Este año se cumplen 141 años de la Abolición Foral por la Ley Abolitoria de 19 de julio de 1876, un hecho cuyas consecuencias aún hoy padecemos, y 200 años del nacimiento del patricio alavés Mateo Benigno de Moraza
Un reportaje de Xabier Ormaetxea
Monumento a Mateo Benigno de Moraza en la Plaza de la Provincia de Vitoria-Gasteiz.
De entre las páginas históricas que la lucha en contra de la abolición foral contiene, destaca sin duda alguna la última defensa de nuestros fueros, los discursos legendarios que el diputado alavés Mateo Benigno de Moraza pronunció en el Congreso de los Diputados los días 13 y 19 de julio de 1876, dos piezas oratorias que han pasado a formar parte de nuestra historia, llevando a su autor al reconocimiento unánime de sus contemporáneos y de las generaciones posteriores como un auténtico campeón de la causa vasca.
Mateo Benigno de Moraza nació en la calle Cuchillería de Vitoria-Gasteiz en 1817, estudió Filosofía en la Universidad de Oñate y Derecho en la de Valladolid y ya en 1842 fue nombrado secretario del Ayuntamiento de Gasteiz, y en 1848 consultor de la provincia de Araba. Fue decano del Colegio de Abogados de Araba entre 1855 y 1872 y en 1861 fue designado primer consultor vitalicio de Araba siendo nombrado padre de la provincia en 1862.
Moraza fue íntimo amigo del gran patricio alavés Ramón Ortiz de Zarate, con quien colaboró en publicaciones como la revista El Lirio y con quien escribió en 1852 Vindicación de los ataques a los fueros de las provincias vascas insertos en el periódico La Nación. Juntos lideraron durante varias décadas la vanguardia del fuerismo radical defensor de la integridad de los fueros y la soberanía de las Juntas Generales en el ámbito de su competencia en pie de pacto de igualdad con la soberanía nacional de las Cortes, enfrentada a los partidarios de transigir y fomentando un notable renacimiento cultural y social en la Vitoria de las décadas 50 y 60 del siglo XIX. En 1869 Moraza llegó a ser rector interino de la Universidad libre literaria de Vitoria.
A diferencia de su amigo Ortiz de Zarate que evolucionó del liberalismo radical al neocatolicismo carlista, Mateo Benigno de Moraza nunca tomó partido por el carlismo y a decir de sus contemporáneos se mantuvo fiel a la ideología foral como única bandera política lo cual le sirvió para ser reconocido por todos sus conciudadanos de uno y otro lado. Pese a no haber tomado partido por el carlismo, al principio de la segunda guerra carlista en 1873 fue detenido y encarcelado durante 14 días, manteniéndosele incomunicado, por el único motivo de ser amigo de Ramón Ortiz de Zarate. Durante su cautiverio la población vitoriana, consciente de la injusticia que se estaba cometiendo, acudió en masa a la cárcel para rendirle homenaje.
En febrero de 1876 su vida dio un giro radical, cuando previéndose la intención de promulgar en las Cortes españolas una Ley abolitoria de los fueros, Moraza fue elegido por unanimidad y sin oposición alguna como diputado al Congreso encargado de realizar la defensa de las instituciones vascas; trabajó en precarias condiciones de salud durante tres meses en la preparación de sus legendarios discursos, que tendría ocasión de exponerlos en las sesiones del Congreso de los Diputados de 13 y 19 de julio de 1876.
Sesión del 13 de julio de 1876 Comenzó su discurso exponiendo el convencimiento de que lo que se estaba debatiendo era la abolición jurídica de la ley que amparaba las libertades vascongadas y por tanto de modificar las estructuras sociales y el modo de ser del pueblo, y el País Vasco era reconocido universalmente como asilo de la libertad y de la industria.
En su discurso defendía que los fueros vascos nacen de la costumbre popular y de los pactos de los vascongados con sus señores, el Pueblo Vasco mantiene intactas sus características de raza y lengua y se ha mantenido independiente a lo largo de los siglos, eligiendo libremente señores y pactando libremente con los reinos vecinos, agregándose como estados independientes posteriormente a la Corona Castellana mediante pactos, pero conservando su independencia que fue jurada por todos los reyes posteriores, y manteniendo el derecho a desnaturalizarse del señor.
Los fueros y ordenanzas fueron redactados por los representantes en las Juntas Generales, y sometidos posteriormente a la sanción real, y se equiparan por tanto a lo que son las modernas constituciones.
La independencia del País Vascongado está igualmente confirmada por el sistema económico independiente y separado del resto de la nación e incluso por el derecho internacional ya que las provincias han celebrado a lo largo de la historia tratados internacionales.
La posesión y prescripción de un régimen ininterrumpido de más de 700 años, confirmada por reyes y tribunales no puede ponerse en cuestión por el Parlamento o por la Monarquía, la agregación por pactos libres no permite a una de las partes pactantes modificar o anular lo pactado sin el acuerdo de la otra, es decir solo puede hacerse en las juntas generales y con consentimiento de los vascongados, pues son pactos y en ningún modo privilegios.
Los vascos han participado como aliados de España movidos por su patriotismo en todas las grandes gestas históricas.
Los fueros contienen principios democráticos y ponen límite al poder político, y muestran respeto a las libertades civiles poniendo coto a las arbitrariedades, siendo un ordenamiento garantista.
Las Diputaciones Forales no han sido la causa de las guerras carlistas sino que han defendido la legalidad y el orden, y los ayuntamientos de las capitales vascas han sido en estas guerras bastiones inexpugnables de la defensa contra los carlistas, salvando los fueros.
Es injusto achacar a los fueros el ser la causa de la guerra, que se ha debido a causas religiosas y del pensamiento reaccionario.
Habiéndose demostrado que la guerra no fue por causa de los fueros sino por razones religiosas y políticas, debe de respetarse la ley confirmatoria de 1839 que nunca ha dejado de estar en vigor. La abolición de los fueros conducirá a la ruina inefable de las provincias Vascongadas.
“Los vascongados aman con idolatría sus fueros, para los vascongados son la vida, el aire, su modo de ser, su pasado, su presente el motivo de todo su orgullo, el motivo de todo su interés en la tierra. La mayor satisfacción que podéis darles es conservárselos, para que los puedan transmitir ilesos a las generaciones venideras, este es el ruego que os dirigimos; a la sombra de los fueros hemos nacido, y a la sombra de ellos quisiéramos morir”.
Discurso del 19 de julio de 1876 Moraza negó la exactitud de la afirmación del Sr. Roda de que las provincias tenían la pretensión de tratar con la nación española de potencia a potencia, sus relaciones siempre han sido corteses, defendiendo sus derechos con respeto, ya que se habían entregado voluntariamente a la corona guardando sus fueros.
Rechazó Moraza la afirmación de que la victoria y la fuerza son las fuentes del derecho moderno, pues si se aceptaba eso habría que admitir que la abolición de los fueros era un castigo que se extendía no a los culpables de las guerras carlistas sino a toda la población incluyendo a los liberales que combatieron al carlismo.
El discurso prosiguió con citas históricas sobre el comportamiento leal de los vascongados, y Moraza finalizó su discurso con un último ruego, afirmando que si la abolición de los fueros era la resolución irrevocable de las Cortes, regresaría a sus montañas a pedir resignación pero manteniendo la fe ciega y la esperanza en la justicia, la bondad y la hidalguía de la nación y del joven monarca, y reclamando una y cien veces para que al fin sus ruegos fueran escuchados por ser los ruegos de la razón y del derecho. “La causa que hemos sostenido ha sido, es y será la causa de la razón, de la historia, de la justicia y de la humanidad.”
De poco sirvió esta heroica defensa, que vino a minar la ya menguada salud de nuestro personaje. Como había expresado Cánovas “cuando la fuerza causa Estado, la fuerza es el Derecho”, los argumentos cargados de razón y de justicia de Moraza chocaban contra un muro de incomprensión y de maldad.
Llama poderosamente la atención que el discurso de Moraza, al igual que muchas de las defensas del sistema foral, reivindicaban la independencia de las provincias y a la vez contenían mensajes de acendrado patriotismo español. Ello solo se explica desde el llamado “doble patriotismo” que concebía y defendía la idea de España como una “monarquía compuesta” formada por Estados soberanos que compartían una misma corona. La incomprensión española de esta concepción puede explicarnos por qué los británicos tienen una Commonwealth de la que forman parte 52 países, y que sin embargo ese modelo sea inconcebible en estas latitudes.
Dimisión y reelección Moraza, pese a regresar a su amada Vitoria con su salud muy maltrecha, presentó su dimisión como diputado para someterse al juicio de sus conciudadanos, que volvieron a elegirle nuevamente sin oposición alguna. Su salud había decaído, pero no su ánimo que le llevo a fijarse el objetivo de “Ir al congreso, hacer la más amplia, completa y poderosa defensa de los fueros y morir”, heroico objetivo que no pudo llegar a cumplir pues en enero de 1878 falleció.
Los funerales de Moraza en Vitoria y muy especial el de Bilbao celebrado en la catedral de Santiago y con todos los establecimientos de la ciudad cerrados fueron una manifestación de masas en homenaje a los fueros vascos y a su último y heroico defensor.
Acabaremos este homenaje al gran Moraza con unos versos de su amigo Antonio de Trueba:
Dicen que el cisne al morir canta
y hoy tanto de mortal mi canto tiene
que parece del cisne mi garganta.