Persecución al euskera: Bertrand de Barère, genocida cultural en la Revolución francesa

Uno de los ejemplos más palmarios de genocidio cultural lo encarna la política lingüística impulsada a partir de 1793 por este miembro de la convención nacional

Por Xabier Irujo

 

RENO. Raphael Lemkin acuñó el término genocidio, y lo dotó de significado. Tal como lo definió Lemkin, genocidio no significa exclusivamente, como suele argumentarse, la exterminación de todo un pueblo, ni involucra, necesariamente, la muerte de millones de personas. Genocidio es la destrucción de un grupo humano, la destrucción de una identidad colectiva. Tanto en virtud de la definición de Lemkin como, incluso, a la luz de la Convención para la prevención y la sanción del delito de genocidio de 1948 y del Estatuto de Roma de la corte penal internacional de 1998, una persona puede ser responsable de genocidio sin cometer asesinatos en masa. Porque la destrucción de un grupo humano puede ejecutarse de muy diversos modos y, si bien todos estos métodos son cruentos, no todos involucran la muerte de las personas que son objeto de la actividad genocida.

La exterminación de todos o parte de los miembros de un grupo humano es lo que Lemkin definió como genocidio físico. Porque, en efecto, una de las formas de destruir la identidad colectiva de un grupo humano es la exterminación total o parcial de dicho colectivo, o la movilización en masa de miembros de dicho grupo. Cuando un grupo humano es destruido al ser privado de su nacionalidad, tiene lugar un episodio de genocidio nacional. Si el grupo que se procura hacer desaparecer es un grupo étnico, se trata de genocidio étnico, lo cual se puede llevar a cabo mediante campañas de esterilización en masa, o mediante la prohibición de enlaces matrimoniales. La prohibición de prácticas religiosas da lugar al genocidio religioso, una de las prácticas genocidas más habituales hasta el siglo XIX. Cuando lo que caracteriza al grupo es su cultura, mediante la prohibición de las expresiones culturales de dicho grupo y la imposición de otras, se destruye la identidad cultural de dicho grupo, dando lugar a un episodio de genocidio cultural.

Varios a la vez

Lemkin notó que rara vez un tipo de genocidio ocurre aisladamente: el intento de destrucción de la identidad de un grupo humano viene casi siempre acompañada de la muerte. De modo que el genocidio físico suele ocurrir junto con episodios de genocidio cultural, religioso, étnico o nacional, económico y social. Esta es la definición de genocidio acuñada por Lemkin y aceptada a día de hoy por la vasta mayoría de los autores que se dedican al estudio de la violación de derechos humanos. Una definición más amplia que la de la Convención de 1948, que tan solo observa el genocidio físico (y solo si no ha sido causado por motivaciones políticas), en buena parte debido a la negativa del representante soviético en el comité de Naciones Unidas encargado de la redacción de la convención de incluir tipos de genocidio que se estaban cometiendo en aquel tiempo en la Unión Soviética. De hecho, Lemkin logró introducir la práctica totalidad de los diversos tipos de genocidio en los dos primeros borradores de la convención, pero hubieron de ser retirados del borrador final por temor al veto soviético en el seno de la votación del proyecto de ley ante la asamblea general.

Uno de los ejemplos más palmarios de genocidio cultural lo encarna la política lingüística impulsada por Bertrand de Barère, miembro del comité de salud pública de la convención nacional francesa. El primero de agosto de 1793 tomó la palabra ante la convención y ante el lema de «¡Es preciso destruir la Vendée!», convenció a la asamblea para enviar un ejército compuesto de commissaires d’un patriotisme prononcé y armado para saquear y quemar aquel territorio, ordenando poner a disposición de dichas tropas la cantidad necesaria de combustible para destruir bosques, campos de labor y ganado. El 5 y el 17 de septiembre, a fin de comenzar una metódica campaña de destrucción material y de exterminio, Barère arengó a la asamblea a fin de que establecieran la dictadura del terror, para hacer desaparecer en un instante a los monárquicos y a los moderados. Y la asamblea aprobó el decreto por el cual cualquiera podía ser arrestado, sentenciado y ejecutado sumariamente, sin necesidad de más pruebas que la voluntad de un juez revolucionario. El primero de octubre Barère volvió a exhortar a la asamblea de la necesidad del terror como médecine politique tanto en Nantes y Baiona, como en París, a fin de exterminé les brigands de l’intérieur. Y lo propio hizo el 10 de octubre de 1793 y el 12 de febrero de 1794. A sus órdenes las tropas de François Joseph Westermann y, las columnas infernales del general Louis Marie Turreau, exterminaron entre 20.000 y 50.000 civiles, fundamentalmente ancianos, mujeres y niños, entre finales de enero y mediados de mayo de 1794. Entre tanto, Jean Baptiste Carrier, representante del gobierno revolucionario en Nantes, acometió la matanza de alrededor de 9.000 civiles entre mediados de noviembre de 1793 y finales de febrero de 1794. Carrier asesinó a buena parte de estas mujeres y niños y a un nutrido grupo de religiosos, hundiéndolos en barcazas Sigue leyendo Persecución al euskera: Bertrand de Barère, genocida cultural en la Revolución francesa