Adrián Celaya
LAS calles de nuestras ciudades tienen nombres que casi siempre hacen referencia a un personaje que, al correr de los años, queda casi en el olvido. Cuando yo ingresé en el Instituto de Bilbao, en 1927, situado en el número uno de la calle Licenciado Poza, no sabía nada de este licenciado, ni encontré a quien me diera razón de él. Pero siempre me intrigó.
Y en una de las calles de la vida, el licenciado Poza me salió al paso, cuando yo iba cavilando entre la historia de los Fueros de Bizkaia. Así supe que se llamaba Andrés de Poza y hay que ir hasta el siglo XVI para poder encontrarlo.
Lo busqué entre papeles y, sobre todo, en un trabajo de Rosa Miren Pagola. Y me enteré de que Andrés de Poza era el hijo de un comerciante bilbaino, Pedro de Poza, instalado en Amberes, en aquellos días en los que esta ciudad había acogido cerca del edificio de la Bolsa, una Casa de contratación de Bizkaia, a la que, por supuesto, acudían los comerciantes bilbainos a hacer buenos negocios.
Pedro de Poza era un comerciante rico del que se dice que llegó a prestar 15.000 ducados al mismísimo Felipe II. Instalado en Brujas, llevó a su hijo Andrés a estudiar a Lovaina donde existía una prestigiosa universidad.
Pero Felipe II que estaba obcecado en su lucha contra la reforma protestante dictó una pragmática en la que prohibía a sus súbditos estudiar fuera de las universidades del reino e, incluso, obligó a quienes estaban ya cursando estudios a regresar a universidades castellanas. Y así fue como Andrés tuvo que continuar sus estudios en Salamanca mientras España entraba en un lamentable aislamiento cultural.
Lo cierto es que Andrés era un gran políglota. En Amberes aprendió el holandés, el francés, el inglés y el alemán. En Salamanca aprendió lenguas clásicas y no sabemos dónde aprendió el euskera, quizá en su casa, pues su padre estaba casado con otra vizcaína, María de Yarza, según muestra Rosa Miren Pagola en su biografía de Andrés de Poza.
Estaba preparado para muchas actividades y así llegó a ser profesor de Náutica en Bilbao y en San Sebastián, abogado en ejercicio en Bilbao y de vuelta a Flandes estuvo al servicio de Luis de Requesens, cumpliendo órdenes de Felipe II.
No sabemos dónde aprendió Poza el arte de navegar, pero lo cierto es que escribió un libro que editó en 1587 Matías Mas, el primer impresor de Bilbao, con el título de Hydrographia, que se presentaba como la más curiosa que hasta aquí ha salido a la luz en que demás de un derrotero general, se enseña la navegación por altura y derrota.
Era una obra importante para aquella Bizkaia que quería recorrer todos los mares. Pero prefiero presentar otra obra más sorprendente de Poza: De la antigua lengua, poblaciones y comarcas de las Españas. Esa antigua lengua es para Poza la lengua vascongada. No se usaba entonces la palabra «vasca» pero Poza sabía que su lengua era algo más que vizcaína. La denominó Vascongada y sostuvo que esta lengua fue antiguamente la lengua de toda España, desde que Túbal la trajo de Babilonia. No se debe perder Sigue leyendo El licenciado Poza