Sánchez, otra vez humillado

Pagaría 50 céntimos por los pensamientos de Pedro Sánchez en estas horas sombrías. Como Marco Antonio en el célebre verso de Kavafis, no podrá decir que fue un sueño. Tuvo en la yema de sus dedos ser, como poco, la cabeza de la rebelión contra el herrumbroso aparato del PSOE. Ahora, por enésima vez desde que lo elevaron de culiparlante a secretario general manejable, debe de barruntar que sigue sin saber absolutamente nada de política.

Hace falta una ingenuidad oceánica para llegar a la conclusión de que una entrevista de confesionario con Évole erige a alguien en líder de no se sabe qué movimiento regenerador. Item más, para tragarse las palabras dadas por buena parte de sus conmilitones, como si no supiera que en su formación (igual que en todas) las declaraciones de principios tienen una caducidad más baja que el yogur. Te quiero mucho hoy es el anticipo de la puñalada trapera de mañana. Con una sonrisa en los labios, para que duela más.

Absténgase, en todo caso, de quejarse, aprendiz de brujo Sánchez. Usted mismo se ha labrado a pulso este triste final, si es que lo es. ¿A santo de qué se echó a dormir en la cresta de la ola? ¿Quién le aconsejó que pasara a cuarto plano mientras actuaban en su nombre los elementos más pintorescos de su partido convirtiendo su opción en una extravagancia? Quedará, tal vez sin serlo, como un cobarde y, desde luego, como un pésimo estratega incapaz de tomar las riendas de su propio destino, y por eso mismo, un tipo al que no se le puede confiar una organización en un momento delicado. Podrá repetir su famoso tuit de cuando no era nadie: ¡Qué paliza me han dado!

El indecente Trillo

Para chulo, el pirulo del señorito Trillo-Figueroa y Martínez-Conde. Cumpliendo el clásico, se ha ido de la embajada de Londres un cuarto de hora antes de que lo echaran. Da para pensar que lo que no es sino el enésimo acto de arrogancia del fantoche cartagenero haya sido acogido como una victoria de quienes llevan años señalando su inhumana conducta respecto a la carnicería del Yak 42. Con razón pedirá el aludido que ahí se las den todas. Mucho más, cuando sabe que cerrada la puerta de la bicoca londinense, se le abre la del mismísimo Consejo de Estado que acaba de retratarlo con las manos llenas de mierda en todo lo relacionado con la tragedia. Gran lección, por cierto, de cómo se escribe la Historia en el Reino de España. La institución que descubre a los malvados guarda un asiento para ellos. Retribución anual por echar alguna que otra hora perdida: entre 80.000 y 100.00 euros. Sí, un huevo de salarios mínimos.

Pero aún hay más enseñanzas, en este caso, sobre cómo las gastan los patrioteros de misa y comunión diaria. Trillo es el tipejo que quiso vendernos como inmensa gesta heroica la toma de Perejil, un islote habitado por cabras. Cómo olvidar el ridículo relato de la mamarrachada al alba con viento de Levante. Pues ya ven el trato hacia su carne cañón, los que dejan la piel en nombre de la bandera que tanto le inflama. No olviden que quienes iban en el avión eran miembros del que llaman glorioso ejército español. Es también devoto y significado miembro del Opus Dei desde su turbia juventud. Suerte tiene de que no haya infierno, porque el patán tendría reservada una parcela a su nombre.

El PP de Bilbao se retrata

Lo admito. Me llevé un berrinche considerable al enterarme de lo del PP de Bilbao. ¿De la presentación de la gilimoción para expulsar del callejero a Zumalakarregi, Sabino Arana y Dolores Ibarruri?  Qué va, eso me encantó. De hecho, lo que les decía que me molestó fue la bajada de pantalones, o sea, la retirada de la memez pretextando no sé qué balbuceos de que quizá no tocaba. Los ridículos, mejor hasta el final. Especialmente, si son de esos que delatan a quien los comete, y en este caso estamos ante una reproducción a escala 1:1 de la pobreza cultural que anida en el cacumen de —seamos justos— alguno de los ediles gavioteros en la capital del señorío.

Me dirán que también es señal de ranciendad ideológica. Por ahí veo que van la mayoría de los comentarios, pero fíjense que yo aparto ese cáliz. Prefiero señalar la vacuidad intelectual de tanto presunto sabio de casinillo con caspa y en el mismo bote, las ganas locas de dar el cante para salir en los papeles, una vez comprobado que en el desempeño normal del cargo no se vende una triste escoba.

Que levante la mano quien tenga conocimiento, fuera o dentro de la villa, de media actuación del cuarteto de munícipes del PP, y no vale citar cierto vídeo. Desde la inauguración de la legislatura lideran la clasificación consistorial de la absoluta irrelevancia pública. Incluso Udalberri o Goazen, con la mitad de electos, tienen una presencia infinitamente mayor en los medios y, desde luego, en la calle. No es mal síntoma esa insignificancia, y en mi opinión, tampoco que traten de superarla haciendo propuestas grotescas. Insisto, una pena que la retirasen.

Tamborrazo

Desde el otro lado de la A-8 asisto pasmado al espectáculo del Tamborrazo finalmente desierto. Cualquiera diría que hay una cepa resistente del pernicioso virus de la capitalidad cultural europea teóricamente pasada.

Confieso no entender del todo, aun respetándolos profundamente, los usos y costumbres de la ciudad, especialmente en lo que toca a su fiesta grande. Llego o creo llegar, sin embargo, a la importancia simbólica de la distinción principal. Se comprende, incluso, que la decisión suscite cierta discrepancia. Salvo cuando recaen en la media docena de comodines habituales —que lo son por su genialidad indiscutible o su inanidad absoluta—, los premios no arrastran grandes unanimidades. Pero con la elección de Àngels Barceló se rompieron, o eso parece, todos los registros.

Un segundo después de la comunicación inicial se instaló, dentro y fuera de Donostia, una corriente de estupor que dio paso inmediato a una plural expresión de rechazo. Ojo, no exactamente a Àngels, contra la que nadie tiene nada personal ni profesional, y que ha acabado siendo víctima del esperpento. Simplemente, no entraba en cabezas de distintas tallas y pelajes el motivo de la designación. Resultaba caprichosa, máxime cuando se conocía una larga lista de personas que acreditan largamente los requisitos, amén de ser figuras sobre las que se diría que cosecharían un amplio consenso.

Me dice un amigo, siempre dispuesto a ver el lado bueno de las cosas, que la rectificación en el pleno implica la victoria de la ciudadanía porque se ha escuchado la voz de la calle. Podría ser, pero  seguro que hay formas mejores de hacerlo.

Una propuesta estúpida

Tonterías animadas de ayer y hoy. La menguante sucursal navarra del PP propone en el Parlamento foral que se exija a la Comunidad Autónoma Vasca que se abstenga de celebrar el Día de Euskadi el 3 de diciembre. En argumento propio de criaturas de primaria, la franquicia gaviotil viene a sostener que la fecha está pillada, chincha raviña, y que los malvados vecinos de la demarcación autonómica tienen el resto del calendario para poner su fiesta institucional.

La lista de memeces concurrentes es interminable, pero habrá que señalar como primera el hecho de que se trata de una venda para una herida que aún no se ha producido… y probablemente, ni se producirá. Todo lo que hay hasta el momento en el Parlamento Vasco es una iniciativa absolutamente legítima de EH Bildu que se debatirá y, si es el caso, se votará cuando toque. A partir de ahí, la decisión está en manos de la cámara de Gasteiz, o sea, de los partidos que representan a la ciudadanía de los tres territorios. ¿Con qué derecho entromete su hocico una formación que ni pincha ni corta? Corrijamos: unas formaciones, en plural, porque UPN ha apoyado a bloque la soplagaitez y el PSN, más timorato, también lo ha hecho en dos de sus tres puntos.

Como han señalado, supongo que con dificultad para disimular las carcajadas, las y los portavoces del cuatripartito, el asunto se sitúa, amén de en la injerencia, en el absurdo, la ridiculez y el esperpento. Si lo suman todo, hallarán como resultado el patético autorretrato de una oposición que trata de conjurar su ineficacia dejándose arrastrar, bonita ironía, por sus sempiternas obsesiones identitarias.

Renta… ¿universal?

Se amplía el repertorio de los grandes debates vacíos para burguesotes sin reparos, progres de pitiminí y algunos incautos que nos pillan en medio. Uno de ida y vuelta. Viejo como el hilo negro o, mejor aun, como la idea de la piedra filosofal. ¿Qué otra cosa sería sino convertir el plomo en oro la erradicación definitiva de la pobreza mediante algo tan simple como entregar a todos y cada uno de los seres humanos una cantidad de dinero suficiente como para cubrir las necesidades básicas? Bueno, o las no tan básicas, que en algunas de las versiones se habla de cifras de café, copa y puro.

Oiga usted, socuñao, que detrás de este prodigio hay economistas de la más reconocida solvencia. No lo negaré, como no se podrá negar tampoco que hasta la fecha ganan por macrogoleada los expertos, incluidos los teóricos de izquierda, que ni se plantean perder un segundo con algo que no llega ni a utopía. ¿Que hay experiencias de larga tradición? Sí, esos casos difusos como el diminuto experimento finlandés recién iniciado o el reparto de unas migajas procedentes de la ¿malvada? explotación petrolífera en Alaska.

Imaginemos, con todo, que los números dieran. ¿Sería un sistema justo? Si la respuesta es sí, tendremos que revisar la defensa de la bondad de la progresividad fiscal o las críticas a los impuestos lineales como el IVA. Ni entro en la delicada cuestión de si sería una invitación a no buscarse las alubias. Me quedo sin dudar con una renta mínima lo más digna y mejor gestionada en su distribución que sea posible para aquellas personas que lo necesiten. Perfeccionar lo que ya hay debería centrar el debate.

Feliz lo que quieran

Una de las grandes diversiones de estos días es contemplar los ejercicios en el alambre de los campeones del laicismo. Vale, eso incluye también a algún amigo mío con muy buena intención y al que quisiera que estas líneas no ofendieran. Pero es que, caray, lo de felicitar el solsticio de invierno, pase. Allá cada cual con sus frustraciones, autoengaños o represiones. Ahora, lo de intelectualizar la vaina con una serie de datos dizque antropológicos y/o históricos para tratar de desmarcarse de no sé qué rebaño llega a provocar cansancio en los sufridos individuos que pasábamos por allá y acabamos comiéndonos una teórica estomogante.

La derrota definitiva de los disidentes viene de la mano de las paradojas, o sea, las parajodas: pocas cosas son más genuinamente navideñas que quienes pretenden estar tres palmos por encima de las fiestas. El principio se aplica, de modo casi más doloroso, a los que sistemáticamente echan pestes de las fechas. Son tan prototípicos como el espumillón, Olentzero, los villancicos o esas luces cada vez más psicodélicas.

¡Si lo sabré yo, que durante años he ejercido como pitufo gruñón de la Navidad! Las veces que habré agradecido al cielo trabajar el 25 de diciembre o el 1 de enero para desertar de la cena familiar y enterrarme bajo las mantas! Sigo alimentando mi leyenda, no crean. No es difícil que se me escape algún exabrupto, pero ya solo de fogueo. Hace tiempo descubrí que más allá de los artificios y del innegable consumismo desbocado, muchísimos de mis prójimos —no digamos los más pequeños— muestran una alegría especial en estas jornadas. Y eso no tiene precio.