Elías de Gallastegi, ‘Gudari’, disidente y patriota

Hoy se cumple el cuarenta aniversario del fallecimiento de una figura consagrada al ideal de la Patria Vasca y que vivió el nacionalismo de una forma personal y única

Luis de Guezala

Bilbao

Hoy se cumplen cuarenta años del fallecimiento, el 25 de enero de 1974, en Donibane Lohizune, de Elías de Gallastegi Uriarte. Terminó aquel día una vida consagrada al ideal de la Patria Vasca en la que, en palabras de sus familiares, «el nacionalismo fue una forma de ser y una manera de vivir», si bien de una forma personal y única.

Nació en Bilbao prácticamente un año antes del inicio de la actividad pública del nacionalismo vasco, un 20 de julio de 1892. Desde muy joven comenzó a militar en Juventud Vasca de Bilbao y a esta actividad política hay que añadir su aprendizaje del euskera, probablemente en los cursos organizados en el grupo Euskaltzale Bazkuna de esta organización.

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Juventud Vasca de Bilbao comenzó a publicar a finales de 1916 el semanario Aberri desde el que se defendieron los postulados más ortodoxos dentro del PNV, renombrado por los moderados como Comunión Nacionalista Vasca. Así, en diciembre de 1917 se publicó un artículo de su director, Jesús de Gaztañaga, autorizado por la Junta Directiva de Juventud Vasca de Bilbao, que se tituló expresivamente En defensa de la pureza doctrinal. ¿Qué es el nacionalismo vasco? Gallastegi colaboró con este periódico normalmente utilizando el pseudónimo de Gudari.

Desde este mismo semanario en diciembre de 1919 volvió a publicarse un editorial, probablemente escrito por Ceferino de Jemein, criticando la dirección moderada de Comunión, que iniciaría un proceso que culminó en la primera gran escisión del nacionalismo vasco. Este año de 1919 Gallastegi fue elegido presidente de Juventud Vasca de Bilbao. En marzo de 1920 resultó elegido además miembro del Bizkai Buru Ba-tzar, en el que actuó como tesorero. Pero, en 1921, una nueva polémica entre Manu Egileor, Ikasle, desde Aberri, con la dirección de Comunión acabó suponiendo la expulsión de la mayoría de las Juventudes Vascas y algunas organizaciones municipales que refundaron el Partido Nacionalista Vasco. Elías de Gallastegi pasó en esta coyuntura a ser uno de los dirigentes del nuevo PNV.

En abril de 1922 se constituyó Emakume Abertzale Batza, siguiendo el modelo irlandés del Cumann namBan, organización femenina sobre la que había impartido ese mismo mes una conferencia en Juventud Vasca de Bilbao el irlandés Ambrose Martin O’Daly. Gallastegi llegó a colaborar con Emakume incluso publicando artículos con los pseudónimos de Usune Irugara y Zuriñe. En 1923 fue elegido también presidente de la Federación de Mendigoizales.

El establecimiento de la dictadura de Primo de Rivera en septiembre de 1923 supuso la ilegalización del PNV y el cierre del Aberri por las autoridades españolas. La acción política del nacionalismo vasco tuvo que pasar a la clandestinidad, camuflada en muchos casos en la actividad de organizaciones deportivas o culturales. La despedida de soltero de Gallastegi sirvió también en este difícil contexto de excusa para una reunión, el 3 de mayo de 1925, de medio millar de abertzales, en la que pronunciaron un discurso el novio y su padrino, Luis de Arana. Dos policías intentaron impedirlo, sin conseguirlo por la resistencia de los asistentes.

primer exilio Este hecho acabó suponiendo el primer exilio de Elías de Gallastegi. Tras regresar, pasó a vivir una temporada en Zumarraga hasta que fue encarcelado por una reunión mantenida en Ordizia. Procesado en un consejo de guerra en el que el fiscal pidió una pena de doce años de cárcel, volvió al exilio creando en Iparralde un Comité Pro-Independencia Vasca y reanudando contactos con el nacionalista catalán Maciá.

En 1926 marchó a México con su mujer, Margarita de Miñaur Mujika y su hijo Iker. Su actividad no cesó en esta situación, comenzando a editar allí, a partir de 1928, el periódico Patria Vasca, que puede ser una de las más interesantes publicaciones del nacionalismo vasco de la época y que comenzó saludando: «A todos los pueblos del mundo, grandes y pequeños, blancos y de color, de uno u otro continente, que han sabido despertar a su propia vida y se esfuerzan por redimir a su Patria de la esclavitud». La lectura de los cinco ejemplares de esta publicación mexicana y vasca, cuidadosa y artísticamente editada, tiene como valor añadido que sus páginas vieron la luz en libertad, permitiéndonos conocer mejor el auténtico pensamiento de sus autores. Entre estos cabe citar, junto a Gallastegi, a otros abertzales como Manu Egileor, Ikasle, Imanol de Enbeita, Juan Carlos de Isusi, Manu de la Sota o Ángel de Zabala, Kondaño. Patria vasca, que continuaría con un sexto y último número publicado en Euskadi en 1932 tras el regreso de Gallastegi, supuso, en mi opinión, una de sus más valiosas aportaciones.

Tras el cambio político producido al finalizar la dictadura de Primo de Rivera, Gallastegi fue elegido el 25 de diciembre de 1930 nuevamente presidente de la reconstituida Juventud Vasca de Bilbao sin haber regresado todavía de América, lo que haría el 22 de marzo de 1931.

Tras sufrir una nueva detención el 17 de septiembre de 1932 junto a otros miembros de Juventud Vasca, protagonizó la primera huelga de hambre conocida realizada por presos nacionalistas vascos, siguiendo, como en otras cuestiones, el ejemplo irlandés. Ese mismo día comenzó a publicarse por Bizkaiko Mendigoxale Batza el periódico Jagi-Jagi, dirigido primero por Ángel Agirretxe y posteriormente por Cándido Arregi, del que fue un destacado colaborador. La defensa que desde este medio Gallastegi hizo de los principios del nacionalismo vasco sin concesiones a la coyuntura política de la II República acabó apartándole del PNV, que abandonó en 1934.

Durante la Guerra Civil, Elías de Gallastegi mantuvo una posición muy minoritaria dentro del nacionalismo vasco que con base a razonamientos teóricos defendió una neutralidad en el conflicto, a mi entender imposible, por considerarlo ajeno a los vascos. Ni siquiera la gran mayoría de mendigoxales conocidos como jagi-jagis coincidieron con esta opinión, constituyendo dos batallones de gudaris con los significativos nombres de Lenago Il y Zergaitik ez?

Elías de Gallastegi acabó retirándose de la vida política y refugiándose en Irlanda. Allí se mantuvo apartado de todos, incluso de Luis de Arana, uno de los pocos que defendía como él la neutralidad en el conflicto. Tras el final de la II Guerra Mundial, se trasladó a Donibane Lohizune, donde falleció sin poder conocer el final de la larguísima dictadura franquista.

una interpretación interesada Tanto la figura de Elías de Gallastegi, como el Jagi-Jagi del que formó parte o la propia ANV, han padecido una interpretación interesada y manipuladora desde ciertos sectores de la Izquierda Abertzale que han querido encontrar en ellos sus antecedentes políticos, desdibujándolos y magnificándolos por ello. Sobre todo porque no quieren reconocer que su principal antecedente fue, en realidad, el propio Partido Nacionalista Vasco.

Esto ha supuesto, en muchas ocasiones, para el caso de Elías de Gallastegi un desenfoque total para la comprensión de su figura, que poco tiene que ver con el hombre real. Un hombre que no tuvo que ser marxista, revolucionario o partidario de la violencia, como no lo fue, para resultar de gran interés histórico.

Iñaki Errasti publicó en Muga, en marzo de 1993, un imprescindible artículo para denunciar y desmontar el enorme cúmulo de falsedades y medias verdades escritas sobre Elías de Gallastegi. Es, posiblemente, el autor que mejor ha analizado, comprendido y explicado a este abertzale, libre de los condicionantes e intereses políticos mencionados. Rescatando, además, frases suyas difíciles de encontrar en los escritos de quienes durante décadas se han distinguido por la utilización o la defensa de la utilización de la violencia. Como aquella en la que dijo: «El triunfo del ideal habrá de asegurarlo por medios pacíficos, como la desobediencia civil», en clara consecuencia de su condición de humanista cristiano y de su admiración por Ghandi.

Afortunadamente para Elías de Gallastegi, y para honra de los propios nacionalistas vascos, su disidencia fue mejor tolerada y comprendida por sus antiguos compañeros de partido de lo que lo hubiera sido por una organización, pongamos por ejemplo, marxista o violenta. Lo que algunos han querido interpretar como «injusto olvido» ha podido ser más un «piadoso silencio», sobre una persona muy querida que en una muy difícil situación como fue la de la Guerra Civil acabó abandonando el país. El comprensivo tratamiento que recibió tras su marcha no fue algo excepcional sino bastante general hacia quienes no podían, por las razones que fueran, continuar en la lucha política, y dice mucho en favor de aquella generación de abertzales que tuvieron un gran corazón no solo para amar a la Patria sino también para poder perdonar.

Aunque Gudari, irónicamente, desapareció al finalizar la Guerra Civil, exiliándose en una Irlanda que una vez había sido referente para el nacionalismo vasco y en 1937 era favorable a los sublevados, el hombre vivió hasta la fecha de 1974 que ahora recordamos, alejado ya definitivamente, media vida, de la actividad política. Pero siempre nos quedará el recuerdo de su labor patriótica, que algún día, libre de interpretaciones interesadas, podrá ser bien conocida y comprendida. Sea por ella, para Elías de Gallastegi Gudari, en el cuarenta aniversario de su fallecimiento, nuestra gratitud y nuestro recuerdo.

Marsella, 1941: el ‘Alsina’, el último barco de la libertad

El 15 de enero partió del puerto francés el mercante rumbo a América con refugiados del franquismo

Arantzazu Amezaga Iribarren

EL 15 de enero de 1941 permanecía en el espigón nº 7 del puerto de Marsella el mercante Alsina, de la Sociedad de Transportes Marítimos a Vapor, de bandera francesa, listo para partir, escoltado en convoy, con derrotero a América. Este mercante sería bombardeado y hundido en la bahía de Algeciras, un año después.

Francia, dividida en dos, la ocupada y la de Vichy, no era territorio seguro para los vascos que, tras la caída de Bilbao, se encaminaron, en número de doscientos cincuenta mil, al refugio que les deparó Francia, esperando un retorno más o menos rápido a Euskadi. Pero el estallido de la guerra europea y la fulminante ocupación alemana les quebrantó la esperanza. Huyeron de París, Burdeos e Iparralde, donde residían, formando muchos de ellos parte de la caravana que desde París a Marsella ocupó las carreteras, debido al colapso de las vías férreas. La diversidad de los pasajeros que ascendían al Alsina -se rumoreó que era el último mercante en zarpar a América comenzada la Batalla del Atlántico-, da idea de los sucesos de aquel tiempo convulsivo: un importante número de judíos con pasaportes variados, belgas, holandeses, franceses, alemanes y checos, que advertían de los primeros zarpazos del Holocausto.

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Grupo del ‘Alsina’, pero a bordo del ‘Quanza’. Grupo formado por Fernanda de Basterretxea, Katheriñe de Aretxabaleta, Mª Teresa Aguirre, Mercedes Iribarren…
Sabino Fundazioa

Otro grupo era el de republicanos españoles aunados bajo la figura del anciano, viudo y enfermo expresidente de la II República Española, Niceto Alcalá-Zamora y sus hijos, quien decidió la expatriación amparado por una autorización expresa del Gobierno francés. Escribió en su libro: 441 días… un viaje azaroso desde Francia a la Argentina, republicado recientemente por el Parlamento de Andalucía y otras entidades «… el 7 de abril de 1936 dije que personalmente recobraba mi paz, pero la República constitucional, democrática, de derecho, había caído conmigo«. Los vascos ocupaban la tercerola del barco. Fueron avisados de la partida del mercante por miembros de un disperso Gobierno vasco. A la deriva de los adversos acontecimientos, fueron llegando a Marsella a finales del 40 para escapar de aquella jaula de locos y desesperados en que se había convertido Europa, en palabras del escritor de Algorta, José Olivares Larrondo, conocido como Tellagorri, pasajero del Alsina.

Mencionamos, por significativos, a algunos miembros del grupo vasco: Francisco Basterretxea, abogado y político, su esposa Fernanda y sus cuatro hijos, entre ellos un joven Néstor, el escultor de nuestro tiempo, que hace unos años escribió su relación del viaje: Crónica errante y una miscelánea; Telesforo Monzón, político, consejero de Gobernación del Gobierno de Aguirre, y su esposa, Mª Josefa; Mª Teresa Aguirre, hermana del Lehendakari, su esposo, Juan Madariaga y dos niñas; Luis Bilbao y Mª Dolores, ella enfermera y él médico, y sus dos pequeños hijos; Lucio Aretxabaleta y Katheriñe y sus tres hijos, ambos posteriormente serían Sigue leyendo Marsella, 1941: el ‘Alsina’, el último barco de la libertad

El último servicio al PNV de la generación de resistentes al franquismo

Hace 25 años ‘Uzturre’, Abad, Sota, Otxoa, Jauregi y Agirre fueron los ‘socios fundadores’ que impulsaron la creación de la Fundación Sabino Arana

Por Iñigo Camino García

En el otoño de 1988, justo ahora hace 25 años, Jesús Insausti, Uzturre; Primi Abad, Joseba Agirre, Patrick de la Sota, José Mari Otxoa de Txintxetru y Julio Jauregi Alonso aportaron su nombre y prestigio como socios fundadores de la naciente Fundación Sabino Arana. Era un nuevo servicio ofrecido al Partido Nacionalista Vasco por aquellos veteranos abertzales curtidos en mil batallas de guerra, exilio y clandestinidad. Aquellos seis veteranos jeltzales, de los que hoy solo vive Julito Jauregi, reunían décadas de militancia en EAJ/PNV, pero no tuvieron dudas en promover una «fundación cultural privada independiente» cuyo objetivo era «enlazar las raíces del mensaje nacionalista vasco con el reto de la modernidad».

Historias de los vascos

El 11 de octubre de 1988 la notaría bilbaina de José Mari Arriola fue escenario de la constitución legal de la Fundación Sabino Arana-Sabino Arana Kultur Elkargoa. Tal y como dejan constancia las fotografías de Peru Ajuria, el entonces secretario del EBB Josu Bergara, encabezó este acto en el que se constituyó el primer Patronato. Patrick de la Sota aceptó su responsabilidad como primer presidente, con la vicepresidencia de la navarra Mari Paz López Amezaga, el alavés José Mari Gerenabarrena como tesorero y el guipuzcoano Julio Jauregi como secretario.

Abierta a la sociedad La designación del primer Patronato se completaba con el nombramiento de don Jesús María de Leizaola, el viejo lehendakari, como presidente de honor, y una larga relación de patronos de la que, además de los socios fundadores, formaban parte José Ramón Scheifler, Peru Ajuria, Itziar Lizeaga, Ana Galarraga, Gregorio Arrien, Koldo Mediavilla, Iñigo Camino, José Mari Cuñado y Carlos Clavería. Historiadores, periodistas, abogados, profesores, empresarios, o veteranos gudaris aparecían en los perfiles del inicial grupo de trabajo.

La vocación abierta a la sociedad no estaba exenta de una clara vinculación con el PNV. En este sentido, además de firmar ante el notario Arriola la aceptación de nuestros cargos, todos los patronos hicimos entrega al secretario del EBB de una carta de dimisión, firmada y sin fecha, para que el PNV la pudiera ejecutar cuando lo considerara oportuno. No hay que olvidar que, si por un lado era muy reciente el llamado Espíritu del Arriaga que Xabier Arzalluz había marcado en la Asamblea celebrada en el Teatro Arriaga en enero de 1988, la escisión liderada por Carlos Garaikoetxea se había producido apenas dos años antes.

La Fundación Sabino Arana intentó dar sus primeros pasos como «organismo abierto con vocación de servicio» y ya en sus primeros textos se aseguraba que «trata de propiciar una serena reflexión, no exenta de autocrítica, sobre el pasado, presente y futuro del nacionalismo vasco». Tal y como después se recogería en el balance del primer año de actividades, «este 1989 ha supuesto para la fundación su asentamiento ante la opinión pública desde una perspectiva de agrupación surgida desde sectores del nacionalismo vasco pero con evidente vocación abierta y pluralista».
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