En unas semanas saldrá, publicado por Bilbao 700, un libro en el que se recoge la biografía de Casilda de Iturrizar Urquijo. En él se analizan muy diversos aspectos de su vida y de su muerte
Eduardo J. Alonso Olea
Una mañana del mes de agosto de 1832, en una vivienda de la calle Atxuri se presentaron el juez comisario del Tribunal de Comercio, Ángel Martínez, y el notario Mariano de Olea, acompañados por unos alguaciles. Iban con la misión de levantar acta del embargo de las propiedades del comerciante José de Iturrizar. Los cuatro trastos de escaso valor de los que tenemos noticia por su inventario incluían cuatro vestidos de niña. En febrero de 1900, 68 años más tarde, esa niña falleció siendo la mujer más rica de Bilbao. En la actualidad es la única mujer -sin contar a la Virgen- que tiene dos calles en su recuerdo en la villa, buena muestra del gran eco que tuvo su vida, y no solo su muerte, en la sociedad de Bilbao. Si estas pistas no han sido suficientes, solo queda decir que se trató de Casilda de Iturrizar Urquijo, también conocida como la Viuda de Epalza.
Casilda Margarita de Iturrizar y Urquijo nació en Bilbao el 20 de julio de 1818. Se ha dicho usualmente que nació en el bilbaino barrio de Buia, sin embargo, su relación con este barrio ya era lejana. Su padre había nacido en Bilbao en enero de 1799; incluso su abuelo Gerónimo nació en Abando en 1763. Son por lo tanto tres generaciones las que le separan de Buia.
También se ha dicho que nació de familia humilde, aunque esto hay que matizarlo. Desde luego su padre, José Ylarión Iturrizar Basabe, no fue un gran comerciante. Su madre, la begoñesa Eugenia Nicolasa Urquijo Ziurtegaray (o Siurtegaray), de hecho, tuvo mejor posición con una dote de relativa importancia, de 33.500 reales. Su padre fue “tendero a la menuda” y también especializado en el cálculo de la depreciación de mercancías. En 1832 pidió el concurso de acreedores y, aunque no fue a la cárcel, su posición y su salud se vieron muy quebrantadas. En septiembre de 1833 falleció, dejando cuatro hijos, de los ocho que tuvo el matrimonio, en una situación muy delicada.
En este momento es cuando, al parecer, Casilda se integra en el servicio doméstico de uno de los comerciantes más prósperos de Bilbao, como fue Tomás José de Epalza (1798-1873). En efecto, en el pleito, iniciado en 1847, sostenido entre este y su primera mujer, María Concepción Lequerica Bergarechea, por una demanda de divorcio de Tomás José, se incluye una referencia a que Casilda en 1833 vivía en una casa de Epalza, en Barakaldo, al cuidado de un niño de padre desconocido. Incluso se alude, por parte de María Lequerica, a que tuvieron una relación más allá de la propia entre patrono y doméstica, aunque Epalza recurrió a los tribunales, como consiguió, para que este testimonio fuera retirado.
Aunque Epalza consiguió, tras este largo pleito, el divorcio eclesiástico no hubo anulación matrimonial, por lo que hasta que no falleció María Lequerica, en 1857, no vio disuelto su vínculo. Dos años más tarde, en 1859, se casaron Casilda Iturrizar y Tomás José de Epalza en la iglesia de San Nicolás.
Del comercio a la industria Tomás José de Epalza fue uno de los principales comerciantes de las décadas centrales del siglo XIX y para entonces tenía una posición económica no solo muy acomodada, sino que era uno de los más claros ejemplos del cambio del Bilbao comercial hacia el Bilbao industrial y financiero. Fue uno de los promotores de Santa Ana de Bolueta (1841), la primera siderurgia moderna del País Vasco y una de las primeras de España; del Ferrocarril de Bilbao a Tudela, y del Banco de Bilbao (1857); un importante comerciante y rentista con propiedades no solo en Bilbao sino también en Portugalete, en donde se construyó una casa en el Muelle Nuevo.
Al morir Tomás José de Epalza, en 1873, fue cuando Casilda de Iturrizar, que añadió a su firma la de Viuda de Epalza, continuó con los negocios de su marido. De hecho, en la estadística de riqueza de 1873 figuraba como la más adinerada de la villa, junto con Juan Echevarría Lallana y el Banco de Bilbao. Dejó de ejercer el comercio en gran escala, pero continuó con los bancarios e inmobiliarios, además de invertir en ferrocarriles, como el de Bilbao a Portugalete o el de La Robla, o en la minería de carbón, como Hulleras de Sabero y Anexas. Además, también invirtió en sociedades tales como la Sociedad Anónima La Enseñanza Católica, en 1883. Su objeto era el de educar e instruir a la juventud en todos los ramos del saber humano con arreglo a los principios de la religión católica, estableciendo para ello colegios o universidades, especialmente en Bilbao o sus contornos. Un acuerdo con los Jesuitas fue el núcleo original de lo que hoy es la Universidad de Deusto.
En 1891 también participó en la Fundación Católica de Escuelas y Patronato de Obreros, con el objetivo de impartir enseñanza, moralización, esparcimiento y protección completamente gratuitos a la clase obrera, el conocido Patronato de Iturribide. También hizo una importante inversión inmobiliaria en el Campo Volantín. Promovió y construyó varios chalés en su tramo desde el cruce con la calle Tívoli, en donde también construyó en 1884, a sus expensas, unas escuelas para ese nuevo barrio.
Le gustaban el teatro y los toros. Fue la principal accionista de la sociedad Teatro Nuevo de Bilbao que en 1886 se constituyó para levantar y administrar el Teatro Arriaga.
Obras benéficas Siendo la principal rentista urbana de Bilbao, a la altura de 1895 no todos sus negocios inmobiliarios iban dedicados a la obtención de beneficios económicos. Así, en su casa de la calle Ronda, en el número 18, se reunía la Asociación de la Sagrada Familia, desde 1885, presidida por la propia Casilda de Iturrizar y su secretaria era Rafaela Ybarra. En esta casa sostuvieron una escuela nocturna para jóvenes obreras, criadas y prostitutas desamparadas.
En definitiva, desde que quedó viuda, además de gestionar sus negocios, en muchos casos por medio de administradores o apoderados, llevó a cabo una primera obra benéfica a través de diversos instrumentos: sociedades, fundaciones o simples donaciones al Hospital Civil, Misericordia, Casa Cuna…
A su muerte, ocurrida en febrero de 1900, no dejó herederos, o, mejor dicho, al no tener hijos hizo un testamento en el que legó muchos de sus bienes a vecinos, amigos, parientes -los menos-, pero sobre todo dejó cuantiosos recursos para muy diversas obras sociales. De hecho, su principal legado, de 550.000 pesetas fue destinado al Ayuntamiento de Bilbao para sostener las Escuelas de Tívoli, que poco después, también a costa de su testamentaría, fueron ampliadas con una escuela de párvulos en Huertas de la Villa. Hubo otros legados menores, que no pequeños, al Hospital Civil, al Papa, al Patronato San Vicente Paúl, a la Casa de Expósitos de Vizcaya, para el Colegio de Agustinos de Portugalete que precisamente se construyó sobre terrenos de su propiedad, dotes para huérfanas y recursos para familias vergonzantes, como había sido la suya propia debido a la quiebra de su padre. Dejó, aproximadamente, unos 7,5 millones de pesetas en legados y mandas, que no fue el total de su fortuna.
Una vez fallecida se puso también su nombre a una calle en Portugalete y, en 1906, se inauguró en la Plaza Elíptica un monumento en su honor, que en 1941 con la reforma de esta plaza se trasladó al parque de Doña Casilda Iturrizar.