A 30 años de la LOAPA

IÑAKI ANASAGASTI

La Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico fue una ley orgánica aprobada por las Cortes Generales el 30 de julio de 1982 merced a un pacto suscrito entre el PSOE y la UCD.

El Gobierno vasco, la Generalitat de Catalunya, CiU y Partido Nacionalista Vasco contestaron con la presentación de un recurso de inconstitucionalidad por considerar que los Estatutos, normas integrantes del bloque de constitucionalidad, no podían estar limitados por una ley estatal.

Eran aquellos años de extraordinaria agitación política y de asesinatos continuos de ETA. En 1980, casi cien. Pero también de poner en pie un estado autonómico y de transferir poder desde la administración central a ese nuevo invento que se iba haciendo paso a paso y a golpe de coyuntura.

En 1975 muere Franco. En 1976 empieza débilmente la transición. En junio de 1977 se celebran las primeras elecciones democráticas. En 1978 se forma el Consejo General Vasco y se aprueba la Constitución que hablaba de nacionalidades y regiones. En 1979 se aprueba el Estatuto de Gernika y vuelve el lehendakari Leizaola del exilio. En 1980 se elige el primer Parlamento Vasco de la historia y Carlos Garaikoetxea es elegido lehendakari. El 23 de febrero de 1981 se produce el golpe de Estado de Tejero y se aprueba la LOAPA.

Café para todos ¿Por qué?

Al inicio de la transición política, en el Estado español, solo había dos demandas de autogobierno claras y acreditadas. La catalana y la vasca. La gallega no tenía por detrás un partido nacionalista gallego fuerte que reivindicara que en junio de 1936 Galicia había plebiscitado su Estatuto. De ahí que a pesar de esto, las tres nacionalidades, las tres naciones que en tiempos de la República habían accedido a la autonomía, se les nombrara como «nacionalidades históricas» siendo su vía de acceso a la autonomía distinta a lo que se consideraron regiones. Nadie en su sano juicio aquellos años hubiera pensado que Murcia y mucho menos Madrid iban a ser autonomías con parlamento, tribunal, televisión, himno y bandera. Nadie. Absolutamente nadie. No existía semejante demanda y su identidad estaba implícita en la española. En todo caso se buscaba una mera descentralización administrativa como le dijo Felipe González a Xabier Arzalluz sobre Andalucía. «Andalucía puede funcionar con una mancomunidad de diputaciones. Ni Cádiz ni Huelva ni Almería ni Córdoba ni Málaga pueden ver a Sevilla. ¿Para qué vamos a complicarnos la vida?», le dijo. Y era verdad. Pero aquí, como en todo, saltó la liebre de la política de partido y aprovechando la debilidad de Suárez y el referéndum andaluz elevaron el listón y se equipararon a las históricas a pesar de haber tenido que hacer un auténtico fraude electoral ya que Almería no votó la autonomía andaluza. Pero el fin justificaba los medios. Debilitar a Suárez.

La clave nos la dio el exministro de Defensa y expresidente de Castilla-La Mancha, José Bono, cuando le invité a presentar en 2010 mi libro Extraños en Madrid. Dijo esta evidencia: «Lo del café para todos fue un error que sin embargo se puede corregir». «El café para todos fue una salida pero no una solución. Se llegó a esa salida porque cuando acabó la dictadura el ejército no estaba dispuesto a que la Constitución reconociera el derecho al autogobierno del País Vasco y de Catalunya. Para evitar una posible sublevación se les dijo a los militares que lo mismo que se le iba a reconocer a vascos y catalanes, se reconocería también al resto mediante la formación de distintas comunidades autónomas». Ese fue al núcleo germinal Sigue leyendo A 30 años de la LOAPA