¡Sánchez, al salón!

Algo hemos avanzado: no fue en un vagón de tren sino en un atril reglamentario del mismísimo Palacio Real donde Patxi López comunicó la buena nueva. Estuvo, eso sí, a un tris de marcarse un Penélope Cruz, porque el nombre que le tocó pronunciar era el de su superior en el organigrama. El rey, también conocido como el jefe del estado o ciudadano Felipe de Borbón, traslada el marronazo de intentar formar gobierno a Pedro Sánchez y Perez-Castejón que, a diferencia de Mariano Rajao (no le echen la culpa al corrector), ha aceptado el envite. O el embate, que le viene marejada al nominal líder del PSOE. Ahora es cuando va tener que demostrar que lo es.

Jodido, lo tiene un rato largo el flamante candidato. Por la aritmética, que como dijo la luminaria galaica arriba citada, “es como es y no la podemos cambiar”, pero también por la cola de tipos y tipas armados de un zurriago que aguardan para fostiarlo. Los primeros, dentro de su misma casa; los de la vieja guardia, que apenas son unas pulgas cojoneras, y con un peligro aun mayor, los barones… y la baronesa. Luego, los editorialistas y portadistas, que si llevan seis semanas disciplinándolo a modo, en lo sucesivo le van a brear por cada vez que respire.

Y last but not least, que dicen los columneros finos, se las va a tener que ver con un socio que, además de marcarle hasta los turnos para ir al baño, en los últimos diez días no ha perdido una oportunidad para ponerlo de mingafría para abajo ni para recordarle que si puede ser algo en esta vida será gracias a él, ¡oh, su vicepresidente y señor! Vayan encargando palomitas, que esto se pone (más) divertido.

Negociar… la precampaña

Comparto con ustedes una sospecha con su tanto de mala conciencia: les estamos engañando. Desde el 20-D a las diez de la noche no dejamos de hablar de negociaciones para la investidura. Quizá en los primeros días la expresión se compadecía con la verdad. Sin embargo, conforme corría el calendario y se mareaba a la sufrida perdiz, la cosa ha empezado a oler a precampaña que echa para atrás. Se diría que la mayoría de los actores y actrices de la farsa y no pocos de los espectadores no buscan ningún pacto —que, por lo demás, saben improbable e intuyen escasamente deseable—, sino que exhiben huchas petitorias de votos. En algunos casos, con un descaro rayano en la obscenidad, cuando no con matonismo de nuevo rico.

No tendré el menor problema en desdecirme si, como vimos casi anteayer en Catalunya, en el último suspiro se alcanza algún apaño a la desesperada, con o sin pintas de patada a seguir, y que sea lo que los Hados quieran. No obstante, en el minuto en curso, y por más que los titulares-que-van-a-misa proclamen que ya se negocia a todo trapo, mi escepticismo no deja de crecer.

Y bien que me gustaría, siquiera para ver qué tal funciona, un acuerdo entre PSOE, las cuatro marcas de Podemos y las siglas que hicieran falta para bingo, incluyendo el apoyo activo o pasivo del PNV y, si le cuadra, EH Bildu. Poca pinta tiene de que algo así vaya a prosperar. De entrada, porque es una carambola a demasiadas bandas, pero además, porque se enfrenta a mil resistencias en el seno de cada una de las fuerzas que deberían configurar el convoy gubernamental. Que sea lo que tenga que ser, pero pronto, por favor.

El nuevo búnker

Como apuntó Marx, a la Historia le encanta versionearse a sí misma una y otra vez, y en cada bis, de un modo más chusco que el anterior. Miren, por ejemplo, lo patético que era, hace cuarenta años, el búnker franquista. Parecía imposible remedar la caspa grasienta que expelían por toneladas aquellos grotescos individuos tan cortos de mente, que ni se daban cuenta de que sus excamaradas a los que tildaban de traidores eran igual de fachas que ellos solo que lo suficientemente listos para sobrevivir previo cambio de chaqueta. Pues fíjense en sus equivalentes, casi clones, de la actualidad, que no son otros —diría “y otras”, pero juraría que no hay ninguna mujer— que los componentes de la vieja guardia del PSOE. O del búnker, que la palabra les cuadra exactamente igual que a sus antecedentes de camisa azul y correaje.

No sabe uno si reír o vomitar ante la reaparición de esta panda de zombis de lustrosa cartera y largo, ancho y profundo saco de fechorías acreditadas. Impunes, en la mayoría de los casos, lo que multiplica por cien la grima que dan. Hace falta desparpajo. Se reclaman ahora custodios del santo grial socialista y exigen a los jóvenes dirigentes que tengan respeto a las canas y a las arrugas. ¡Ellos, que empezaron sus bribonadas defenestrando sin piedad (y con financiación de muy oscuro origen) a sus mayores entre Touluse y Suresnes, para luego asesinar definitivamente su ideología en el (infausto) XXVIII Congreso! ¡Ellos, los del GAL, la patada en la puerta, la LOAPA, los pelotazos siderales, la corrupción institucionalizada y, en resumen, lo más turbio e inmoral de los últimos decenios!

Respeto asimétrico

Una vez en Roma, haz como los romanos. Esa es la recomendación que tiene media docena de versiones en diferentes idiomas… y que habrá que cambiar. Como poco, será necesario añadir que la aseveración no se aplica a los altos dignatarios iraníes. Y menos, si como acaba de ser el caso del actual presidente, de nombre Hasán Rohaní, se llega a la ciudad eterna con un pastizal bajo el brazo.

En concreto, el fulano llevaba 17.000 millones y pico de euros para fundirse en unos bisnes petroleros con un puñado de empresas italianas. Ya lo dejó escrito Quevedo: poderoso caballero es Don Dinero. Ese parné es suficiente, no ya para que se evaporen los escrúpulos ante las incontables vulneraciones de los derechos humanos que perpetra el régimen de Teherán, sino para ponerse de hinojos ante los usos dizque culturales del sujeto, y haya que tapar chuscamente las estatuas de los Museos Capitolinos que muestran alguna parte del cuerpo desnuda.

Me hago a un lado para no ser embestido por la previsible manada de Miuras progresís con su afilada cornamenta de lecciones sobre el respeto y la cortesía hacia el diferente. Lo siento, pero no trago con esa martingala asimétrica que siempre termina igual: con los laicos y/o los católicos tragando quina. Ya está bien, y más cuando el objeto de tanta deferencia obsequiosa es una teocracia que sigue colgando homosexuales de las grúas y pisoteando con denuedo los derechos de las mujeres. Pero el que paga manda. Y qué tristeza que ese lema lo practiquen de igual modo los más rojos del barrio y los reaccionarios capitalistas que acaban de resituar a Irán en el eje del bien.

El gallinero

Vaya por San Jerónimo, así que el Congreso de los Diputados no es diferente del cine Fantasio o el Coliseo Erandio —ponga aquí cada cual el de sus recuerdos infantiles—, y tiene gallinero. No me me digan que la imagen no es inspiradora: un puñado de representantes de la voluntad popular ocupando esas butacas que lo mismo servían para echarse un sueño, putear a los de abajo a base de cáscaras de pipas (o caramelos y chicles chupados), montar bulla o, si había suerte, meterse mano. En resumen, para cualquier cosa que no fuera ver la película en condiciones.

Tiene su guasa, y seguro que su moraleja, que de saque no todas las señorías estén en las mismas circunstancias auditivas y visuales. También da mucho que pensar que después de once legislaturas —sumo solo desde 1977 hacia acá— nadie se haya planteado buscar una disposición física que no deje fuera del supuesto juego democrático a prácticamente la mitad de los electos.

Muy significativo, lo mismo que el modo propio de instituto casposo de secundaria en que los veteranos del lugar han despachado a los novatos —también llamados manzanillos— de Podemos al culo del hemiciclo. Sin derecho a quejarse, claro, porque si lo hacen, les berrean que hay cosas más importantes que dónde sentarse, o traducido, que si no aguantan una broma, mejor que se vayan del pueblo. Y para colmo, por parte de las siglas que se repartieron la Mesa de la cámara como si fuera un botín, con la cobardía estomagante de acusarse mutuamente de la fechoría. Hasta desde el punto más alejado de ese gallinero, salta a la vista que una vez más han actuado como el sindicato que son.

Lo que se votó

No dejará de sorprenderme el ojo clínico y la perspicacia de muchos de mis congéneres. Les basta a los joíos atizarse un lametón en el dedo corazón y levantarlo enhiesto cual si fueran a hacer una peineta para tener la absoluta certidumbre de por dónde respira el personal. Pero todo todito. No hay  migaja del censo, especificidad, excepción o particularidad que se les escape en sus apreciaciones imposibles de rebatir. Así, por ejemplo, tras unas elecciones —ya saben ustedes a cuáles me refiero— que han arrojado como resultado algo que al común de los mortales le parece un puzzle endiablado, hacen frases que comienzan tal que así: “Lo que la sociedad española ha dicho es…”. Y acto seguido, te endilgan la verdad esférica correspondiente, con una posibilidad de error de, ya les digo, más menos cero.

Lo entretenido de estos prodigios de la demoscopia intuitiva es que se distribuyen en proporciones harto similares por los diferentes andurriales ideológicos. Eso nos lleva a diagnósticos igual de contundentes, pero parecidos entre sí como un huevo a una castaña. Así, unos proclaman que las urnas suspiran clarísimamente por una (gran) coalición de partidos de orden —lean PP, PSOE y Ciudadanos—, mientras otros porfían con idéntica seguridad que los votantes piden a gritos un gobierno de progreso del que tiren PSOE (está en todas) y Podemos, con la ayuda de un variopinto puñado de siglas.

Servidor, que no goza de la agudeza de los arúspices sapientísimos arriba mentados y que, de propina, tiene sangre gallega, solo alcanza a ver que el 20 de diciembre la gente votó lo que votó. Lo demás es puro humo.

Moderna y arriesgada

Échale farlopa al pavo real. Al artista multidisciplinar y notable tahúr de amplio espectro que atiende por Hansel Cereza, me refiero. No te jode que después de haber perpetrado un finstro cósmico inaugural de la capitalidad cultural europea de Donostia, unánimente deplorado, va el gachó y se pone bravo. Que le confunden y le cabrean las críticas a su bodrio, farfulla el gachó. Y para terminar de demostrar la clase de prepotente chuleta que es, arrumba de paletos a las y los donostiarras al escupir que no están preparados para un montaje “moderno y arriesgado” —hay que joderse— y que de haber puesto fuegos artificiales, le habrían sacado a hombros. Valiente tipejo.

Siempre he sostenido que hay pecados que llevan adosada la penitencia. Del mismo modo que me anonada que los munícipes se sulfuren porque la peña se les descoyunta en un puente pagado a trillón a Calatrava, se me enarcan las dos cejas al contemplar el chandrío montado por el individuo que se autodefine como “conceptor de equipo” y otra docena de oquedades del pelo. No es de recibo que a estas alturas de la liga te cuelen un espéctaculo-de-luz-y-sonido con chuntachuntas y contorsiones epilépticas como la hostia en verso de la innovación. Tampoco, que sueltes un pastón del carajo por ello, y mucho menos, que después de haber tenido un congo de advertencias sobre el truño que se viene encima, sigas mirando a la vía, no sea que vayas a pasar por provinciano. Pues fíjense la paradoja ojalá instructiva para lo que queda del evento: al final el que te lo llama —a ti organizador, y contigo, a los ciudadanos— es el que te la ha liado parda.