Los 50 del ‘Preparao’

Agradezco esta columna a los incontables lamelibranquios que, con motivo del medio siglo de vida alcanzado por el hijo del sucesor de Franco a título de rey, se han dejado el espinazo practicando el decúbito borbónico supino. Como verán si tienen la moral y el estómago de leer los títulos de las piezas del género succionador que les anoto a continuación, la monarquía española recién recauchutada dispone de un ejército de entregados plumíferos. Cuerpo a tierra.

Felipe, un rey aferrado a la ética. Felipe VI, el árbitro que pitó fuera de juego al secesionismo. Felipe VI, un rey ilustrado. De autoridad, poder y legitimidad. Un Rey para su tiempo: el Monarca que detuvo el golpe del 1 de Octubre. El Rey de una Monarquía útil y renovada. Felipe VI o el Rey que impuso su ley. El arte de hacer política de Felipe, «el Prudente». Cuando no hace falta ser Kennedy. Felipe VI y la Constitución: vidas paralelas. Felipe VI, un Rey para una España difícil. Abanderado de la mejor generación de olímpicos españoles. «Soldado» Borbón, o cuando «mandar es servir». Felipe VI, el mejor embajador posible para España. La Monarquía, cinco razones por la que es un sistema mejor. El Rey que recuperó el prestigio perdido de la Monarquía. Felipe VI: un reinado intenso y sin escándalos. El Rey que aguantó el desafío. Me gusta ser rey de un país donde todos los días amanece por el lado de la Constitución (viñeta). Lo que come en un día la reina Letizia. Un Rey ante la encrucijada de España. Una monarquía meritocrática. 50 años de la mejor Historia de España. Un hijo leal. El padre que se desarma con sus hijas. (Y tantísimos más.)

El traidor traicionado

Caray con las 155 monedas de plata de Rufián. Han resultado de ida y vuelta. Ahora el que se siente vendido es el que fue acusado de vendedor. La sospecha de traición es un clásico en cualquier grupo. Pura condición humana. O condiciones, en plural, porque lo habitual es que se junten la desconfianza hacia los otros y la inseguridad respecto a uno mismo. Siempre es más fácil echar la culpa a los demás, y no es improbable que la tengan. Solía decir Leopoldo María Panero que el problema de los paranoicos como él era que al final había alguien que los perseguía de verdad.

En el caso que nos ocupa, el de Carles Puigdemont, la sentencia es cierta en varios sentidos. En el literal, porque hay una justicia injusta que va tras él por tierra, mar y aire (Zoido dixit), pero, además, en otros metafóricos. También tiene el aliento en su nuca de la propia leyenda que se ha forjado, impeliéndole a ser el héroe que seguramente nunca sospechó que sería. Y para empeorar la situación, termina de acorralarlo el mismo peso de sus actos. Era cuestión de tiempo, y no de mucho, que llegara al final de la escapada.

Diría que la conciencia —¿o consciencia?— de todo eso es lo que le llevó a escribir los ya celebérrimos mensajes a su (descuidado) amigo Comín. Tal y como se disculpó, un humano momento de debilidad de alguien sometido a enorme presión, pero de igual modo, un arranque de lucidez y de sinceridad. Si no pusimos pegas a la difusión del “Luis, sé fuerte” de Rajoy ni al “Compi-yogui” de Letizia Ortiz, no cabe desviar el debate para evitar lo sustancial del episodio. En cuatro palabras: “Esto se ha terminado”.

Linchadores de hoy

Ocurrió la semana pasada en ese inmenso estercolero llamado Twitter. Algún sabueso de pitiminí descubrió la identidad real de uno de los piadores recalcitrantes de la diestra. Resulta que bajo el alias Pastrana, envenenador de los sueños y las vigilias de la ortodoxia progresí, empezando por el pijoaparte venido a más Rufián, se ocultaba… ¡un alcalde del PP! ¿Uno de alguna capital importante, apoyado por un aparato de propaganda pagado a millón? Qué va. Se trata del primer edil de una localidad turolense de 188 almas, según el último censo, llamada Villar del Cobo.

Cabría esperar que ante semejante humillación —un remedo de Paco Martinez Soria del siglo XXI provocando el crujir de dientes de la crema y la nata urbana e hinteleztual del recopón—, los millares de aludidos procedieran a silbar a la vía y a no darse por enterados. Pero esos no son los usos y costumbres, ni de la jauría en general, ni de sus gurús, con un mal perder estratosférico. A la revelación siguió un linchamiento del fulano para la antología, encabezado por ventajistas de gran pedigrí como el mentado arcángel exterminador y comunicadores megarrevolucionarios de veinte mil euracos al mes y secundado por la cobarde manada de funcionarios aburridos y acomplejados de variada estofa.

Se le escarmentaba al osado munícipe tuitero por repartir estopa al amparo de un seudónimo. Y anda que no mandaba huevos que entre los perpetradores de la paliza se contaran varios de los anónimos y las anónimas de más relumbrón, en compañía de otros que se encaraman a los teclados dejando a buen resguardo sus verdaderos nombres y apellidos. Qué rostro.

Investidura o así

Venga, va. Marchando el enésimo día histórico para Catalunya. Esta vez se trata de la investidura del President que ha de comandar la nueva etapa. No les digo de qué porque hasta eso ha quedado en difusa nebulosa. Y ahí tenemos ya una pista sobre quién maneja esta barca. Como todas las anteriores jornadas para la posteridad que se han dado desde el 27 de octubre de 2017, el ritmo y las normas de juego las marca el Estado español. Comprendo la jodienda que implica recordarlo, pero es que lo contrario nos llevaría al autoengaño.

Allá quien quiera timarse a sí mismo en el solitario. Lo contante y sonante es que, cuando de acuerdo a aquella hoja de ruta que se nos dijo estaba grabada en mármol y meditada al milímetro, deberíamos haber cumplido el primer trimestre de independencia, sigue habiendo un gobierno intervenido. Con menos capacidad de decisión que el de Murcia, para expresarlo de un modo claro y, supongo, doloroso.

Más allá de la épica, cada capítulo que ha sucedido desde la promulgación del 155 hasta hoy mismo ha respondido a la voluntad de Madrid. Eso incluye las elecciones del 21 de diciembre, los encarcelamientos y las libertades condicionales, las mil actuaciones judiciales, las expatriaciones, y lo que de momento es lo último, esta investidura que puede acabar no siendo tal cosa. Por de pronto, varios consellers desplazados han tenido que renunciar a su acta, conscientes de que caminan por el lado más débil de la cuerda. Recuerdo las palabras de Girauta: “Se aplicará el 155 las veces que haga falta, hasta que tengamos el Gobierno que sea el que nos merecemos los catalanes”. Pues eso.

Otra AVT

A falta de uno, les vengo con dos remedios caseros contra los prejuicios. Con caseros quiero decir que salen de esta casa, es decir, el Grupo Noticias. El ingrediente principal de ambos es la claridad de ideas y la valentía para expresarlas de la misma persona, Alfonso Sánchez, actual presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo. Tanto en la charla que mantuvimos con él el pasado viernes en Euskadi Hoy de Onda Vasca como en la entrevista de Javier Encinas de ayer en Diario de Noticias de Navarra se percibe desde la primera pregunta que cualquier parecido en materia de redaños y honradez con sus predecesores, los histriónicos Francisco José Alcaraz y Ángeles Pedraza, son pura coincidencia.

Víctima directa de ETA —en 1985 salvó la vida milagrosamente cuando estalló un coche bomba al paso del microbús en el que viajaba junto a otros guardias civiles—, no se deja guiar por el odio ni por las ganas de revancha. Y tampoco por los intereses partidistas, que denuncia sin tapujos: “Cuando un partido del arco parlamentario navarro tiene que utilizar a familiares de sus asesinados para a su vez enquistar a otras víctimas del terrorismo y, de esta forma, ir en contra del Gobierno, mal va la política”. Eso va, obviamente, por el PPN, al que afea que “tire los muertos a la cabeza” de sus oponentes.

Y respecto al acercamiento de presos, es verdad que Sánchez no es entusiasta partidario. Pero anoten sus palabras: “Yo no me puedo oponer al estado de derecho ni encadenarme a la Audiencia Nacional. Si se cumple la legalidad en torno a los presos de ETA, nosotros no sacaremos los pies del tiesto”. Mi respeto.

El Lute de Girona

Desde hace unos días, no deja de venirme a la cabeza la imagen en sepia de Eleuterio Sánchez con el brazo en cabestrillo flanqueado por dos números de la Guardia Civil que miran a la cámara con indisimulado orgullo. Algo me dice que en los sueños húmedos de los aparatejos del Estado hay una versión de esa foto en la que la cara del quinqui más célebre del franquismo es la de Carles Puigdemont. Viendo los lisérgicos planes para echarle el guante, queda claro que el President expatriado es el Lute del gobierno de Eme Punto Rajoy.

Revisión de maleteros en la raya administrativa con Francia —¡joder con el espacio Schengen!—, control de puertos y aeropuertos, peinado del sistema de alcantarillado en las inmediaciones del Parlament, y para que el estrambote sea completo, vigilancia del espacio aéreo por si al taimado escapista le diera por llegarse en un ultraligero y saltar en paracaídas sobre la cámara. Palabra que eso último se lo escuché primero como guasa a mi compañero Txema Gutiérrez y, poco después, como sesuda y no descartable hipótesis en una tertulia matutina hispana. Moncloa pulveriza cada minuto que pasa sus propios récords de ridículo espantoso.

¿No hay nadie en el entorno del nido del charrán que maneje los rudimentos de comunicación mínimos como para hacer comprender que esta actuación patética redunda en beneficio de su antagonista? Patochada a patochada, incluyendo la euroorden de quita y pon y el auto conspiranoico del aspirante a superjuez Llarena, están convirtiendo en leyenda a alguien que llegó al escenario público en calidad de interino que pasaba por allí. Luego se quejarán.

Trump, año II

Que le vayan quitando lo bailado a Donald Trump. Un año y unos días como dueño del juguete más caro del mundo. Desde aquí mi saludo a los centenares de sesudos y sapientísimos analistas que se tiraron todas las primarias republicanas y toda la campaña general jurando que era materialmente imposible que ocurriera. Este es el minuto en que todavía no solo no se han disculpado, sino que nos cantan las mañanas —y los mediodías, y las tardes, y las noches, y las madrugadas— con nuevas pontificaciones ex cátedra sobre el aniversario. Todo, lugares comunes y nuevas profecías que serán pifias en cosa de semanas. Efectivamente, melonadas como las que puede soltar cualquier desventurado opinador, empezado por este humilde tecleador al que están leyendo, si hacemos la salvedad de que no vamos presumiendo por ahí de ser la quintaesencia de la información internacional. También es verdad que buena parte de la culpa es de quienes siguen comprándoles las burras.

Por lo demás, no parece que para olerse de qué va el fenómeno Trump haya que tener docena y media de másteres en geopolítica. Basta con pisar las calles, especialmente las de los lugares más castigados, como alguno de los que recientemente se han mentado en estas columnas, y poner la oreja. Ya no es el sueño de la razón sino el hartazgo infinito el que produce monstruos en serie. Como tantas veces he escrito —y esta no será la última—, tarde nos lamentaremos de haber menospreciado, insultado y vejado al común de los mortales. Sigan orinándose sobre ellos y ellas y diciéndoles que llueve. Sigan desatendiendo sus llamadas de auxilio. Verán qué susto.