El misterio de las fosas comunes de Durango

Un informe del entonces consejero Jesus María Leizaola conservado en Venezuela confirma que en el cementerio de la villa fueron enterrados 127 cadáveres

Un reportaje de Iban Gorriti

Homenaje ante una fosa común en el cementerio de Durango donde descansan los restos de los asesinados por el franquismo. Fotos: Iban Gorriti
Homenaje ante una fosa común en el cementerio de Durango donde descansan los restos de los asesinados por el franquismo. Foto: Iban Gorriti

UN informe del entonces consejero de Justicia y Cultura, Jesús María Leizaola, revela importantes y novedosos datos sobre el bombardeo de Durango. El documento oficial repatriado por el PNV del exilio en Venezuela a Euskadi confirma que en el cementerio de la villa vizcaina hay dos fosas comunes, tumbas y panteones que acogen los restos de 127 personas, algunos identificados con nombre y apellido. El dato es importante porque los franquistas arrancaron las páginas del registro del camposanto para ocultar la verdad que ahora vuelve a salir a la luz y despeja todo tipo de dudas. En caso de estar juntas, podría ser el mayor acopio de asesinados resultante de un solo acontecimiento en la CAV.

“Este informe de Leizaola se conservaba en los archivos de Santiago Aznar, consejero de Industria del Gobierno del lehendakari Aguirre, y lo trajimos de Venezuela. Leizaola fue quien denunció al mundo el bombardeo de Gernika junto al alcalde y cura de la villa, como el corresponsal George L. Steer”, señalael exsenador Iñaki Anasagasti.

Leizaola apuntó en sus credenciales que la villa había sido bombardeada el 31 de marzo de 1937 y días posteriores de abril “por la aviación alemana”. Con el transcurso del tiempo se ha demostrado que el dato sobre la autoría era erróneo y que los autores de la matanza de personas de los dos bandos fueron los fascistas italianos de Mussolini, con el beneplácito de los militares golpistas españoles de Mola y la planificación de la Legión Cóndor de Hitler.

El informe, además, cuenta con el testimonio de una delegación inglesa que por aquellos días se encontraba en Euskadi y que fue testigo del bombardeo del 2 de abril de 1937. “Redactó un documento certificando la iniquidad cometida por la barbarie fascista”, cita el texto.

El parte oficial facilitado por el consejero de Defensa del Gobierno de Euzkadi data del día 5 de abril de 1937. “El número de víctimas causadas por esta acción vandálica es impresionante”, señala el documento y lo argumenta del siguiente modo: “Los muertos en Durango, en el momento mismo del feroz bombardeo, se elevan a 127. Y, posteriormente, a causa de las heridas recibidas fallecieron más de otro centenar de personas, pasando de 150 los heridos graves que recibieron asistencia facultativa en el Santo Hospital de Basurto y otros centros benéficos y diferentes pueblos. El número total de heridos se eleva a 300”.

La numeración correspondió al orden de enterramiento. Así, en la primera fosa, se concentraron 42 cuerpos, por 39 en la segunda. Además, hubo cadáveres a los que se les dio sepultura más digna -según el texto oficial- en tumbas y panteones. Uno de los casos es el de Teresa Minchero, que murió acribillada por los cazas italianos que iban asesinando a las familias que huían del cementerio durante la tarde del 31 de marzo. Teresa caminaba junto con dos sobrinas. Se tiró a la hierba para protegerlas de las balas y perdió la vida. Las dos niñas se salvaron, pero una de ellas perdió un brazo. Aún viven, Teresa en Las Landas (Francia) y Milagros en Hernani.

Reconfortado por conocer el paradero aproximado donde yacen los restos de su familiar, un descendiente de Teresa relata agradecido: “Acabamos de sentir una gran emoción al saber dónde puede encontrarse el cuerpo de mi tía abuela, Teresa Minchero Rubio. Nos pesa que muchos familiares que la conocieron ya no están entre nosotros y nunca supieron dónde se hallaba su cuerpo. Olvidarse de su sacrificio es como matarlas de nuevo”, enfatiza desde Hendaia Manu Muñoz Minchero, quien mantiene la esperanza de localizar los restos en el camposanto durangués. Su búsqueda continúa.

Siempre se ha creído que había una o dos fosas comunes del bombardeo en el cementerio de Durango. De hecho, hay un prado que se ha mantenido intacto entre las sepulturas y la capilla que los franquistas erigieron en 1939 tras derribar la anterior. “Será un panteón capilla para honrar a los mártires y héroes de campaña en el cementerio de Santa Cruz”, detallaba el pliego de condiciones guardado en el Archivo Municipal de la villa.

La opinión más extendida es que ese espacio podría acoger las dos fosas comunes. El historiador iurretarra Jon Irazabal siempre ha declarado que no se debiera exhumar. Familias como la de los Minchero aún sueñan con recuperar los restos de aquellos parientes que los franquistas les arrebataron y que, además, trataron de borrar con acciones como la de arrancar las páginas del registro del cementerio.

DESTRUCCIÓN MASIVA Así lo explicaban los observadores ingleses en el informe de Leizaola: “Esta tarde de 2 de abril hemos acabado de presenciar un espectáculo desgarrador. Hemos visitado Durango, una población grande, a 20 millas de Bilbao y seis de la línea de combate, y hemos visto la destrucción causada por un raid hace dos días, en el que dos religiosos y catorce monjas fueron muertos en la iglesia durante la misa, junto con muchas otras víctimas. Cuando nos acercábamos al pueblo, los aeroplanos volvieron. Les vimos dar vueltas encima de nosotros, y cuando estaban encima del pueblo oímos espantosas explosiones y vimos levantarse densas nubes de humo. Después visitamos la terrible devastación. La pequeña ciudad estaba completamente deshecha”.

Según detallaron el cónsul de S. M. Británica en Bilbao, Mr. Stevenson, y el deán de la catedral de Canterbury, Hewet Johnson, los bombardeos sobre la población de Durango no cesaron hasta quedar destruida. “En el orden de las actuaciones aéreas contra poblaciones civiles no hay hasta ahora en el mundo nada que pueda equipararse a esta monstruosa exterminación de la villa de Durango”, subrayaron.

Estos testigos se sorprendieron aún más al contemplar cómo los bombarderos arrojaban muerte sobre “el Hospital de sangre de Durango, a pesar de las visibles señales que demuestran su humanitario destino, pereciendo dos religiosas de la Caridad y sufriendo el edificio graves deterioros”.

 

Un vasco, precursor de los kamikazes japoneses

La aviación republicana considera al teniente elorriarra Félix Urtubi Ercilla como el primer piloto que derribó a un avión enemigo mediante la técnica del espolonazo

Un reportaje de Iban Gorriti

El avión Breguet que Félix Urtubi pilotaba cuando asesinó a su escolta con una pistola. Foto: DEIA
El avión Breguet que Félix Urtubi pilotaba cuando asesinó a su escolta con una pistola. Foto: DEIA

LA poco conocida biografía del aviador republicano Félix Urtubi Ercilla ha sido heredada con tono grandilocuente y laudatorio como personaje histórico, mítico. Hay quien se aventura a calificarle como el primer piloto kamikaze de la historia porque murió en combate cuando, tras ser tocado, decidió mediante la acción del espolonazo derribar al aeroplano fascista contrario. Tenía 32 años. Ocurrió tan solo un mes después de estallar la Guerra Civil. Al de pocos años, Japón llevaría a cabo esa práctica de forma habitual contra los estadounidenses en días de la Segunda Guerra Mundial.

Félix Alejandro nació en Elorrio en 1904 y fue vecino de Arrasate y de Aretxabaleta, municipio del que su abuelo fue, además de filósofo licenciado y boticario, alcalde. De hecho, se le reivindica como el regidor que proclamó la Primera República en la localidad guipuzcoana en el siglo XIX. De su abuelo heredó no solo el apellido, sino también el nombre de pila.

Urtubi era descendiente de una saga de farmacéuticos atxabaltarras, ése fue el caso de su padre Pablo Urtubi Errazquin. Su madre, Matilde, sin embargo, era de Udala. Ya a una edad temprana, quiso ser aviador. El matrimonio vivía en Arrasate, en la calle Iturriotz. El miembro de Intxorta 1937 Kultur Taldea, José Ramón Intxauspe, estudió su figura y ha publicado el resultado en el libro Gerra Zibila Aretxabaletan. Ezin ahaztu! En el mismo recoge que Urtubi ingresó en “el Arma de Aviación, destacando desde sus inicios por su arrojo y determinación. Durante su periodo de instrucción como cabo piloto ya dejó entrever su espíritu luchador”, valora.

Con motivo de un concurso de patrullas y encuadrado en el Grupo 33 de Burgos se vio obligado a tomar tierra por avería del radiador. “Ni corto ni perezoso se echó el radiador al hombro y recorrió los kilómetros que le separaban de la localidad más cercana. Allí soldó el radiador y volvió de igual forma para montarlo y salir nuevamente en vuelo”, relata el historiador. Tras numerosas hazañas, su carácter le llevó a que le abrieran un expediente al considerar que “no cumplió correctamente con un servicio ordenado”, analiza Intxauspe. Por este motivo, le enviaron a Marruecos. De Getafe debió trasladar al general Cabanellas.

El 18 de agosto de 1936, día del golpe de Estado de militares españoles contra la Segunda República, Urtubi estaba en la base de Tetuán. “La guerra le coge en el escenario menos deseado para él -republicano como era-, dentro de la zona rebelde”, agrega Intxauspe.

Al guipuzcoano le envían a Sevilla, pero por su posicionamiento republicano le ponen un escolta en la parte trasera. Urtubi llevó oculta una pistola y al sobrevolar el Estrecho de Gibraltar disparó contra su guardián Juan Miguel de Castro Gutiérrez, dejándole sin vida. “Sin perder tiempo y con mucha sangre fría pone rumbo a su aparato hacia zona republicana”, tras lo que aterrizó en Getafe.

El 18 agosto su avioneta fue derribada en Extremadura por un piloto nazi. Le dieron por muerto cuando Urtubi había saltado en paracaídas y se internó en los montes donde por poco lo fusilan. Llegado a zona gubernamental, con el avance faccioso del general Yagüe para conquistar Madrid efectuó un vuelo de reconocimiento sobre Toledo. Le salió al encuentro una patrulla de tres aviones fascistas italianos. “Urtubi -relata Intxauspe-, en tan desigual lucha, logró derribar a uno de sus oponentes pero finalmente, viéndose perdido sin municiones, se abalanzó sobre uno de los aparatos italianos logrando embestirlo y precipitándose los dos aviones en llamas al suelo”.

Ascendido a capitán “Su final estaba escrito, ya que lo había anunciado con anterioridad a sus camaradas: “El día que no pueda hacer otra cosa perderé la vida; pero no se me escapará el avión enemigo”, agrega el de Intxorta 1937. Intxauspe también le reconoce como el primer kamikaze por llevar a la práctica el llamado espolonazo. “Fue el precursor de los kamikazes. No pasó inadvertida esta proeza heroica para los corresponsales de la prensa republicana madrileña, titulando sus artículos con frases como Gloriosa muerte de un caballero del aire. El teniente aviador Urtubi ha muerto como mueren los héroes”.

Murió a los 32 inviernos con graduación de teniente y ascendido con carácter póstumo a capitán. Estaba casado con María Cruz Robla Román y tenían una hija de tres años, Matilde (1933), nombre de su madre. El también componente de la asociación Intxorta 1937 considera a Urtubi “uno más entre tantas personas que han quedado ocultas por el paso del tiempo”.

El coronel que alabó la República en Garellano

Fernández Piñerua contribuyó a que Bilbao fuera la única capital de la CAV en la que fracasó el golpe de Estado del 36

Un reportaje de Iban Gorriti

Imagen histórica del cuartel de Garellano. Foto: DEIA
Imagen histórica del cuartel de Garellano. Foto: DEIA

Hay biografías que debieran ser labradas por la importancia que han tenido esas personas en un determinado momento histórico. La actuación firme del coronel republicano Andrés Fernández Piñerua hacia el general Mola durante la jornada golpista del 18 de julio de 1936 debiera ser una de ellas. Sin embargo, se conoce su periplo vital con pinzas, con detalles que han publicado varios investigadores en sus trabajos y algún documento que ha llegado a nuestros días, 80 años después de aquel día en el que generales militares trataron de tomar el poder político vulnerando la legitimidad institucional establecida en el Estado.

Con todo, si con el estallido de la Guerra Civil la villa de Bilbao fue plaza republicana fue en parte gracias a Fernández Piñerua, quien al cargo del cuartel de Garellano acabó gritando a Mola un “¡Viva la República!” antes de colgarle el teléfono en el intento del general golpista de que se sublevaran. El periodista y corresponsal de guerra valenciano Vicente Talón Ortiz resume este episodio. “El drama de las guerras civiles es que, hablo genéricamente, se conocen todos. Por ejemplo, en Bizkaia, el coronel Andrés Fernández Piñerua Iraola se negó a declarar el estado de guerra en Bilbao pese a que Mola le había amenazado con fusilarle en la plaza de Zabalburu si no daba ese paso. Había tratado a Franco en África y mucho más el teniente coronel Vidal Munarriz, jefe del regimiento Garellano, pues fue su profesor de trigonometría”, cita.

Gracias a otro autor, Andoni Astigarraga, conocemos que al producirse el golpe de Estado no hubo unanimidad en el Regimiento de Garellano. Su comandante en jefe, el teniente coronel Joaquín Vidal Munárriz -acabó fusilado por los franquistas en 1939- era partidario de la legalidad republicana. La mayoría de sus oficiales, sin embargo, estaba influido por el UME (Unión Militar Española), de tendencia claramente totalitaria. “Por esta razón, cuando el gobernador militar interino, coronel Fernández Piñerua, formó a la oficialidad en el cuarto de banderas e invitó a los oficiales dispuestos a respaldar al gobierno de la República a dar un paso al frente, fueron muy pocos los que lo hicieron”. El resto fue detenido, entre ellos Fernández Ichaso, el capitán Ramos, el teniente Del Oslo y algunos oficiales más, siendo condenados a muerte y fusilados los tres primeros.

El grueso del Regimiento participó en el desfile militar del día siguiente y “en la fracasada expedición que al día siguiente partió a la reconquista de Vitoria”, agregaba Astigarraga y valoraba en la enciclopedia Auñamendi que “la adhesión final de la mayoría de los oficiales de Garellano a la República fue de gran importancia para Bizkaia, que contaba con muy pocos militares profesionales”. Mola, sin embargo, había pensado que se sublevarían. “Saldría bien si ciertos generales se levantaban porque acto seguido sus subordinados, coroneles y comandantes, les obedecerían según el canon y la jerarquía castrense, tomando primero el control de plazas como Bilbao, Donostia y Gasteiz, y después el resto de las respectivas provincias. A este núcleo militar debían sumarse las unidades de la Falange y de los Requetés, aparte de las organizaciones políticas como Renovación Española o los Tradicionalistas”, expone en el libro Al infierno o a la Gloria el autor Ingo Niebel.

Pero en Bilbao la rebelión no cuajó por una conversación telefónica entre Mola y Fernández Piñerua. El investigador Germán Cortabarría aporta lo que se dijo en aquella conferencia y que aparece en Historia Documental de la Guerra en Euzkadi, de Astigarraga. Piñerua era coronel y comandante militar de Bizkaia al producirse el golpe de Estado. Fue conminado a sumarse a lo que los facciosos llamaron “alzamiento nacional”. La conversación también fue recogida por el corresponsal George Lowther Steer en su libro El árbol de Gernika, aunque utilizó como interlocutor al gobernador civil Novoa Echevarría.

“-¿Es el gobierno militar de Bilbao?

-Sí. señor.

-De parte del general Mola que se ponga el coronel Piñerua.

-Hola.

-¿El coronel Piñerua?

-Sí, soy Piñerua. (No oíamos, manifiesta el testigo, quien llamaba desde Pamplona. Unos supusieron era el general Mola y otros que fue el general García Escámez, pero por lo que contestaba el coronel Piñerua se deducía que le conminaban apremiantemente para sumarse a la rebelión).

-…

-Yo no he dado mi palabra de honor.

-…

-Yo no me comprometí a sublevarme… (y balbuceaba), yo no corro con la responsabilidad…

Al llegar a este punto del diálogo, uno de los presentes, nervioso y exasperado por la conferencia, gritó:

-A cuadrarse los militares. ¡Piñerua, hay que ser leal!

-Sí, sí. Yo soy leal.

-No queremos sublevaciones. ¡Viva la República!

-¡Viva!, y el que había interrumpido la conversación, acercándose al teléfono, gritó:

-Aquí con los traidores no queremos nada.

Así finalizó aquella conferencia en que se solicitaba a las fuerzas de Bilbao su aporte a la rebelión militar”.

Por ello, Mola -según el libro de Talón Memoria de la Guerra de Euzkadi– “su actitud mereció que a las diez de la noche el general Batet le llamase desde Burgos felicitándole por permanecer leal, mientras que corrió el rumor de que Mola le había telefoneado a su vez para decirle que apenas tomase Bilbao le haría fusilar en la plaza de Zabalburu”, según el investigador Ritxi Zarate. Algunas informaciones apuntan que era bilbaino, pero otras -más fidedignas- aseguran que era de Gasteiz y residente en la capital vizcaina, en Garellano. Según un documento del régimen franquista, aportado por la Sociedad de Ciencias Aranzadi, Fernández Piñerua falleció a los 64 años tras un juicio en la salmantina Ciudad Rodrigo.

Adiós a la leyenda del euskera como arma de los aliados

Un estudio desmonta la versión de que fue utilizado en 1942 por marines contra Japón como idioma encriptado durante la segunda guerra mundial

Un reportaje de Iban Gorriti

El Batallón Gernika desfila ante el Teatro de Burdeos, tras la victoria de Point Grave. Foto: Memorial Front du Médoc
El Batallón Gernika desfila ante el Teatro de Burdeos, tras la victoria de Point Grave. Foto: Memorial Front du Médoc

un extenso estudio publicado por la Asociación Sancho de Beurko deconstruye el mito del euskera utilizado como idioma codificado por alguna supuesta unidad de marines de origen vasco durante la Segunda Guerra Mundial, y de forma particular en el desembarco de la Batalla de Guadalcanal en verano de 1942. Los autores del laborioso trabajo surgido en Reno (Estados Unidos) hace más de quince años son los historiadores Pedro J. Oiarzabal, de la Universidad de Deusto, y Guillermo Tabernilla, de Sancho de Beurko Elkartea.

La investigación, con visitas a los archivos estadounidenses, británicos y estatales, desmonta uno de los mitos más arraigados de la historiografía vasca que, a su juicio, se repite “de forma cíclica” en los diferentes medios de comunicación desde hace setenta años. Tabernilla y Oiarzabal fundamentan esta creencia en “las muy complejas relaciones” entre los medios secretos del Gobierno vasco en el exilio y el servicio de inteligencia OSS norteamericano, precedente de la actual CIA.

El estudio de 156 páginas ha visto la luz en la revista digital Saibigain de Sancho de Beurko Elkartea. Lleva por título El enigma del mito y la historia: Basque codetalkers en la Segunda Guerra Mundial. El origen de la creencia heredada tiene su origen en dos publicaciones del año 1952. Primero en la edición mexicana del periódico nacionalista vasco Euzko Deya y, a continuación, una réplica de la armada franquista en La revista de Marina. Editan la misma nota “como reacción a una acción”.

Oiarzabal y Tabernilla ponen de manifiesto en su libro la “falsedad histórica” de tal hecho, enfatizando el obligado papel jugado por el enigmático capitán Frank D. (o Ernesto) Carranza, “hijo de inmigrantes vascos” -según un texto de la época-, artífice del supuesto uso militar del euskera en la última contienda mundial. “Diferentes fuentes citan a Carranza, pero no hay ninguna prueba que demuestre que se llamara así. Creemos que sí existió pero bajo otro nombre real”, subraya Tabernilla.

Es más, se cita que esta enigmática figura murió atropellada cuando salía de casa en abril de 1979 en la Quinta Avenida de Nueva York, vía en la que la OSS tenía su sede. También existe una entrevista en la que la histórica Marichu Anatol -de la Red Cométe- aseguraba en una entrevista publicada en DEIA que vio a Carranza en la muga en Bidasoa.

“A Marichu no se le puede cuestionar. Le vio sin duda. Pero no existe en los fondos militares esa persona con ese nombre. Salen en las bases de datos varios Carranza… pero ninguno con ese perfil. Ha pasado lo difícil de estar en el Pacífico con los marines a la muga del Bidasoa. Solo alguien se puede mover tanto si está trabajando para la inteligencia norteamericana “, agrega Tabernilla.

En aquella guerra sí se utilizaron lenguas como el de la comunidad nativa navajo para encriptar mensajes de radio como un método seguro de comunicación. Tanto es así que el código nunca fue descifrado por las fuerzas imperiales japonesas. Con relación a la lengua vasca, en 2008 el Gobierno vasco también hizo suyo el discurso de que se había usado el euskera como el navajo, pero nunca se había demostrado. “El navajo o el iroqués eran lenguas minoritarias que podían utilizarse, pero el euskera era ya un idioma estudiado y de alguna forma internacionalizado. Dos marines de la OSS de entonces ya declararon que no era posible. El euskera no era una lengua aislada, tenía presencia en muchas partes del mundo”, precisa Tabernilla.

‘capitán carranza’ Oiarzabal también aboga por que el mito surge de las extremadas complejas relaciones entre los servicios de información, y hay libros que lo citan. “Personas con cierta autoridad académica lo creyeron y lo difundieron. Empiezas a dudar que fuera cierto cuando buscas fuentes testimoniales. Tendría que aparecer alguna información real”, enfatiza Oiarzabal quien consultó a los mayores expertos en criptología de Estados Unidos. “Y me aportaron con pelos y señales por qué no se utilizó el euskera. Además, no aparece el capitán Carranza con esas credenciales ni los 60 marines vascoamericanos del cuerpo de transmisiones en Guadalcanal de la Organización Airedale”. A su juicio, resulta imposible demostrar que se diese la utilización de la lengua vasca a partir de esta investigación “con argumentos de peso y con documentos originales”.

El trabajo que se puede consultar de forma gratuita tiene una dedicatoria especial: “A todas aquellas personas que desde el anonimato sirvieron con su esfuerzo y sacrificio al Servicio Vasco de Información y a los servicios secretos de los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, contribuyendo a la victoria final contra el totalitarismo”.

Algo más que el compañero de celda de ‘Lauaxeta’

Esta semana se cumplirán 80 años del fusilamiento del comandante del batallón de Eusko Indarra y cofundador de ANV, José Placer Martínez de Lecea

Un reportaje de Iban Gorriti

Algo más que el compañero de celda de ‘Lauaxeta’ Foto: DEIA
Algo más que el compañero de celda de ‘Lauaxeta’ Foto: DEIA

SE le conoce, en muchos casos, casi exclusivamente por ser aquel compañero de celda del poeta y periodista vizcaino, y comandante de intendencia Esteban Urkiaga, más conocido como Lauaxeta, sin embargo, tras analizar la biografía de José Placer, sería injusto retener tan solo ese capítulo. Fue una personalidad política relevante en Araba cuando estalló la Guerra Civil española, además de comandante de gudaris en el batallón Eusko Indarra de la ANV que cofundó. Finalmente, fue fusilado tras un juicio sumarísimo tras ser apresado por los golpistas franquistas mientras defendía una batería en Gernika.

El 5 de julio se cumplirán 80 años de su muerte. En su memoria, el Ayuntamiento de Barrundia ha organizado un acto de recuerdo por él y el resto de represaliados de la zona el 8 de julio a las 13.00 horas en la plaza del Ayuntamiento de Ozaeta.

El primer hijo de quince hermanos del matrimonio Gerardo Placer y Feliciana Martínez de Lecea, Pepe, nació en Ozaeta en diciembre de 1896. Allí vivió su infancia, donde su padre ejerció la profesión de médico de Barrundia durante 35 años. “Como curiosidad, aunque era natural de Zaragoza, Gerardo también trabajó en Busturia, donde fue médico de Sabino Arana”, recuerda Félix Placer, sobrino del fusilado.

José Placer tuvo que dejar pronto su pueblo para trabajar en Gasteiz, aunque volvía con cierta frecuencia a Ozaeta. De convencidos sentimientos nacionalistas e ideas progresistas estuvo afiliado a EAE-ANV desde los comienzos de su militancia política. Fue uno de sus cofundadores e impulsores en la capital alavesa en 1931.

Secretario del comité de Gasteiz, impulsó la corriente de izquierdas dentro de EAE-ANV. Pepe, miembro del nuevo Comité Nacional y representante de Araba, tomó parte activa en la campaña electoral de 1936. Al triunfar la izquierda se renovó la gestora de la Diputación de Araba. Los dos miembros de ANV fueron Joxe María Belaustegigoitia y José Placer, primeros representantes, por tanto, de la izquierda abertzale en esta institución.

El 18 de julio de 1936, tras el golpe de Estado contra la Segunda República, mientras algunos compañeros de partido fueron detenidos, Placer consiguió huir por Ozaeta. Lo recuerda su hermana Ofelia: “Estaba sola en casa. Mi padre fue a visitar a un enfermo en Narvaja y mi madre lo acompañó. Eran las once de la mañana. Inesperadamente se presentó mi hermano Pepe. Quería pasar por el monte a Gipuzkoa, pero no se acordaba muy bien del camino a seguir. Me preguntó si yo sabía de alguien que pudiera acompañarle, porque tenía miedo a perderse. Fui a buscar a un vecino de confianza. Lo acompañó y vino a avisarme de que Pepe ya estaba seguro. Después tuvo problemas por haberlo acompañado”, lamenta Ofelia, y continúa: “Nada más marcharse Pepe, apareció por la puerta de delante de casa el guarda de Elgea. Me preguntó con mucha insistencia a ver dónde estaba Pepe. Le dije que no tenía ni idea y de ahí no me sacó, pero venía a detenerle”.

José tuvo dos hermanos más que fueron gudaris: Eloy Placer, teniente alistado a su mismo batallón, al Eusko Indarra; y Félix Placer, comandante de la unidad comunista Karl Liebknecht. “Félix, se llamaba como yo, era mi padre y Eloy mi tío, como Pepe. Eloy fue condenado en Santoña y, tras exiliarse, trabajó como profesor de la Universidad de Reno. Fue gran investigador de la cultura vasca y escribió sobre Pío Baroja”, continúa relatando. De entre los quince hermanos también destacaron otras personas como Araceli Placer, reputada activista del PNV como conferenciante de Emakume Abertzale Batza.

José Placer luchó en Donostia y después como comandante del batallón Eusko Indarra en las unidades de artillería que actuaban en Gernika, junto a su hermano Eloy. Allí fue hecho prisionero el 3 de mayo, después del bombardeo de la villa. Le llevaron a Ondarreta. Reclamado por el Gobierno, estuvo preso en el convento de los Carmelitas de Gasteiz junto con Lauaxeta con quien compartió celda, condenado a muerte el 15 de mayo por el mismo alférez juez instructor José María Sarachaga y tuvieron como “defensor” de oficio al alférez José Antonio Sáenz de Santamaría, las angustiosas semanas de prisión.

Ambos fueron fusilados en el mismo lugar, en la pared norte del cementerio de Santa Isabel con días de diferencia: Placer el 5 de julio de 1937 y Lauaxeta el 25. “Murió con patriotismo y valentía, según lo atestiguó el Padre Moreno, que le atendió en sus últimos momentos. “Murió gritando Gora Euskadi askatuta”, subraya Félix.

José Placer era primo carnal del padre de la famosa escritora vasca Toti Martínez de Lezea. “Sí. Mi abuelo y su madre eran hermanos. Estos días que he leído sobre el homenaje a Lauaxeta no he podido evitar pensar en él. Compartieron celda en los Carmelitas de Gasteiz y fueron fusilados ante la tapia del mismo cementerio, pero de él apenas una palabra”, comenta a este diario la escritora, y añade: “Su madre, mi tía abuela Feliciana, fue a pedir que le dejaran ver a su hijo antes de morir, y no se lo permitieron”, concluye Toti.