TENEMOS una nueva razón para alimentar la vanidad colectiva. En Bilbao, por lo común no somos ni nos gusta ser vanidosos uno por uno, individualmente, pero tenemos muy arraigada la vanidad colectiva y, aunque no lo creamos, tenemos que sostener que somos los primeros, que nada hay como Bilbao, la merluza frita y el bacalao al pilpil. No sé si este es un defecto y, a veces pienso que cuando nos volvemos locos con el Athletic, cuando disfrutamos oyendo rugir en San Mamés o cuando faroleamos con el vino de Bilbao y nos cuesta admitir que haya en ningún lugar nada como en Bilbao, debiéramos pensar un poco y quizá ser algo más humildes.
Pero también creo que esta condición bilbaína que nos obliga a estar en muchos lugares y a hacer todas las cosas mejor que nadie, es en el fondo una virtud cívica que nos agranda para emprender cualquier empresa.
Hoy es un gran día para Bilbao porque hemos inaugurado la torre. Una torre que no es la más alta del mundo y ni siquiera la más alta de España, pero es nuestra. Y nosotros nos encargaremos de hacerla la más hermosa, la más útil, la mejor.
Hay que sumarse a la alegría común. El que esto escribe nació en Barakaldo, aunque tengo a mucha honra ser hijo de Sestao y también de Bilbao, la villa en la que viví prácticamente desde los diez años y plenamente desde que tuve un cargo público. He nacido y he vivido junto a la ría.
Bilbao sabe superar los días tristes. A partir de la Guerra Civil pasamos días muy negros, pero ha pasado el tiempo suficiente para volver a la alegría de Bilbao. ¡Que vivan las canciones de Bilbao, que viva la alegría!
¡Bienvenida torre de Iberdrola! La torre de la gran empresa que sigue encariñada con la villa. Si la miramos bien nos daremos cuenta que no se parece a otras torres, que la concibió un gran arquitecto universal Sigue leyendo Bilbao: de la Carta Puebla a la Torre Iberdrola