Por Txema Montero. Bilbao
ENTRE los años 1893 y 1902, Sabino Arana fue llevado en siete ocasiones ante los tribunales y se puede decir, sin incurrir en exageración, que casi toda su vida política activa resultó un vía crucis judicial. Las denuncias, interpuestas por el Fiscal del Rey por delitos que hoy denominaríamos «contra la Constitución, el orden público o traición e independencia del Estado», terminaron en sobreseimiento o amnistiados, lo que no impidió que permaneciera en prisión provisional durante la instrucción de varias de las causas. En una sola ocasión fue condenado y cumplió pena efectiva de un mes y once días: un exconcejal y médico bilbaino llamado Filomeno Soltura le había acusado de injurias. Resulta interesante observar que esa única condena fue dictada por un Tribunal de Derecho, esto es, compuesto por jueces profesionales. En las demás ocasiones, cuando fue juzgado por un Tribunal de Jurado formado por sus convecinos, resultó siempre absuelto.
Estamos en septiembre de 1895, cuando en el semanario Bizkaitarra se publica un artículo titulado La invasión maqueta de Guipúzcoa. Fue el último número. La autoridad judicial lo clausuró, al igual que hizo con el Euskaldun Batzokija. Procesó a sus 110 socios y encarceló a la Junta de Gobierno, incluido Sabino Arana, quien permaneció en prisión preventiva hasta enero del año siguiente cuando, una vez absuelto por el Jurado, fue puesto en libertad. Arana Goiri fue defendido por Daniel de Irujo, padre del luego dirigente jeltzale Manuel de Irujo, quien durante la II República española fue ministro de Justicia y primer nacionalista miembro de un gobierno español. A su dimisión, en 1937, fue sustituido por Tomás Bilbao, de ANV.
No era ese el único vínculo familiar entre justicia y política presente en los estrados del tribunal durante aquel juicio. La fiscalía estaba representada por Fermín Moscoso del Prado, riojano de origen y afincado en Bilbao. En Arrigorriaga, precisamente, nació su descendiente Carlos Moscoso del Prado Iza, quien con el tiempo ingresó en el Ejército español. Destinado en Pamplona con empleo de capitán, fue pieza clave en la conspiración y rebelión facciosa en Navarra organizada por el general Emilio Mola Vidal en julio de 1936. Carlos Moscoso alcanzó el grado de general de brigada del ejército franquista. Su hijo, Javier Moscoso, quien Sigue leyendo Txema Montero relata los procesos judiciales contra Sabino Arana