustín contrajo un segundo matrimonio, con María Ignacia Arrasate Ortuzar.
Estos años habían sido muy duros. Aparte de la gran penuria económica que supuso una larga guerra que duró cuatro años, murieron en ella muchos jóvenes de la generación de José Agustín, y otros muchos escaparon a América para evitarla. Las instituciones tradicionales vascas y sus ordenamientos forales fueron abolidos manu militari por los vencedores, titulados liberales, que impusieron un modelo de Estado identificado con la nación española y que no reconocía la existencia del Pueblo Vasco como tal.
Las consecuencias del proyecto político de los vencedores de la guerra se hicieron notar en todos los órdenes de la vida: economía (los Conciertos), educación, de la que el euskera quedó proscrito… Uno de los más importantes sería la integración forzosa por primera vez de los jóvenes vascos en el ejército español. Aparte de los pocos que pudieran pagarse la exención que entonces se podía comprar, claro. Y otros pocos que pudieran acreditar ser hijos de partidarios del bando liberal en la guerra. En una época en la que el reino de España mantenía una guerra para prolongar el sometimiento de sus últimas colonias ultramarinas, principalmente en Cuba y Filipinas, cruel para cubanos y filipinos pero también para la tropa forzosa, carne de cañón, que se envió desde la península, que experimentó una terrible mortandad además de por los combates por las enfermedades que en aquellas lejanas islas padecieron.
Estos cambios no serían, sin embargo, los que marcarían decisivamente el destino de José Agustín, sino el nuevo sistema de organización del poder con base, no en el sistema foral que tradicionalmente había tenido nuestro País, sino con los principios del liberalismo español. Los cargos públicos según el modelo liberal se habían elegido hasta entonces por un sufragio censitario en el que solo podía participar los más ricos, alrededor de un 1%. Porcentaje de participación muy inferior al que con el sistema foral había tenido hasta 1876 la población de Bizkaia. Pero, en 1890, hubo un cambio de ley electoral proclamándose el sufragio universal, aunque tampoco lo fuera, ya que no se reconocía el derecho a voto a las mujeres y solo podían votar los hombres de más de 25 años de edad.
Las élites económicas que hasta entonces habían controlado el poder se garantizaron poder seguir haciéndolo mediante la corrupción del nuevo sistema fundamentalmente por dos procedimientos; el control administrativo del proceso por los gobernantes y la influencia en los votantes por la coacción o por el soborno, comprándoles los votos.
A tal punto llegaba la corrupción del sistema que otro de los inventos del nuevo Estado liberal, la Guardia Civil, también impuesta en el País Vasco tras la guerra, escoltaba los días de las elecciones los carruajes que transportaban el dinero de los caciques para la compra de los votos. ¡Qué bien refleja el pensamiento españolista la expresión de un ilustre catedrático de que “la libertad llegó al País Vasco con la Guardia Civil”! ¡Qué lejano de nuestra realidad y qué cercano a su teorización!
Control de la oligarquía La élite de la pujante oligarquía que se enriqueció en estos años al compás del enorme desarrollo minero e industrial que se produjo entonces actuó muy rápida y decididamente para hacerse con el control de las nuevas instituciones por los procedimientos comentados, tanto de los ayuntamientos como de las diputaciones provinciales que sustituyeron a las forales abolidas, y, cómo no, de los cargos representativos de Bizkaia en el parlamento español. Este control, aunque pudiera resultarles costoso conseguirlo, acabaría reportándoles mayores beneficios al poder así dirigir la actuación de la administración pública de forma acorde con sus intereses empresariales y personales.
Bizkaia quedó organizada en seis distritos electorales para elegir sus diputados en las Cortes de Madrid, con sede en Bilbao, Balmaseda, Durango, Gernika y Markina, por orden en cuanto a su número de electores. Ereño estaba incluido en el más pequeño, Markina, que contaba con 5.822 electores registrados. En 1896 se presentaron como candidatos por este distrito dos destacados oligarcas, Eduardo Aznar y Tutor y Francisco Martínez Rodas.
El primero, ocho años más joven que José Agustín, era hijo del importantísimo naviero e industrial minero Eduardo Aznar y de la Sota, al que cinco años antes se le había concedido la Gran Cruz del Mérito Naval y, cuatro después, la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena otorgaría el título de marqués de Bérriz, que Eduardo Aznar y Tutor, gerente de su Compañía Bilbaina de Navegación, heredaría, así como su ideología monárquico conservadora y tantas otras cosas.
Francisco Martínez Rodas, era también un importante empresario y naviero aunque de más edad que su contendiente y natural de Huesca, habiendo llegado a Bizkaia durante la guerra como coronel del ejército liberal. Había conseguido el cargo de diputado a Cortes por Markina en las anteriores elecciones de 1893. La lista de sus empresas y títulos, incluido el de conde Rodas que consiguió, apenas cabría en esta página.
Las diferencias políticas entre tan egregios candidatos eran más bien pequeñas pero esto no significó que no hicieran todo lo posible por ganar el cargo en disputa. El 12 de abril de 1896 Bizkaia se vio inundada de dinero para comprar el voto a los electores y también, tristemente, por cuadrillas de matones al servicio de los oligarcas. Quiso el destino que una de estas bandas, integrada por un grupo de gente proveniente de la zona minera, que seguramente de forma más habitual empleaba sus métodos violentos para imponer la ley de los patrones a mineros y obreros siderúrgicos cuando estos hacían reivindicaciones o huelgas, acabara pasando por Ereño.
Este grupo armado intervino en el local municipal donde se realizaba la elección sacando violentamente de él a varios de los vecinos de Ereño que allí se encontraban y, en las escaleras de acceso al edificio, José Agustín Arrizabalaga Ardanza fue apuñalado, muriendo a consecuencia de las heridas que le produjeron a las diez y media de aquella misma noche.
El silencio oficial sobre este crimen fue clamoroso, empezando por la misma acta de defunción donde se habla de peritonitis traumática sin más indicaciones, y siguiendo por el Ayuntamiento, en cuyo libro de actas de las sesiones que se celebraron el mismo día y en las semanas posteriores no se puede encontrar ninguna alusión al hecho. Tampoco se puede encontrar ninguna mención en la documentación relativa al proceso electoral, que concluyó con la victoria de Eduardo Aznar y Tutor por 3.145 votos frente a los 2.215 obtenidos por Francisco Martínez Rodas (que obtuvo cien redondos votos en Ereño frente a 19 de su contrincante). Quién sabe si porque el asesinato se cometió fuera del recinto electoral o porque la incidencia se consideró irrelevante.
Palos, bofetadas y tiros Uno de los periódicos de los oligarcas, El Nervión, propiedad de la familia Gandarias, cuyo miembro Juan Tomás Gandarias resultó elegido el mismo día por el vecino distrito de Gernika y a quien se le atribuyó la responsabilidad de la organización de estos grupos armados, junto a Victoriano de Gáldiz, informaba del crimen de la siguiente manera en un muy breve sueltito dentro de tres largas columnas bajo el epígrafe Las elecciones en Vizcaya:
En Ereño, según nos dicen, hubo palos, bofetadas y tiros, resultando tres heridos. Según nos dicen, falleció uno de estos. Podían haber añadido: Y no mencionamos las puñaladas para que se vea bien claro que apenas sabemos nada y no hemos tenido nada que ver.
El naciente nacionalismo vasco no disponía de un periódico en aquel momento desde el que hacer oír su voz y opinión, ya que entre las medidas represivas con el que las autoridades españolas habían reaccionado a la aparición del Partido Nacionalista Vasco, la clausura de su periódico Bizkaitarra había sido unas de las más importantes.
De forma secreta Sabino de Arana organizó una misa cantada en Ereño en honor del asesinado así como la recogida de donativos para socorrer a sus tres hijos y a su viuda, que apenas le sobreviviría un mes, ya que María Ignacia Arrasate Ortuzar falleció el 14 de mayo. Los abertzales que acudieron al acto, que tuvo lugar el domingo 26 de abril, tuvieron que tomar la precaución de comer repartidos en dos sitios diferentes para no llegar al número de veinte personas que hubiera dado excusa a la policía española para detenerlos. Arana también redactó un texto como el que aparece en la fotografía adjunta para una placa, en mármol negro de Ereño, en honor a su memoria, que se colocó a principios de mayo en el lugar donde se cometió el crimen, cuya traducción al castellano viene a decir:
Recuerdo imperecedero. Los ereñarras en las elecciones a Cortes de 1896 vendieron este pueblo a dos españoles. Y los sicarios de uno de estos mataron en este lugar, el 12 de abril por la tarde, a José Agustín Arrizabalaga Ardanza, hombre bueno, descanse en paz. Ereño pecó porque se entregó a los enemigos de Bizkaia y Dios le dio una gran carga. Los ereñarras se arrepintieron de su pecado y nunca olvidarán la muerte de su hermano. Enseñad a vuestros hijos el único camino para ser bizkainos íntegros.
Aquella lápida no resistió el paso del tiempo ni el de los enemigos de la Libertad vasca, que la eliminaron al ocupar Bizkaia en 1937. Pero la memoria de José Agustín Arrizabalaga se mantiene porque el actual Ayuntamiento de Ereño, elegido democráticamente, ha decidido reponerla y otorgarle el título, no de conde ni marqués, como los que propiciaron su muerte, sino el mucho más honorable de hijo predilecto del pueblo de Ereño, con motivo del 120 aniversario de su muerte. Y es que José Agustín, desgraciada víctima, no tendría quizás desarrollada una conciencia nacional vasca como la que en aquella época empezaba a formarse. Pero sí debía tener asumido, sin duda, un concepto de la dignidad y de la libertad tradicional en Bizkaia, que a diferencia de la riqueza, no faltaba entre los más sencillos y humildes vizcainos de su tiempo. Que le hizo oponerse a los que vinieron de fuera a imponerle voluntades ajenas, a costa de su propia vida.
Y, ciento veinte años después, su pueblo honrará su memoria. Años después, el poeta vizcaino Gabriel Aresti cantaría a la defensa de la casa del padre, en un poema que reproducimos en estas páginas. La casa del padre de José Agustín Arrizabalaga, hombre bueno, seme ona, la casa de Mendibil, sigue en pie.