Isaac Puente es el anarquista vasco más conocido fuera de Euskadi por sus escritos. Sus conocimientos y valores le convirtieron en un adelantado a su época
Un reportaje de Iban Gorriti
Imagen de la cartera de identidad de Isaac Puente. Foto: Archivo de José Ignacio Orejas
del mismo modo que Ortega y Gasset presentaba al socialista Pablo Iglesias como un “santo laico”, hay autores que recogen el pensar del pueblo vasco y denominan al médico anarquista Isaac Puente Amestoy -asesinado por los militares golpistas en los primeros días de la última Guerra Civil- con estas dos mismas palabras. La expresión es de antítesis por la postura anticlerical de las siglas ácratas y, de hecho, a la actual representación del anarcosindicalismo no le agrada que se le considere de ese modo.
El exsecretario general del Comité Nacional de CNT, Luis Fuentes, desconocía que al científico revolucionario vizcaino asentado en Maeztu (Araba) se le conociera como “santo laico”. Consultado también el miembro de la Comisión de la Memoria Histórica de CNT Iñaki Astoreka, asegura que estaba al corriente y más adelante aporta un argumento para esta definición difundida por autores como el anarcosindicalista Ramón Liarte. Este escritor fallecido en 2004 publicó el libro Entre la Revolución y la Guerra. En él, decía textualmente: “El médico de la provincia de Álava era un santo laico, un apóstol del saber”.
Abundando en este argumento Astoreka agrega: “Sí. He leído que le llamaban así. Ahora bien, a mi forma de pensar hay que diferenciar una cosa: que Puente fuera un santo laico es una expresión del pueblo; no de la organización”, enfatiza.
Diferentes interlocutores coinciden en la razón por la que fuera conocido de tal modo en la sociedad de la época. Astoreka, Fuentes, Juan Gómez Perín (de la Asociación Isaac Puente) o Josu Arteaga, periodista y autor de Historia universal de los hombres gatos, coinciden en un concepto: el “humanismo” de Isaac Puente. “Le llamarían así porque era un buen hombre. Fuera de sus horas de consulta médica atendía a personas sin recursos”, reflexiona Astoreka.
Por esa misma senda camina la opinión de Josu Arteaga: “En un número de la desaparecida revista Resiste leí que lo que cobraba por las consultas médicas a la hija del patrón de la fábrica de asfaltos de Maeztu, lo desviaba a los obreros en huelga de la fábrica de asfaltos, para que pudiesen seguir manteniendo a sus familias sin dejar la huelga”.
Juantxo Estebaranz formó parte de la citada revista. Este doctor en Historia Contemporánea tecleó como Liarte en su libro Breve historia del anarquismo vasco que “Isaac Puente fue un santo laico que enfocó su vida personal y profesional desde la ética anarquista”. Luis Fuentes contribuye con su visión: “Fue un hombre de interés social y político. Fue un revolucionario que abogaba por la transformación de la sociedad”.
De todos modos, el mayor enigma es la muerte de este autor de escritos pragmáticos sobre el comunismo libertario nacido en San Pedro de Abanto el 3 de junio de 1896, como detalla su cartilla de colegiado, cortesía de José Ignacio Orejas.
Hay investigadores que estiman que al estallar la Guerra Civil, este científico naturista afiliado a la CNT y FAI que rechazó en la Dictablanda ser diputado huyó a la montaña alavesa, pero “volvió a Maeztu para curar a un herido, lo que le acostaría su apresamiento. Como otros muchos revolucionarios de la comarca de Maeztu sería asesinado”, mantiene en su tomo Estebaranz.
Fuentes asegura que ese apresamiento es un dato que se ha heredado, pero nunca confirmado. “No ha habido forma de que hablara nadie. Yo creo que Isaac Puente es uno de los cuerpos que se llevaron al Valle de los Caídos. A las personas conocidas, les llevaban tras asesinarles allí como una forma de castigo más. Se ha dicho que pueda estar en una cuneta por Pancorbo, pero yo creo que está en Madrid”.
Astoreka reflexiona al respecto: “Su asesinato a los 40 años por el fascismo: falangismo, carlismo, militares, iglesia y capital truncaron una vida llena de ideales cuyas raíces hubiesen arraigado en la sociedad. Su ideología, su humanismo hacia los desvalidos, fueron su tumba”.
En aquellos días, Gasteiz recibió la visita del fundador en 1920 de La Legión y de Radio Nacional de España, Millán Astray, “el militar cojo, manco y tuerto”. Algunas fuentes creen que la llegada del gallego precipitó una serie de ejecuciones que dictó Ruiz de Apodaca, entre ellos la de Puente, el humanista, el naturista, el ideólogo,… “un adelantado a su época”, coinciden los consultados, ya que, por ejemplo, la Inquisición española tuvo su fin en 1808.
Y es que Puente abogaba por los medios anticonceptivos sobre los que escribió en sus manifiestos, se mostraba partidario del fin de la prostitución (la carne hay que sustituirla”, escribió en su libro El comunismo libertario y otra proclamas insurreccionales); urgía a una mayor higiene que la que había en la época; era un amante del alpinismo; apoyaba el feminismo… “Puente tiene a día de hoy muchísimo peso en el anarquismo estatal”, enfatiza Gómez Perín. “Quizás sea el anarquista vasco más conocido allende nuestras fronteras por sus escritos pragmáticos sobre el comunismo libertario”, apostilla Estebaranz.
Hace 80 años, su muerte dio nombre al batallón Isaac Puente, formado en septiembre de 1936, siendo el batallón nº 3 de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y nº 11 del Euzko Gudarostea, unidad en la que luchó por las libertades entre otros el bilbaino-mirandés Félix Padín Gallo de quien se acaba presentar su memorias oficiales bajo el título “República, guerra y campos de concentración”.