Telebasura… a veces

Agradezco a mi pereza para meterme en según qué charcos haber llegado hasta hoy sin escribir una línea —¡Vamos, es que ni un mísero tuit!— sobre la posibilidad de que todos o alguno de los vomitivos componentes de La Manada sevillana fueran entrevistados previo pago en determinado programa de la teleinmundicia matinal. Esa modorra vecina del instinto de conservación me ha servido para llegar al momento de teclear con un dato fundamental que ni podía sospechar: resulta que, de entre las mil y una posibilidades que ofrece el amplio y plural abanico comunicativo actual, la víctima de los tipejos ha escogido justamente ese programa para lo que la práctica totalidad de los medios hemos definido con la cursilería acostumbrada como “romper su silencio”.

Ardo en deseos de ver las contorsiones de los campeones y las campeonas mundiales de la superioridad moral que estos días nos han estado aleccionando al respecto. Miento, porque en realidad me las imagino de sobra. Otra cosa no, pero el ejército de salvación (lo escribo en minúscula adrede) es de un previsible que echa para atrás. Habrá silbidos varios a la vía, encogimientos de hombros a gogó y, como reacción más habitual, engorilamientos al grito de “¡No es lo mismo!”. Y claro, mejor no discutir lo obvio: efectivamente, sin necesidad de ver Barrio Sesámo, se llega a diferenciar a quienes agredieron de quien fue agredida. Pero luego entran los decimales: resulta que lo que no cambia de la ecuación es el vehículo elegido para difundir el mensaje. Añadan, además, que la carta se ofreció por entregas para evitar la tentación de zapping, y saquen sus propias conclusiones.

Lavapiés blues (2)

Vuelvo a Lavapiés. Incluso aunque la barredora informativa haya mandado la noticia al quinto pino de la actualidad (o al cuarto, por lo menos) en apenas tres días, creo que lo que ha ocurrido en el castizo barrio madrileño es un compendio de muchas de las cuestiones más candentes ahora mismo. En el primer texto me ocupé especialmente de los bulos, los contrabulos, las Fake News, la Posverdad o como quieran ustedes llamar a las mentiras lanzadas para intoxicar que ya conocían las primeras civilizaciones de las que tenemos constancia. Da para tesis del asunto el desparpajo de quienes siguen insistiendo en la versión embustera sobre la muerte del mantero por encima de todaa evidencia. Puede que el ciudadano fallecido participara en alguna persecución, pero no en el desgraciado momento en que se desplomó sobre el asfalto.

Otro punto de abordaje es la inmensa muestra de hipocresía. Como ya anoté, la falsedad sirvió de coartada para unos tremendos actos de vandalismo contra bienes de personas que tienen lo justo para vivir, si es que llegan. Ni una palabra de condena ni de solidaridad de los denunciadores compulsivos de injusticias y primerafilistas de cualquier buena causa. Y ya que los menciono, abundando en la caradura de estos ventajistas, les animo a ir un paso más allá de su martingala favorita. Al señalamiento del capitalismo culpable debería seguir la denuncia de las tramas mafiosas que trafican con seres humanos, se adueñan de ellos, los distribuyen por actividades según su voluntad y les obligan a suministrarse en exclusiva de productos fabricados mediante trabajo esclavo. A que no hay…

Lavapiés blues

Es rigurosamente cierto que fue una agencia de prensa, citando fuentes oficiales, la primera que distribuyó la noticia de la muerte de un mantero en el barrio madrileño de Lavapiés cuando huía de una redada policial. También lo es que, de acuerdo con los usos y costumbres de este oficio cada vez más venido a menos, varios medios hicieron suya la información, la colocaron en sus webs y la difundieron a través de sus cuentas de Twitter. Hasta ahí, los hechos que señalan la responsabilidad original por lo que vino después.

Ocurre que también responde a la verdad que, sin aguardar nada parecido a una confirmación y ni siquiera tratar de recabar algún dato más, varias personas de las que se esperaría una cierta prudencia, se lanzaron de cabeza a los teclados a aventar la especie. Como es de imaginar, no se quedaban en la reproducción monda y lironda del titular, sino que añadían, de su cosecha, toda la casuística que faltaba. Los culpables, cómo no, el capitalismo y la brutal represión policial. No dejaba de resultar abracadabrante que la cuenta oficial de Ganemos Madrid, el grupo que gobierna en Madrid y cuya policía local era señalada, bramaba: “Urgente terminar con cualquier tipo de violencia policial y depurar responsabilidades”.

Claro que lo grave viene después, cuando se descubre y se documenta que el ciudadano senegalés murió en circunstancias que nada tenían que ver con ninguna persecución. No solo no se paró el bulo inicial, sino que se insinuó que esta versión, la real, era un invento. Eso, mientras la excusa falsa provocaba que se destrozara un barrio humilde. Pero a esos pobres que les den.

Circo del morbo

Ya tenemos montado de nuevo el gran circo de la bilis con sacarina. El mismo que recientemente se refociló en el fango de Boiro con el caso Diana Quer, que antes estuvo en A Coruña ordeñando la muerte de Asunta Basterra a manos (supuestamente) de sus padres, y que, en definitiva, se estrenó en sus inmundicias en Alcasser, con la inefable Nieves Herreros como jefa de pista. Ahora sienta plaza en una pedanía de Almería, donde han acudido, cual tábanos al olor de la sangre fresca, decenas —si es que no son centenares— de tribuletes que no pararán hasta sacar la última gota de mierda sobre el asesinato de una criatura de ocho años, Gabriel Cruz, que en gloria esté.

Como precuela, doce días de búsqueda radiotelevisada al segundo, sin escatimar en la exhibición de miserias humanas en primerísimo primer plano. Por si no fuera suficiente filón con la angustia inconmensurable de la madre, a los traficantes de morbo al peso les cayó el gordo de la lotería: la más que posible infanticida es la novia del padre, que en titulares y grafismos es señalada como la madrastra para otorgarle un tono aun más siniestro a la brutal tragedia.

¿Quién deja de meter la cuchara en semejante perola putrefacta, si hasta los líderes políticos se han liado a codazos para ganar la carrera de las condolencias más lacrimógenas y/o la condena más rimbombante? Me temo que nadie, incluidos usted, lector o lectora, y yo, avinagrado fiscal de lo que se ponga a tiro, da igual un proceso soberanista que un suceso truculento. No es la primera vez que recuerdo que esto que tan mal nos parece sigue ocurriendo porque tiene público. Mucho.

Palabras con pene

Asisto con incredulidad y cabreo crecientes a la bronca de los portavoces y las portavozas. Supongo que lo siguiente será pretender que también hay un debate serio para dirimir si la tierra es plana, si el cáncer se cura no haciendo nada o si la masturbación provoca ceguera. Fíjense que en los últimos tiempos los apóstoles de la superioridad moral indiscutible han batido marcas de membrillez envuelta en totalitarismo (y viceversa), y ya deberíamos estar vacunados contra la sorpresa, pero ni por esas: siempre hay un plus ultra.

El que nos ocupa no es anécdota sino categoría. Va más allá del bobo ten con ten sobre la corrección o la pertinencia de decir esto o lo otro. Es, en realidad, el retrato —más bien, el selfi— del retroprogresismo que nos toca padecer. Y en la foto aparecen quienes convierten un simple lapsus o una supina muestra de ignorancia (escojan) en bandera contra una desigualdad que ni está ni se la espera en la palabra en cuestión, compuesta por el verbo Portar y el sustantivo Voz, que ya es femenino. No faltan tampoco los caballeros andantes que han corrido al socorro de la dama en esa forma de machirulismo vomitivo que es el paternalismo. Fuera de concurso, las cátedras y los cátedros de filología que parecen creer que en castellano el género se determina exclusivamente por una a o por una o.

Habrá, es verdad, personas que también han actuado con la mejor fe. A ellas me dirijo, porque en mi humilde opinión, la verdadera materia para la reflexión es el flaquísimo favor que se le ha hecho a la causa totalmente legítima y necesaria del lenguaje inclusivo. Pregunten a su alrededor.

Los 50 del ‘Preparao’

Agradezco esta columna a los incontables lamelibranquios que, con motivo del medio siglo de vida alcanzado por el hijo del sucesor de Franco a título de rey, se han dejado el espinazo practicando el decúbito borbónico supino. Como verán si tienen la moral y el estómago de leer los títulos de las piezas del género succionador que les anoto a continuación, la monarquía española recién recauchutada dispone de un ejército de entregados plumíferos. Cuerpo a tierra.

Felipe, un rey aferrado a la ética. Felipe VI, el árbitro que pitó fuera de juego al secesionismo. Felipe VI, un rey ilustrado. De autoridad, poder y legitimidad. Un Rey para su tiempo: el Monarca que detuvo el golpe del 1 de Octubre. El Rey de una Monarquía útil y renovada. Felipe VI o el Rey que impuso su ley. El arte de hacer política de Felipe, «el Prudente». Cuando no hace falta ser Kennedy. Felipe VI y la Constitución: vidas paralelas. Felipe VI, un Rey para una España difícil. Abanderado de la mejor generación de olímpicos españoles. «Soldado» Borbón, o cuando «mandar es servir». Felipe VI, el mejor embajador posible para España. La Monarquía, cinco razones por la que es un sistema mejor. El Rey que recuperó el prestigio perdido de la Monarquía. Felipe VI: un reinado intenso y sin escándalos. El Rey que aguantó el desafío. Me gusta ser rey de un país donde todos los días amanece por el lado de la Constitución (viñeta). Lo que come en un día la reina Letizia. Un Rey ante la encrucijada de España. Una monarquía meritocrática. 50 años de la mejor Historia de España. Un hijo leal. El padre que se desarma con sus hijas. (Y tantísimos más.)

El morbo hace caja

A los de mi gremio se nos da de vicio el flagelo. Lo que nos habremos atizado a cuenta del tratamiento mediático del caso Diana Quer. Si no hubiera tan tremendo drama detrás, resultaría hasta graciosa la exageración en el rasgado de vestiduras de… ¡exactamente los mismos y las mismas que se venían dando un festín de morbo asqueroso desde el minuto uno de la desaparición de la joven! Encabezan la lista, cómo no, los programuelos televisivos que están en la mente de todos y las cabeceras que tampoco hace falta detallar. Sin embargo, no se quedan fuera las y los exquisitos representantes de la superioridad moral que no han perdido la oportunidad de montarse a lomos de su indignación de plexiglás con el único objeto de pasar por la rehostia de la integridad denunciante, eso sí, a cambio de clics, retuits y aplausos de aluvión.

Parecido asco me da el amarillismo sin escrúpulos en la narración de los hechos que la demagogia ventajista de todo a cien. El fango en que se refocilan lo uno y lo otro es idéntico, lo mismo que el ánimo final, que no es otro que hacer caja. Tan cruel como suena. Nada como las desgracias, especialmente si tienen nombre y apellidos, para llenar la buchaca de los medios y/o los profesionales de la cosa esta del informar u opinar sobre lo que sea y a costa de lo que sea. Pregunten a cuánto se cotiza estos días un anuncio de 20 segundos en los interminables tramos de publicidad de los espacios arriba mentados. Cuando sepan que es un pastizal de escándalo quizá comprendan por qué se estira y estira una historia cuyos elementos básicos principales están contados más que de sobra.