Ahora que vamos despacio, vamos a contar cómo se crean las mentiras. Tengo un millón para elegir, pero me quedo con una relativamente reciente que ha prendido con una rapidez y una robustez que asustan. Aunque empezó a difundirse hace dos semanas, el origen se remonta al 18 de febrero. Ese día, los jefes de gobierno de España, Italia, Portugal y Grecia celebraron un encuentro para fijar una posición común de cara a rebajar el recibo energético. La noticia apenas tuvo relieve hasta que el 24 de marzo se viralizó un momento de la rueda de prensa de los cuatro mandatarios. En las imágenes, el primer ministro italiano, Mario Draghi, parecía dirigirse al presidente español, que acababa de terminar su intervención, con un “Gracias, Antonio”. Las rechiflas desde el flanco diestro llegaron en tropel. La supuesta equivocación (que enseguida veremos que no lo fue) fue tomada como prueba aplastante de la irrelevancia internacional del inquilino de Moncloa, cuyo nombre de pila ni siquiera conocían los interlocutores europeos con los que se ve prácticamente cada semana.
Una versión íntegra del vídeo demostró que la gracieta era, como poco, discutible. Todo hace indicar que las palabras de Draghi no iban dirigidas a Sánchez, sino al primer ministro portugués, Antonio Costa. Ahí debería haberse acabado todo, ¿verdad? Pues no. Hoy es el día en que no queda un columnero cavernario sin adornarse con el chiste y refiriéndose en sus piezas a Sánchez (jijí-jajá) como Antonio. Una vez más se ha cumplido la máxima que sostiene que no hay que permitir que los hechos echen a perder (en este caso) un buen un buen motivo de burla.