También sindicalista y vasquista, El comandante Jesús Larrañaga fue uno de los comunistas más célebres en los primeros años del franquismo antes de morir en el paredón .
Un reportaje de Iban Gorriti
El comandante Jesús Larrañaga, conocido como Goierri, está considerado como el dirigente comunista de Gipuzkoa más conocido de todos los tiempos. El paredón puso fin a su lucha en vida hace 77 años. Entre sus continuos avatares, formó parte de otro episodio trágico desconocido. Según él mismo relataba, el final de la guerra le cogió en Alicante donde se amontonaron los derrotados. Consultado al respecto, el escritor Miguel Usabiaga explica a DEIA los pormenores de aquel episodio. “Se vivió una situación dramática. Se registraron 136 suicidios entre republicanos. Solo uno fue comunista, según especificó el propio Larrañaga al PCE. Tras ser detenido, fue llevado al campo de prisioneros de Albatera [municipio valenciano], con 25.000 presos”, señala el hijo de los también históricos comunistas guipuzcoanos Marcelo Usabiaga y Bittori Bárcena.
Larrañaga fue cambiando sus ideales desde niño hasta llegar a ser un referente revolucionario. Nacido el 17 de abril de 1901 en Urretxu, era hijo de contratista de obras y de planchadora, descendiente del héroe de Trafalgar, el almirante Cosme Damián Churruca. Fue el tercero de cuatro hermanos.
Mudados a Beasain, los hermanos mayores -influenciados por la madre, muy religiosa- fueron jesuitas que marcharon de misioneros. Murieron jóvenes. Jesús también inició el camino religioso. Ingresó en el Colegio Apostólico de Javier, en Nafarroa. Tras tres cursos, hizo uno de seminario y otro en la Universidad Pontificia de Comillas, en Cantabria.
Sin embargo, “motivado por su rebeldía, abandonó los estudios religiosos”, explica Usabiaga. Aún así, en Beasain se afilia a Juventud Vasca-Euzko Gaztedia. “El vasquismo sentimental de su madre, en el que ha sido formado, le orienta. Le influyen las ideas de la insurrección irlandesa contra la corona británica de 1916, y se alinea con el grupo de Gudari, sección izquierdista en el nacionalismo vasco”, agrega.
En 1923 acudió a un congreso de la Juventud Vasca en Bilbao que acentúa su izquierdismo. Contactó con comunistas e ingresó en el sindicato nacionalista y católico SOV (antecesor de ELA-STV). Fue despedido de una empresa por llevar a cabo una huelga y decidió irse a Boucau, en Iparralde. “Boucau es un soviet, de hegemonía comunista. Ese ambiente precipita un cambio radical en Jesús durante el año y medio que vive allí”. Tras irse el padre de casa y su madre ponerse a trabajar en el Hotel María Cristina, Jesús se afincó en la capital guipuzcoana.
Influido por su experiencia en Boucau, ingresó en la Federación Vasco Navarra del PCE. Su prestigio en las luchas obreras de la ciudad crece. Fue el comunista más célebre del momento. Fueron frecuentes las detenciones, también de Larrañaga, dando con sus huesos en la cárcel de Ondarreta. Frecuentó el periódico Euskadi Roja “donde conoció a mi padre, el joven Marcelo Usabiaga, a quien tomó cariño y le llamó El Estudiante”, explica el escritor.
Tras producirse el golpe de Estado y Larrañaga, respetado por obreros y campesinos, fue nombrado comisario de Guerra de la Junta de Defensa de Donostia y de Gipuzkoa. A Larrañaga le encargaron encargarse del batallón MAOC-1, del que fue comandante. A partir de entonces el grupo fue bautizado como Batallón Larrañaga y posteriormente fue nombrado comisario general de todo el Ejército del Norte.
Detenido en Lisboa Tras la derrota en Asturias, marchó a Valencia donde intervinó en el Comité Central del PCE. “Explicó ante el buró político del Partido Comunista las causas de la derrota en el Norte, ante el que hizo autocrítica”, precisa el escritor que, a renglón seguido, añade que fue detenido al final de la guerra en Valencia e ingresó preso en el campo de concentración de Albatera. Mantuvo secreta su identidad y se fugó del campo llegando a Francia, a Boucau y París. Envió a toda la familia a la URSS, mientras que él marchó a la República Dominicana y a Cuba para unirse a la dirección del partido en el exilio.
Desde Cuba, partió a Lisboa como puente para llegar a España con la misión de introducir un grupo dirigente para reorganizar el Partido Comunista en la clandestinidad. Allí fueron detenidos y entregados. En el juicio, el grupo de siete persona fue condenado a muerte, uno evitó el paredón, el resto no. Sus compañeros de Porlier le despidieron cantando La Internacional desde sus celdas.
Larrañaga y sus cinco camaradas fueron fusilados el 21 de enero de 1942 en el cementerio del Este, en Madrid. “Siempre prefirió la primera línea, la más expuesta, una vida marcada por la valentía y la entrega a la causa”, concluye Usabiaga.