Santa Rita Rita

Santa Rita Rita no devuelve lo que quita. De momento, el acta de senadora se lo guarda, que al ser por designación autonómica, haya o no haya terceras elecciones, le da tres años más de vidilla aforada. Con su suelduplón correspondiente, por descontado, y además, ahorrándose la cuota del PP, porque el carné —“Lo tuyo es puro teatro”, pone la banda sonora La Lupe— sí lo ha entregado. Curiosa forma de dimitir sin dimitir, de irse quedándose, de avisar a los atribulados navegantes del bajel pepero que ojito al Cristo, que es de plata.

Piensen regular y acertarán. Cien a uno a que en su móvil hay un mensaje conminándole a ser fuerte, habitual cortesía para con los conmilitones enmarronados del ciudadano Rajoy Brey. ¿Cómo no recordar al mengano que se eterniza en funciones gritando “¡Rita, eres la mejor!” con ese aire de cuñao piripi que gasta cuando se viene arriba en los mítines? Cuando hagan el biopic o el novelón sobre la doña, ese será el momento en que el espectador o el lector sabrán que está jodida. No hay un genovés caído en desgracia —Matas, Camps, y tantos más— cuyo calvario no haya empezado tras los encendidos elogios de su jefe.

Sobran el cava y el confeti. No hay lugar para las celebraciones. Nos queda aún mucho por ver, y será mejor que abandonemos cualquier esperanza de que se haga justicia. Por todo castigo, habremos de conformarnos con estos malos ratos que estará pasando la propietaria de incontables bolsos de Louis Vuitton. A algunos, y tenemos mil precedentes, el Supremo les aprieta pero no les ahoga. Y si confían en que, por lo menos, se pague el precio en votos, también van dados.

Las trolas de Soria

Del (¿todavía?) ministro José Manuel Soria, lo único que queda por descubrirse es que, como muchos sospechamos por el tremendo parecido físico, es gemelo univitelino de José María Aznar. Y la confirmación es cosa de un rato, si se mantiene el ritmo de exclusivas sobre su persona que llevamos en las últimas horas. Hasta los más puestos en la trama del trapicheo offshore del gachó sudan tinta para estar al día de las novedades. Lo último, que seguro que a estas alturas es solo lo antepenúltimo, es que su firma está en el acta anual de la sociedad que jura no reconocer y, hay que joderse, que además de esa empresa en las Bahamas, también administró otro bisnes chungo radicado en Jersey. Vamos, que en materia de paraísos, lo mismo le da el Caribe que el Atlántico europeo.

Si esa torrentera de chanchulletes es grave, aún lo es más el rosario de fantasías animadas que están saliendo de la boca del individuo. Más que trolas, algunas son fenómenos paranormales o, directamente, material para el diván. Sin solución de continuidad, asegura que nadie de su familia ha tenido nada que ver jamás con la sospechosa UK Lines y proclama que no fue él sino su padre el responsable de la compañía. ¡Y cuando los periodistas le señalan la imposibilidad metafísica de que ambas cosas sean ciertas, se agarra un rebote y pide respeto por lo que él entendía un acto de suprema transparencia.

Escribía ayer en Twitter un señalado dirigente del PP vasco que en política, con la verdad puedes llegar o no a muchos sitios, pero con la mentira tarde o temprano te vas casa. En el caso de Soria, parece que está siendo más bien tarde.

Durán abandona

La vida no es igual fuera del Palace. Cautivo, desarmado y sucesivamente humillado en las últimas contiendas electorales, Josep Antoni Durán i Lleida echa rodilla a tierra. 29 años después de vivir a cuerpo de sí mismo —ya quisieran algunos reyes— se baja del machito. Casualidad, que lo haga en el preciso instante en que no queda nada por roer del hueso. Habrá que reconocer, con todo, la habilidad para sacar petróleo de algo que no tenía más valor que su nombre. Como aquellos burgueses que se asociaban por vía inguinal con la aristocracia venida a menos para adornarse con un título, la nueva rica Convergència compró en su día la franquicia Unió para darse un barniz de democracia cristiana histórica con toque antifranquista. No salieron mal los adquiridos: siendo cinco o seis, como finalmente ha quedado demostrado, pillaron canonjías a tutiplén… hasta que se rompió el amor —o sea, el interés— de tanto usarlo.  Luego, lo uno llevó a lo otro. El fin de la alianza fue (o lo será, tanto da) el del partido fundado, casi nada, hace 84 años.

Escribo en caliente, así que desconozco las reacciones a la tocata y fuga. Sospecho que habrá alguna que otra encendida loa, como corresponde a un difunto, aunque solo sea político. Siento no poder sumarme. Creo, de hecho, que el mejor retrato del individuo está en una anécdota apócrifa que comparto con ustedes. Se cuenta que allá por los primeros 70, un grupo de catalanistas habían quedado para una reunión en una plaza. Solo faltaba nuestro hombre, que finalmente apareció saliendo de una iglesia. Al verlo, Miquel Roca sentenció: “Ahí viene Durán de engañar a Dios”.

La decisión de Arantza

A la hora de enviar estas líneas a los diarios que las publican, Arantza Quiroga no ha dimitido. Desconozco, pues, la decisión final, así que puedo comerme con patatas lo que escriba, pero me consta que la idea le ha rondado por la cabeza. Y no como calentón ni para hacerse la despechada. Mucho menos para marcarse un órdago, pues de sobra sabe que se juega los cuartos con profesionales del navajeo político que no solo no cederían en su vil comportamiento, sino que lo recrudecerían hasta arrancarle la última tira de piel. La triple A —Alfonso Alonso Aranegui— no deja heridos, salvo para reconvertirlos en fieles lamepunteras.

Sí, eso es lo jodido de todo este vodevil para los que ni somos, ni hemos sido, ni seremos del PP. Aquí la normalización —o la paz, como nos gusta decir exagerando— no tiene ningún pito que tocar. Como tantas veces, solo ha servido de coartada. En este caso, para dirimir una riña de familia, o más exactamente, para satisfacer una vieja afrenta. Es verdad que la talibanada que juega al victimeo (no se confunda con las auténticas víctimas) ha montado la barrila de rigor por los términos de la ponencia que iban a presentar los populares vascos. Eso estaba, sin embargo, amortizado. Con más datos que ayer, puedo anotar que Génova no vivía en el limbo. Si algo caracteriza a Quiroga aparte de su candidez, es su lealtad. Jamás habría dado un paso que perjudicase a sus superiores jerárquicos, y menos, sin consultarlo.

Se vaya o se quede, le deseo lo mejor a quien, aunque tarde, ha dado un paso muy valiente. Lástima que esté rodeada de esos amigos que hacen innecesarios los enemigos.

Calimero Monedero

A medio camino entre la severa (auto)disciplina y el capricho diletante, me he tragado entera la conversación entre Fernando Berlín y Juan Carlos Monedero que a la larga (en realidad, a la corta) provocó el sacrificio más o menos ritual de este último. Medidos desde el saludo a la despedida, son apenas quince minutos. Lo apunto mostrando mi dedo corazón enhiesto a todos los lamelibranquios que ante los entrecomillados del diálogo que han reflejado los medios, sostienen que son mentira y que para comprobarlo “basta escuchar los 43 minutos” de la charla. Como ellos no lo han hecho, no saben los osados gañanes que el archivo que está circulando incluye otros contenidos del programa La cafetera. No es una anécdota, sino de nuevo, una categoría. Es el modus operandi habitual: la trola es la forma más efectiva de denunciar a los troleros. Lo peor es que cuela.

¿Pero decía o no decía lo que fue a los escandalosos titulares? Hombre, que algunas cabeceras aprovecharon para forzar la literalidad parece evidente. Pero no crean que tanto. Y hay un hecho difícilmente rebatible: si la cosa terminó en dimisión cinco horas después de haber porfiado que la adhesión seguía intacta, algo gordo vería alguien en la rajada.

Más allá de los lamentos y las cargas de profundidad a sus conmilitones, yo me quedo con las partes de la entrevista en que Monedero la coge llorona —¡Ay, Calimero incomprendido!— por la lluvia de bofetadas recibidas por estar en la primera línea de un partido. Con tono munillesco asegura que eso no se lo esperaba. Lo dice alguien, hay que joderse, al que le pagan millonadas como asesor político.

¿El final de UPyD?

Como en el cuento de Monterroso que tanto nos gusta remedar a los plumíferos, en el momento de redactar estas líneas, Rosa Díez todavía sigue ahí. Es decir, en el machito, en el momio, en la poltrona, amorrada al pilo, soldada a la vara de mando de su partido. Y noten que esta vez su es su en toda la extensión del posesivo. Ella se hizo a medida el chiringo y lo fue rellenando de ególatras, chisgarabises, tocapelotas, rebotados sempiternos, visionarios, vividores, desequilibrados peligrosos e inofensivos y no pocos golfos que por pillar en bruto son capaces de disfrazarse de niño Jesús de Praga. Toda una parada de los monstruos a la sombra nutritiva de la pamela de la doña. Material de desecho humano y político que el dedazo de la creadora fue colocando en este o aquel escaño con el único recado de montar bulla y, básicamente, joder la marrana.

Ahora una parte de esa panda de frikis consentidos se revuelven contra quien los sacó del arroyo y, a día de hoy, les procura los pastones públicos que cobran, cría cuervos. El espectáculo tiene una cutrez y un patetismo a la altura (o sea, la bajura) exacta de sus protagonistas, empezando por la suma hacedora, que en su soberbia estratosférica, debe de estar a punto de sacar la charrasca y montar una escabechina entre sus rebeldes cachorros. O quizá sean ellos quienes acaben cometiendo el parricidio metafórico.

Tanto me da. Sostuve, sostengo y sostendré que no hay una formación más intrínsecamente corrupta que UPyD, creada ex profeso para chupar a modo de la misma piragua institucional que dicen denunciar. Su final, sea cual sea, merecerá celebración.

No vuelva

Ni sé ni me quita el sueño el porqué de la espantada de la tal Esperanza Aguirre Gil de Biedma. Como tantos, un segundo después del lacrimógeno anuncio, tuve la tentación de dar rienda suelta a mi imaginación y apuntarme a las quinientas teorías de la conspiración sobre su marcha que torrenteaban en Twitter. El restito chiquitín de humanidad que resiste en mi interior me advirtió de lo mal que me sentiría si de aquí a tres meses se publicaba la necrológica de la dimisionaria. Por si acaso, mejor no precipitarse en la búsqueda de pies suplementarios al gato y quedarse en la posición del loto asistiendo al espectáculo. Y qué espectáculo, oigan. El rojerío, de fiesta mayor; los templados del PP, disimulando hurras; y lo mejor con diferencia, los huerfanitos extremodiestros llorando a moco tendido con banda sonora de Jeanette: Todas las promesas de mi amor se irán contigo, ¿por qué te vas? Laralalá…

Fue cuestión de minutos que los propios dolientes empezaran a ladrar por las esquinas la respuesta a su pregunta melódico-retórica. Según ellos, que beben la bilis de fuente directa, la interfecta no se va sino que la han ido. Rajoy, que gobernando estados es un manta de cuidado, es sin embargo insuperable manejando partidos y cortando cabezas levantiscas sin que nadie llegue a intuir la catana. La ahora ex-lideresa le estaba dando más guerra que los ya cadáveres políticos Cascos, Rato, Zaplana o San Gil —por citar solo unos pocos—, pero la paciencia pontevedresa terminó, como siempre, dando frutos. Confiesan los esperanzólogos en sus portadas de luto que la doña llevaba un año largo rumiando el portazo. No seré yo, sin datos, quien les enmiende la plana.

De hecho, como anotaba al principio, me importan medio higo las causas y los azares de la condesa en calcetines. Si no fuera por su capacidad para hacer daño, jamás la hubiera tomado en serio. Váyase, pues, por la sombra. Y no vuelva.