El industrial y político republicano Horacio Echevarrieta fue declarado en rebeldía por no presentarse ante un consejo de guerra franquista en 1937
Iban Gorriti
Las biografías del magnate bilbaino Horacio Echevarrieta, aquel republicano que fundó Iberia o Iberdrola, que urbanizó la Gran Vía de Madrid y creó el buque escuela Juan Sebastián Elcano, tienen un denominador común: todas ellas pasan por alto su papel y sus vicisitudes durante la Guerra Civil española. Esa ausencia historiográfica no es menor y resulta muy llamativa porque su vida y obra son una continua cascada de proyectos empresariales internacionales, luchas políticas y una final decadencia que dio con su figura en la quiebra, hipotecado. Su biografía está documentada al detalle, como en una escaleta de película, a excepción de sus andanzas durante el trienio bélico de entre 1936 y 1939 que siguen siendo un misterio
Las investigaciones señalan que el vizcaino residió en Madrid durante la Guerra Civil. “Sin ser molestado”, afirman algunos historiadores. Consultada la Sociedad de Ciencias Aranzadi al respecto, aportan a este diario, al menos, un caso en el que se vio envuelto el oligarca en aquellos años. Echevarrieta junto a otros diez famosos empresarios vascos fueron “declarados en rebeldía” por no comparecer ante un consejo de guerra en un proceso sumarísimo ordinario. Ocurrió en Bilbao el 27 de agosto de 1937. La lista de acusados la protagonizaron Ramón de la Sota Aburto, Miguel Garteizgogueascoa Barandiarán, Jesús Rodríguez Villachica, Alejandro de la Sota Aburto, Antonio Sierra Castet, Manuel de la Sota Aburto, Nicolás Landa Garay, Jesús Aqueche Lahera, Eduardo Aburto Uribe, Nicomedes Mendialdua y Horacio Echevarrieta Maruri.
Según se desprende de los legajos franquistas, el juez instructor de la Auditoría de Guerra de Bilbao suspendió “las actuaciones hasta que se presenten o sean habidos, pasando las actuaciones al Servicio de Información, a efectos de antecedentes y archivándose después en esta auditoría sin otro trámite”. Todos ellos eran consejeros, gerentes o directores de empresas o sociedades bilbainas, como las firmas Franco-Española, Compañía Siderúrgica del Mediterráneo, Naviera Sota y Aznar, Euskalduna y Remolcadores del Ibaizabal. “Posteriormente, en 1941 se presenta Antonio Sierra y en 1943, Alejandro de la Sota. Se les juzga y son absueltos”, confirman desde Aranzadi con los documentos oficiales del régimen totalitarista.
Mientras tanto, al parecer, quien había sido diputado por un partido republicano residía en su inmueble de la calle Claudio Coello, vía madrileña en la que décadas más tarde el presidente franquista Luis Carrero Blanco fue asesinado por ETA. Echevarrieta también acumulaba palacios en Málaga, Getxo (Punta Galea) y Barakaldo (Munoa), en este último falleció nonagenario. En su inmueble de Madrid funciona en la actualidad el hotel Meliá Los Galgos.
Quien fuera alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, recordó el día de la presentación de una de las biografías sobre Echevarrieta cómo se autodefinía el magnate. “Soy españolista y republicano, no tengo nada de bizkaitarra ni de clerical. Por España, por mi patria siento verdadero amor”.
Historiadores preguntados sobre la ausencia de datos sobre la vida del de Neguri entre 1936 y 1939 opinan que Echevarrieta vivió “en una neutralidad”. Fue oligarca republicano, pero también tuvo muchos amigos de la derecha que, tal vez, le hicieron más llevadero el trago de la Guerra Civil. En su biografía poliédrica también hay que recordar que, tan solo tres años antes, en 1934 fue apresado y encarcelado junto a su amigo, el socialista Indalecio Prieto, entonces exministro de Obras Públicas del Gobierno español.
Ocurrió en San Esteban de Pravia desembarcando del mercante Turquesa un cargamento de armas que tenían como destino la conocida como Revolución de Asturias. Fue ingresado en la Cárcel Modelo de Madrid. El autor de la biografía titulada Horacio Echevarrieta: empresario republicano da a conocer con qué histórico político coincidió en la prisión. “Compartió presidio con Santiago Carrillo. Lo explicaba él mismo en sus memorias, cómo se encontró con Horacio Echevarrieta a quien veía como una persona muy alta…”, asevera el catedrático Pablo Díaz Morlán, docente de la Univesidad de Alicante.
NEGOCIaciones con ABD EL-KRIM Díaz Morlán pone en valor también en su divulgación los tratos que Echevarrieta mantuvo con el líder militar rifeño que encabezó la resistencia contra la administración colonial española y francesa durante la denominada Guerra del Rif, Abd el-Krim, para la explotación de las riquezas mineras de Marruecos. “Tras el desastre de Annual en 1921, las negociaciones para la liberación de los prisioneros españoles en manos de los rifeños fracasaron hasta que Horacio Echevarrieta tomó las riendas”, relata el investigador “Por fin, en enero de 1923 las gestiones tuvieron éxito gracias al valor de Horacio, que arriesgó su propia vida al ofrecerse como rehén a cambio de los cautivos”, apostilla.
Su intermediación le valió el reconocimiento del rey Alfonso XIII que le quiso otorgar el título de marqués del Rescate, “alto honor que él rechazó por su condición republicana”. Lo negó aquel famoso dueño de astilleros que construyó el submarino más adelantado de su época, de los años 20 y 30, y que acabó siendo el modelo de las embarcaciones sumergidas de alemanes y soviéticos que batallaron en la Segunda Guerra Mundial. Financió, asimismo, una revolución en Portugal.
Tras la Guerra Civil, Franco le devolvió aquello cuanto le había requisado el régimen dictatorial. Echevarrieta intentó reflotar sus astilleros, pero en agosto de 1947, detalla Díaz Morlán, se produjo una enorme explosión en la fábrica de torpedos, convertida en polvorín, que, además de matar a 150 personas en la ciudad de Cádiz, destruyó todas las instalaciones de la factoría.
El empresario decidió entonces, con 77 años, entregar sus factorías al Instituto Nacional de Industria y retirarse de los negocios. Murió en su finca de Munoa, en el barrio de Burtzeña (Barakaldo) en 1963, a los 92 años. “Aún puede admirarse la belleza de este palacio, y la formidable galería del que fue su chalet de Punta Begoña. Y en las afueras de Málaga puede visitarse la hermosísima finca de La Concepción, convertida en jardín botánico-histórico, donde recibió las visitas de mayor relumbrón y donde se rodó la película Los últimos de Filipinas. Un decorado idóneo para quien ha llegado a ser calificado como el último magnate de Bilbao”.