Hasta ayer mismo no tenía ni la menor idea de quién era el tal Naim Darrechi. Es más, puestos a confesar fallas en mi formación cultural, también reconozco que mi noción sobre lo que es TikTok es más bien escasa. Y estoy completamente seguro de que la inmensa mayoría de mis lectores están en las mismas que yo. Supongo que eso nos sitúa en un universo de planetas paralelos donde nos movemos sin encontrarnos los miembros de diferentes generaciones. Porque el tipo en cuestión no es un pelanas que dio un pelotazo la semana pasada, sino un fulano que, pese a su cortísima edad —¡19 años!— lleva en activo desde 2016 y en la fecha en la que los que nos creemos la mayoría social nos hemos enterado de su existencia, acumula 27 millones de seguidores en la plataforma social de marras.
Ese es el pajarraco que se permite decir entre carcajadas a otro ídolo de nuestros churumbeles que siempre practica sexo sin condón y que tras eyacular, les cuenta a sus parejas de usar y tirar que está esterilizado. La ministra Irene Montero, que también es más de predicar en las redes que de dar trigo, ha llevado la garrulada infecta a la Fiscalía. Serà muy efectista la salida, pero parece que de ahí va a salir poca cosa. Como mucho, habremos conseguido que el cagarro humano se haga más famoso de lo que ya era entre su público objetivo, formado, como no me voy a cansar de repetir hasta quedarme ronco, por chavales y, oh sí, chavalas instruidos específicamente en los valores de la igualdad, el respeto y la tolerancia. No uno, ni dos ni veinte o cincuenta, sino 27 millones. Vuelvan a contarme que la educación es la solución.