La Azoka de Durango cumple este año su edición número 50 consolidada como un referente indispensable de la cultura vasca y de los frutos de esta en forma de producciones editoriales y discográficas
Un reportaje de Jon Irazabal
Los días 30, 31 de octubre y 1 de noviembre de 1965 Gerediaga Elkartea, que se había constituido ese mismo año, organizó en el pórtico de la iglesia de Santa María de Uribarri la 1ª edición de la Feria del Libro y Disco Vasco de Durango. El objetivo era dar visibilidad a las publicaciones en euskera o que sobre temática vasca existían en el mercado editorial y que solían estar fuera de las librerías y redes habituales. Acudieron a la cita las cuatro diputaciones vascas, instituciones culturales, editoriales comerciales, religiosas y varias casas discográficas, que mostraron sus publicaciones en 18 estands. Una gran novedad constituyó la edición del catálogo que recogía las referencias de los libros que se hallaban en venta y que se convirtió en un importante documento referencial para los interesados en el mundo cultural vasco.
La Feria, organizada en su aspecto editorial a raíz de la tenacidad de Leopoldo Zugaza y en el discográfico del empeño de José Luis Lizundia, unido al trabajo militante de socios y colaboradores de Gerediaga, fue un éxito en términos sociales y económicos. Este hecho supuso un aliciente para que Gerediaga Elkartea continuase organizando las siguientes ediciones en las que se consolidó esta. Afianzamiento determinado por el pequeño pero continuo incremento de expositores que, unido a la labor silenciosa pero constante de los diversos grupos y personas que trabajaban en torno al euskera y la cultura vasca, generó que durante las festividades del 1 de noviembre Durango se constituyese anualmente como una cita ineludible.
Su consolidación no resultó del agrado de diversas personalidades y estamentos del régimen franquista. En 1974, año en que se celebró la 9ª edición, el franquismo se debatía entre quienes proponían un incipiente aperturismo conocido como “espíritu del 12 de febrero” y la intransigencia de quienes, bajo la denominación de el búnker, apelaban al espíritu del 18 de julio. El militar Fulgencio Coll de San Simón, gobernador civil y jefe del Movimiento de Bizkaia desde 1968, determinó prohibir la Feria de Durango. El apoyo manifiesto a esta de Marcelino Oreja Aguirre, subsecretario de Información y Turismo y miembro de la RSVAP, generó fricciones entre ambos, lográndose finalmente que la Feria continuase celebrándose, aunque trasladada obligatoriamente del pórtico de Santa María a la plaza del Mercado.
No fue el único obstáculo a remover de esta edición. El Ayuntamiento de Durango negó la subvención que solía otorgar desde la primera edición. Del programa de actos, que se abrió con la conferencia inaugural de Gregorio Monreal Zia, se prohibió proyectar la película Navarra 4 estaciones, rodada por Julio y Pío Caro Baroja. Curiosamente el 8 de noviembre, una semana después de la Feria, el régimen cesó a ambos de sus cargos oficiales.
Tras el venturoso 1974, Gerediaga Elkartea acordó continuar desarrollando la Feria en la plaza del Mercado al considerarlo un espacio más idóneo que el pórtico de Santa María. Sin embargo, en 1975 el ambiente en la Feria era de incertidumbre. El 27 de septiembre el franquismo fusiló a dos militantes de ETA y a tres del Frap. Franco, que fallecería el día 20 del mismo mes de noviembre, se hallaba hospitalizado agonizante. A pesar de todo, el gobernador civil de Bizkaia, Ignacio García López, sin duda, con ánimo de denotar normalidad, acudió el día 2 a la Feria, que aquel año estuvo ocupada por 35 estands dedicados a editoriales y cinco casas discográficas. La prensa de la época cifró en 1.400 los títulos expuestos en la Feria, de los cuales en torno a 100 eran novedades. En el campo musical la noticia vino de la mano de un nuevo soporte, el casete.
Transformación Tras la muerte del dictador, el panorama editorial y discográfico inició una transformación radical con la irrupción de nuevas editoriales y casas discográficas como Hordago, Elkar, etc. que presentaron en el mercado editorial y musical libros y discos de temática hasta entonces prohibidos. De algunos de ellos, como Pertur, Que se vayan… el Gobierno decretó el “secuestro previo administrativo” que, en la práctica, no resultó efectivo dado que se siguieron vendiendo, aunque de manera discreta.
Las elecciones democráticas de 1979 trajeron grandes cambios en ayuntamientos y diputaciones, así como la constitución del Gobierno vasco en 1980. Estos cambios conllevaron una nueva actitud por parte de las recién elegidas autoridades y un aumento del apoyo institucional a la Feria. Gerediaga Elkartea, sin embargo, se hallaba inmersa en una crisis, ya que muchos de sus miembros habían encaminado su dedicación a diferentes campos sociales, políticos y sindicales. Reducido el trabajo militante a media docena de personas, la actividad cultural de Gerediaga se limitó a organizar la Feria de Durango y algún otro evento. Conscientes de la importancia de la Feria, y desde la languidez, se decidió iniciar una transformación de la Azoka adecuándola a los nuevos tiempos.
Fue en 1980 cuando se inició esa transformación. Por un lado, el Gobierno de Adolfo Suárez reformó el calendario laboral y, entre otras medidas, suprimió la festividad del 1 de noviembre. Gerediaga Elkartea decidió trasladar los días de la Feria a la festividad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre. Asimismo, y con objeto de poder abordar la nueva realidad y las sinergias que se entreveían, Gerediaga Elkartea decidió que yo me dedicara a tiempo completo a la organización del evento, pasando el peso organizativo de la Azoka a recaer en un reducido grupo formado por José Luis Lete, Sabin Goikolea, Antton Mari Aldekoa-Otalora, Lázaro Milikua y Jesús Mari Salterain que pilotaron la nave durante un largo periodo. Este 1980 fue también el inició de la transformación física de la Azoka al habilitar un espacio en el propio recinto de la Feria para desarrollar las actividades culturales programadas. Transformación que, en 1982 con la instalación de nuevos estands, cambiará definitivamente su imagen.
Gerediaga Elkartea entendió como algo básico impulsar la transmisión cultural y, en aras a esa idea, se organizó a partir de 1982 el Ikasle eta Irakasle Eguna, dirigido a las escuelas del Duranguesado. En 1985 se transformó este día abriendo las actividades programadas a todos los escolares de Euskal Herria. En 1990 se reforzó esta faceta de transmisión generacional cuando, a iniciativa de Berbaro Elkartea de Durango, se inició la organización del espacio Haur Literatura Txokoa, hoy día denominado Saguganbara.
Referencia cultural En esta década de los 80 corrieron tiempos en que la sociedad buscó cambios y espacios de libertad y la Feria se constituyó por antonomasia en la muestra referencial de la cultura vasca. Además de un intenso programa de actos, que generaron en ocasiones fuertes debates como el desarrollado en 1986 en torno a la apertura del canal en castellano de ETB, la Azoka se convirtió en lugar de encuentro generando, por ejemplo, que en 1982, durante los días de Feria, se constituyera Euskal Idazleen Elkartea; y en 1984, Euskal Editoreen Elkartea.
Gerediaga Elkartea organizó en la primavera de 1986, con motivo del centenario de la Durangoko Euskal Jaiak, la Euskerazko Liburu eta Disko Azoka, en la que solo tenía cabida material en euskera. Perduró esta nueva Azoka los dos años siguientes (1987 y 1988), pero la baja respuesta, tanto de los participantes como de los visitantes, determinó que la asociación optara por no continuar con ella y trabajar en la paulatina euskaldunización de la Feria de diciembre.
En 1990 se alcanzó la 25ª edición que tuvo lugar entre el 6 y el 9 de diciembre. Este primer día, 6 de diciembre, se publicó el nº 1 del diario Egunkaria escrito íntegramente en euskera. Como era de esperar, esa mañana Durango acogió la puesta de largo en sociedad de un elemento tan esperado y deseado por la cultura vasca. El número mágico de la 25ª edición impulsó un importante programa de actividades, destacando la conferencia inaugural ofrecida, por primera vez, por una mujer y que corrió a cargo de la baxenabartar Enrriet Aire, el magistral concierto de Benito Lertxundi o el mítico regreso a los escenarios de Xabier Lete, acompañado por Antton Valverde. La Feria, que se instaló en la plaza y en la calle adyacente, instaló 143 estands, presentándose en ella en torno a 250 nuevos libros además de 14 discos.
En Gerediaga, conscientes de la importancia del trabajo desarrollado por muchas personas y colectivos en tiempos adversos como los de la dictadura franquista, se decidió instaurar en 1992 el premio Durangoko Argizaiola con el fin de reconocer su labor a “los que fueron luz en la larga noche”. En su 1ª edición la Argizaiola la recogió Jon Bilbao, en homenaje a su importante labor bibliográfica.
A Landako La Feria sufría un mal crónico que no era otro que la falta de espacio. El que ofrecía la plaza del Mercado se volvió insuficiente. Para hacer frente a esta dificultad, en 1985-1986 se desdobló el espacio ferial, situando los estands dedicados a los libros en la plaza del Mercado y los ocupados por las casas discográficas, en el pórtico de Santa María. En años posteriores se trató de ampliar el espacio cubriendo la calle adyacente o la plaza posterior a la del Mercado, pero claramente se entreveía que era una solución transitoria y que la Feria no podía continuar mucho más tiempo sin hallar una respuesta acorde con lo que el mundo cultural vasco esperaba de ella. En el año 1996 se optó por organizar la Azoka bajo una carpa que cubriera el espacio necesario. Esta solución se mantuvo hasta 2002, año en el que se inauguró Landako Erakustazoka y obligó a la Azoka a viajar por diverso lugares de Durango; pero esas historias las dejaremos para otra ocasión.
Habrá quien piense que las bellotas que año tras año ha dado el roble que plantó Gerediaga en Durango en 1965 son el fruto del trabajo de unas pocas personas. Nada más alejado de la realidad. Son el resultado del esfuerzo de muchas personas. Por los fundadores y por quienes continuaron con la labor de estos, por los socios y obreros, por editores de libros y discos que han acudido a Durango, por instituciones y entes privados que nos han patrocinado, por los que han dado a conocer nuestro trabajo en los medios de comunicación, por creadores y activistas culturales que nos han apoyado y ayudado… En una palabra, es el resultado del trabajo de un Pueblo.