El mugalari de Felipe González

El bilbaino juan iglesias escondió en el exilio en Francia durante la dictadura de franco al que años después sería presidente del gobierno español aprovechando la red de paso de frontera del PNV

Un reportaje de Iban Gorriti

UN bilbaino fue quien posibilitó que el socialista Felipe González, a la postre presidente de España entre 1982 y 1996, alcanzara el exilio durante los años de clandestinidad antifranquista. Se llamaba Juan Iglesias Garrigos. y desde su base en Baiona daba cobertura al abogado sevillano llamado a liderar España aprovechando las redes del PNV.

Juan Iglesias, junto al lehendakari Aguirre, en el Congreso Mundial Vasco en París en 1956.

Los años sesenta llegaban a su fin y el joven abogado había finalizado sus estudios de derecho. Ya militante socialista, viajaba a Francia para reunirse con sus camaradas en el exilio y participaba en manifestaciones contra la dictadura de Franco. Este hecho le llevó a ser detenido en Madrid en 1971. Tres años después, González participó en el histórico Congreso de Suresnes, bautizado como el cónclave del “PSOE renovado”, encuentro vivido cerca de París del que salió nombrado secretario general. En aquellos años fue cuando su camarada vizcaino Juan Iglesias le posibilitaba “el pase de frontera que tenía organizado el PNV en la muga”, señala Iñaki Anasagasti, militante histórico de la formación jeltzale y buen conocedor de la historia reciente de Euskadi.

Juanito, como era conocido por todos, fue presidente del PSE, consejero del Gobierno vasco en el exilio y miembro destacado del Consejo General Vasco. Durante la Guerra Civil, fue hecho preso en el mítico barco cárcel Altuna Mendi, junto a Ramón Rubial y Santiago Meabe, y sufrió, además, el penal navarro de San Cristóbal, donde fue uno de los pocos que salieron con vida en su fuga, aunque en el intento perdió su brazo izquierdo. “Merece la pena sacar de las tinieblas su figura”, enfatiza Anasagasti.

Iglesias nació en Miraflores, Bilbao el 13 de marzo de 1915. Era hijo de castellanos de Pajares de la Lampreana (Zamora). A los seis meses, se mudaron a la calle Cantarranas. Su padre era un funcionario municipal, sastre y fundador del partido Izquierda Republicana. Juanito y sus cinco hermanos estudiaron en las escuelas de Urazurrutia. Con catorce, contaba que se hartó de los maestros. Así, sin que en su casa lo supieran, comenzó a hacer labores de recadista en el estanco del Teatro Arriaga, donde cobraba una peseta al día. Después trabajó con los Ruiz, propietarios del ultramarinos La Blanquita, en Colón de Larreátegui. Pero los Ruiz se arruinaron y pasó a la competencia: Sebastián de la Fuente. “De allí me echaron -narraba Juan- por malo, por rojo; sindiqué a toda la plantilla. Teníamos entonces el sindicato en la calle Jardines. Yo me había afiliado a UGT en marzo de 1930, con quince años”.

Participó en las revueltas de octubre de 1934. La revolución no triunfó en Asturias y pronto llegó la orden de Largo Caballero para que no se ejecutara ninguna acción armada. Detuvieron a Juan. Pasó siete días en el cuartelillo de la Guardia de Seguridad en Elcano. Le procesaron, pero la cárcel de Zabalbide estaba repleta. Por ello le encerraron en un viejo barco de carga fondeado en Axpe.

Antes de que estallara la guerra, Juan ya sabía que algo se cocía. “Ya conocíamos lo que estaba pasando en Garellano, donde se reunían los fachas. Había unos capitanes, militares muy famosos, sobre todo un tal Samaniego. Hasta que llegó la noticia de que se habían sublevado en Melilla”.

El domingo, 19 de julio de 1936, estaba programado un desfile por la Gran Vía. Se creía que, aprovechando su paso, parte de las tropas de Garellano tomarían la Diputación y se apoderarían de las autoridades. Por ello, narraba Iglesias, “a nosotros nos dieron unos revólveres tremendos, larguísimos, del calibre 38. Esperamos en la Diputación y no pasaba nada. Por lo visto, los falangistas no se atrevieron a dar el golpe, o ya habían tenido noticias de que en Garellano habían entrado los mineros y habían tomado el cuartel. Yo salí a volar los puentes de Orozko y Orduña…”, agregaba.

Iglesias fue detenido, conducido a Gasteiz y condenado a muerte. Le destinaron al fuerte de San Cristóbal de Ezkaba. Los presos prepararon la fuga más populosa que se haya conocido en el Estado y los funcionarios aquel 22 de mayo de 1938 acabaron matando a 206 esclavos de Franco en su huida. Pocos sobrevivieron. Uno fue Iglesias, quien a resultas de un balazo, perdió un brazo.

baiona Tiempo después recobró la libertad y colaboró en la organización del PSOE. Sin embargo, debió exiliarse por su militancia, y comenzó a trabajar en la delegación del Gobierno vasco en Baiona. En 1963 al fallecer Paulino Gómez Beltrán, fue propuesto por el PSE como consejero sin cartera del Gobierno vasco, cargo que ocupó hasta la disolución del Gobierno vasco en el exilio en junio de 1979.

Un año antes, fue propuesto como consejero de Trabajo en el Consejo General Vasco (órgano preautonómico del País Vasco), presidido por su correligionario Ramón Rubial primero y por Carlos Garaikoetxea después. Cesa en el cargo tras la constitución del primer Gobierno vasco posterior al Estatuto de Gernika en 1980. Fue igualmente presidente del PSE entre 1977 y 1982 y miembro del comité federal del PSOE.

“Juanito, como le llamábamos, y eso significa que era un tío cercano y familiar, fue un socialista muy leal al Gobierno vasco en el exilio y presidente del PSE cuando el PSOE de Nafarroa se salió del PSE, algo que le pareció muy mal”, apostilla Anasagasti, quien concluye con una anécdota: “Iglesias fue con el Consejo General Vasco a Madrid a presentar sus respetos al rey y como Juanito era manco, Juan Carlos le preguntó a ver qué le había pasado y él le respondió: Me lo quitaron en el fuerte San Cristóbal durante la guerra. Fue algo muy comentado”.

Murió en 2001 a los 86 años y tras 30 años de vida en el exilio francés. El día de su entierro, el PSE destacó de su figura “su lucha por la democracia, la libertad, la igualdad y las ideas socialistas”.

Pistolerismo en Matiko

El Bizkai Buru Batzar del PNV condenó por medio de Leizaola y Robles Arangiz el asesinato de un fundador del batzoki del distrito bilbaino el 8 de noviembre de 1931

Un reportaje de Iban Gorriti

La villa de Bilbao no fue ajena al fenómeno del pistolerismo. Un lustro antes del estallido de la Guerra Civil se dieron casos de personas que acaban con la vida de otras por motivos ideológicos. Un ejemplo fue el crimen sufrido en el barrio de Matiko siete meses después de proclamarse la Segunda República y con Ernesto Ercoreca como alcalde de la capital vizcaina. Ceferino Alfredo López, de origen asturiano, disparó “a mansalva” contra dos nacionalistas vascos, matando a Ángel Acero e hiriendo a José Muguire, así como a Juliana Bartolomé, dueña del bar El As, donde se perpetró el atentado.

La Guardia Civil disuelve una manifestación de protesta en El Arenal. Fotos: Mundo Gráfico y ‘Euzkadi’

El diario Euzkadi llevó el suceso a primera plana el 10 de noviembre de 1931 bajo el título a seis columnas de Un nuevo crimen de pistolerismo. Los hechos sucedieron dos jornadas antes, la noche del día 8, como atestiguaron también los tabloides La Tarde o El Liberal. “1931 fue un año conflictivo, de muchos atentados en Bizkaia, de muchas revueltas como ya indicaba el Euzkadi”, transmite Gotzon García, investigador de Galdakao. De hecho, meses antes, en este mismo distrito, mataron a José de Etxebarria.

El nuevo asesinato tuvo repercusión mediática, ciudadana y policial. La autoridad acabaría deteniendo al presunto pistolero. El PNV, por su parte, movilizó a la sociedad para protestar por el crimen en las calles bilbainas, lo que acabó con la Guardia Civil disolviendo una manifestación a la altura de El Arenal, protesta convocada tras el entierro del joven. Guardias de seguridad detuvieron asimismo a un joven nacionalista acusado de repartir pasquines en los que se solicitaba a los comercios que cerraran en señal de protesta.

García relata que tras la represión “una numerosa comisión oficial se personó en el Gobierno civil”. Eran representantes del Bizkai Buru Batzar, Juventud Vasca, el concejal nacionalista del distrito de Deusto y los parlamentarios vascos que se encontraban en Bilbao. “Los señores Horn, Basterretxea, Egileor, Leizaola y Robles Arangiz”, enumera, y va más allá: “Los comisionados, que fueron recibidos atentamente por el señor Calviño, expusieron a éste su protesta por lo ocurrido, continuación de una serie de atentados que se venían registrando en aquel barrio contra los nacionalistas”.

El asesinado fue Ángel Acero, de 27 años, soltero y natural de Bilbao. Era uno de los cofundadores del batzoki de Matiko. El otro joven herido era José Muguire, de 24 años, soltero, natural de Sondika. “Tanto el muerto como el herido, muy conocidos en el barrio, estaban afiliados al PNV. Acero trabajaba en Lamiako y Muguire como ajustador en los Astilleros Euskalduna”, detalla García. Según Euzkadi, estos dos jeltzales habían discutido por temas de política entre los bares El As y Egaña. Nadie pensó que la disputa fuera a acabar con una muerte y dos personas heridas.

El diario pormenoriza que tras la discusión una mujer llamó al sereno para que retuviera a un hombre que iba armado. Era la esposa del pistolero. Este había subido a su vivienda a por el revólver. Sin embargo, logró entrar en el bar y tras pedir “un txikito” en la barra, atacó a los presentes disparando un total de siete balas.

Ángel y José cayeron al suelo gravemente heridos. Uno de los siete proyectiles atravesó el mostrador y fue a herir en un muslo a la dueña del bar, que también se desplomó gritando y llamando a su marido. “La dependienta, Micaela, huyó hacia el interior al ver a aquel energúmeno disparando a bocajarro sobre las dos víctimas. Hubo en todo el establecimiento un movimiento de alarma y las personas se hallaban allí se recluyeron en el interior. Estos momentos de confusión fueron aprovechados por el criminal para darse a la fuga”.

El inspector Vela, de la Policía Municipal, con varios agentes, se personó en Matiko, practicando diligencias para conocer el nombre y paradero del autor. Mientras, trasladaron a los heridos a la Casa de Socorro del Ensanche en un coche particular.

Al día siguiente, a primera hora de la tarde varios agentes se personaron en la casa número 12, piso primero, de la Travesía de Uribarri, y allí procedieron a la detención del inquilino Ceferino Alfredo López, de 42 años de edad, natural de Cangas de Tineo, Asturias. “La presencia de la Policía fue tan inopinada, que el detenido no tuvo tiempo de escapar”, aporta García. Pese a que la Policía tenía la referencia de que se trataba de un “radical socialista”, se comprobó que no estaba afiliado al Partido Radical Socialista y sí a otro partido republicano. Al hablar con las representaciones de los partidos republicanos tanto autónomo como radical y radical socialista, estos, “en términos de gran energía condenaron los sucesos”.

Aunque “las manifestaciones estaban prohibidas”, se llevó a cabo una. Por ello, el comisario jefe Pineda dispuso que un inspector, tres agentes y dos guardias de Seguridad se aproximaran al grupo, invitándoles a disolverse. Apenas se hizo este requerimiento, sonaron dos disparos y entonces los agentes y los guardias dispararon al aire. Esto fue suficiente para que la dispersión se produjera con rapidez. Al huir se cayó el joven Ángel Gondra Garro, de 23 años, que fue detenido y llevado a comisaría.

El desconocido héroe vasco-ruso

El basauritarra de 18 años Martín Peña Ontoria detonó una granada bajo un tanque nazi en Carelia en 1941

Un reportaje de Iban Gorriti

Desconocido en Euskadi, está considerado un héroe de guerra en Carelia, frondosa e ignota tierra rusa. El gobierno de aquel país así lo ha proclamado. Se llamaba Martín Peña Ontoria, una figura poco investigada hasta la fecha. Tirando del hilo, se sabe que nació en Basauri en 1923, que fue exiliado como niño republicano de la Guerra Civil a la URSS y que acabó inscribiéndose voluntario a las milicias rusas que lucharon contra el imperio nazi. En el fragor de la batalla clandestina, aquel vizcaino de 18 años y 1,80 metros de estatura perdió la vida, según transmisión oral, bajo un tanque alemán y por una altruista causa.

“Estando herido quedó oculto en el suelo con una granada de mano que estalló cuando vio avanzar un tanque de los nazis situándose bajo el mismo. Fue una muerte heroica la de este joven vasco que nunca pudo regresar a su tierra”, defiende la madrileña Dolores Cabra, secretaria general de AGE (Archivo de Guerra y Exilio).

El joven, voluntario de unas milicias populares, pereció en los históricos combates ocurridos en agosto de 1941 en tierra de nadie entre Finlandia y Rusia. Su muerte, según investigaciones, pudo producirse el día 7 de aquel mes. La operación se llevó a cabo en los bosques de Siandeba. Como recuerdo a él y sus compañeros guerrilleros, el Gobierno ruso, junto a un convento de sensibilizadas monjas ortodoxas, exhumó en 2016 pertenencias y restos de estos combatientes. En el remoto lugar construyeron un monumento dedicado a sus personas y una lápida con el nombre y apellidos de todos ellos. Dos de aquellas religiosas llegaron el viernes en tren a Bilbao con el fin de conocer la tierra de aquellos jóvenes refugiados que dieron la vida en Carelia.

Un joven Martín Peña.

Estas religiosas recuerdan cómo restos relacionados con Martín Peña fueron hallados junto a los de otros trece combatientes procedentes de la Guerra Civil, la mayoría vascos. Del vizcaino apenas se ha investigado nada, excepto que nació en 1923 -podría ser el 2 de mayo- y que antes de llegar a la casa de niños de Leningrado había pasado por Odessa, tras arribar a la URSS en 1937, con 14 años.

Partió el 12 de junio, en la histórica salida del barco Habana desde Santurtzi en 1937, en la que también viajó la a la postre madre del jugador de baloncesto internacional Jose Biriukov. 82 años después, el Gobierno de Rusia y las monjas ortodoxas han rendido un acto de recuerdo y homenaje a estos soldados. En el lugar de su muerte, las religiosas marcharon silenciosas en procesión sosteniendo en el aire los retratos de 11 de los 23 chicos republicanos españoles que perecieron en estos olvidados parajes tras marchar al frente como voluntarios a luchar por la URSS en contra del nazismo.

La ceremonia sin precedentes conmocionó a las reunidas, entre ellas socias de AGE e incluso una sobrina de Martín Peña. “Fue muy emotivo. Gracias a que me encontraron y que el Gobierno de allí se preocupó porque en la familia sabíamos muy poco”, valora Begoña Martín Arana. “Creo que mi padre y sus hermanos no hablaban por tristeza, por mi tía. Era un tema secreto aunque mi tía Isabel movió algo, incluso buscó intermediación por un primo en el Vaticano”, añade.

El mes pasado, las monjas del lugar expusieron en Moscú que la historia de aquellos chicos voluntarios “nos conmovió”. Dada su implicación, ya están en Bilbao y Gorliz la abadesa Varvara Ivanova y otra religiosa que fueron recibidas en primera instancia en casa de Vitori Iglesias, niña de la guerra que viajó en el mismo barco que Martín Peña. “Yo solo tenía cinco años, cómo voy a acordarme de él entre tantas personas”, aporta Vitori.

Como hijos propios La abadesa rusa envía un mensaje al pueblo vasco, tierra que han querido conocer para agradecer la labor prestada por aquellos imberbes soldados. “Estamos muy agradecidas por lo poco que pudieron hacer. Ojalá siendo tan niños no les hubieran dejado ir a la guerra. En dos ocasiones les dijeron que fueran a la casa de adopción, pero ellos volvieron y acabaron muertos. Eran criaturas pero les estamos muy agradecidas. Son para nosotras como hijos propios”, enfatiza Varvara Ivanova a DEIA tras viajar de San Petersburgo a París y de allí a Bilbao. Retornan el día 12, vía Niza.

Mientras tanto, habrá estos días recepciones oficiales a estas religiosas, y la familia de Martín Peña conservará por siempre las pertenencias del joven que las monjas les entregaron en Rusia cuatro meses atrás. “En Carelia exhumaron un plato, un katilu y una pala con el nombre y apellido de mi tío, unas monedas y una carta diciendo que era hijo de Juliana Ontoria y Plácido Peña, procedentes de Gumiel de Izan en Burgos y afincados en Basauri”, concluye Begoña, la sobrina del héroe vasco-ruso.

El gudari que escupió sobre la tumba de Franco

El soldado del batallón ‘Padura’ Pedro María Urruticoechea comparó al dictador español con un reptil en la revista ‘Euzkadi’ cuando este último falleció en 1975

Un reportaje de Iban Gorriti

el Tribunal Supremo ha avalado esta semana la exhumación del dictador Francisco Franco del Valle de los Caídos. Los restos del dictador serán inhumados, si no hay vuelta atrás, en el cementerio público madrileño de El Pardo-Mingorrubio. Esta noticia ha provocado “emoción” a la hija del gudari Pedro Mari Urruticoechea. “Lo hemos celebrado”, asegura Iruña Urruticoechea.

Aquel soldado jeltzale del Euzkadiko Gudarostea escribió un artículo de opinión en la revista Euzkadi que el PNV editaba en el exilio de Caracas (Venezuela). La columna se publicó a los pocos días de morir el militar golpista español en 1975. Lo tituló: Epitafio para un reptil (y escupiré sobre su tumba).

Retrato de Pedro Mari Urruticoechea en 1952. Foto: I. Urruticoechea

El gudari firmó el contundente documento bajo el seudónimo Pedro Mari de Pagogaña. El autor era en realidad Pedro Mari Urruticoechea Landajo, natural de Abando (Bilbao) aunque de corazón de Arrankudiaga. Su hija mantiene desde América que su padre publicó el texto con ánimo de defender a su patria. “Aita lo escribió porque Franco trató de destruir su patria, Euskadi, la mejor del mundo. Así como la destrucción de la vida de sus familiares, y la suya propia”, enfatiza Iruña.

El amigo de la familia y exsenador jeltzale Iñaki Anasagasti confirma que aquel gudari del batallón Padura del PNV cumplió su palabra escrita. “Ante los horrores que sufrió en la guerra, se hizo la promesa de escupir algún día sobre la tumba de Franco. Cumplió su deseo. Hoy -al conocer la noticia del Tribunal Supremo- lo volvería a hacer por partida doble”, sostiene con rotundidad.

Pero, ¿cómo fue aquel día? detalla a este diario la hija del gudari: “Apenas fue a Madrid después de la muerte del reptil, con mi ama a su lado, aterrada por si lo veían, fue al Valle y escupió sobre su tumba. ¡Lástima que no verá que lo sacan de ahí y lo metan en una fosa perdida por ahí”, estima Iruña.

Esta semana, estos últimos tiempos, la tumba de Franco es actualidad a diario. Cuatro décadas atrás, aquel gudari descargó en su artículo de opinión todo lo que almacenaba en su mente sobre el dirigente y sobre su mausoleo en el Valle de los Caídos. “Cuando escribo estas líneas, parece que te estás convirtiendo en carroña. Por fin. Flebitis más gastroenteritis. Los médicos que te atienden es lo que creen que tienes. Porque yo, creo otra cosa”, comenzaba escribiendo tras calificar a Franco como reptil. “Y que me perdonen la comparación los reptiles”, se disculpaba.

El símil se debía a que en palabras de Urruticoechea, Franco era de sangre fría, “o mejor dicho, de un líquido motor venenoso”. “Nunca un reptil ha muerto de flebitis o de gastroenteritis”, argumentaba hace casi 44 años.

El gudari que fue preso de Franco durante 14 años en el fuerte navarro de San Cristóbal en Ezkaba le denomina frío asesino o paradigma del cinismo a escala cósmica. “Tú asumiste el mando de una guerra incivil, injusta, provocada por la fracasada chusma residual ibérica contra las ansias de redención social de un pueblo miserable, aplastado y explotado secularmente; guerra que produjo un millón de cadáveres”, continuaba.

A su juicio, el dictador dio la orden para la masacre de Gernika por la aviación hitleriana, aprobó las penas de muerte por fusilamiento ante los “ásperos paredones” de Santoña, Derio o Burgos. Le acusaba, además, de responsable directo de las muertes de 17 sacerdotes vascos “asesinados por tus hordas de pistoleros sanguinarios”. Asimismo, subrayaba que el autodenominado Generalísimo arrojó a los gudaris “cual bestias, por decenas de miles, a lo profundo de tus campos de concentración, para triturarnos allá, durante años, física y moralmente”.

El soldado del lehendakari Aguirre proseguía con sus recriminaciones de la actuación de Franco acabada la guerra. “Seguiste ordenando el crimen. Quisiste beber la sangre de los modernos gudaris atrapados en el Proceso de Burgos, jóvenes de ambos sexos, sacerdotes, que solo pudieron salvarse de tus garras en última instancia por la presión insoportable del mundo civilizado”.

Como creyente que era Urruticoechea, no concebía que Franco se autocalificara, siempre según sus palabras, “enviado de Dios”. “Dejaste mal parado al propio Jesucristo cuando dijo a Pedro que el que a hierro mata, a hierro morirá; en tanto tú, tus sargentos y sayones cono Queipo de Llano y Millán Astray y los pistoleros de la Falange fenecéis en blandas camas entre sábanas de fino hilo”.

Y Urruticoechea se despide con conclusiones. “Por todo ello. Por tu condición de máximo reptil maldito escupiré sobre tu tumba. Si la encuentro, si para entonces todavía tus despojos no han sido arrojados a los perros, escupiré sobre tu tumba. En tanto, te perseguirán y acosarán por los siglos de los siglos, en tu devenir errante y eterno por las más negras galaxias, las maldiciones de mil generaciones vascas, por todo el dolor que nos causaste”, zanja quien con el batallón Padura luchó en Villarreal, presenció los bombardeos de Durango y Gernika y sufrió las cárceles bilbainas de Escolapios y Larrinaga, así como el campo de concentración de San Cristóbal.

Radiografía neoyorquina del lehendakari Aguirre

El periódico ‘New York Herald Tribune’ se interesó en plena Guerra Civil por la proyección internacional del presidente vasco y le reconoció como hombre de Estado

Un reportaje de Iban Gorriti

EL 7 de octubre se cumplirán 83 años de la constitución del Gobierno Provisional de Euzkadi que presidió el lehendakari José Antonio Aguirre. En aquel marco de Guerra Civil, la prensa internacional se interesó por la figura de este hombre de Estado. Un ejemplo fue el histórico corresponsal estadounidense James Minifie. Este enviado especial que fallecería en 1974, solicitó al secretario particular del presidente vasco que respondiera a una batería de preguntas para el New York Herald Tribune, prestigioso tabloide neoyorquino.

La entrevista quedó escrita a máquina en tres folios y custodiada por el PNV. Data del 14 de mayo de 1937, es decir, casi un mes antes de la entrada de los golpistas en Bilbao. El documento no cuenta con firma, por lo que pudo estar respondida por Ramón Basaldua o Antonio Irala, secretarios de Aguirre.

En ella destaca el hondo sentido democrático del lehendakari y su concepto de libertad patrio claro y amplio. Preguntado al respecto, el historiador Iñaki Goiogana asiente. Confirma, además, el retrato que le hacen de buen orador de masas, fogoso, emocional. “Desde luego. Aguirre era un orador carismático. Ya en su tiempo en los Jesuitas de Orduña, durante el bachiller, llevaba la voz cantante. Sabía comunicar. Siendo presidente de Juventud Católica ya daba mítines antes de la República”, aporta.

Las preguntas de la entrevista son básicas, en ocasiones, hasta pueriles, por lo que se vislumbra que Minifie pretendería construir una biografía cercana del lehendakari. Las respuestas son más concisas y una de ellas mantiene que Aguirre tenía una “incapacidad”: hacer enemigos. “Hombre, en tiempos de guerra sus enemigos tendría… Lo tomo como una licencia poética”, sonríe Goiogana, pero valoriza que “caía bien a todo el mundo. Era un conquistador de personas. De hecho, había quienes eran Aguirristas, como el socialista Aznar, al que su propio partido le acusó de ello”.

El delegado del New York Herald Tribune,como otros colegas de la época -léase el sudafricano George L. Steer, el australiano Noel Monks, el ruso Mikhail Koltsov, el polaco Ksawery Pruszynski, el estadounidense Edgard Knoblaugh, el birmano Christopher Colmes, el francés Paul Vaillant Coutourier, el británico Christopher Holme o el belga Mathieu Corman-, puso en valor la proyección internacional de Aguirre y reconoció al hombre de Estado que fue. “El lehendakari no era militar ni sabría de estrategias militares. Era el presidente del Gobierno vasco. Y fraguó un ejército con disciplina para que cada cual no hiciera lo que le diera la gana. Él quería ganar la guerra y la dirigió como político”, defiende Goiogana.

En ese apartado, el periodista americano pregunta “cuál es el ideal de Aguirre para el País Vasco Autónomo”. Basaldua o Irala resumen: “Dios y libertad nacional”. Le detallan que es el lema del PNV: “Jaungoikoa eta Lagi-zarra” y entran en harina: “El genio de la raza hecha realidad en los momentos presentes. Un hondo sentido democrático: un avance social profundo y un concepto de libertad patrio claro y amplio también, es decir, el espíritu que ha vibrado a través de la historia en esta vieja nación, animando a una civilización que base sus fundamentos en el derecho y en la justicia”.

La entrevista planea, sin embargo, en mayor profundidad en los 33 años que había vivido Aguirre hasta la redacción de este documento en el “Hotel Arana de Bilbao”, sito en el número 2 de la calle Bidebarrieta. El secretario particular de Aguirre le bosqueja como alcalde de Getxo con 27 años, Diputado de Cortes por “Nabarra y Bizkaya”, aceptando únicamente el primero. Citaba a su madre Bernardina y a su padre Teodoro, así como a sus ocho hermanos: dos de ellos gudaris en la guerra y dos enfermeras en hospitales de sangre de la Cruz Roja vasca. “Cierto”, apunta Goiogana. “Hay fotos de unas enfermeras en Markina que se ha confirmado que eran sus hermanas”.

En materia educativa, resumen su paso por Orduña y la Universidad de Deusto, donde acabó siendo abogado. “Destacó -según la entrevista- en Derecho político-internacional y en sus aficiones por la sociología”. Goiogana matiza la cuestión: “Cuando dice sociología hay que entender algo diferente a lo que hoy en día entendemos por ese término. Se refiere al estudio de la situación económica de los más desfavorecidos y las medidas a adoptar para mejorar su situación”. Se le califica, asimismo, de propagandista de carácter religioso y social.

facultades deportivasEl secretario del presidente incide en sus facultades físicas, deportivas. “Magnífico” jugador de pelota vasca, “buen” remero de traineras. “Entusiasta y hábil” nadador. No obstante, “en el juego que más ha destacado ha sido en el football formando parte del famoso equipo de la Universidad de Deusto y, más tarde, del equipo más famoso de España: el Athletic Club de Bilbao, con el que fue campeón de España”, tecleaban no sin antes afirmar que “terminados sus estudios, abandonó sus inquietudes deportivas, practicando el sport como simple afición”.

Ya como tribuno, Aguirre era, según el texto, fogoso, de expresión clara y rotunda, de elevado concepto. “De tipo emocional. Hablando en público tiene el don del convencimiento y posee las cualidades todas que requiere un orador de masas”. El corresponsal insiste en ello: “¿Adopta decisiones rápida o lentamente?”. Concluyen: “No sin antes reflexionarlas. Pero una vez reflexionadas son terminantes y rotundas, como corresponde a su carácter decidido y entero”.