Julen Lezamiz y Guillermo Tabernilla
Bilbao. A primeros de mayo de 1937 el lendakari José Antonio Aguirre dejaba claro ante el ministro republicano Indalecio Prieto que, ante la imposibilidad de conseguir por los nacionalistas vascos al deseado general Asensio para que tomara el mando del Ejército de Euzkadi, se había acordado por absoluta unanimidad del Gobierno vasco que el propio presidente se hiciera cargo del mando directo de las tropas vascas de forma total y absoluta «ante la inutilidad de los mandos y la necesidad de conservar la moral de nuestro pueblo». Aguirre contaba con la ayuda de un asesor soviético, el general Vladimir Gorev, héroe de la defensa de Madrid en otoño del 36, recomendado por Josef Tumanov, cónsul soviético para el norte republicano. Gorev había llegado semanas antes al norte para ayudar a detener la ofensiva enemiga sobre Bizkaia. Con él también llegarían varios mandos republicanos comunistas para hacerse cargo de las unidades vascas, a las que intentarían transmitir las consignas para alcanzar el triunfo.
El 29 de mayo la 2ª Brigada de Navarra arrebataba Peña Lemona a la 4ª Brigada vasca de Patxo Gorritxo. Su posesión tenía para las tropas franquistas un gran valor militar. Sus mandos, al darse cuenta exacta del valor estratégico de Peña Lemona, habían ordenado su conquista a fuerza de sacrificio de hombres y derroche de aviación y artillería. Desde esta posición ejercían una fuerte amenaza sobre las líneas vascas, expuestas a tener que reorganizar su retaguardia si los contingentes de Mola aprovechaban la ventaja que les ofrecía Peña Lemona, al ser determinante en la retirada de las tropas vascas hacia el seguro blindaje de Bilbao, el Cinturón de Hierro.
En la madrugada del 2 de junio la 1ª Brigada Expedicionaria asturiana contraatacaba en Peña Lemona por orden del mando vasco. La acción resultó un fracaso. Las brigadas asturianas no habían dejado de luchar en los escenarios vizcainos más comprometidos desde que llegaran a primeros de abril en ayuda de los vascos. Su moral y su aguante físico se resquebrajaban más cada día que pasaba.
6ª brigada Aguirre, asesorado por Gorev con destacado acierto, escogió la 6ª Brigada vasca para que recuperara de nuevo Peña Lemona. Aquí cobraría protagonismo esta brigada de mayoría comunista, por sus mandos y composición: los batallones Rosa Luxemburgo (PCE), Rebelión de la Sal (PNV) y Amuategui (JSU). Comandada por los iruneses Manuel Cristóbal Errandonea, Cashero, y Jaime de Urquijo, su capitán ayudante, ambos recibieron de parte del jefe de la Segunda División del Ejército de Euzkadi, el coronel Joaquín Vidal Munarriz, la orden de preparar todo el dispositivo necesario para tomar la disputada posición, ofreciéndoles todos los medios a su alcance, menos la inexistente aviación.
Cristóbal Errandonea era un taxista irunés, mítico combatiente de primera hora desde la lucha por Gipuzkoa, que, de comandante del batallón Rosa Luxemburgo, uno de los más aguerridos, había llegado a jefe de la brigada mejor considerada del Ejército de Euzkadi. La confianza completa que tenía en la 6ª Brigada para conseguir la victoria se basaba en las dos virtudes que los comunistas deseaban para los combatientes vascos: autoridad que ejercían los mandos y disciplina que recibían los subordinados. De esta forma mostrarían su dignidad al ser dirigidos a la batalla por los asesores y mandos recientemente enviados por el Komintern a Euskadi.
A las 7,30 del 3 de junio los obuses de 155 mm. y los morteros de 81 mm. de la artillería vasca empezaron a castigar sin descanso durante cuarenta minutos las alturas que iban a disputarse. A las 8,10 cesó el fuego artillero para dar paso a la intervención de las ametralladoras que barrieron con sus ráfagas los picos en los que el enemigo se parapetaba. Entraron en combate los batallones de la 6ª Brigada protegidos de nuevo por el fuego artillero. Por el flanco izquierdo del ataque vasco, entre los batallones Rosa Luxemburgo y Amuategui, tres tanques Trubia Naval avanzaron vistosamente y Sigue leyendo Peña Lemona, cénit de la resistencia