724 fallecidos por covid anteayer en el conjunto del Estado. Son tres veces las víctimas mortales de los atentados de Atocha o del accidente del Alvia de Angrois. Tremendo, ¿verdad? Pues mucho más, si piensan que, a diferencia de las tragedias citadas, la repercusión mediática será prácticamente nula. Ni programas monográficos especiales, ni opinadores de saldo, ni ardorosos denunciadores de lo que se ponga a tiro. Tampoco pomposos funerales institucionales con las autoridades ejerciendo de plañideras. Qué va. Esta vez la cosa se queda en una puñetera cifra para echarse las manos a la cabeza entre el último bocado del segundo plato y el primero del postre, justo antes de cambiar de canal, a ver si ha empezado el concurso de cocina o el de gañanes ligoteando.
¿Tan inhumanos nos hemos vuelto? En absoluto. Ya lo éramos a fuerza de digerir números sin desbastar. No sé cuántos ahogados en el Mediterráneo, masacrados en vaya usted a saber qué guerra ignota o a manos de estos o aquellos integristas con tarifa plana para el matarile. Es lo que tienen las muertes ajenas al por mayor, que acaban convirtiéndose en rutina. Y qué poco ayudan los portavoces sanitarios de pelo revuelto y voz ronca haciendo chistes en la comparecencia diaria y proclamando que ya casi estamos alcanzando el pico de esta vuelta.