Javier Ciga fue un pintor y maestro de pintores muy ligado a su país, tanto en su obra como en su compromiso con el nacionalismo vasco
El autor Pello Fernández Oyaregui
El Museo Vasco y de la Historia de Baiona, acoge una gran exposición, del pintor Javier Ciga Echandi, figura fundamental en el panorama pictórico navarro de la primera mitad del siglo XX y máxima expresión de la aportación de la pintura navarra a la pintura vasca. La muestra permanecerá abierta durante todo el verano entre el 3 de julio al 4 de octubre y consta de 40 óleos, una litografía y 18 dibujos de la cárcel.
Javier Ciga Echandi, (Pamplona-Iruñea, 1877-1960), por su ascendencia materna y matrimonio quedará ligado a Baztan, pintando una y otra vez, su paisaje, sus tipos y sus costumbres. Su obra hunde sus raíces en el posromanticismo y en el realismo. Del primero tomará su amor a la tierra y a las gentes que inspiraron su obra; del segundo, su obsesión por plasmar la realidad y llegar a la perfección, superando el academicismo.
La pintura de Ciga parte del rigor técnico y del oficio bien aprendido y trasciende a una Pintura con mayúsculas, equilibrada, serena sin estridencias. De su estancia parisina incorporaría los nuevos usos del impresionismo y posimpresionismo: constructivismo.
Él, conscientemente, se mantuvo fiel a su ideal estético ligado a la perfección realista y a los grandes valores de la pintura, mientras en Europa se sucedían las vanguardias, y el arte caminaría por derroteros insospechados. Ciga fue un pintor de amplio espectro que trató géneros y técnicas muy diversas: retrato, pintura etnográfica, paisaje, desnudo, bodegón, pintura religiosa, temas históricos, alegóricos, simbólicos y alusivos a leyendas vascas, etc.
En lo que respecta a las técnicas, sobre todo óleo, dibujo (lápiz, carboncillo, aguada), acuarela y cartel. La pintura de Ciga se fundamenta en la verdad, parte de ésta y conecta con el espectador, al que le hace partícipe de la realidad que está contemplando, le devuelve a un mundo ya perdido, pero que gracias a su pintura puede conocerlo como si de un documento sociológico y etnográfico se tratara.
PRIMERAS OBRAS (1892-1908) Desde muy pequeño mostró gran facilidad para el dibujo. A partir de 1892 comenzó su etapa de formación en la Escuela de Artes y Oficios de Pamplona. Asimismo, entró en contacto con notables maestros que influyeron en su obra como Carceller, Zubiri y García Asarta. En 1908, 1909 y 1910 consiguió tres primeros premios en el concurso de carteles de San Fermín, renovando esta técnica y dotándola de valores pictóricos. De la misma manera, inició sus primeros retratos, género en el que adquirió gran maestría y que constituyó uno de sus pilares de su carrera pictórica.
ETAPA DE MADRID (1909-1911) En esta época la carrera de Ciga dio un giro inesperado gracias al mecenazgo de sus parientes, los Urdampilleta, indianos de origen elizondarra, lo que le permitió instalarse en Madrid y París. Entre 1911-12 se desarrolla la etapa madrileña. Ingresó en la Academia de San Fernando entrando en contacto con sus profesores Moreno Carbonero y Garnelo. Aquí obtuvo el título de profesor, con cinco diplomas de primera clase y dos de segunda, además la medalla de oro. Asimismo, frecuentó el museo del Prado, donde aprendió de los grandes maestros del Barroco y en especial de su admirado Velázquez y de Goya.
De esta etapa podemos reseñar obras importantes como los dibujos para la Academia de San Fernando, tipos populares, etc. A partir de 1911, con su gran maestro y amigo Garnelo inició un viaje por Europa, que fue muy fructífero en su aprendizaje artístico.
París: FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN Entre 1912 y 1914 se inició la etapa parisina una de las más fecundas tanto por el número como por la calidad de sus obras. De aquí incorporaría a su técnica las influencias impresionistas en su pincelada suelta y las posimpresionistas del geometrismo cezaniano tanto en la arquitectura de sus caseríos como en el bodegón.
Ejemplo de todo ello son las pequeñas tablitas de paisajes parisinos, donde captó las variaciones atmosféricas y el efecto transformador de esa tamizada y sugerente luz parisina.
Además de sus visitas al Louvre, meca del arte clásico y realista, Ciga se formaría como alumno libre en las academias más importantes del momento, Grand Chaumiére, Colarossi y sobre todo en la academia Julian, donde recibió clases del famosísimo maestro Jean Paul Laurens, último de los grandes maestros del academicismo francés, de la pintura histórica y religiosa.
El hecho más relevante fue su inclusión en el Salón de Primavera y su nombramiento como miembro del Gran Salón de París en 1914 con su cuadro El mercado de Elizondo. En este mismo año pintó cinco obras de gran formato de carácter narrativo y decorativo para el Centro vasco de Iruñea basadas en Amaya o los vascos en el siglo VIII, obras donde se mezcla la temática histórica y costumbrista en la línea de exaltación de la etnia vasca de acuerdo con los postulados estéticos e ideológicos de la época. Ejemplo de ello son Bajo el árbol de Jauregizar, Proclamación del Primer rey de Navarra, etc.
El estallido de la I Guerra Mundial y la ruina de sus mecenas truncó su carrera parisina para volver a Pamplona, donde inició una etapa muy fructífera.
ETAPA DE PLENA MADUREZ (1915-1936) Entre 1915 y 1936, se inicia su etapa de madurez, realizando una importante y fecunda labor artística, donde destacan, La yunta, Txakoli, Sagardian. Sus obras maestras, la anteriormente citada, El mercado de Elizondo, y Viático en Baztan, son auténticos testimonios de su tiempo, donde se recogen las costumbres y esencias del pueblo vasco que tan vivas se encontraban en Baztan. Desde el punto de vista artístico constituyen el punto álgido de su carrera, tanto por su dominio del dibujo, alarde compositivo y perspectiva como por el tratamiento de la luz y del color. Al igual que Velázquez, conseguirá introducir la atmósfera y el espacio real dentro del cuadro.
Participó en las Exposiciones Nacionales de Madrid de l915 y 1917 y en los eventos artísticos, más relevantes de aquella época.
Entre los distintos géneros abordados en esta etapa, merece ser destacado el paisaje, pintura religiosa y sobre todo retrato, elevando este género a su máxima categoría, convirtiéndose en el retratista oficial de la burguesía navarra. Continuando con la tradición romántica, le interesaron los fondos neutros pero matizados, la dignificación de sus modelos y la captación física y psicológica del retratado, resaltando por medio de la luz, rostro y manos.
COMPROMISO POLÍTICO (1936-1939) Otro aspecto importante fue su compromiso político, fiel a su ideario nacionalista. Fue defensor de la lengua y cultura vasca y participó activamente en prácticamente todas aquellas instituciones afines a esta causa. Entre 1920 y 1923 y 1930 y 1931, desempeñó el cargo de concejal en el Ayuntamiento de Pamplona por el Partido Nacionalista Vasco al cual estaba afiliado. A sus 61 años, en 1938 es detenido, torturado y encarcelado, durante año y medio. Esta experiencia tan dura en un hombre de su edad, le marcaría para el resto de su existencia. Esta situación cruel, tan sólo fue mitigada por las sesiones de dibujo, donde recoge escenas de la vida carcelaria. Después de dos juicios sería liberado el 23 de septiembre de 1939. En el segundo, se le impuso una multa de 2.500 pesetas, que pagó con El Calvario encargado por los PP. Escolapios y que a partir de entonces es conocido como El Cristo de la Sanción.
ÚLTIMA ETAPA (1939-1960) En esta misma última etapa Ciga continuó con su meritoria labor didáctica en la academia que llevará su nombre, rememorando las academias parisinas por él frecuentadas. Instauró un método libre donde el primer paso era el dominio absoluto del dibujo para pasar luego a controlar el color, la luz, perspectiva, composición, etc.
Prácticamente la gran mayoría de los grandes pintores de la siguiente generación fueron sus discípulos.
El trato vejatorio, el encarcelamiento, la larga dictadura franquista, la vejez, y sus problemas de salud como la hemiplejía y problemas de visión, serán factores que dejarán profunda huella en nuestro artista y que mermarán aquella creatividad. Ciga se refugió en su mundo y repitió aquel ideal estético que el mismo había creado, aunque en algunas obras se aprecie calidad desigual, todas ellas conservan gran dignidad.
Paralelamente a su actividad artística, realizó una gran labor didáctica en su afamada academia Ciga durante cuarenta años, siendo el maestro de la siguiente generación de pintores.
Este hombre esencialmente bueno, referente de la pintura navarra de la primera mitad del siglo XX, maestro de maestros, intelectual de trato llano, idealista y comprometido con sus ideas, murió en su vieja Iruñea el día 13 de enero de 1960.
SIGNIFICADO DE LA PINTURA DE Ciga Ciga es el mejor exponente y la mayor aportación a la pintura vasca desde Navarra, constituyendo un genuino nexo de unión de estas dos maneras de pensar y de ser.
La obra de Ciga posee una dimensión ontológica, ya que, ante todo, en su obra late el ser, superando la mera representación de figuras y objetos para llegar a la esencia, entendida como verdad misma. El ser conforma e impregna su obra, dándole un carácter existencialista que nos lleva a calificar su pintura como Realismo Trascendente o Metafísico, en su acepción literal del término. Por encima de todo, Javier Ciga fue pintos de esencias y verdades e intérprete del alma y de la sociedad de su tiempo.